Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

domingo, 13 de enero de 2013

Los hijos de Chacarillas


 Los hijos de Chacarillas
Por Álvaro Cuadra*



El 7 de julio de 1977, tanto el ministro Cristián Larroulet, como Patricio Melero, Juan Antonio Coloma, Joaquín Lavín, Andrés Chadwick y otros 77 jóvenes participaban alborozados del festín con una antorcha en la mano en el Altar de la Patria en Chacarillas, próximo al cerro San Cristóbal. Ellos recordarán esa fría noche en que unieron sus destinos políticos con aquel del dictador Augusto Pinochet. Para la gran mayoría de los chilenos –estudiantes, profesores, indígenas, políticos opositores, poetas, artistas, ciudadanos– eran tiempos de horror y tristeza. Mientras en aquel entonces muchas de las figuras de la UDI respaldaban los crímenes del dictador, la DINA, con el Mamo Contreras a la cabeza, torturaba y asesinaba opositores al régimen por todo Chile.


Estos personajes de la derecha chilena están testimoniando, hasta el presente, el carácter cívico–militar de la dictadura en nuestro país. Ellos son los legítimos herederos y cómplices de aquellos años oscuros de nuestra historia que permanecen aún impunes, ejerciendo altas funciones en el gobierno del señor Sebastián Piñera. Ellos son los mismos que reclaman hoy una mano dura contra toda manifestación de las minorías indígenas en la Araucanía. Hoy, como ayer, su único modo de resolver los problemas políticos es mediante la artimaña y la violencia represiva, amparados en una constitución redactada por el general que todavía rige la vida cívica de los chilenos.


Los hijos de Chacarillas no han aprendido mucho de todos estos años de feble democracia en el país, por el contrario, a la hora de hacerse cargo de los graves problemas políticos y sociales de hoy, regresan a la fuente e inspiración de su actuar, las enseñanzas del general Pinochet. De este modo, los dichos de ministros y parlamentarios UDI ante el conflicto de Araucanía no pueden ser otros que volver al expediente represivo y autoritario, clamando –como en los buenos viejos tiempos– por un estado de excepción. A estas voces destempladas, y en el límite, anti democráticas, se unen los nostálgicos de antaño que añoran la mano militar.


A casi cuatro décadas del golpe de estado, es hora que la derecha chilena se entere de que el país en que vivimos es otro y anhela otros horizontes. Los movimientos sociales han salido a la calle estos últimos años, señalando una honda crisis del sistema político en el que estamos sumidos. Estudiantes, profesores, movimientos regionales y movimientos indígenas están dando cuenta de los reclamos de muchos compatriotas cuyos problemas no se resuelven con balas ni con la violencia insensata u homicida.  La sociedad chilena reclama democracia y justicia, reclama equidad; los chilenos quieren ser escuchados en sus demandas y no reprimidos como borregos. Nuestro país está madurando y solicita de partidos y gobierno, ni más ni menos, el retorno de lo Político, así con mayúsculas y no la mera forma política que nos aprisiona desde el “retorno a la democracia”. Menos balas, menos allanamientos, menos amenazas y más diálogo serio, más compromisos, más Política. Es la hora de apagar las antorchas de Chacarillas y ponerse a reflexionar profundamente en el presente y el futuro del país. Una tarea nada fácil para algunos.







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