Chile:
ESTADIO SEGURO: OTRA FASE DEL
ESTADO POLICIACO
Luisa Bustamante B.
Las bravatas de “Pancho malo” el ex líder garrero
de Colo Colo hacia la dirigencia alba se convirtieron en un hermoso regalo para
la política de control del Ministro del Interior y el progresivo empoderamiento
de la policía uniformada.
A las numerosas actividades de control que existen
en el país, llámense cámaras, casetas de vigilancia, escuchas telefónicas y
personal infiltrado en las manifestaciones ciudadanas, se agregó ahora, un
control solapado, que se percibe inocuo, que no produce malestar ni sospechas y
que, por el contrario, es alabado por los periodistas de las prensas
oficialistas y, en general, por las personas ajenas al mundo futbolero.
El Plan Estadio Seguro es una joya en materia de un
control riguroso ejercido sobre un sector de la población y que podría
extenderse a otras actividades distintas al fútbol como recitales y
espectáculos de diversión.
A los vejatorios registros en la entrada de los
recintos deportivos, las numerosas cámaras de vigilancia existentes, los
aparatos aéreos que toman fotografía de los asistentes y los guardias de
seguridad, se agregarán ahora torniquetes con tecnología de punta donde hay que
colocar la célula de identidad y la huella digital. En la implementación de estas
nuevas medidas se han invertido 1040 millones de pesos.
Los alabados aparatos entregan en segundo la
información y en caso de ser objetada la persona esta será apartada por la
policía, pudiendo ser detenida. Estamos hablando de un partido de fútbol, no de
una visita carcelaria. ¿Qué se pretende con esto? Al parecer la detención por
sospecha ha retornado.
En los desórdenes del fútbol hay que considerar que
los daños más fuertes cuando hay desmanes se producen fuera de los estadios
siendo los vecinos los más afectados. Otros damnificados son los buses que
transportan a los barristas, (denominación que ya no existe por determinación
del señor Cristián Barra[1],
pero que si existe por determinación de los hinchas), y los enfrentamientos
entre barras rivales o fracciones de una
misma hinchada.
Entonces, surgen dudas e interrogantes sobre tanto
control en una fiesta deportiva como es un partido de fútbol donde la gente se
desahoga de todas las tensiones experimentadas en su cotidianeidad y va a
alentar al equipo de su preferencia con la ilusión que éste se convierta en un
club campeón. Tomando en cuenta esto, y que los mayores problemas surgen en los
clásicos de los equipos grandes y no en el grueso de la competencia es válido
preguntarse lo siguiente:
¿Por qué el registro de la huella digital si las
cámaras internas identifican a los revoltosos, y los incidentes mayores se
producen fuera del coliseo deportivo?
¿Por qué estas exigencias en un estadio si se puede
entrar en los bancos, edificios públicos, ministerios e incluso en el Palacio
de Gobierno sin la exigencia de la huella dactilar?
¿Cuáles son los motivos porque puede ser retenido y
eventualmente detenido? ¿Sólo por desórdenes reiterados o queda a criterio del
policía?
¿Impide esta medida que se trasladen los enfrentamientos
a las poblaciones con peores consecuencias, siendo más importante el concepto
estadio seguro que el de personas seguras?
Estas interrogantes no reciben respuestas claras en
la implementación del Plan. Es legítimo preguntarse cuál va a ser el uso de esa
información que va a estar en manos de la policía. Hasta ahora esos datos sólo
los manejaba el registro civil.
Ahora bien, para llegar a estos extremos se
desarrolló toda una práctica discursiva que creó la sensación de una situación
altamente peligrosa y caótica en los estadios y por tanto la imperiosa
necesidad de castigar a los delincuentes del fútbol y terminar con este peligro supremo.
El mayor argumento fue que las familias no
concurrían al estadio por esta situación y el objetivo del plan es que vuelvan
al fútbol. Nadie cuestionó si esto era efectivo o no. Si examinamos las cifras
de asistencia actuales podemos concluir que no ha aumentado. En la mayoría de
los estadios penan las ánimas. Los grandes flujos de hinchas son de los clubes
grandes y estos nunca han disminuido su asistencia. Cualquiera que revise los
noticiarios televisivos de antes de la implementación del plan puede comprobar
la gran cantidad de niños que asistían con sus padres al estadio.
Ahora bien, hay que hacerse cargo de algunas
cuestiones que no se relevan suficientemente. Como ningún otro, este gobierno
ha tratado de intervenir el espacio público. Ha ejercitado una práctica
destinada a controlar los espacios sociales y a imponer su propia concepción de
espacio público. Han sido las organizaciones sociales las que se han preocupado
de recuperar espacios para la cultura y el deporte.
El gobierno le teme al uso de los espacios donde se
pueden reunir las personas libremente y por eso tiende a intervenirlos y
modificarlos. Lo ocurrido con el fútbol es un ejemplo. No es casual que, con el
inicio de los movimientos sociales, empezaron a aparecer toda clase de
regulaciones para impedir la libre realización de estos. Un ejemplo fue la
prohibición del tránsito por la Alameda para las marchas de los estudiantes.
Hay que recordar que las primeras movilizaciones se desarrollaron de forma
pacífica y muy creativa, pero de pronto aparecieron los piquetes de
encapuchados que se sindican como estudiantes anarquistas pero que al estar con
capucha una afirmación categórica es aventurada. Se estigmatiza la violencia,
pero no se analizan las causas de las mismas.
Estos encapuchados se han vuelto muy funcionales
para el gobierno que los usa como pretexto para tomar una serie de medidas
coercitivas. y de paso se da un poder casi ilimitado al accionar de Carabineros
y sus fuerzas especiales, las que constantemente comenten un accionar desmedido
y abusivo
Dicho esto y para
finalizar hay que señalar dos cuestiones no menores:
1.- Las medidas tomadas para implementar el PES,
trata a todas las personas como delincuentes. Al estar obligados a presentar el
carnet y registrar las huellas digitales las personas están siendo obligadas a
demostrar que son inocentes de algún delito de violencia. En todos los países
democráticos la justicia debe demostrar que las personas son culpables, en
Chile desde ahora es al revés, las
personas deben demostrar su inocencia.
2.- Algunas medidas tomadas no figuran en el
reglamento del plan. En ninguna parte figura que no se pueden entrar lienzos ni
banderas y sin embargo están prohibidos.
El Jefe del Plan Estadio Seguro ha declarado que las barras ya no existen y el concepto de
barrista tampoco. Sin embargo, en el artículo 6 trata del empadronamiento de
las barras y en el artículo 10 N°5 letra b y N°6 se reglamenta sobre los
barristas.[2]
Es importante señalar que podemos estar expuesto a
la aplicación del criterio de los encargados lo que puede ser bastante
aventurado, si recordamos que se le prohibió entrar el bombo y los instrumentos
musicales a la bandita de Magallanes, barristas tradicionales de este club, la
mayoría sexagenarios.
Es relevante señalar el progresivo poder que han
logrado las “fuerzas de orden y seguridad” cuestión que se percibe luego de la
venida de los asesores neoyorkinos para implementar el plan STAD o de
tolerancia cero, una de cuyas medidas era el
empoderamiento de Carabineros y el control de la población civil.[3] Este ha generado una serie de
reglamentaciones restrictivas que con el pretexto de cuidar la población se
está conculcando progresivamente su libertad. En el caso del fútbol, el
reglamento señala que el empadronamiento de las Barras puede ser puesto a
disposición de Carabineros o de la
seguridad del recinto.[4] Nadie puede asegurar el
uso que puede tener esa información.
Por último, es
francamente escandaloso que se gasten mil millones de pesos en controlar
a la gente que va al fútbol, habiendo poblaciones sin resguardo policial y
consultorios sin remedios. Pero claro, el control que va a llevar la policía de
cada uno de los que asistan al estadio va a ser sustancioso.
*Luisa Bustamante B.
Socióloga, Magister © en Filosofía Universidad de Chile


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