Los hijos de Chacarillas
El 7 de julio de 1977, tanto el ministro Cristián Larroulet, como
Patricio Melero, Juan Antonio Coloma, Joaquín Lavín, Andrés Chadwick y otros 77
jóvenes participaban alborozados del festín con una antorcha en la mano en el
Altar de la Patria en Chacarillas, próximo al cerro San Cristóbal. Ellos
recordarán esa fría noche en que unieron sus destinos políticos con aquel del
dictador Augusto Pinochet. Para la gran mayoría de los chilenos –estudiantes,
profesores, indígenas, políticos opositores, poetas, artistas, ciudadanos–
eran tiempos de horror y tristeza. Mientras en aquel entonces muchas de las
figuras de la UDI respaldaban los crímenes del dictador, la DINA, con el Mamo
Contreras a la cabeza, torturaba y asesinaba opositores al régimen por todo
Chile.
Estos personajes de la derecha
chilena están testimoniando, hasta el presente, el carácter cívico–militar de
la dictadura en nuestro país. Ellos son los legítimos herederos y cómplices de
aquellos años oscuros de nuestra historia que permanecen aún impunes,
ejerciendo altas funciones en el gobierno del señor Sebastián Piñera. Ellos son
los mismos que reclaman hoy una mano dura contra toda manifestación de las
minorías indígenas en la Araucanía. Hoy, como ayer, su único modo de resolver
los problemas políticos es mediante la artimaña y la violencia represiva,
amparados en una constitución redactada por el general que todavía rige la vida
cívica de los chilenos.
Los hijos de Chacarillas no han
aprendido mucho de todos estos años de feble democracia en el país, por el
contrario, a la hora de hacerse cargo de los graves problemas políticos y
sociales de hoy, regresan a la fuente e inspiración de su actuar, las
enseñanzas del general Pinochet. De este modo, los dichos de ministros y
parlamentarios UDI ante el conflicto de Araucanía no pueden ser otros que
volver al expediente represivo y autoritario, clamando –como en los buenos
viejos tiempos– por un estado de excepción. A estas voces destempladas, y en
el límite, anti democráticas, se unen los nostálgicos de antaño que añoran la
mano militar.
A casi cuatro décadas del golpe de
estado, es hora que la derecha chilena se entere de que el país en que vivimos
es otro y anhela otros horizontes. Los movimientos sociales han salido a la
calle estos últimos años, señalando una honda crisis del sistema político en el
que estamos sumidos. Estudiantes, profesores, movimientos regionales y
movimientos indígenas están dando cuenta de los reclamos de muchos compatriotas
cuyos problemas no se resuelven con balas ni con la violencia insensata u
homicida. La sociedad chilena reclama democracia y justicia, reclama
equidad; los chilenos quieren ser escuchados en sus demandas y no reprimidos
como borregos. Nuestro país está madurando y solicita de partidos y gobierno,
ni más ni menos, el retorno de lo Político, así con mayúsculas y no la mera
forma política que nos aprisiona desde el “retorno a la democracia”. Menos
balas, menos allanamientos, menos amenazas y más diálogo serio, más
compromisos, más Política. Es la hora de apagar las antorchas de Chacarillas y
ponerse a reflexionar profundamente en el presente y el futuro del país. Una
tarea nada fácil para algunos.
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