Un Cristo de la Resurrección en San José de Las Mulas
Fundación de Combatientes Héroes y Mártires del Batallón 30-62
Hace varios años me encontraba esperando un bus hacia Tipitapa, en una parada de bus en el barrio Santa Rosa ahí por el sector del puente a desnivel. El bus se tardaba mucho y decidí moverme a unos cuantos metros de la parada para no estar en un solo lugar. Camine hacia el lado izquierdo y llegué a una esquina donde había un mural bien limpio. No me gustó porque a un lado estaba pintada la bandera del Frente Sandinista y al otro lado la de Nicaragua. Supe inmediatamente que el caído era un sandinista. Encima del mural había un angelito como cuidando el sueño de alguien. En medio había una foto pintada de un muchacho. No sé porque, pero inmediatamente sentí que le conocí en algún momento. Al leer debajo de la foto decía que era a la memoria de Henry Báez Miranda caído en San José de las Mulas el 27 de febrero de 1983.
La carne se me puso de gallina. Créalo! Le volví a ver bien al rostro e inmediatamente me trasladó al lugar del combate. Recuerdo su cara porque fue uno de los últimos en salir del cuartel cuando entramos en el asalto final. Creo que era de uno de los dos pelones que se iban corriendo hacia la loma de atrás del cuartel, que Usted le dice el cañalito.
El recuerdo me causó mucho pesar en mi corazón, pues a esos muchachos les fue muy mal. De verdad, que muy mal. Esa guerra condenada causo mucho daño. Daño irreparable para todos nosotros los nicaragüenses aún cuando quedamos vivos.
Nunca volví a ir ahí a esa zona aunque mi esposa es de esos lados. Lo más cerca que pasaba era ahí por el Cacao. Luego vi acercarse el bus y le volví a ver. No sé si le dije algo en mi pensamiento, pero si sé que me despedí de ese joven soldado. Llegue a mi casa y le conté a mi mujer lo que había visto y la impresión que me causó[1].
Hoy San José de las Mulas es una comarca apacible, muy alejada de la capital. En el lugar del cuartel, se construyó una escuela. La topografía se removió y muchos árboles anchos y frondosos, que con sus ramas ocultaron y cubrieron por más de ocho horas de combate a los reservistas, ya no están. Solo un árbol esquinero que ocultaba al ametralladorista cuando se movía de un árbol a otro y a Enrique Calderón y a otros que estaban a lo largo de la esquina aún se mantiene.
Es un árbol de muchas cicatrices ocultas como las mismas que oculta el dolor silencioso de la Nicaragua ensangrentada. Hay otros puntos de referencia que el tiempo no ha podido borrar. La loma, el cañalito, que no se pudieron tomar, la letrina y el árbol de papalón aún están ahí. Estos lugares lo vieron y lo escucharon todo. Todo lo que el hombre hace y dice en la guerra.
Desde la caída de los combatientes reservistas del batallón 30-62 en San José de las Mulas, año con año sus compañeros del batallón conmemoran su caída cada 27 de febrero. Junto con sus madres, familiares y amigos lo conmemoran con festivales juveniles y misas. No hay en el país ningún parangón que equivalga el grado de devoción, cariño y respeto que los caídos en San José de las Mulas representen para sus compañeros de batallón y amigos.
Aun en gobiernos adversos políticamente, por el ideal que cayeron los 23 reservistas, sus compañeros no han dejado de conmemorar un solo año su gesta de resistencia y calidad moral en el combate.
Hace ya varios años llevaron la misa hasta el mismo sitio de combate y juntos a sus madres, amigos y familiares. Fue un día muy largo y lleno de expectativas, sobre todo para las madres y muchos de los sobrevivientes, que de nuevo pudieron poner pie en el lugar. Los sobrevivientes relataban su experiencia, las madres y amigos escuchaban con atención cada detalle. Veían con atención cuando señalaban un lugar y mencionaban la posición de alguno de los caídos. Con dolor dirigían su mirada hacia la loma, hacia abajo del camino. Sus miradas recorrían el lugar completo como para buscar la silueta de sus hijos. Todos juntos durante la misa, pidieron nuevamente por ellos, por sus almas, porque el manto del señor les cobije y los cubra por la eternidad. Porque su perdón haya alcanzado los niveles que el señor demanda, para que descansen en paz los muertos y los vivos sepamos perdonar.
El lugar del cuartel, hoy es un campo santo. Un monumento de color blanco integra dos placas. Una que contiene el emblema de la J.S.19 de Julio y dice batallón 30-62. La otra detalla los nombres completos de los caídos. Sobre ese monumento un Jesucristo de la Resurrección levanta sus manos hacia el cielo y dirige su mirada hacia donde el sol se oculta para darle paso a la noche. Con su color blanco de pureza le recuerda a todos y a la tarde misma que se los llevó, que el alma de los veinte y tres jóvenes gozan de su amor y de la promesa de la vida eterna.
[1] Entrevista dada al CREI por el comandante “F. Trueno.” Jefe de grupo de la fuerza de tarea San Jacinto que participó en el ataque a San José de las Mulas.
LEYENDO ESTE ARTICULO SE ME VIENE A LA MEMORIA EL RECUERDO DE UN AMIGO DE INFANCIA QUE CAYO EN ESE COMBATE:EL COMPAÑERO GERARDO BARRETO, ESTUDIAMOS JUNTOS EN EL INSTITUTO NACIONAL MAESTRO GABRIEL, JUGAMOS BEISBOL JUNTOS EN EL CENTRO JUVENIL DON BOSCO. COMO NO RECORDAR AL CRO. BARRETO.
ResponderEliminarSIN UNA JUVENTUD DISPUESTA AL SACRIFICIO, NO HAY REVOLUCION.
yo estudie en el maestro gabriel, recuerdo mucho a Jose esteban guido, pues estudiamos junto segundo y tercer año. recuerdo que cuando regreso la primera vez, me hizo varias invitaciones para que me integrara al batallon y me fuera en la proxima salida, pero siempre me negue. Tambien me acuerdo de Ricardo el Chocoyo, el fue mi jefe de escuadra cuando fui alfabetizar en la columna 2, era bien serio, pero buen amigo.
ResponderEliminarMis recuerdos a mis amigos en esa epoca y al tercer año B de ese año
Roger T