Los Bolcheviques y la Revolución de
Octubre
Por
Miguel Urbano Rodrigues
Odiario.info
publica un texto sobre el cual, por su importancia, llamamos la atención de
nuestros lectores: la introducción que el escritor comunista italiano Giuseppe
Boffa escribió para las “Actas de las reuniones del Comité Central del Partido
Obrero Socialdemócrata de Rusia (Bolchevique)” realizadas entre Agosto de 1917
y Febrero de 1918 (Fechas según el calendario gregoriano).
Pasajes
de ese documento histórico fueron citados por Stalin, por vez primera, en 1924.
Pero las “Actas” solamente fueron publicadas en la URSS después del XX Congreso
del PCUS. En 1964 Francois Maspero lanzó una edición francesa y, en 1978, la
Siglo XXI mexicana publicó las “Actas” en castellano con el título de “Los
Bolcheviques y la Revolución de Octubre”. Fue un ejemplar de esa edición, hoy
agotada, que me llegó a las manos, enviado por un camarada brasileño.
Leí
fascinado esas “Actas” –más de 300 páginas- casi sin interrupciones. Con
algunas lagunas, ellas permiten al lector acompañar los debates dramáticos en
que, durante siete meses, menos de tres decenas de revolucionarios que formaban
entonces el Comité Central del Partido Bolchevique tomaron decisiones de las
que vendría a depender la victoria o derrota del proyecto comunista.
Estudié
una media docena de Historias de la Revolución Rusa de 1917, de autores
soviéticos y occidentales. Ninguna es tan esclarecedora de la atmósfera de esas
reuniones, ninguna ilumina tan profundamente como las “Actas” las divergencias
que separaban a los dirigentes bolcheviques unidos por un ideal común.
En
aquel tiempo no había grabadoras y las “Actas”, anotadas a mano en hojas
arrancadas de cuadernos, por la secretaria del Comité Central, Elena Stásova,
presentan naturalmente las insuficiencias y fallas propias del ambiente
conspirativo posterior a las jornadas represivas de Julio del 17.
Eso
no impide que la simple transcripción (igualmente parcial) de las
intervenciones de los principales dirigentes del CC represente una contribución
para la Historia mucho más valiosa que el análisis de escritores y académicos
que no participaron de esas reuniones secretas.
La
introducción facilita la reflexión sobre una Documentación tan densa y valiosa.
Boffa recuerda que los debates incidieron sobretodo en dos temas: la
insurrección armada y, después de la toma del poder por los bolcheviques, la
cuestión de la paz con las Potencias Centrales, después del armisticio del 15
de Diciembre del 17 que suspendió la guerra entre la joven República socialista
y el Imperio Alemán.
Stalin,
Sverdlov, Dzerzhinski, Trotski, Zinoviev, Kamenev, Bujarin, Preobrazhenski y
Alexandra Kolontai fueron algunos de los miembros del CC que entonces
discutieron en Petrogrado, en ocasiones con pasión, las decisiones a ser
tomadas: Lenin no participó en las primeras reuniones porque estaba en la
clandestinidad, perseguido por la policía de Kerenski.
“Las batallas libradas en el núcleo de
revolucionarios que dirigió la primera revolución socialista fueron autenticas
luchas políticas que pusieron en juego elementos esenciales de la línea del
partido y, en ocasiones, los fundamentos ideológicos del bolchevismo” –escribe
Boffa.
El
primer gran choque de posiciones antagónicas ocurrió cuando Lenin colocó la
necesidad urgente de la insurrección armada. Los bolcheviques estaban en
minoría en el Soviet de Petrogrado y la dualidad de poderes jugaba a favor del
gobierno de Kerenski. Lenin consideraba concluido el periodo de desarrollo pacífico
de la revolución porque los mencheviques y los socialistas revolucionarios
habían optado por una alianza tácita con la burguesía reaccionaria.
De
ahí el imperativo de la insurrección armada orientada para la toma del poder.
Cuando
Lenin el 15 de Septiembre presentó la propuesta tendiente a la organización
“técnica” de la insurrección, definiendo ésta como un “arte”, el debate fue
prolongado y tenso.
Dos
dirigentes, Kamenev y Zinoviev, se opusieron frontalmente. Es útil recordar que
Kamenev, que dirigía con Stalin el Pravda, asumirá una posición crítica cuando
Lenin, regresando del exilio, expuso “Las Tesis de Abril” que reformularon toda
la estrategia del Partido Bolchevique.
Pero
esta vez Kamenev y Zinoiev no se limitaron a estar en desacuerdo. Violando la
disciplina partidaria, publicaron en el periódico “Novaya Zhizn”, de Máximo
Gorki (que entonces no militaba con los bolcheviques), un documento en que
combatían y denunciaban la insurrección.
Esto
en las vísperas del asalto al Palacio de Invierno.
“Traidores y
esquiroles ” fueron expresiones usadas por Lenin para definir la actitud
de dos dirigentes a los que lo ligaba una sólida amistad personal. Pero a pesar
de haber pedido la expulsión de ambos del CC y del Partido, la sugestión no obtuvo
mayoría y los dos permanecieron en funciones.
Lo
que confiere a las “Actas un interés especial es la publicación parcial de las
intervenciones de los miembros del CC que participaron en esas tempestuosas
reuniones. Ellas contribuyen para desmontar las especulaciones que corrieron
por el mundo sobre lo que pasó en esas jornadas del Instituto Smolny, cuartel
general bolchevique. El propio John Reed, un amigo de la Revolución, presentó
una versión inexacta de los debates en su libro “Diez días que conmovieron al
mundo”. La propuesta de insurrección fue aprobada por todos los presentes, con
los votos en contra de Kamenev y Zinoviev.
Las
dudas de algunos no sorprenden. Esos veteranos bolcheviques no tenían respuesta
para una pregunta: ¿Era posible una revolución Socialista en Rusia atrasada
antes de su victoria en un país desarrollado? ¿O debería la revolución
desarrollarse como democrática y nacional?
Lenin
fue el primero en comprender que solamente la insurrección armada podría frenar
la contrarrevolución en marcha, apoyada por las potencias imperialistas.
EL
DILEMA DE BREST-LITOVSK
La
otra cuestión que ocupó las agendas de sucesivas reuniones del CC y allí
exhaustivamente debatida, fue la de la actitud a asumir frente a la Alemania
imperial después de la toma del poder por el Partido Bolchevique.
En
la Conferencia de Abril en 1917, el Partido tenía decidido oponerse a una “paz
por separado” con Alemania y “proponer a todos los pueblos una paz democrática,
esto és, sin anexiones ni reparaciones”.
El
caminar de la Historia volvió utópica esa posición.
La
discusión en el CC del debate sobre la Paz iniciada después del armisticio del
15 de Diciembre es la más amplia y emocionante de las registradas por las
“Actas”.
Fueron dramáticos, vehementes, los debates sobre el tema.
Las
clausulas de paz presentadas por los alemanes y austriacos eran indecorosas y
humillantes. Exigían territorios con un tercio de la población del país y la
mitad de su industria.
El
partido estaba dividido, con destacados dirigentes defendiendo posiciones
incompatibles.
La
tendencia mayoritaria, invocando decisiones tomadas al inicio de la Revolución
de Febrero, optaba por la “guerra revolucionaria” como respuesta al
imperialismo alemán.
Trotski
pretendía que se declarase finalizada la guerra y se desmovilizara al ejército,
pero sin firmar la paz.
La
única posición realista y lúcida, pero minoritaria, era la de Lenin. Las
condiciones alemanas eran monstruosas. Pero la “guerra revolucionaria” era una
idea romántica. Los soldados desertaban en masa del frente; en la práctica, ya
no había ejército. La opción de Trotski era también inaceptable, porqué partía
de una hipótesis improbable en el momento: la revolución inmediata en Alemania.
Trotski encabezaba la delegación soviética en las
conversaciones con los alemanes, los austriacos, los turcos, los búlgaros. La
ausencia de un consenso le llevó a tomar una decisión unilateral que mereció
severas críticas de Lenin: salió de Brest declarando finalizada la guerra, pero
no firmo la paz: En la práctica impuso la formula “¡ni guerra, ni paz!”.
La
reunión ampliada del CC del día 23 de Febrero en la que participaron 60
destacados bolcheviques fue angustiante.
Las
“Actas” transmiten la atmosfera emocionante de aquella sesión en que se jugaba
la suerte de la Revolución Soviética.
Los
alemanes habían denunciado el armisticio y el 21 de Febrero de 1918 y desencadenaron
una ofensiva en todos los frentes y, sin encontrar prácticamente resistencia,
estaban casi a las puertas de Petrogrado.
En
su intervención final , Lenin, que amenazó con dimitir, esbozó un escenario de
tragedia: “Si no firmamos –dice- estaremos suscribiendo la condena a muerte del
poder soviético dentro de tres semanas”.
Lenin
convenció; pero la firma de la paz el 3 de Marzo y la posterior ratificación
del Tratado de Brest dejaron secuelas muy dolorosas. Algunos comisarios del
pueblo dimitieron, abriendo heridas en el Partido.
Resta
añadir que el Tratado de Brest fue declarado nulo por Rusia el 13 de Noviembre,
dos días después de la capitulación de Alemania.
Pero
antes de finalizar la Primera Guerra Mundial las potencias capitalistas
iniciaron el cerco a la joven República Soviética. Los japoneses, en Abril,
tomaron Vladivostok en el Extremo Oriente; los ingleses y los norteamericanos
desembarcaron en las tierras árticas de Rusia, las escuadras británica y francesa
bloquearon los puertos del Mar Negro en tanto los generales blancos preparaban
una larga guerra civil.
Giuseppe
Boffa, señalando que la Revolución ganaría con un alto costo su primera batalla
defensiva, afirma que los acontecimientos de aquellos meses entre el VI y el
VII Congreso del Partido Bolchevique vinieron a destacar “el punto más alto de
toda la historia humana”.
Es
mi convicción de que ningún partido se aproximó tanto a la imagen de la
democracia ideal como el bolchevique en aquellas jornadas.
Las
“Actas” compiladas en “Los Bolcheviques y la Revolución de Octubre” constituyen
la más convincente respuesta a las campañas anticomunistas que deforman y
calumnian el centralismo democrático.
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Vila
Nova de Gaia, Octubre del 2012
Traducción:
Jazmín Padilla
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