La pobreza como componente estructural del sistema
Benjamín Forcano
Encuadre y comprensión del fenómeno
El título de este mi trabajo es más que suficiente para sugerir algunas cosas, que me propongo desarrollar gradualmente.
1. La pobreza efecto estructural más que individual
Se trata en primer lugar de concebir la pobreza no como un elemento individual, separado de la historia y de la colectividad, sino como un elemento comunitario, de enorme proyección social. La pobreza no es un fenómeno que atañe a la suerte singular de las personas, -siempre habría habido personas que no han podido escapar a este destino- sino un fenómeno masivo, generado y configurado por factores socioeconómicos y culturales, bien comprensibles y que lo sustraen a todo intento de explicación fatalista o providencialista.
En largos sectores de la sociedad se ha mantenido por mucho tiempo la idea de que el hecho de la pobreza era irremediable, efecto de causas extrañas o misteriosas, y que inducían a pasiva resignación. Religiosamente podemos constatar este estado de cosas bastante generalizado cuando, incluso oficialmente se afirmaba que: “Los socialistas, entre otros, predican la igualdad absoluta de todos los hombres en los derechos y las obligaciones, atacan el derecho de propiedad , proclaman la comunidad de bienes y que no puede tolerarse con paciencia la pobreza, La Iglesia impone a los ricos el estricto deber de dar lo superfluo a los pobres” (León XIII, Quod apostolici muneris, Nº 1 y 9, 10). Atentar , pues, contra la desigualdad social o contra el Poder Dominante era un sacrilegio.
“Siempre habrá ricos y pobres y siempre será natural y legítimo este estado, porque siempre poseerá el rico con justo título y con derecho de todos lo que haya adquirido a costas de sus esfuerzos o lo que haya heredado de sus mayores , y siempre transmitirá el pobre a sus hijos la pobreza en que vive” (Concepción Arenal, en Pobreza, Madrid, 1870. Citado en Informe Foesa, 1970, p. 692). “Muchos han dicho que Dios ama a los pobres y por eso los hizo en número tan grande. Esto es una de las razones de que la pobreza fuese mirada con ecuanimidad en el siglo pasado y también, hasta cierto punto, en la actualidad. Pero también en el siglo pasado había la idea ricardiana de que la pobreza era inevitable …, se creía también que la masa de los pobres era escardada por selección natural,….si podía conciliarse la selección natural con la fe cristiana, el seglar rico podía dormir tranquilo” (Textos en Núñez Diego, El Darwinismo en España, Madrid 1977).
El interés de la teología por los pobres es relativamente reciente y todavía hoy no es compartido por todos los téologos. En las décadas anteriores al Vaticano II se habla mucho de la “pobreza espiritual” pero nada de los pobres, los pobres sociológicos. En el Vaticano II (LG y GS) se incorpora lo mejor de la teología de los pobres, pero yuxtaponiéndola a la teología espiritual de la pobreza, que resulta todavía la línea dominante. Posteriormente, pasada la primera euforia, se advierte un estancamiento. La irrupción de los pobres en la Teología se realiza de verdad en el ámbito de los países del Tercer mundo, concretamente en América Latina, a partir del 68 (Medellín y Puebla), bajo los auspicios de la teología de la liberación. (Cfr. Victor Codina, Congreso de Teología y Pobreza, La irrupción de los pobres en la Teología contemporánea, en Misión Abierta, Noviembre, 1981).
2. La pobreza parte integrante del sistema capitalista
Si queremos entender la realidad de la pobreza en nuestro tiempo, hemos de contemplarla dentro del sistema en que aparece construida. Es ni más ni menos que el sistema capitalista neoliberal. Desde donde quiera que se lo mire, son dos los grandes sistemas que se disputan la convivencia y tratan de configurarla: capitalismo y socialismo. El socialismo, con todos sus fracasos reales, trata de ofrecer alternativas de transformación y mejora a esta sociedad desigual, en tanto que el capitalismo desde sus versiones anteriores o más modernas, trata de ahondar y consolidar esa desigualdad.
El capitalismo, con su faz neoliberal moderna, se presentará como generador e irradiador de una riqueza que jamás antes existió, pero oculta el lado tortuoso hasta llegar a ella y las víctimas sin cuento que va dejando en el camino. Paradójicamente, se va cumpliendo, pero con abultada crueldad, el diagnóstico de Marx. Cualquiera que sea la superestructura cultural de una sociedad, hay que contar en primer lugar con la estructura económica que la sustenta, pues “El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política e intelectual en general . No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser; por el contrario, es su ser social lo que determina su conciencia” ( Kart Marx, Contribution a la Critique de l´Economie Politique, en el opúsculo de Engels Esquema de una crítica de la Economía Política, pg.4).
Sería incorrecto que, a propósito de este texto, nos enredáramos en acusaciones contra Marx de un determinismo económico, que ya en 1890 Engels refutaba: “Según la concepción materialista de la historia, el factor histórico determinante en última instancia es la producción y reproducción de la vida. Ni Marx ni yo afirmamos nunca más que eso. Y si alguien desvirtúa esa afirmación, entendiéndola en el sentido de que el factor económico es el único elemento, la convierte entonces en una frase absurda, abstracta y sin sentido. La condición económica es la base, pero los diversos elementos de la superestructura, la formas políticas de la lucha de clases, sus resultados, las constituciones y formas legales, así como los correspondientes reflejos en la mente de los individuos y los puntos de vista políticos legales, filosóficos y religiosos…., todo ello influye sobre el desarrollo de los conflictos históricos y en muchos casos determinan su fuerza” (Carta de F. Engels a J. Bloch, en K. Marx y F. Engels, Sur la Religión, Editions Sociels, Paris, 1960, pp. 268 y 269).
No es, pues, el ecónomico el único elemento, pero es el básico y es lo que explica que la economía nacional y mundial adquiera un carácter rígido, de enorme peso e influencia, casi imposible de sustituir por otro, que corrija sus perversiones y abusos. Queda claro que el carácter dinámico de la visión capitalista lleva a crear unas determinadas relaciones entre hombres y clases que “macroeconómicamrente se manifiesta en la explotación del hombre por el hombre, en la obtención por el empresario de una plusvalía que se materializa en la acumulación del capital, factor decisivo del crecimiento y generador de la crisis” (Ramón Tamames, Fundamentos de Estructura económica, Alianza Editorial, Madrid 1975, pp. 38-39).
Significado de la pobreza como componente estructural del sistema
Podría en este momento referirme a las diversas concepciones sobre lo que es una estructura económica. Son muchos los enfoques y muchas las descripciones. Para mi propósito, recojo esta de José Luis Sanpedro: “Hoy vemos la realidad económica como dependencia simultánea entre numerosos fenómenos. Se puede hablar de una ´causalidad circular´ en la que el efecto influye sobre su propia causa. No estamos ante una simple sucesión de unos pocos hechos aislados, sino ante un entramado o andamiaje de numerosos efectos, mutuamente relacionados entre sí” (Lecciones de Estructura Económica, Ariel, Barcelona, pág.15).
Es lo mismo que afirma Ramón Tamames, “La estructura económica puede considerarse como la integración de una compleja serie de componentes , que pueden ser muy distintos según el enfoque que se adopte…en un orden determinado. Entre esos distintos elementos existe una serie de relaciones de interdependencia…que se formalizan en o dentro de instituciones que se complementan unas a otras y que en su conjunto constituyen el marco institucional de la estructura económica” ( Fundamentos de Estructura económica, p. 54)
La estructura económica es una realidad unitaria, que se caracteriza por estar integrada por diversos elementos o propiedades, que se miran unas a otras y dependen entre sí, sin dejar de ser constitutivas de la realidad que forman. Esa unidad se explana en diversas actividades y consecuencias, pero todas remiten al todo de que proceden. Y podemos analizar cada una de ellas según la posición, el papel y la importancia que representan en la totalidad de la unidad.
Sería, en este sentido, ilusorio pensar que la economía anda destrabada o que es imprevisible e ininteligible en su funcionamiento.
Si es verdad , como dice Ignacio Ellacuría, que los pobres y la realidad de la pobreza no se da de la misma manera en cualquier parte del mundo y en cualquier situación social, y no es verdad que los pobres puedan identificarse con cualquier otro tipo de sufrientes y dolientes, nos encontramos sin embargo con el dato aplastante de la pobreza tal como la están viviendo hoy mayorías populares de muchos países (Cfr. Los pobres lugar teológico en América Latina, en Misión Abierta, Noviembre, 1981, vol. 74, p.227). Y ese dato no es casual, es decir, no aparece desconectado de otros elementos que lo producen y dentro de los cuales cobran origen y significado. Es dentro de la estructura económica neoliberal donde vamos a encontrar la clave que explique su funcionamiento y los resultados, tan previsoramente calculados como positivos para unos y negativos para otros.
Esto quiere decir que la pobreza resulta en realidad una pobreza dialéctica y política. Dialéctica porque en nuestra situación hay pobres porque hay ricos, hay una mayoría de pobres porque hay una minoría de ricos. Una pobreza fruto de escasos recursos no nos permitiría hablar propiamente de pobres. Pero, la verdad es que los ricos se han hecho tales desposeyendo a los pobres de lo que era suyo, de su salario, de sus tierras, de su trabajo, etc. Por eso, si los ricos son los empobrecedores, los pobres son los empobrecidos; si los ricos son los desposeedores, los pobres son los desposeídos; si lo ricos son los opresores y represores, los pobres son los oprimidos y reprimidos (Ibidem, p.227)
Ciertamente, hoy nadie puede decir que la pobreza es efecto de la escasez de recursos. El hecho de que el Norte tenga seis veces más que el Sur, no es fruto de la escasez; el hecho de que el Norte (1/4 parte de la humanidad) consuma el 75 % de los recursos terrestres, no es fruto de la escasez; ni el hecho de que tenga el 80 % del comercio y el 93 % de la industria no es fruto de la escasez; el hecho de que el PNB per capita sea de 3, 60 dólares al año en el Sur de Asia, o de 8 en Africa y de 206 en Norteamérica, no es fruto de la escasez; el hecho de que en Africa haya un médico por cada 50.000 habitantes y en los países industrializados uno por cada 450 habitantes, no es fruto de la escasez; el hecho que Estados Unidos y otros países industrializados dediquen miles de millones de dólares (y aquí uno renuncia a dar cifras) al armamentismo y nimios porcentajes a resolver las necesidades básicas de la humanidad, no es fruto de la escasez. Es fruto simplemente de la indicada causalidad entre ricos y pobres.
Por otra parte, estos pobres emergen en el terreno político como una fuerza de cambio y de reestructuración de la sociedad, pues de adoctrinados y pasivos han pasado a ser conscientes y activos; de sometidos a impulsores de una lucha que busca formas económicas y políticas que respondan a la justicia, la igualdad, la libertad y la liberación.
Es decir, que el pobre en nuestro tiempo no es una persona aislada, ni grupos que son objeto de asistencia o beneficencia social. Los pobres son, en palabras de Gustavo Gutiérrez, “las clases explotadas, las razas marginadas, las culturas despreciadas” que, con conciencia de su postración aspiran a conquistar el protagonismo que les corresponde para poder actuar como sujetos de la historia.
La maldad intrínseca de la estructura económica del sistema neoliberal
1. Un clamor cada vez más potente
Con ocasión de los 500 años de la llegada de los europeos a América Latina, pudimos recoger informes estremecedores de la situación de miseria y opresión de esos pueblos:
“Con amargura y tristeza constatamos que el etnocidio y el genocidio continúan. El robo de tierras y recursos naturales no ha terminado. La militarización de pueblos indígenas continúa. Asimismo, tierras y territorios indígenas siguen siendo utilizados con fines militares que nada tienen que ver con los intereses de los indígenas. La represión generalizada, la discriminación en todos los aspectos, la tortura y la muerte hacen parte de lo cotidiano de nuestros pueblos. Se sigue practicando la destrucción y contaminación de los territorios tradicionales. Tierras indias están siendo o pretenden ser utilizadas como basureros químicos, industriales o radiactivos. Se generaliza el saqueo de los recursos indispensables para la vida de los pueblos indígenas. En nombre de un supuesto desarrollo se destruyen y se desacralizan lugares de ceremonias y sitios sagrados. Nuestras culturas, lenguas, religiones, ceremonias, valores, contribuciones y creatividad son pisoteados regularmente” (Rigoberto Menchú, Consideraciones ante la II Cumbre).
“La aplicación de políticas de ´ajuste estructural´ tienen enormes impactos negativos sobre la salud, el empleo, la educación y las condiciones de vida de nuestros pueblos. El pago de la deuda externa por los gobiernos de los países en que vivimos y, en general, las políticas neoliberales que muchos de ellos aplican, nos hacen ser las víctimas más afectadas de esos ´ajustes estructurales´ (Declaración de Oaxtepec).
Con dolorida razón escribía Sami Naïr:
“Los capitales circulan del Sur hacia el Norte y no en sentido contrario. La deuda exterior de los países pobres es del orden de 2,5 billones de dólares. La devuelven con un cuchillo en la garganta. La de Estados Unidos es de seis billones de dólares. ¡Y nadie obliga a Estados Unidos a devolverla!” (El País, 12 de Febrero de 2002, pg. 12).
En todos los estudios e informes elaborados aparece clara la convicción de que nada de lo que les ocurre es fruto de la casualidad, del retraso o de la inferioridad. La causa de todos sus sufrimientos está en el “colonialismo interno” de los Estados Nacionales, engendrado a su vez por el “colonialismo externo” del imperio capitalista.
La consecución de la independencia política no supuso el final de la colonización. El establecimiento de estados nacionales en la mayor parte de los países latinoamericanos fueron una construcción de las burguesías dóciles a las potencias hegemónicas de capitalismo. Ha seguido la dominación interna de los pueblos indígenas, negros y de los sectores populares: “En nombre de la democracia, una minoría privilegiada nos quita nuestras tierras, entrega nuestros recursos a las compañías transnacionales, usan la democracia para justificar su agenda y proyectos que benefician al mismo pequeño grupo que controla el poder económico” ( Quetzaltenango, p. 33).
Junto al colonialismo interno y externo se ha dado el colonialismo jurídico o legislativo que, lejos de reconocer los derechos de los pueblos indios, negros y sectores populares, se ha expresado en leyes y constituciones que niegan esos derechos. Y, como consecuencia, para mantener esa situación se ha creado el militarismo que recluta a los hijos del pueblo para matar al mismo pueblo, con el agravante de que en esos pueblos el uso de la fuerza y de la guerra era ajeno a su cultura.
Africa que, con sus más de 30 millones de km2 ocupa el 20 % de las tierras del planeta, y alcanza 862 millones de habitantes, con una esperanza de vida de unos 48 años, tiene el 46 % de los diamantes del mundo, el 32 % del oro, el 20 % del uranio , el 75 % del cobalto y el 17 % del petróleo. Con Mandela celebra sus primeras elecciones democráticas el 10 de mayo de 1994. Pues bien, en este continente que está avanzando ciertamente, el 46 % de la población dispone de menos de 1 dólar diario y un 75 % vive bajo el umbral de la pobreza. Este continente se halla amenazado por una enfermedad letal que es el SIDA, (se habla de 20 millones de muertos, 15 millones de huérfanos, 30 millones de afectados), está amenazada por la MALARIA, con 900.000 muertos todos los años, vive sembrada de expolios, guerras y desplazamientos por causa de las riquezas y tiene una deuda externa que ronda los 305 billones de dólares, debiendo dedicar un 50 % del PIB al pago de la misma. ¿Alguien puede entender que en el Congo, con 2 millones y medio de km2, tan sólo un 1 % de la población disponga del 70 % de la tierra? Con razón alguien ha dicho: “Nuestras riquezas son nuestro infortunio”. Infortunio fraguado por las multinacionales que teledirigen en general los poderes fácticos autóctonos de esos países y que actúan con mano de hierro contra sus pueblos dejándolos morir en la miseria. Hoy el dominio no se hace directamente por el blanco sino por negro interpuesto. ¿Quiénes están detrás del empobrecimiento y la hambruna de este continente? (Cfr. Africa se está haciendo oir, en EXODO, Nº 76, 2004).
2. Los mecanismos del sistema para mantener y perpetuar el dominio
Han sido muchas las formas de colonialismo, pero en todas ellas hay una constante, fortalecida hoy por el modelo económico neoliberal.
El neoliberalismo -mera expresión del neocolonialismo-no hace sino implantar su dominación mediante la penetración del capital extranjero y transnacional, mediante la brutal competencia del libre comercio, mediante los ajustes y privatización que imponen, mediante la transferencia de recursos naturales a cambio de una disminución de la deuda externa.
Esto se revela especialmente en la dimensión ecológica. La dominación del sistema actúa invadiendo territorios, saqueando recursos naturales, con el único objetivo del lucro y dejando por doquier desolación y muerte. Este arrasamiento habría que tipificarlo jurídicamente como delito de “ecocidio”.
La voracidad de las multinacionales ha encontrado el camino para perpetuar esta situación: cambio de la deuda externa por la “ecología” y confiscación estatal de territorios indígenas , que se declaran parques nacionales, y luego se entregan a las transnacionales.
Los análisis, que hacen unos y otros pueblos sobre la situación de colonialismo interno y externo, apuntan especialmente al imperialismo norteamericano. Las denuncias son constantes contra este imperialismo invasor, que sigue ejerciendo dominación económica, política, militar y cultural en nombre de la seguridad nacional y de la lucha contra el terrorismo.
3. El capitalismo no tiene soluciones
Todo un pensamiento pseudocientífico pretende enmascarar la realidad verdadera del problema de la pobreza: la pobreza sería efecto de una desigualdad natural irremediable, ajena al funcionamiento interno de la economía y, en todo caso, habría que considerarla como un mal menor, pues frente al capitalismo no hay otro sistema mejor.
La realidad histórica nos dice lo contrario: 1º) Una economía, que no sirve al hombre, es un error. 2º) Una economía de mercado competitivo monopolista, sustraída al control del Bien Común ejercido por el Estado, es un error. 3º) Una economía que produce resultados positivos únicamente para unas minorías y negativos para las mayorías, es un error. 4º Una economía que se rige por la dinámica propia del egoísmo, del lucro, de la ley del más fuerte, y que impide unas relaciones individuales y comunitarias basadas en la justicia, el amor y la solidaridad, es un error.
Si realmente la estructura económico – capitalista no puede funcionar sin integrar como dos sujetos antagónicos el capital y el trabajo, los ricos y los pobres, no menos cierto es que ese funcionamiento se sustenta en la cohesión que le da la argamasa de la ideología. Por eso, el capitalismo dispone hoy como de arma suprema, la de los medios para encauzar y acomodar las mentes de los ciudadanos a su propio diseño.
Tengo la convicción de que no hay sistema que se mantenga sin cultura que lo sostenga y alimente. Podemos cuartearlo mediante una cultura disidente, alternativa. Si la cultura es el corazón del sistema, ahí es donde podemos herirle metiendo la espada.
Tres son los pilares que podemos hacer tambalear:
- La ley del más fuerte. El hecho de que los pueblos dominantes sean vencedores en el plano económico y militar, no les otorga derecho a elaborar una cultura, un sistema de valores, que justifique y oculte lo que han hecho. Las relaciones por ellos establecidas no son las mejores para el progreso de todos, sino para el egoísmo de unas minorías. Son inmorales. La teconología, la informática y todos los demás medios que utilizan en esas relaciones no son para descubrir, respetar y asumir la cooperación de los otros, sino para colonizar y dominar. Es un error pretender subordinar el cristianismo a este proyecto utilizándolo como factor legitimante. La lógica del Evangelio, que es la de la fraternidad, la del amor y la de de la primacía de los últimos choca frontalmente con la lógica del neoliberalismo.
- El paradigma de la racionalidad moderna. La racionalidad moderna ha utilizado el saber -un saber instrumental- para dominar, enriquecerse y disfrutar. ¿Ha supuesto esta utilización un abandono del saber humanista y del saber profundamente religioso y místico?
- La religión como factor legitimante del capitalismo. Hay todo un movimiento religioso neoconservador empeñado en reservar al cristianismo funciones esenciales para el buen funcionamiento del sistema capitalista. Dicho movimiento hace loas del capitalismo por haber sido él quien mayores bienes ha producido y con más equidad los ha distribuido. Sería, sin duda, el mejor sistema para la liberación del Tercer Mundo, atreviéndose incluso a proponer una teología liberadora en contraposición a la teología de la liberación, que sería meramente desiderativa y no operativa.
Los neoconservadores son conscientes de que el capitalismo deja un vacío espiritual, un clima de hastío y tristeza, frente al mayor atractivo de la utopía socialista. Contra los que sostienen la teoría de la secularización y de la privatización de la religión, ellos afirman que la religión tiene un puesto y una relevancia pública importantes. El sistema no puede funcionar sin un fundamento que lo cohesione y sin una finalidad que lo dirija. Incluso no es posible una ética cívica sin religión, que es quien le da su fuente última. La religión se constituye en soporte de sentido, de orden y de estabilidad para el sistema. En este sentido decir que “Dios ha muerto” es lo mismo que decir que la sociedad está muerta.
Para los neoconservadores, el drama del capitalismo se produce con la aparición de la modernidad (Ilustración, Revolución francesa, Ilustración anglosajona) que aniquila los principios religiosos.
Se da un colapso de la ética burguesa y una celebración patética del yo: subjetivismo experimentador, ansiedad desmedida, egoísmo acaparador y explotador, hedonismo radical, violencia, morbo sexual, ruido, antiintelectualismo, toda una cultura que degenera en narcisismo. Lo cual hace que el hombre actual se encuentre sin hogar, sin horizonte, culturalmente desnudo.
Precisamente para recomponer este desequilibrio está la religión. Ella es la que da sentido, señala valores y fines, pone límites y da cohesión y estabilidad. El sistema capitalista aparece cuarteado por no disponer de una religión que dome esta subjetividad y nihilismo modernos, cultive los valores del ascetismo, de la moderación, del orden, de la eficiencia, de la dedicación, de la austeridad, del sacrificio, del espeto a la autoridad.
La religión, pues, introduce luz y orden donde la cultura moderna ha introducido tinieblas y caos; actúa en el capitalismo para que entre los diversos niveles (económico, político, religioso) haya sentido y cohesión.
Cabe reponer a todo esto con una sencilla razón: es verdad que la sociedad capitalista es una sociedad enferma y llena de contradicciones. Pero la raíz del mal está en que el capitalismo por su misma naturaleza hace imposible una ética personal y comunitaria y corrompe las actitudes y los valores más genuinos del ser humano.
Todos sabemos cómo la orientación hoy más arraigada en sociedad y en la cultura es la de que la felicidad consiste en tener: adquirir propiedades, cosas, lucrar y conseguir poder. Eso es producto de la estructura más estrictamente capitalista y, sin embargo, lo consideramos como lo más natural. Ser egoístas, avaros, soberbios, dominantes lo consideramos indicadores de nuestra identidad humana.
Yo pienso, por el contrario, que esa orientación es antinatural, pues la realización de la persona no está en el tener sino en el ser. Los grandes valores no se desarrollan en el servicio al dinero; ser justos y fraternos, crear relaciones de amor y liberación, no ser frívolos ni insensibles al sufrimiento ajeno, no vivir pendientes del reconocimiento y del aplauso social, sino dedicarse a satisfacer las necesidades primarias de los seres humanos y a luchar para suprimir todo cuanto los hace sufrir, son algunas de las señas que constituyen mi identidad humana.
La pobreza, un invento de la civilización occidental capitalista
Quiero acabar con la lectura de una parte de la llamada Declaración de Managua:
“En un mundo en el que el saqueo y la explotación secular de nuestras riquezas y de nuestro trabajo nos convirtió en fuerza inagotable de acumulación capitalista y del desarrollo industrial y tecnológico de los nuevos dominadores, prisioneros de la ganancia y la mercancía de una interminable cadena de consumo para unos y escasez para otros, víctimas renovadas de una nueva conquista en que la religión es el lucro y el individualismo, que divide a los pueblos de la tierra entre los que concentran el poder, la tecnología y el bienestar y los que son marginados y excluidos.
Cargamos sobre nuestras espaldas los fardos de una deuda creciente, que no es más que nuestra riqueza convertida en préstamo. Como antes, de nuestras vetas sale el oro; de nuestras entrañas, el petróleo; de nuestro sudor, los capitales; de nuestros sueños, las pesadillas de la represión y el hambre.
Los nuevos cruzados de civilización neoliberal nos hablan ahora de la democracia, del desarrollo, de modernización y productividad, cuando en nuestros países la democracia se torna irrealizable ante la polarización cada vez mayor entre ricos y pobres, el aumento del desempleo, la desnutrición, el analfabetismo; ante la pérdida creciente de conquistas sociales y derechos colectivos, la privatización acelerada de las empresas estatales y de propiedad social, la crisis de valores y la profundización del racismo y la discriminación. Los nuevos pregoneros, en su arrogancia, pretenden ocultar una realidad evidente ante nuestros ojos: el capitalismo no tiene soluciones para garantizar un mundo de pazz y de justicia social” (Managua , pp. 44-41).
Dentro del cristianismo hay una figura señera que nos indica que la orientación de la vida desde el tener es pervertida y pervertidora de la existencia: Francisco de Asís. El nos recuerda que es inhumano encerrarse en la ilusión de que nuestro ser está a salvo amasando dinero, poder y fama. ¿De qué la aprovecha al hombre ganar todo el oro del mundo si pierde su vida?
Un análisis del modo de ser desde la pobreza radical lleva a comprender que esa orientación hace a la persona independiente, libre y crítica. Para comenzar a ser y entrar en el camino de la felicidad, es preciso vaciarse, elegir ser pobre, despreciar al dinero. Quien se monta sobre el tener, sólo aparenta ser; y, poseído por el miedo y la inseguridad, resulta esclavo de sí y de las cosas; se constituye en rival de cuantos amenazan sus seguridades y provoca odios, violencias y guerras. Las cosas que tiene lo han convertido en sustituto de sus ser.
Me gustaría acabar con un canto a la mística y a la esperanza, tal como aparecen en estas palabras del obispo Pedro Casaldáliga:
No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
No matar nada;
No callar nada.
Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida a caballo dada.
Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada,
Para testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y “mais nada”!
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