Los doctores de Bolonia. Un diálogo casi platónico
José Carlos Bermejo Barrera
Enviado por admin1 o Sáb, 19/02/2011 - 10:11
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(La ciencia jurídica meramente técnica es una prostituta a disposición de todos y para todos)
(Erich Kaufmann, 1927)
El diálogo se desarrolla en algún lugar de Europa a fines del siglo XV, en el claustro de una universidad recién fundada.
Protagonistas:
Maese Escribonio, Doctor Iuris
Maese Nomoteto, Doctor Utriusque Iuris
Escribonio: Buenos días Nomoteto, hace muchos meses que no nos vemos.
Nomoteto: Es que he viajado a Bolonia, cuna del nuevo derecho que ha de regir nuestros destinos y allí he obtenido el grado de doctor Utriusque Iuris.
Escribonio: ¿En utriusque iuris?
Nomoteto: Sí, en los dos derechos, o sea, en el uno y en el otro.
Escribonio: ¿Y quiénes fueron tus maestros?
Nomoteto: Pues dos angélicas inteligencias, el Maestro Gundisalvo y su cuñada Hrosvita.
Escribonio: ¿También una mujer?
Nomoteto: Sí, la monja Hrosvita, una doncella de inteligencia y agudeza ejemplares.
Escribonio: ¿Y qué has aprendido allí, que tan resplandeciente pareces?
Nomoteto: Pues la nueva ciencia del derecho que viene a sacar a la luz cuan equivocadas estaban nuestras vetustas ideas.
Escribonio: Explícamelo, pues.
Nomoteto: Verás, sostiene Gundisalvo, y asiente en ello Hrosvita, que no puede defenderse que el derecho se base en la idea de una ley escrita.
Escribonio: Presa soy de mi asombro.
Nomoteto: No te acongojes, puesto que si consideras que toda ley ha de derivar de una fuente y que esa fuente es la voluntad que hace de un precepto ley, lo lógico sería pensar que si existiese una voluntad pura e incondicionada que establezca en cada momento lo que es y lo que no es ley, entonces nunca caeríamos en contradicción alguna.
Escribonio: Esa voluntad pura ha de ser la voluntad de Dios.
Nomoteto: En modo alguno, esa voluntad pura es lo que llaman Gundisalvo y Hrosvita la voluntad volitiva, que quiere lo que desea y desea lo que quiere cuando así lo considere oportuno.
Escribonio: Me temo que ello daría rienda suelta a la arbitrariedad.
Nomoteto: En modo alguno, ya que esta voluntad volitiva pura e incondicionada no puede desear nada diferente a lo que quiere, y en este sentido, pero sólo en este sentido, es siempre infalible.
Escribonio: Pero entonces será infalible siempre, puesto que la voluntad volitiva siempre tendrá que saber lo que quiere.
Nomoteto: No exactamente, puesto que si bien es cierto que siempre ha de saber lo que quiere, a veces puede decidir no querer lo que sabe. Y por ello dicen estos angélicos maestros que la verdadera libertad de la voluntad ha de consistir en actuar de tal modo que no se es libre cuando se hace lo que se piensa, sino cuando no se piensa lo que se hace.
Escribonio: Paréceme esto una versión llevada al extremo del voluntarismo de William of Ockham, que él sólo aplica a Dios.
Nomoteto: No, en realidad su teoría es más global. Sostiene Gundisalvo, y asiente Hrosvita, que la verdadera ley no ha de ser nunca fijada por escrito.Y ello es así, porque todo texto es una limitación, en tanto que dice lo que dice y no puede decir lo que no dice. Y consecuentemente limita le libertad legislativa de la voluntad volitiva incondicionadamente pura. Toda ley es una aberración y su aplicación a cada caso es también una anomalía y una excepción.
Escribonio: ¡Pero por Dios!, ¿qué estás diciendo?
Nomoteto: Lo que ellos magistralmente defienden. Y es que, dado el carácter universalmente puro e incondicionado de la ley, su aplicación a un caso o persona concretas sería siempre una contradicción en los términos, además de ser injusto.
Escribonio: ¡Santo cielo! ¿Entonces a dónde va a parar el viejo principio de que no puede haber una ley para una sola persona, fijado por los antiguos?
Nomoteto: A donde tiene que ir, al basurero del monasterio. Puesto que es sólo en el acto de creación de una ley singular e irrepetible para cada uno, cuando la ley es verdaderamente universal.
Escribonio: ¿Quéee?
Nomoteto: Claro, ya que la universalidad de la ley no viene de su contenido sino de la universalidad de la voluntad que la crea. Y si esa es la voluntad volitiva absolutamente incondicionada, todo lo que de ella salga será la ley en su forma más pura y no contaminada por las circunstancias
Escribonio: Pero entonces nada sería previsible y estaríamos al albur del azar, cuando no del capricho de la voluntad volitiva. ¡Has de basar tu afirmación en alguna fuente sacra!
Nomoteto: Me lo pones muy fácil. Lo haré. El carácter absolutamente incondicionado e imprevisible del devenir humano en aquello que más le interesa, la propia salvación de su alma, queda demostrado por esta estrofa de nuestro gran poeta:
“El niño Jesús nació en un pesebre,
Donde menos se piensa salta la liebre”.
Si de Jesús depende el perdón de nuestros pecados, la redención de nuestras penas y el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra, un Reino que es el de la Justicia, y nace así de sorpresa y modo imprevisibles, sostiene Gundisalvo y asiente Hrosvita, entonces debemos reconocer el puro azar y la imposibilidad de previsión como la base de nuestra seguridad.
Escribonio: Pero entonces ya no se respetará nada. Si la ley se crea en cada momento y luego desaparece, entonces se podrán aplicar las leyes retroactivamente, en contra de la vieja y sabia doctrina. Y ello no es posible puesto que dice el Génesis que cuando Dios fue dando órdenes y creando las leyes que rigen el mundo lo hizo de modo ordenado, siguiendo la sucesión del tiempo y los días. ¿O es que Dios hizo la creación con efecto retroactivo?
Nomoteto: Claro que sí. Lo que que ocurre es que como el Génesis es un texto escrito, por ello tiene carácter limitado. Pero si se prescinde de su texto para interpretarlo correctamente, como hacen Gundisalvo y Hrosvita, entonces se vería que los días de la creación podrían ser retroactivos sin contradicción alguna. El Génesis no sabe explicarlo dada su naturaleza finita y contingente y la obsesión de algunos intérpretes en sostener que sólo puede decir lo que dice y no lo que no dice no es más que un obstáculo para comprender lo que dice.
Escribonio: Pretenden Gundisalvo y Hrosvita ser más sabios que Dios. ¡¡¡Sean anatemas!!!
Nomoteto: Podría entenderse así literalmente, pero no si vemos la idea desde la teoría del acto puro e incondicionado de la voluntad volivita, según la cual nunca se puede saber que se dice y lo que no se dice, ni quién lo dice o no lo dice en un determinado momento.
Fue por ello que en un claustro de la Universidad de Bolonia, al celebrarse una disputatio sobre la quaestio de si Dios podría ser merecedor de un viático sexenal (o remuneración por su obra en su sexenio), se decidió negarle el viático. Él tenía a su favor, es cierto, que hizo el mundo en siete días, o sea, más o menos un sexenio, pero claro: ¡Dios es autor de un solo libro, y por lo tanto no puede ser valorado su trabajo! Y además incluso se alegó que algunos críticos han sostenido por escrito y por oral, que Dios no es su autor en realidad. Por ello se consideró justificada la negación del viático sexenal. Sin ánimo blasfemo alguno.
Escribonio: ¿Cómo que sin ánimo blasfemo?¿Pretendeis tener más méritos que Dios?
Nomoteto: Parecería así si lo dijésemos literaliter. Pero no si se acepta nuestra teoría del acto volitivo puro e incondicionado de la voluntad volitiva.
Escribonio: Ya, o sea, dice vuestra teoría que Dios créo el mundo con efecto retroactivo, que se equivocó cuando decidió dictar los mandamientos, y que no supo cuándo tenía que encarnarse y lo hizo sin darse cuenta y por eso le salió bien.
Nomoteto: Pues claro. Es evidente.
Escribonio: Admito la mayor. Pero entonces tendrás tú que admitirme que se pueden cambiar antecedentes y consecuentes, e incluso decir que los hijos son anteriores a sus padres.
Nomoteto: Claro que sí. Gundisalvo y Hrosvita lo expusieron así en una de sus Summmulas, con amplia base en la Historia sagrada. Sostiene Gundisalvo, y asiente Hrosvita, que María la Virgen es abuela de su propio hijo, siguiendo esta genial cadena deductiva:
María es la madre de Dios.
Dios es el padre de todos los humanos.
María es humana, luego Dios es el padre de María.
Pero:
María es la madre de su padre, puesto que es la madre de Dios.
La madre de mi padre es mi abuela.
Luego María es la abuela de Jesús
Nomoteto: ¡Qué horror, iréis de cabeza al Infierno, sois una caterva de herejes! Sois peor que los arrianos: ¡sois unos megalonósticos!
Nomoteto: Pero, ¿porqué?
Escribonio: ¿Cómo que por qué? Porque disparatáis.
Nomoteto: En modo alguno. Incluso podría afirmarse que Jesús no es hijo de Dios sino su bisnieto, puesto que como Dios, es padre del hijo de la abuela de Dios considerado como hombre.
Escribonio: ¿Pero qué pandemonio es eso de Bolonia? O sea, que Dios hizo el mundo con efecto retroactivo, que no sabe escribir, que nació sin darse cuenta, que no sabe distinguir el bien del mal y que no sabe quién es su madre. ¡Deberían quemaros a todos, o por lo menos llevaros a los conventos para frailes lunáticos y poseídos por el Diablo! ¡Sólo falta que me digais que Gundisalvo y Hrosvita defienden la confusión entre el todo y la parte y el sujeto y el predicado!
Nomoteto: Pues claro. Es que tienen razón si consideramos los hechos desde su teoría del acto puro e incondicionado de la voluntad volitiva.
Escribonio: O sea, que si se dice que todos los cuervos son negros, se puede concluir que consecuentemente todos los negros son cuervos. ¡A donde ha ido a parar la silogística del Gran Maestro Aristóteles!
Nomoteto: Pues a donde tiene que ir a parar, a la celda de los trastos inservibles. Pues Hrosvita en su Itinenarium mentis ad diversos locos (o sea, Camino de la mente hacia lugares distintos) consiguió plasmar esta idea en forma poética, como puede verse en la más famosa de sus plegarias que ilustra muy bien su pensamiento, plegaria que ella y sus hermanas rezan a la Santísma Virgen y que dice:
“Virgen Santísima, tú que concebiste sin pecar,
haz que nosotras pequemos sin concebir”.
En lo cual no hay contradicción alguna, si lo consideramos desde el punto de vista de la teoría del acto puro de la voluntad volitiva de Hrosvita y su hermanas. Ellas desean pecar sin concebir no por un motivo contingente y finito, ni por la búsqueda del placer y la atracción de la lascivia, sino como manifestación incondicionada de su voluntad no condicionada en lo que a esa clase de actos finitos se refiere.
Escribonio: ¡Virgen Santísima, acúdeme! ¡El Maligno se ha apoderado de los eruditos y académicos claustros! ¿Cuál será vuestro límite?
Nomoteto: ¿Qué límite? La idea de límite, sostiene Gundisalvo y asiente Hrosvita, es inaceptable, puesto que condiciona la pureza indeterminada de la voluntad volitiva.
Escribonio: O sea, que cada uno puede hacer lo que desee.
Nomoteto: De ninguna manera. No puede generalizarse. Las personas concretas y singulares no, puesto que son finitas y limitadas, pero quien posee la voluntad volitiva incondicionada sí.
Escribonio: ¿Y quién posee la voluntad volitiva incondicionada, tú, Gundisalvo, Hrosvita y sus hermanas en religión, o alguien más?
Nomoteto: No se puede plantear esa cuestión de ese modo simple y antropomórfico, pues hasta podría entreverse la existencia de cierto resentimiento en quien tal cosa sostuviere.
Escribonio: ¿Ah, nooo?
Nomoteto: Claro que no. Sólo quien en el acto de enunciar que posee la voluntad volitiva pura lo hace de forma absolutamente incondicionada tiene la capacidad de encarnar su voluntad en las obligaciones que los demás han de tener con respecto a él. Pues sólo él es el que lo sabe, aunque también puede darse el caso de que no lo sepa, si su voluntad sigue siendo pura e incondicionada.
Escribonio: Y ahora que ya lo sabes, ¿qué vas a hacer?
Nomoteto: Esperar que me nombren Deán.
Escribonio: Como a Gundisalvo.
Nomoteto: Claro.
Escribonio: ¿Y tú también conoces a muchas monjas devotas como Hrosvita?
Nomoteto: Aún no. Pero todo se andará.
Escribonio se sintió apesadumbrado al ver que Nomoteto había decidido esperar sentado a que le llegase al fin su nombramiento. Nomoteto le había dicho que nunca jamás volvería a leer un libro. Lo que era lógico, ya que si los libros sólo dicen lo que dicen y no pueden decir lo que no dicen, entonces apenas sirven para nada.
Imbuido de la melancolía se retiró, pues, Escribonio a su celda y decidió ponerse a leer el Apocalipsis de San Juan para poder saber si Nomoteto y los juristas de Bolonia no serían en realidad más que una encarnación del Maligno.
Tras largas noches de insomnio y ansiedad, Escribonio llegó a la conclusión de que Nomoteto no era en realidad el ángel exterminador del Apocalipsis, puesto que el Apocalipsis ya había tenido lugar en el pasado con efecto retroactivo, claro está. Aliviado así de sus pesares, decidió Escribonio mover sus influencias hasta obtener plaza de capellán en el convento de la monja Hrosvita y sus hermanas con el fin de poder ayudarlas a rezar su oraciones, con el mayor fervor.
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