Reflexión a partir de la victoria de Chávez: mi visión
como antropólogo e historiador
Mario Sanoja
Obediente
A tres días de la resonante victoria popular del Presidente Chávez, la mayoría de los
análisis sobre ese memorable evento se han centrado, particularmente, en el
aspecto numérico de la elección, pero obvian un tema que es crucial para
entender lo que ha sucedido en Venezuela, sobre todo en los dos últimos siglos,
como es la lucha de clases. Como hemos escrito en diversos libros y artículos publicados, la
lucha de clases comenzó en Venezuela desde el mismo momento de la invasión
española.
Desde hace siglos en Venezuela, los miembros de la
clase o bloque dominante, fuesen colonialistas, mantuanos o burgueses, trataron de inducirle al bloque dominado
o subalterno el sentimiento de que ellos eran inferiores en todo sentido, que
su destino natural era servir a los poderosos. Una parte de dichos dominados
internalizó un sentimiento de inferioridad, que quedó expresado en diferentes
refranes populares tales como: “negro es negro y su apellido es mierda”,
“aunque la mona se vista de seda mona se queda”, “cuando un blanco ta’ comiendo
con un negro en compañía, o el blanco le debe al negro o es del negro la
comía”, “indio con palo no vuelve”, etc., etc.
Muchos y muchas aceptaron someterse y servir a sus
verdugos, como lo demuestran los dos millones de personas populares que sufragaron por el candidato burgués en la elección presidencial del pasado 7 de Octubre; pero otros y otras
se negaron y se siguen negando a doblegarse al enemigo de clase, siguiendo el
camino de la rebelión política. Ejemplo
de ello son los 8.264.000 votos obtenidos por la candidatura del Presidente
Chávez.
Las primeras luchas por nuestra emancipación del
imperio colonial español y nuestra libertad, están evidenciadas por los alzamientos de indios, negros y mestizos
que comenzaron desde el mismo siglo XVI. Los peninsulares y mantuanos criollos
proclamaron la independencia de Venezuela de la monarquía española para su
propio beneficio como clase social, cabalgando sobre la onda libertaria
levantada por los venezolanos pobres e insurgentes que no querían seguir siendo
siervos o esclavos de la burguesía mantuana. Nuestra independencia fue posible,
en aquellas circunstancias, gracias al genio del Libertador Simón Bolívar, quien sí supo entender la profundidad histórica de aquellos
movimientos sociales populares y trató de gobernar convirtiendo en leyes la
sabiduría cultural, social y política
que de ellos emanaba. Por eso, las burguesías, tanto la neogranadina
como la venezolana, empujaron cruelmente al Padre Bolívar hacia una muerte
temprana para imponer su voluntad y su poder sobre los movimientos populares
emancipadores.
Durante los siglos XIX XX, la opulencia de la
burguesía venezolana contrastaba con la pobreza y la miseria generalizada del
80% de la población venezolana. La población de nuestro país que era de 850.000
habitantes en 1830, apenas creció en siglo y medio para alcanzar 3.5 millones
en 1941. Causa: la alta mortalidad infantil,
de mujeres parturientas, de adolescentes, la baja esperanza de vida en
los adultos debido a la desnutrición, el paludismo, la tuberculosis, el tifus,
las enfermedades infectocontagiosas, el analfabetismo, la ignorancia
generalizada, en suma la miseria y la pobreza que conformaban las armas de la
burguesía para mantener a la población bajo su dominio material e ideológico.
Para revertir esa tendencia perversa, el gobierno
democrático de Medina Angarita hizo una importante inversión en educación, salud
y vivienda entre 1941 y 1945, para lo
cual aumentó la participación del Estado venezolano en la renta petrolera, pero
la burguesía que ya estaba organizada en Fedecámaras, apoyada por el Imperio y
las petroleras extranjeras (Standard Oil,
Creole y Shell, entre otras), por los partidos Acción Democrática y
Copei y por el sector pentagonista del Ejército venezolano, derrocaron ese
gobierno que era considerado como demasiado “comunista” por el fundamentalismo
anticomunista de Washington.
El pueblo venezolano rebelde no cesó, durante el siglo
XX, en la lucha por su emancipación. Tuvo que mimetizarse en adeco, uerredeco o
copeyano o asumirse abiertamente como rebelde militando en el Partido Comunista
Venezolano. Paralelamente, el pueblo armado que estaba en las filas del
ejército también comenzó a prepararse para sacar del poder a la burguesía. A
pesar de la derrota táctica que sufrió el movimiento cívico militar el 23 de
Enero, a pesar del fracaso de la lucha armada en los años sesenta y de la
traición de muchos de sus líderes autoproclamados como de “izquierda”, la
semilla de la rebelión popular ya estaba sembrada en suelo propicio.
Las nueva explosión de la rebeldía popular cívico
popular del 27 de Febrero de 1989 y de las rebeliones militares del 4 de Febrero
y del 23 de Noviembre de 1992, sacudieron la base del dominio burgués cuarto
republicano, propiciando el triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998, hasta el
presente. El comandante Chávez le dio
contenido cultural, político, social y económico al proceso histórico de
rebelión popular venezolano que había comenzado a manifestarse desde el siglo XVI, concretando históricamente su
carácter de lucha de clases. Por eso, la burguesía habla de un país dividido el
cual seguirá dividido hasta que logremos quebrar definitivamente el odio
reaccionario, racista y fascista que la clase burguesa y el imperialismo han
logrado inocular en el segmento minoritario de la población venezolana que les
apoya. Debemos luchar sin tregua y con inteligencia para convertir la presente
victoria de 55% de votos en un 70 u 80% de la voluntad popular.
Por eso no se puede haber conciliación con las cúpulas
de la derecha cuya meta es desmantelar la Revolución Socialista Venezolana,
sino, por el contrario, profundizar al máximo
las políticas sociales de la revolución bolivariana. El odio racista que puebla el imaginario de la
derecha, tanto venezolana como transnacional, ha inducido en las personas un
estado de insania mental que difícilmente podrá ser superada en esta generación
o la siguiente. Esa percepción torcida de la realidad los lleva a considerar
como “monos” o subhumanos a los más de ocho millones de venezolanos que votamos
por Chávez, a quien ellos llaman el “mico mandante”, al igual que los nazis
consideraban a los judíos como “untermenschen” para justificar su
exterminio físico. Eso explica por qué asesinan a nuestros dirigentes
campesinos o a los chavistas que celebraban la victoria electoral del 7 de
Octubre en Maracaibo: según ellos, los
animales chavistas no tienen dolientes.
Algunos miembros de la derecha venezolana quieren
diálogo, proponen el fin de la negación ciega de los grandes logros de la
Revolución Bolivariana, porque han comprendido que ese odio social ya no tiene
futuro político. Si quieren incorporarse al campo socialista, estudiemos su
oferta cuidadosamente, no vaya a ser un caramelo envenenado. Si acaso un
eventual diálogo conduzca a una cierta paz social, para preservarla hay que
quitarle a la serpiente mediática burguesa los colmillos con los cuales
inoculan cotidianamente su veneno de odio en las mentes de los venezolanos y
venezolanas. Para lograr ese mismo fin deberíamos desarrollar una cultura que
rechace la que ha creado la industria cultural transnacional, la cual contribuya a crear y consolidar el imaginario de la revolución. Y la paz.
El socialismo, dicen Marx y Lefebvre, es la verdadera
apropiación de la especie humana por todos los hombres y mujeres para todos los
hombres y mujeres sin exclusión, para construir su carácter social, humano.
Para ello es necesario que los dirigentes de la Revolución Bolivariana, ahora
que enfrentamos la proximidad de las elecciones de gobernadores y alcaldes,
comprendan y acepten que las necesidades de la vida cotidiana son la fuerza
cohesionadora de la vida social, incluso en la sociedad burguesa, y que es la
vida cotidiana y no tan solo la vida política, la que forma el vínculo real
entre las personas.
La batalla que se aproxima no radica únicamente en
darle a la gente bienes materiales. Hay que diseñar políticas y prácticas
culturales revolucionarias que formen y consoliden el imaginario, la ideología
de la revolución socialista venezolana. Si no lo hacemos, estaremos otra vez
arando en el mar….
Es necesario que los dirigentes de la Revolución
Bolivariana emulen al Presidente Chávez y se dediquen a estudiar críticamente
la historia de la sociedad venezolana y promuevan la construcción una
historiografía que legitime la gesta revolucionaria. El socialismo no consiste
en la negación abstracta de toda la historia precedente, sino que es, por el
contrario, su resultado lógico, por lo cual debemos atesorar
lo valioso del patrimonio cultural que fue creado por siglos, resemantizándolo, dándole en el presente una nueva
significación cualitativamente nueva para ayudar a los hombres y mujeres a
regresar a sí mismos, a ser ellos mismos como colectivo soberano.
Las clases sociales no se pueden definir solamente
desde la óptica económica. Una clase se define también por la ideología. La
falsa conciencia, dijo Marx, radica en que se acepte como propia la ideología
del bloque o clase dominante, la burguesía que oprime, cuando en realidad las
condiciones materiales en las cuales se vive son de pobreza o de precariedad.
Como podrían decir los dos millones de pobres que votaron por Capriles: vivimos
materialmente en condición precaria, somos explotados y no somos propietarios
de nada excepto de nuestra fuerza de trabajo, pero nos sentimos como burgueses
iguales a ellos. Esa es una realidad que el gobierno bolivariano no ha
enfrentado y que es vital en esta nueva fase. Una revolución socialista es un
hecho cultural, debe formar una nueva manera de vivir en colectivo. Por ello
proponemos que, en esta nueva fase de gobierno bolivariano, se haga realidad la
vieja aspiración de muchos revolucionarios y revolucionarias que luchamos y
trabajamos desde hace décadas en el campo de la cultura: la convocatoria a una Constituyente Cultural que defina, vía
un debate democrático, las grandes tesis y objetivos culturales de nuestro modo
de vida socialista bolivariano, que
deben ser alcanzadas en el Programa de
La Patria propuesto a la Nación por el Comandante Presidente Hugo Chávez Frías.
Caracas, 12 de Octubre de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario