Toni Solo
Mon, 10/10/2011 - 21:51 — tortilla
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Todo viene en variedades. La agresión colonial contra Libia por medio del golpe-insurrección por contrato de los renegados patrocinados por los gobiernos de la OTAN ha puesto muchas cosas en claro. Ante todo, habrá que resaltar la firme resistencia de la Jamahiriya Libia y la solidaridad internacional que se ha despertado en contra de la barbarie de la OTAN y su criatura, el fracasado CNT.
Dentro de esa solidaridad internacional existe una gama de posiciones. Estas corren desde el apoyo enfático a la Jamahiriya y el liderazgo de Muammar Al Ghaddafi hasta la decidida insistencia en una paz negociada por todas y todos los libios. Los principios que sostienen este bloque de la solidaridad internacional son los consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, la no agresión y la autodeterminación de los pueblos.
Este bloque constituye una red internacional de solidaridad con el pueblo libio contra sus agresores. No reconoce a los títeres de la OTAN, el CNT. Opuesto a este bloque se encuentra el grupo compuesto por todos los países que reconocieron al CNT en la ONU en septiembre, e incluso algunos que no lo hicieron, por ejemplo, Arabia Saudita. A este bloque de opinión está integrada la izquierda otanista.
Pero se trata no solamente de los países de la OTAN y sus aliados regionales, como Israel y Arabia Saudita, sino también por los gobiernos decididamente antiimperialistas de países como Irán, Siria y el Líbano. Este hecho aclara que hay variedades oportunistas del antiimperialismo basadas en la realpolitik. Son posiciones que sirven para justificar la colaboración con la destrucción de un pueblo hermano con fines oscuros y maquiavélicos.
Y no es solamente el reconocimiento del CNT que estos gobiernos antiimperialistas tienen en común con sus enemigos, los gobiernos de la OTAN. Los medios ligados a estos estados, por ejemplo la agencia IRNA de Irán o Al-Manar en el Líbano, usan la misma terminología que los medios de la OTAN y sus aliados del Golfo en su guerra psicológica contra libia. Es instructivo leer estos medios para tener una idea de lo que son capaces ciertas variedades del antiimperialismo.
La posición del gobierno de Siria es menos cínica que la de Irán y del Líbano. Por lo menos reconoce el principio de la no agresión, “En respuesta a una pregunta sobre la posición de Siria durante la reunión de la Liga Árabe a cerca de la situación en Libia, el ministro destacó que Siria rechaza desde el principio la intervención militar extranjera en los países de la región, y eso no significa que esta posición es a favor de una parte contra la otra, pero nuestra experiencia con la intervención militar es negativa, amarga y peligrosa, dando el ejemplo de Iraq, Sudán, Líbano y Gaza.” Sana, 16 de marzo 2011 (http://208.43.232.81/print.html?sid=336923&newlang=spa). Sin embargo, en septiembre, Siria reconoció el CNT como el representante legítimo del pueblo libio en la ONU.
En cambio, el Ministro de Relaciones Exteriores del Líbano Adnan Mansur, del bloque predominante en el gobierno libanés liderado por Hizbulá, ha participado en las reuniones patrocinadas por la OTAN para el reparto del botín del pueblo libio y apoyar al gobierno títere del CNT. (http://abna.ir/data.asp?lang=5&id=268682 y http://www.dailystar.com.lb/News/Politics/2011/Sep-03/147796-mansour-voi...) Los apologistas del Hizbulá intentan esconder su complicidad en esta infamia. Como si la organización capaz de tumbar al gobierno de Saad Hariri y refrenar con su fuerza militar cualquier desafío de sus enemigos políticos no fuese la fuerza decisiva en la coalición encabezado por el actual Primer Ministro Matiki. Además Adnan Mansur, de Amal, es un estrecho colaborador de Hizbulá.
Por su parte, el gobierno de Irán apoya positivamente al CNT. (http://www.mehrnews.com/en/newsdetail.aspx?NewsID=1397537 y http://irna.ir/ENNewsShow.aspx?NID=30542703). Es absurdo argumentar que este apoyo iraní al CNT se deba al apoyo de Irán a una revolución social en Libia. Ha estado claro desde el inicio del conflicto en Libia que una mayoría del pueblo libio apoya su Jamahiriya. Y es obvio que el CNT depende de la OTAN para poder imponerse en el poco del territorio libio que ha logrado dominar. El CNT no puede controlar Trípoli y enfrenta feroz oposición de fuerzas de la Jamahiriya en las ciudades donde supuestamente tiene mayor apoyo, Benghazi y Misrata.
Irán y el Líbano activamente apoyan un régimen ilegítimo que depende de la OTAN para sobrevivir. Es un régimen claramente racista culpable de incontables crímenes contra la humanidad infligidos sobre su propia población. Sin embargo, los apologistas de Hizbulá e Irán intentan argumentar que los que critican a esos países por su apoyo al CNT cometen un error de análisis geopolítico. Este argumento plantea que la OTAN es irrelevante y que es el conflicto entre Arabia Saudita e Irán el que verdaderamente está en primer plano.
Este tipo de planteamiento es a la vez provocador, original y torpe. No tiene sentido mirar a un país diverso y norafricano como Libia partiendo de las contradicciones del mundo árabe e Irán con respecto a por ejemplo, Palestina, Bahrein y Yemen. Las posibles ventajas de corto plazo no van a proteger Irán y sus aliados regionales de las secuelas de haber sentado un precedente concreto en Libia para la “Responsabilidad de Proteger” como un pretexto para la agresión militar imperialista y la negación del derecho de los pueblos a la autodeterminación.
Solo una variedad de antiimperialismo cínico basado en el realpolitik podría reconocer como gobierno legítimo una criatura de la OTAN como el CNT y así avalar la invasión militar de un país soberano por tropas extranjeras de diferentes países. Además, los medios de Hizbulá y de Iran usan la misma terminología que los medios corporativos de la OTAN. Hablan respetuosamente del CNT como “el gobierno provisional” o “el gobierno interino”. Hablan del “fugitivo” Gadafi. Hablan del “respaldo” de la OTAN al CNT cuando éstos reciben sus órdenes de los gobiernos de la OTAN, cuando sus fuerzas militares son armadas y dirigidas por la OTAN y sus aliados.
Los silencios de los medios de Hizbulá y de Irán publicados en los idiomas europeos también son los mismos o peores que los de los medios de la OTAN. Callan sobre los linchamientos y pogromos del CNT contra la gente de piel negra en Libia. Callan sobre las violaciones, los asesinatos y las torturas al por mayor cometidos por los renegados del CNT.
Callan sobre los ataques genocidas contra Sirte y Bani Walid. No mencionan los crímenes de guerra, las escuelas y los hospitales destruidos por la OTAN y los renegados. Callan cuando el renegado Mustafa Abdul Jalil comenta que el país fue mejor bajo el colonialismo italiano que desde la revolución de 1969.
Este tipo de cinismo maquiavélico no es sorprendente. Es típico de la deriva hacia la realpolitik de muchos gobiernos y movimientos opuestos a los históricos poderes imperialistas. Sobre Libia, esos gobiernos y movimientos no han podido defender los principios de la no agresión y de la autodeterminación de los pueblos – principios fundamentales alcanzados a raíz del sacrificio de incontables millones de personas en la historia, desde los tiempos del colonialismo abierto hasta hoy. Ahora, muy tarde, China, Rusia, Irán y sus aliados intentan defender esos mismos principios con respecto a Siria.
Lo que sí sorprende es la facilidad con que los antiimperialistas de la realpolitik adoptan un lenguaje casi idéntico al de sus enemigos y opresores. Hablan de la “dictadura” de Muammar Al Ghaddafi. Es claro que se refieren a la represión de amenazas al estado, a casos de tortura, a los presos políticos, a una falta de participación política y al dominio de una pequeña élite. Esas son las características de una dictadura. Ahora, veamos:
Igual que otros países opuestos al Bloque Occidental, Libia ha sido el blanco de acciones terroristas desde la revolución de 1969 hasta el golpe-insurrección por contrato de febrero de 2011. La respuesta de sus autoridades a esta amenaza ha sido idéntica a la respuesta del Reino Unido a la amenaza del IRA, del gobierno de España a la ETA, la de Irán al MLK entre otros, y la de Hizbulá a las amenazas a su integridad como organización. Las medidas del gobierno libio contra las amenazas al estado libio han sido leves en comparación con lo que se ha implementado en los Estados Unidos.
Es irrisorio describir a Libia como una dictadura en base de la respuesta de sus autoridades a las amenazas al Estado. Es todavía más ridículo describir a Libia como una dictadura en contraste a la falsa democracia occidental. Si se trata de pluralismo político, será difícil encontrar un sistema político más cerrado, que ofrece menos opciones serias a sus poblaciones que los que prevalecen en Estados Unidos o Europa.
Todos los partidos políticos capaces de generar el dinero requerido para participar en los procesos electorales abogan por el capitalismo corporativo de consumo con matices diferentes. No hay otras opciones viables. Experiencias como las de los Verdes en Alemania o en Irlanda, para dar solo dos ejemplos, confirman esta verdad. La realidad de la democracia occidental se ha desenmascarado con su crisis financiera y económica. Se ha demostrado que son las élites las que mandan.
Ha habido una enorme transferencia de riqueza de las mayorías a las élites facilitada por los sistemas políticos cerrados del capitalismo occidental. Las élites imponen recortes de programas sociales a la vez que imponen guerras en el extranjero que imposibilitan disminuir sus déficits fiscales, que en sí son meros pretextos para fijar los limites de las políticas sociales. Está claro que la configuración de los grupos de poder no es más democrática en los países occidentales de lo que ha sido en un país como Libia, que además tiene una sociedad tribal muy diversa y muy diferente.
La democracia de la Jamahiriya hizo posible para la población de Libia gozar del mejor nivel de vida en África mientras el gobierno evitaba endeudarse y mantuvo fondos soberanos de más de dos mil millones de dólares. Se ignoran hechos como este para confundir los intentos de entender la realidad en Libia. Un ejemplo típico de cómo las críticas del gobierno libio evaden la realidad es la acusación de que las propias cifras oficiales del gobierno libio indicaban un nivel de desempleo de 30%.
Esto fue cierto en 2004. En 2009 la cifra había caído a 21%. De todos modos, en el mejor estilo de guerra psicológica se presenta esta cifra sin su contexto. No se explica la coyuntura durante el período en cuestión ni la base estadística para poder hacer comparaciones justas, ni otros factores como el nivel de participación de la población en la fuerza laboral. Uno solo tiene que leer los boletines de la oficina de estadísticas laborales de los Estados Unidos para ver las diferentes maneras de manipular las cifras globales del empleo.
Tampoco se ponen esos datos en el contexto del avanzado estado de bienestar para los ciudadanos libios que les permitía un ingreso adecuado garantizado aún estando sin trabajo. Y no se explica el fenómeno de los cientos de miles trabajadores extranjeros en Libia , de todo el mundo, pero especialmente de los países africanos. No sorprende que los antiimperialistas de la realpolitik eliminen las complejidades y detalles que debilitan aún más sus superficiales argumentos.
De igual manera, los antiimperialistas de la realpolitik serruchan el piso por debajo de la heroica resistencia de la Jamahiriya libia a la OTAN y sus títeres del CNT. Conjuran viejos fantasmas sectarios y nuevos dobles raseros deshonestos. Critican a Muammar al Ghaddafi por el período en los años 1990s cuando Libia expulsó los 30,000 palestinos refugiados en el país.
Pero omiten que esa medida fue una respuesta a los funestos acuerdos de Oslo. En el lapso de un mes la medida fue revertida. También critican a Muammar al Ghaddafi porque ha abogado por la solución de un solo estado para los pueblos de Israel y de Palestina. Sin embargo, existe un amplio bloque de opinión internacional que aboga por lo mismo, incluso de la opinión palestina. Al momento del golpe-insurrección por contrato de febrero 2011 hubo más de 60,000 palestinos en Libia.
Si Irán e Hizbulá son capaces de reconocer a una criatura de la OTAN como el CNT, surgen algunas preguntas. ¿Por qué no reconocen la entidad sionista que también es reconocida por la mayoría de los países miembros de la ONU? Si es aceptable para ellos la destrucción genocida de Sirte, ¿por qué no aceptan la destrucción genocida de Gaza? Las contradicciones son evidentes.
La hipocresía de los antiimperialistas que quieren desprestigiar a Muammar al Ghaddafi se ve claramente también en sus críticas hacia el acercamiento a occidente del gobierno libio a cambio del levantamiento de las sanciones occidentales. Libia tiene el mismo derecho soberano de acomodarse como quiera al sistema occidental que Rusia, China, India o Brasil, por ejemplo, o como Irán, Cuba y Venezuela. Dentro de Libia es evidente que ha habido mucha discusión sobre estas políticas, discusiones y desacuerdos que seguían en el momento del golpe-insurrección por contrato de febrero.
En resumen, hay un fuerte contraste entre el rechazo categórico por los gobiernos del ALBA del CNT como representante del pueblo libio y la posición de los gobiernos de China, Rusia e Irán y sus aliados. Entre estas posiciones del antiimperialismo de la realpolitik y las del antiimperialismo de la solidaridad de los gobiernos del ALBA se resalta la superioridad humanista de la visión antiimperialista del ALBA. Esa superioridad está basada no en una mezquina interpretación de los intereses nacionales sino en una defensa férrea de los principios fundamentales de la no agresión y la autodeterminación de los pueblos.
http://www.tortillaconsal.com/tortilla/node/9806
toni solo, 10 de octubre 2011
Todo viene en variedades. La agresión colonial contra Libia por medio del golpe-insurrección por contrato de los renegados patrocinados por los gobiernos de la OTAN ha puesto muchas cosas en claro. Ante todo, habrá que resaltar la firme resistencia de la Jamahiriya Libia y la solidaridad internacional que se ha despertado en contra de la barbarie de la OTAN y su criatura, el fracasado CNT.
Dentro de esa solidaridad internacional existe una gama de posiciones. Estas corren desde el apoyo enfático a la Jamahiriya y el liderazgo de Muammar Al Ghaddafi hasta la decidida insistencia en una paz negociada por todas y todos los libios. Los principios que sostienen este bloque de la solidaridad internacional son los consagrados en la Carta de las Naciones Unidas, la no agresión y la autodeterminación de los pueblos.
Este bloque constituye una red internacional de solidaridad con el pueblo libio contra sus agresores. No reconoce a los títeres de la OTAN, el CNT. Opuesto a este bloque se encuentra el grupo compuesto por todos los países que reconocieron al CNT en la ONU en septiembre, e incluso algunos que no lo hicieron, por ejemplo, Arabia Saudita. A este bloque de opinión está integrada la izquierda otanista.
Pero se trata no solamente de los países de la OTAN y sus aliados regionales, como Israel y Arabia Saudita, sino también por los gobiernos decididamente antiimperialistas de países como Irán, Siria y el Líbano. Este hecho aclara que hay variedades oportunistas del antiimperialismo basadas en la realpolitik. Son posiciones que sirven para justificar la colaboración con la destrucción de un pueblo hermano con fines oscuros y maquiavélicos.
Y no es solamente el reconocimiento del CNT que estos gobiernos antiimperialistas tienen en común con sus enemigos, los gobiernos de la OTAN. Los medios ligados a estos estados, por ejemplo la agencia IRNA de Irán o Al-Manar en el Líbano, usan la misma terminología que los medios de la OTAN y sus aliados del Golfo en su guerra psicológica contra libia. Es instructivo leer estos medios para tener una idea de lo que son capaces ciertas variedades del antiimperialismo.
La posición del gobierno de Siria es menos cínica que la de Irán y del Líbano. Por lo menos reconoce el principio de la no agresión, “En respuesta a una pregunta sobre la posición de Siria durante la reunión de la Liga Árabe a cerca de la situación en Libia, el ministro destacó que Siria rechaza desde el principio la intervención militar extranjera en los países de la región, y eso no significa que esta posición es a favor de una parte contra la otra, pero nuestra experiencia con la intervención militar es negativa, amarga y peligrosa, dando el ejemplo de Iraq, Sudán, Líbano y Gaza.” Sana, 16 de marzo 2011 (http://208.43.232.81/print.html?sid=336923&newlang=spa). Sin embargo, en septiembre, Siria reconoció el CNT como el representante legítimo del pueblo libio en la ONU.
En cambio, el Ministro de Relaciones Exteriores del Líbano Adnan Mansur, del bloque predominante en el gobierno libanés liderado por Hizbulá, ha participado en las reuniones patrocinadas por la OTAN para el reparto del botín del pueblo libio y apoyar al gobierno títere del CNT. (http://abna.ir/data.asp?lang=5&id=268682 y http://www.dailystar.com.lb/News/Politics/2011/Sep-03/147796-mansour-voi...) Los apologistas del Hizbulá intentan esconder su complicidad en esta infamia. Como si la organización capaz de tumbar al gobierno de Saad Hariri y refrenar con su fuerza militar cualquier desafío de sus enemigos políticos no fuese la fuerza decisiva en la coalición encabezado por el actual Primer Ministro Matiki. Además Adnan Mansur, de Amal, es un estrecho colaborador de Hizbulá.
Por su parte, el gobierno de Irán apoya positivamente al CNT. (http://www.mehrnews.com/en/newsdetail.aspx?NewsID=1397537 y http://irna.ir/ENNewsShow.aspx?NID=30542703). Es absurdo argumentar que este apoyo iraní al CNT se deba al apoyo de Irán a una revolución social en Libia. Ha estado claro desde el inicio del conflicto en Libia que una mayoría del pueblo libio apoya su Jamahiriya. Y es obvio que el CNT depende de la OTAN para poder imponerse en el poco del territorio libio que ha logrado dominar. El CNT no puede controlar Trípoli y enfrenta feroz oposición de fuerzas de la Jamahiriya en las ciudades donde supuestamente tiene mayor apoyo, Benghazi y Misrata.
Irán y el Líbano activamente apoyan un régimen ilegítimo que depende de la OTAN para sobrevivir. Es un régimen claramente racista culpable de incontables crímenes contra la humanidad infligidos sobre su propia población. Sin embargo, los apologistas de Hizbulá e Irán intentan argumentar que los que critican a esos países por su apoyo al CNT cometen un error de análisis geopolítico. Este argumento plantea que la OTAN es irrelevante y que es el conflicto entre Arabia Saudita e Irán el que verdaderamente está en primer plano.
Este tipo de planteamiento es a la vez provocador, original y torpe. No tiene sentido mirar a un país diverso y norafricano como Libia partiendo de las contradicciones del mundo árabe e Irán con respecto a por ejemplo, Palestina, Bahrein y Yemen. Las posibles ventajas de corto plazo no van a proteger Irán y sus aliados regionales de las secuelas de haber sentado un precedente concreto en Libia para la “Responsabilidad de Proteger” como un pretexto para la agresión militar imperialista y la negación del derecho de los pueblos a la autodeterminación.
Solo una variedad de antiimperialismo cínico basado en el realpolitik podría reconocer como gobierno legítimo una criatura de la OTAN como el CNT y así avalar la invasión militar de un país soberano por tropas extranjeras de diferentes países. Además, los medios de Hizbulá y de Iran usan la misma terminología que los medios corporativos de la OTAN. Hablan respetuosamente del CNT como “el gobierno provisional” o “el gobierno interino”. Hablan del “fugitivo” Gadafi. Hablan del “respaldo” de la OTAN al CNT cuando éstos reciben sus órdenes de los gobiernos de la OTAN, cuando sus fuerzas militares son armadas y dirigidas por la OTAN y sus aliados.
Los silencios de los medios de Hizbulá y de Irán publicados en los idiomas europeos también son los mismos o peores que los de los medios de la OTAN. Callan sobre los linchamientos y pogromos del CNT contra la gente de piel negra en Libia. Callan sobre las violaciones, los asesinatos y las torturas al por mayor cometidos por los renegados del CNT.
Callan sobre los ataques genocidas contra Sirte y Bani Walid. No mencionan los crímenes de guerra, las escuelas y los hospitales destruidos por la OTAN y los renegados. Callan cuando el renegado Mustafa Abdul Jalil comenta que el país fue mejor bajo el colonialismo italiano que desde la revolución de 1969.
Este tipo de cinismo maquiavélico no es sorprendente. Es típico de la deriva hacia la realpolitik de muchos gobiernos y movimientos opuestos a los históricos poderes imperialistas. Sobre Libia, esos gobiernos y movimientos no han podido defender los principios de la no agresión y de la autodeterminación de los pueblos – principios fundamentales alcanzados a raíz del sacrificio de incontables millones de personas en la historia, desde los tiempos del colonialismo abierto hasta hoy. Ahora, muy tarde, China, Rusia, Irán y sus aliados intentan defender esos mismos principios con respecto a Siria.
Lo que sí sorprende es la facilidad con que los antiimperialistas de la realpolitik adoptan un lenguaje casi idéntico al de sus enemigos y opresores. Hablan de la “dictadura” de Muammar Al Ghaddafi. Es claro que se refieren a la represión de amenazas al estado, a casos de tortura, a los presos políticos, a una falta de participación política y al dominio de una pequeña élite. Esas son las características de una dictadura. Ahora, veamos:
Igual que otros países opuestos al Bloque Occidental, Libia ha sido el blanco de acciones terroristas desde la revolución de 1969 hasta el golpe-insurrección por contrato de febrero de 2011. La respuesta de sus autoridades a esta amenaza ha sido idéntica a la respuesta del Reino Unido a la amenaza del IRA, del gobierno de España a la ETA, la de Irán al MLK entre otros, y la de Hizbulá a las amenazas a su integridad como organización. Las medidas del gobierno libio contra las amenazas al estado libio han sido leves en comparación con lo que se ha implementado en los Estados Unidos.
Es irrisorio describir a Libia como una dictadura en base de la respuesta de sus autoridades a las amenazas al Estado. Es todavía más ridículo describir a Libia como una dictadura en contraste a la falsa democracia occidental. Si se trata de pluralismo político, será difícil encontrar un sistema político más cerrado, que ofrece menos opciones serias a sus poblaciones que los que prevalecen en Estados Unidos o Europa.
Todos los partidos políticos capaces de generar el dinero requerido para participar en los procesos electorales abogan por el capitalismo corporativo de consumo con matices diferentes. No hay otras opciones viables. Experiencias como las de los Verdes en Alemania o en Irlanda, para dar solo dos ejemplos, confirman esta verdad. La realidad de la democracia occidental se ha desenmascarado con su crisis financiera y económica. Se ha demostrado que son las élites las que mandan.
Ha habido una enorme transferencia de riqueza de las mayorías a las élites facilitada por los sistemas políticos cerrados del capitalismo occidental. Las élites imponen recortes de programas sociales a la vez que imponen guerras en el extranjero que imposibilitan disminuir sus déficits fiscales, que en sí son meros pretextos para fijar los limites de las políticas sociales. Está claro que la configuración de los grupos de poder no es más democrática en los países occidentales de lo que ha sido en un país como Libia, que además tiene una sociedad tribal muy diversa y muy diferente.
La democracia de la Jamahiriya hizo posible para la población de Libia gozar del mejor nivel de vida en África mientras el gobierno evitaba endeudarse y mantuvo fondos soberanos de más de dos mil millones de dólares. Se ignoran hechos como este para confundir los intentos de entender la realidad en Libia. Un ejemplo típico de cómo las críticas del gobierno libio evaden la realidad es la acusación de que las propias cifras oficiales del gobierno libio indicaban un nivel de desempleo de 30%.
Esto fue cierto en 2004. En 2009 la cifra había caído a 21%. De todos modos, en el mejor estilo de guerra psicológica se presenta esta cifra sin su contexto. No se explica la coyuntura durante el período en cuestión ni la base estadística para poder hacer comparaciones justas, ni otros factores como el nivel de participación de la población en la fuerza laboral. Uno solo tiene que leer los boletines de la oficina de estadísticas laborales de los Estados Unidos para ver las diferentes maneras de manipular las cifras globales del empleo.
Tampoco se ponen esos datos en el contexto del avanzado estado de bienestar para los ciudadanos libios que les permitía un ingreso adecuado garantizado aún estando sin trabajo. Y no se explica el fenómeno de los cientos de miles trabajadores extranjeros en Libia , de todo el mundo, pero especialmente de los países africanos. No sorprende que los antiimperialistas de la realpolitik eliminen las complejidades y detalles que debilitan aún más sus superficiales argumentos.
De igual manera, los antiimperialistas de la realpolitik serruchan el piso por debajo de la heroica resistencia de la Jamahiriya libia a la OTAN y sus títeres del CNT. Conjuran viejos fantasmas sectarios y nuevos dobles raseros deshonestos. Critican a Muammar al Ghaddafi por el período en los años 1990s cuando Libia expulsó los 30,000 palestinos refugiados en el país.
Pero omiten que esa medida fue una respuesta a los funestos acuerdos de Oslo. En el lapso de un mes la medida fue revertida. También critican a Muammar al Ghaddafi porque ha abogado por la solución de un solo estado para los pueblos de Israel y de Palestina. Sin embargo, existe un amplio bloque de opinión internacional que aboga por lo mismo, incluso de la opinión palestina. Al momento del golpe-insurrección por contrato de febrero 2011 hubo más de 60,000 palestinos en Libia.
Si Irán e Hizbulá son capaces de reconocer a una criatura de la OTAN como el CNT, surgen algunas preguntas. ¿Por qué no reconocen la entidad sionista que también es reconocida por la mayoría de los países miembros de la ONU? Si es aceptable para ellos la destrucción genocida de Sirte, ¿por qué no aceptan la destrucción genocida de Gaza? Las contradicciones son evidentes.
La hipocresía de los antiimperialistas que quieren desprestigiar a Muammar al Ghaddafi se ve claramente también en sus críticas hacia el acercamiento a occidente del gobierno libio a cambio del levantamiento de las sanciones occidentales. Libia tiene el mismo derecho soberano de acomodarse como quiera al sistema occidental que Rusia, China, India o Brasil, por ejemplo, o como Irán, Cuba y Venezuela. Dentro de Libia es evidente que ha habido mucha discusión sobre estas políticas, discusiones y desacuerdos que seguían en el momento del golpe-insurrección por contrato de febrero.
En resumen, hay un fuerte contraste entre el rechazo categórico por los gobiernos del ALBA del CNT como representante del pueblo libio y la posición de los gobiernos de China, Rusia e Irán y sus aliados. Entre estas posiciones del antiimperialismo de la realpolitik y las del antiimperialismo de la solidaridad de los gobiernos del ALBA se resalta la superioridad humanista de la visión antiimperialista del ALBA. Esa superioridad está basada no en una mezquina interpretación de los intereses nacionales sino en una defensa férrea de los principios fundamentales de la no agresión y la autodeterminación de los pueblos.
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