La
sensiblería
Fernando Buen Abad
Domínguez
Es un elixir
(aditivo-adictivo) con que se empapan muchas de las estratagemas narrativas
burguesas para traficar ideología chatarra en las cabezas de los pueblos. Las
creencias más intragables se vuelven digeribles con una inyección generosa de
sensiblería.
Así, el saqueo
bancario mundial remojado en emociones fabricadas para exculpar ladrones, o las
aberraciones planetarias de los terratenientes o las obscenidades degradantes
del empresariado global… todo pasa a ser tragable si se lo relata en medio de
una boda, un romance, un episodio de “cariño”, un escenario de arrumacos, himno
meloso, una love story, de cualquier tipo, donde los protagonistas son lindos y
queribles, y por lo tanto, aparecen como buenas personas a las que, por amor,
“todo se les perdona”. No escapan a las orgías sensibleras ni los papas, ni los
cardenales, ni los curas… ni los santos.
Con la sensiblería se
garantiza un modo de invisibilizar la conducta delincuencial del capitalismo y
se impone una forma “irrefutable” de chantaje anestésico para dormir, con
emociones, la capacidad (y necesidad) crítica de la humanidad ante las
aberraciones burguesas. Todo redondeado con chicas y chicos lindos, en el
sentido mercantil con que la belleza ha sido reducida mercantilmente por el
star system. No se repara en gastos, la sensiblería necesita galones de
lágrimas y decibeles interminables de violines con trompetas, pianitos melosos
y coros aterciopelados. Es una envoltura indispensable cuando se trata de
inyectarnos resignación y ternura para que, entre alegatos emotivos,
disculpemos a nuestros verdugos. Trampa brillante de la ideología dominante
para manteneros emocionados y olvidemos la rabia, mientras nos saquea y nos
explota. No hay atenuantes.
A cual más, todo el
aparato mediático burgués se especializa en propinar golpes bajos
emocionalizados y sublimes, especialmente cuando se trata del momento supremo
consistente en que les compremos, emocionados, todas sus mercancías. Han ideado
chantajes para el consumismo navideño, para el consumismo de verano, de otoño o
de invierno. Han ideado formas inmisericordes de chantajearnos emocionalmente
para comprarles sus condones, sus jarabes, sus pañales o sus papeles perfumados
para la hora de defecar. Es motivo de extorsión emotiva la infancia, la
adolescencia la juventud, la madurez y la vejez. Todo es susceptible de
impregnarse con sensiblería para garantizar que se vuelva adictiva la adicción
acumulativa de las mercancías. ¡Qué emocionante! Mientras tanto el capitalismo
pisotea permanentemente la integridad emocional de la clase trabajadora.
Dr. Fernando Buen Abad
Domínguez
Universidad de la
Filosofía
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