El compromiso -en honor al gran Víctor Jara, y Pancho Villa
Javier Del Valle Monagas Maita (*)
Los seres humanos tenemos la facultad intelectual de tener entre otros dones identificativos de la inteligencia, la capacidad de discernimiento. Mediante ella, podemos estar o no de acuerdo con las cosas que pasen a nuestro rededor y más allá. Así mismo la justicia, la igualdad, los derechos colectivos, pueden ser banderas de luchas en pro de la defensa o de la violación de esos derechos humanos. De la misma forma, tenemos que entender que las metas para conquistar ese respeto, no es cosa de inmediatez, si no de un largo proceso de concientización del individuo, que luego de adquirido, se convierte en herramienta colectiva. Que derivará en compromiso. Un compromiso que va más allá de la retribución y del pago por servicios prestados.
Esa es lucha que se convierte entonces en el norte de la existencia personal, en compromiso de vida, capaz de llevarnos hasta el sacrificio individual en pro del bienestar colectivo. Por eso se comprende la entrega total a una causa de hombres y mujeres como por ejemplo: Ernesto Guevara, Salvador Allende, Víctor Jara, Tania, Juana de Arco, Simón Bolívar, Sandino, etc.
Cuando se asume el compromiso con honestidad, es porque entendemos que el concurso personal es tan necesario, pero a la vez tan importante que lo individual se diluye en el colectivo para convertirse simplemente en uno más dentro del todo humano y hasta de la naturaleza misma. El compromiso se convierte en matriz de nuestra conducta y la lucha colectiva en el norte de los logros. El yo desaparece y el nos se acrecienta.
Como la imperfección es compañera en toda cruzada, debemos hacer un análisis personal de las perspectivas y las metas a lograr. Hacer un balance de lo positivo y lo negativo, de los factores que nos unen y favorecen para la obtención de la meta, como de los que nos retrazan. A partir de ese balance, aplicar entonces los correctivos necesarios para fortalecer lo positivo y para combatir lo negativo. Lo importante es contar con una estructura colectiva desde la cual activar. Esa imperfección se combate dentro de la misma estructura militante pero sin hacer concesiones ni descuidar el crecimiento ideológico. Hemos de tener en cuenta que por más aporte que hagamos a la causa, eso no es aval para sentirnos o creernos imprescindibles o una especie de alfa y omega de la lucha. En la medida que el objetivo de generar esa conciencia comprometedora en los nuevos cuadros y en la masa en general se logran, en esa medida, se debe delegar funciones y estimular la participación colectiva en las decisiones y acciones.
La lucha hoy en Venezuela por desplazar al sistema capitalista y sus vicios detractores de lo humano en la sociedad, pasa por entender que se ha logrado fracturar la hegemonía del gran capital; que pese a los vicios que persisten dentro de las estructuras de nuestra vanguardia, se han logrado posiciones estratégicas que nos permiten una mayor facilidad para el combate de esos vicios y del enemigo, tanto interno como externo. En esta etapa, insisto, lo que represente el beneficio personal, no cuenta. Lo importante es el avance colectivo y dentro de ese avance se debe privilegiar la toma de conciencia y la asunción del compromiso por instaurar un sistema económico, político y social que privilegie a las personas y a la naturaleza por encima del lucro y del ego.
Por liderazgos, por carencia de éste, o por desviación de quien o quienes asumen esa función; un proceso revolucionario se puede consolidar o perder. Mas si ese liderazgo sirve para impulsar los cambios necesarios o generen las condiciones para ello, que conduzcan al fortalecimiento de las condiciones propicias para la superación; entonces ese liderazgo es útil para las mayorías. No debemos olvidar que, en toda batalla por la liberación y superación de los pueblos, los líderes son el blanco principal del ataque enemigo. No se trata aquí de creer que por ser líder de un proceso, se deja de ser humano y por ende se es libre de errores humanos. No, simplemente se reconoce la labor constructiva y positiva que ese liderazgo aporta para la causa colectiva, en este caso, no se debe obviar lo oportuno y necesaria del factor Chávez en el escenario nacional y su proyección al ámbito latinoamericano.
Pero, así como debemos hacer un balance a lo interno de nosotros, también debemos hacerlo a lo interno del enemigo. Reconocer sus fortalezas y debilidades, para saber dónde convienen más los ataques, cómo y cuándo. Es en esta etapa del proceso, donde la necesidad del liderazgo de Hugo Chávez, más allá de lo personal, los aciertos o los errores; pues es factor de unidad y sin ese sólo logro, nada de lo demás es posible, más no puede ese liderazgo estar exento de la crítica constructiva. Al contrario es necesaria... Así como también Fidel en Cuba, Daniel Ortega, Rafael Correa, etc. No podemos ni debemos ignorar los vicios dentro de las filas de este proceso. Es necesario atacarlos y enfrentarlos. Pero a la vez debemos fortalecer el liderazgo. Por algo el blanco principal del imperio sionista yanqui en este continente es Chávez.
El compromiso, es, pues, un deber moral y ético de todo aquel que se precie de tener conciencia de clase, de pueblo, de amar la libertad, para ofrendar todo lo que tiene en pro del ideal más hermoso que un ser humano pueda levantar jamás como bandera: libertad y justicia social. Divergencias en algunos puntos siempre existirán, así como existen diferentes enfoques de las cosas elementales aunque sean de buena fe. También es necesario subordinar algunas cosas particulares en pro de lo colectivo. Eso es compromiso, es madurez ideológica y de conciencia. No como andan por allí algunos seudos revolucionarios, que se le lanzaron en los brazos y piernas del enemigo yanqui, tan sólo porque no tienen un pretendido pedazo de un pastel que no es, ni debe ser, para repartir entre avaros ni egoístas.
Una reflexión final: recuerden los que hoy fungen de líderes de los diferentes procesos populares: las traiciones del enemigo no tienen fechas, ni tiempos, ni calendarios y menos escrúpulos. Fíjense en las muertes de Emiliano Zapata, Sandino, Lumumba, Torrijos, Gaitán, etc.
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