Chile: Decoro
nacional
Por Álvaro Cuadra*
Los países, al igual que las personas, poseen una imagen
que trasciende lo físico y lo inmediato. Se trata de un prestigio asociado que
se deriva de sus actuaciones. Esta suerte de “capital simbólico”, por llamarlo así, es algo que debe cuidarse y,
en lo posible, acrecentarse. Así como en las personas la imagen no es una
cuestión de mero maquillaje o vestimenta, en los países no se trata solo de
alambicadas formas protocolares sino de la calidad y la trasparencia de sus
instituciones, del nivel de dignidad de su pueblo. Esta imagen se construye y
se cuida a lo largo de los años.
En el caso de Chile, como es bien sabido, hemos sufrido
reveses bochornosos inscritos ya entre los pasajes más vergonzantes de nuestra
historia. Así, por ejemplo, la detención de Pinochet en Londres que puso a toda
la institucionalidad pos dictatorial que nos rige hasta hoy en su justo lugar.
Entre las muchas miserias actuales debemos consignar el hecho de que el
Director de la Comisión Nacional de Acreditación encargado de fiscalizar la
educación superior del país esté preso por corrupción, junto a un par de
Rectores de universidades.
Nuestro
país parece haber perdido la capacidad de avergonzarse, en primer lugar de sí
mismo. Vivimos un estado de desvergüenza e impunidad en que se ha perdido el
más mínimo sentido de la justicia y el decoro. Esto significa que cuestiones
muy graves que en cualquier país moverían a escándalo se asumen en Chile como
parte del paisaje en que habitamos. Todavía siguen pendientes muchos casos de
violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar. La falta de
vergüenza corre paralela con la corrupción que permea a toda una sociedad. El
caso “La Polar” es más que elocuente.
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