Chile: ¿Volver atrás?
Álvaro Cuadra[1]
El presidente de la república, señor Sebastián Piñera, se ha permitido
hacer algunas referencias hacia la principal fuerza opositora, señalando en El
Mercurio que: “la Concertación no es el camino que Chile necesita
para alcanzar el desarrollo y derrotar la pobreza" y que sería, a su juicio, “un tremendo error volver atrás" Las opiniones del primer mandatario han
suscitado, como era de esperar, una serie de reacciones en el mundo político y
bien merecen una reflexión.
Para el señor presidente, un regreso
concertacionista de la mano de Bachelet representaría una vuelta atrás. Si la
Concertación es el camino del error, se sigue que es la Alianza derechista que
él encarna, la senda apropiada para el desarrollo. Lo primero que habría que
considerar es que las políticas del actual gobierno no están tan alejadas de
aquellas concertacionistas como se pretende. De hecho, hay quienes hablan,
incluso en la propia derecha, del quinto gobierno de la Concertación. De suerte
que a la hora de intentar marcar una diferencia, todo se juega en matices y
sutilezas más que en cuestiones de fondo. No nos engañemos, Concertación y
Alianza han administrado un modelo económico de neoliberalismo extremo y un
mundo político presidido por una constitución de facto aprobada por una junta
militar hace más que cuatro décadas.
Una segunda consideración se deduce de la expresión “volver atrás”, pues cualquier mirada
desapasionada muestra que Chile vive inmerso en un mundo retrógrado y
extemporáneo, diseñado por una dictadura cívico – militar a la medida de las
grandes empresas. En la hora actual, la contemporaneidad no es un atributo de
la derecha que anhela mantener inalterado el legado dictatorial, este sector
representa el pasado oprobioso que se mantiene hasta el presente como impunidad
e injusticia social. Tampoco ha sido un
atributo de la Concertación, pues, durante dos décadas este conglomerado se
mostró incapaz de proponer al país transformaciones de fondo al “modelo
chileno” y, por el contrario, aprendió, más bien, a administrarlo. Pareciera
que la verdadera vocación de futuro, finalmente, se expresa en las calles, en
el reclamo ciudadano de los movimientos sociales.
Por último, habría que recordar que la promesa
demagógica de desarrollo y lucha contra la pobreza no se resuelve maquillando
la encuesta Casen ni ocupando un sillón de espantapájaros en la OCDE. El
ciudadano que vive de un salario conoce de cerca la carga que representan los
servicios básicos, la educación, la salud, las deudas, frente a las ganancias
millonarias de Isapres y otras grandes empresas nacionales y extranjeras.
Estamos muy lejos del desarrollo cuando más de la mitad del país vive
condiciones precarias, cuando no en pobreza extrema; estamos muy lejos del
desarrollo cuando los más elementales derechos ciudadanos como el derecho a una
educación pública, de calidad y gratuita, se han convertido en un negocio.
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