Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

martes, 7 de septiembre de 2010

¿NECESITÓ SANDINO UNA MEJOR VISIÓN?


-->
 Las razones de la paz de 1933
¿NECESITÓ SANDINO UNA MEJOR VISIÓN?
Manuel Moncada Fonseca


I. ¿Necesitó Sandino una mejor visión?

Sandino el Libertador

A Sandino debe la América no sajona el que la atentatoria política imperialista -antigua política del big stick, llamada también del dólar-, haya sido sustituida por una humana política de buena vecindad”. 1  De esta forma, Gustavo Alemán Bolaños nos presenta al que llama “el libertador de la América Española”.  ¿Hay ingenuidad en el autor de Sandino el Libertador (1930) -uno de los más importantes relatos históricos sobre la gesta de 1927-1934- cuando concibe la buena vecindad como política humana?  No, no la hay, sencillamente está identificándose con el dominio imperialista, al que él da por desaparecido precisamente a partir de esa política.  Más adelante, reafirma esta idea diciendo: “El imperialismo yanqui […] yace sepultado para siempre”  gracias a Sandino. 2

A primera vista hay, pues, un gran reconocimiento de la labor patriótica de Sandino, en el sentido que a él se le debe considerar el hombre que hizo posible el gran cambio de estrategia de Estados Unidos hacia América Latina.  Pero, lo que para unos era tan sólo un cambio en la estrategia de dominación, para Bolaños fue el inicio de una auténtica Buena Vecindad.  Y es aquí donde el autor enreda las cosas flagrantemente: primero porque lo que sobrevino después del asesinato de Sandino no se parece a aquello por lo que él entregó su vida; segundo, porque lo define, prácticamente, como un político sin suficiente visión, lo que, antes del crimen contra su humanidad, obligó al héroe a pronunciarse así: “.... Dentro de poco le probaré que somos visionarios”. 3 Veamos por qué Bolaños caracterizaba a Sandino como un personaje sin suficiente visión política: 

El asunto está referido al supuesto que el Libertador no debió firmar el acta de paz de 1933, “torpemente concebida” según el autor.  Es que, según él,  Sandino no tuvo representantes  “del ideal que lo mantuvo” en la firma de la paz. Éstos fueron, por el contrario, “derrotistas de su ideal”. 4  Debido a dicha circunstancia, el héroe asistió “a la claudicación que significa ese tratado...” 

Lo más criticable para Bolaños consistió en la participación de los representantes del liberalismo y el conservatismo en las conversaciones preliminares a la firma de la paz, pues creía que ésta debía ser arreglada exclusivamente entre Sandino y Sacasa.5  Pero, Sandino le reprochará a Bolaños su negativa valoración del acuerdo de paz en los siguientes términos: 

“Es usted un injusto y se convierte en mi asesino moral, porque mata la ilusión que conservo intacta, para la restauración de nuestra autonomía nacional”.  Y concluirá así: “… No nos anarquicemos, para que sigamos procurando la independencia efectiva de Nicaragua...”6

Por si esto fuera poco, en esta misma respuesta que Sandino dio a Bolaños, el 16 de Marzo de 1933, se explica por qué firmó la paz: habla de cómo, tras la aparente desaparición de la intervención armada de Estados Unidos en Nicaragua, los ánimos del pueblo nicaragüense se enfriaron, porque aunque sufría la intervención política y económica, “no la mira y lo peor, no la cree”.  De esta suerte, los soldados del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN) se vieron colocados en difíciles condiciones. Eso mientras el gobierno de Sacasa “se preparaba para recibir un empréstito de varios millones de dólares y reventarnos la madre a balazos”, afianzándose aún más la intervención estadounidense en el país, no sólo en el plano político y económico, sino también en el militar, ya supuestamente superado.  Por otra parte, como el gobierno electo había sido favorecido con el voto de los liberales leoneses, las filas sandinistas “tenían que minorarse”, lo que coincidía con el agotamiento de recursos económicos y bélicos, así como con la dificultad de seguir utilizando de refugio el territorio hondureño por la guerra que en él había estallado... Una situación semejante se registraba en El Salvador.  Por todo lo señalado, concluye la carta, sus tropas habrían “tenido un fracaso” de continuar, tras el retiro de los marines, manteniendo la lucha en el plano militar. 7  Pero, estas circunstancias, al parecer, fueron soslayadas por Alemán Bolaños.

Comentando el abrazo que, tras la paz, Sandino envió a Chamorro, Díaz y Moncada, Alemán Bolaños habla de un líder “embobado”. 8  Más adelante, anota que “observadores  perspicaces” de lo que tenía lugar en América, estimaban “que Sandino y su causa fueron burlados […]  por un ardid conservador”. 9  Más adelante dirá, sin embargo, que la paz sí tuvo frutos: “En Nicaragua no hubo más guerras intestinas, y aunque es verdad que se edificó una tiranía ello es transitorio”. 10  Ahora se comprende mejor su alta valoración a la Buena Vecindad: de acuerdo a esto, se puede concluir que la tiranía somocista no era una creación imperialista, sino un fenómeno de raíces internas. 
  
Ahora bien, la interpretación que Alemán Bolaños hace de las declaraciones públicas de Sandino es mecánica y superficial. En un momento trascendental de la historia de un país, las declaraciones públicas, sobre todo cuando se habla de ponerle fin a una guerra, resultan muy comprometedoras. Sirven de pasto al amarillismo no sólo periodístico, sino también clasista. Sandino no podía hacer declaraciones belicosas que pudieran aprovecharse en su contra; al contrario, estaba obligado a cuidar su lenguaje público.  De ahí que tomar al pie de la letra su declaración de que su “misión como guerrero” había terminado el dos de febrero de 1933, y que su puesto en adelante estaría “en la agricultura y el trabajo 11 resulte, ciertamente, no sólo errónea sino también ingenua. Más adelante volveremos a esta idea.

Sandino o la Tragedia de un Pueblo

 
¿Cómo miraba Sofonías Salvatierra el acuerdo de paz?  La pregunta pareciera sobrancera, dada la circunstancia de que él fue uno de los principales promotores del acuerdo de paz.  Pero, lo que de él nos interesa no es sino el argumento que daba a la necesidad de ese acuerdo del 33.

En su Sandino o la Tragedia de un Pueblo (1934), obra histórica en la que relata la lucha heroica de Sandino y su asesinato a manos de Anastasio Somoza García, Salvatierra  expresa: “Siempre fui partidario de la paz, siempre he sido pacifista […]  yo no comprendo cómo es que el hombre puede matar, torturar, destruir al hombre”. 12 Pero, no se piense que su pacifismo es ciego y a ultranza.  Ello sería erróneo.  Así se comprenden las cosas cuando leemos estas líneas salidas de su pluma: 

“Comprendo bien -escribe- que un hombre se lance a la guerra contra los que se le oponen, por una idea superior de humanidad como la idea de la independencia en el caso de Bolívar...” 13  Y sigue : “Aquel drama [el de la guerra de seis años en las Segovias] era vergonzoso para nuestra capacidad de nación organizada y de pueblo que tiene la conciencia de ser libre […]   Sandino no peleaba con ningún partido ni con ninguna facción nicaragüense, sino que su lucha era contra la intervención y en esta lucha sufrían los nicaragüenses que también luchaban como solidarios de aquélla”. 14

Es de observar, sin embargo, que Salvatierra pese a esos profundos anhelos de paz en Nicaragua, no dejaba de advertir que la “Guardia Nacional no era una garantía [para la paz], porque ya, en los primeros días de enero [de 1933], casi inmediatamente después de haber recibido el poder el doctor Sacasa, fué suspendida y desbaratada la primera conspiración subversiva de ese cuerpo militar”.15

Debido al peligro que la Guardia Nacional representaba para la paz del país en general, y para la existencia del gobierno sacasista en particular, Sandino, en diciembre de 1932, poco antes de la conspiración señalada, escribió a Salvatierra una carta expresándole la oportunidad del Presidente para llegar a un entendimiento con su Ejército Libertario, “para no seguir en condiciones de pelele, ya que en otro caso quedará para juguete de los chiquillos”.16  Sandino buscaba, entonces, un resquicio, la menor posibilidad para aislar a la Guardia Nacional.  De ahí que hablara de un factible “entendimiento patriótico”.17 No se ve acá, entonces, al Sandino sin visión del que antes nos hablara Alemán Bolaños.
           
Volviendo a Salvatierra, veamos cómo su posición en favor de la paz era mal vista por uno y otro lado:

“Para unos, yo sería el Sandinista señalado por [José María]  Moncada, y en este caso iba a comprometer al Gobierno; para otros sería el gobiernista, como ministro que era, y en ese caso sería a Sandino al que iba a comprometer, para muchos sería a la vez el iluso, el soñador incapaz de dominar ninguna realidad...”18  Gustavo Alemán Bolaños debe incluirse entre los que acusan de gobiernista a Salvatierra.  Peor aún, entre los que le señalan como cómplice del asesinato de Sandino.19

Varios días después de la firma del convenio de paz, Salvatierra dijo en un acto al que fue invitado como ministro del gobierno Sacasista, que “en adelante y siempre el estudio y el trabajo serán nuestra mejor fuerza de defensa”.20  La ingenuidad, el oportunismo, su incomprensión de la realidad: ¿Qué lo empujaba a hablar en esos términos?  Quizá, más su valoración de las circunstancias que lo formulado en la interrogación; su comprensión de que el pueblo estaba ya cansado de guerra, de sangrientos enfrentamientos.  Pero, de igual modo, probablemente, por ese pacifismo utópico que Carlos Fonseca Amador le atribuía.  “Estos intelectuales -acota el fundador del FSLN en su obra Viva Sandino (1985)- pueden ser denominados “pacifistas utópicos”, a pesar de la probada fe con que participaron en esta etapa, hizo más factible la pérfida obra del imperialismo y los vendepatria”.21

La guerra, acusaba Salvatierra, era azuzada por periodistas sandinistas y no sandinistas.22  Admitamos que esta observación no deja de tener algún peso, dado que la mera coincidencia de los extremos  es,  o puede ser, sintomática. Es, al menos, señal de obcecación. No obstante, es mucho más sintomática la forma en que Salvatierra contraargumentó o relativizó el Protocolo de Paz que, en enero de 1933, Sandino formulara.  Al referirse al quinto punto de ese protocolo, en el cual se plantea la revisión del tratado Chamorro-Bryan, el autor, yéndose por la tangente expresa:

“... Manifesté, que no me parecía que debía considerarse como una condición “sino que son” para celebrar la paz, porque la resolución de ese asunto no era entre los nicaragüenses en donde se iba a resolver […] sino entre Nicaragua y los Estados Unidos.” 23 Esta respuesta de algún modo contrasta con la que Salvatierra dio al primer punto del protocolo en mención, atinente al conocimiento del “programa político que desarrollará el doctor Sacasa […] ; convencerse de que prescindirá absolutamente de intromisión extraña en las finanzas de Nicaragua y la determinación que tenga respecto a la […] Guardia Nacional, saber si el doctor Sacasa tiene pactos de alguna clase con los interventores norteamericanos”.24 Salvatierra, con relación a este punto, se limitó a señalar que ello estaba recogido en el mensaje que “Sacasa había leído ante el Congreso al prestar promesa constitucional”. 25

Hay algo que no puede pasar desapercibido a la hora de valorar la conveniencia o inconveniencia de la firma de la paz.  Se trata de que la Guardia Nacional, con Somoza a la cabeza, estuviera, a todas luces, en contra de que fuese firmada.  En ella, Somoza percibía un claro peligro para la existencia de ese cuerpo castrense que él encabezaba: “La paz estaba acordada en el papel, pero no en el alma de los nicaragüenses -escribe -, que contemplaban el rifle homicida en las manos de los viejos soldados de Sandino, autorizados ahora, por un convenio que pudo llevar a Nicaragua a las mayores desgracias...”  Y concluye así: “El calvario de las Segovias continuó, ahora legalizado por los dos partidos históricos”. 26

El resquicio, contemplado por Sandino, de meter en cintura a la Guardia Nacional, mediante una alianza con el Ejecutivo, fue razón suficiente para que Somoza se manifestara contrario al convenio de paz que, en parte, contemplaba la existencia de un resguardo de cien hombres proveniente del Ejército Libertario. Ese resquicio fue la base para que Sacasa consintiera la creación de una ley orgánica y que los reglamentos que regían a la Guardia Nacional se corrigieran en breve, a fin de que la existencia de este cuerpo se amoldara a la Constitución. Mientras eso se efectuara, Sacasa mantendría “en los departamentos del Norte un Delegado del Ejecutivo y de la Comandancia General a cuya orden directa daré el encargo especial de recoger todos las armas que se hallan fuera del control del gobierno, así como el de atender con solicitud a la protección de los hombres que militaron bajo el mando de usted” [Sandino]. 27 

El Delegado del Ejecutivo al que Sacasa hacía referencia era el general sandinista Horacio Portocarrero.  ¿Cómo interpretó Somoza el nombramiento? Leámoslo:
 
Se dirigió a la Presidencia a expresar su total desacuerdo con ello, puesto que significaba poner “toda la fuerza armada, comprendiendo la Guardia Nacional de los cuatro departamentos [los segovianos], bajo las órdenes inmediatas y directas del Delegado del Ejecutivo y de la Comandancia General, señor Portocarrero, o lo que era lo mismo, a las órdenes del propio Sandino, que de esa manera se hacía Jefe de la Guardia Nacional en aquella sección del país...” 28 El nombramiento en cuestión fue hecho, ni más ni menos,  el veinte de febrero de 1934. ¿Será casual que el asesinato de Sandino se perpetrara al día siguiente? 

Salvatierra refiere que las constantes tensiones que la Guardia provocó tras la firma de la paz lo llevaron a proponerle a Sandino que abandonara el país. Este último no aceptó, claro está.  Lo interesante del caso, si nos atenemos al relato del autor, es que el mismo Sacasa “tampoco lo quería; el país necesitaba a Sandino en las Segovias, para llevar adelante el plan presidencial de la paz sin sangre”.29

Las limitaciones del movimiento sandinista, según la obra de Selser y otros autores


Por coincidir en lo general en la visión que dan sobre Sandino, examinaremos a continuación lo que sobre el particular externan autores como el periodista argentino Gregorio Selser, el soviético N. Leónov y el historiador nicaragüense Amaru Barahona.

El autor Gregorio Selser ha escrito: Sandino, General de Hombres Libres, El Pequeño Ejército Loco y Nicaragua de Walker a Somoza.  Eso en lo tocante a nuestro país, aunque aún debe mencionarse su obra Apuntes sobre Nicaragua, la cual desconocemos por completo. Carlos Fonseca, quien en 1963 funda el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), reconoce con admiración cómo “una persona que en ningún instante ha respirado los aires de Nicaragua, es precisamente quien ha elaborado hasta hoy la más completa reseña de los hechos ocurridos alrededor  de la gesta de Sandino.  Se trata del argentino Gregorio Selser”. 30

En la primera obra mencionada, Sandino, General de Hombres Libres (1958), el autor, basándose en una amplia documentación periodística, explica el origen del intervencionismo estadounidense en Nicaragua, a partir de la fiebre del oro que se desató en EE.UU en 1849, cuando fueron descubiertos grandes yacimientos de ese metal en Sacramento, California. En adelante, el destino de nuestra Nación y el de Centroamérica entera, estaría marcado por las posibilidades de comunicación interoceánica, que se tornó necesidad imperiosa para Estados Unidos, al enfrentarse al reto de acortar las inmensas distancias que, en su propio territorio, había que salvar para alcanzar el codiciado oro.  Se trataba, por tanto, de encontrar una ruta más corta fuera de esa gran nación del Norte 31 No obstante, dicha obra se dedica especialmente a desenvolver, en toda su crudeza, los acontecimientos que afectaron a la nación como resultado de la intervención militar estadounidense de 1927-1933, así como a mostrarnos la respuesta heroica que nuestro pueblo dio a la misma bajo la conducción de Sandino.

El Pequeño Ejército Loco. Sandino y la Operación México-Nicaragua (1958), es una obra en la que Selser desenmascara la pretensión de ligar la lucha sandinista con la supuesta intromisión bolchevique de México en los asuntos internos de nuestro país, haciendo ver que esa acusación contra México se relacionaba más con la mira de los intereses estadounidenses en la nación azteca que con los que tenía en la nuestra. El autor estima esta obra un complemento de la primera.32 En Nicaragua de Walker a Somoza (1984), Selser hace una extensa exposición de la historia de nuestro país, en correspondencia con el título que dio a esta obra. Su estilo y contenido la asemejan mucho a la primera. En las tres obras se refleja, antes que nada, la contradicción imperialismo-nación nicaragüense, mas la figura central en ellas es Sandino, como el más grande exponente de la resistencia popular contra la intervención extranjera.

Pero entremos en materia. Nos interesa, ante todo, saber cómo mira Selser al General de Hombres Libres. Tomaremos de modelo su obra Nicaragua de Walker a Somoza, no sólo por ser la última en aparecer, sino porque los planteamientos que en ella hace no difieren, esencialmente en nada, de los que en las otras dos obras hace sobre el héroe.  “Se van los yanquis: Cesa la lucha”.  Tal es uno de los numerosos subtítulos que aparecen en este libro.  El título lo dice absolutamente todo: Selser nunca dejó de creer que Sandino tenía una sola meta: la expulsión del invasor.

“Como el mismo Jefe Guerrillero lo había reiterado con cabal franqueza, ni él era comunista ni la suya debía considerarse como una lucha inscrita en los postulados sociopolíticos marxistas.  Se proponía pura y exclusivamente la expulsión del invasor yanqui”. Y continua: “Las limitaciones nacionalistas de su ideal fueron reduciendo el magno eco con que en un principio repercutió en el ámbito mundial.  Sumaba a esta creciente orfandad, la disminución de su efectividad en el campo militar congelaba sus posibilidades internas de ampliar el radio operativo […] Las condiciones objetivas del país no daban lugar a proyecciones de mayor alcance y envergadura político sociales en ese momento, y Sandino mismo no estaba preparado para ofrecer alternativas que superaran los estrechos marcos de los partidos tradicionales”.33

Uno de los argumentos más fuertes que aduce Selser para fundamentar la poca visión política de Sandino se basa en una declaración que el “Jefe Guerrillero” hiciera sobre el armamento entregado: “Declara […] con entera inocencia, que aunque en la montaña conserva un número no precisado de rifles, el armamento de mayor importancia es el que entrega en ese momento”.34 A renglón seguido escribe: “Su buena fe o su ingenuidad [] le colocan a merced de su enemigo.  Se entrega inerme, mansamente, en la creencia de que su honestidad es la de todos, y de que su sincero deseo pacifista es comprendido, respetado y correspondido.  Así arriesgará no sólo su vida, sino la de quienes le acompañaron...”35

El autor soviético N. Leónov, por su parte, en su artículo “La Intervención de EE.UU en Nicaragua. El Movimiento Liberador bajo la Dirección de Sandino”36,  da una visión aproximada a la de Selser sobre el héroe.

“El análisis de los documentos del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, de numerosas declaraciones de Sandino y sus compañeros enseña que el acuerdo [de paz], debe apreciarse en relación con el carácter del movimiento. Este documento no difiere, en esencia, del programa de los sandinistas.  Los defectos del acuerdo que dan pie a algunos autores a hablar de “traición” se explican por los defectos del movimiento.

"Más de una vez Augusto Sandino recalcaba que era contrario a convertir la lucha antiimperialista en guerra civil.  Su fe ciega en que una vez expulsados los norteamericanos en el país sería posible la paz fue reflejo de determinada inmadurez de la clase obrera y el atraso de los campesinos, cosa típica de la América Latina de las postrimerías de los años 20 y comienzos de los 30”.

El historiador nicaragüense Amaru Barahona, a su vez, en su obra Estudio sobre la Historia de Nicaragua.  Del auge cafetalero al triunfo de la Revolución (1989) 37 señala el pluriclasismo del movimiento sandinista de 1927-1934, haciendo ver que el contingente obrero representaba “un núcleo reducido en comparación con la mayoría campesina que lo integró...”  Igualmente, hace referencia a lo que él llama “una dualidad constante” en la organización del movimiento. Militarmente “alcanzó un punto óptimo”, pero políticamente, “aunque […] logró establecer unos principios programáticos básicos, su evolución dependió de la estructura de relación caudillesca que le imprimió Sandino y, por lo tanto, marchó siempre subordinado a los alcances y a las limitaciones de conciencia de su dirigente”. 

Barahona plantea que Sandino no pudo descubrir que el retiro de los marines estadounidenses sólo significaba el paso “de las formas extremas coloniales de dominación imperialista” a “otras más sutiles de naturaleza neocolonial, y que la esencia de dicha dominación permanecía intacta”.  Además, según el autor, tampoco comprendió que la conquista de la “completa independencia nacional planteaba la necesidad de liquidar a aquellas fuerzas que sirvieron de apoyo a los interventores...”. 

Más allá de su indudable condición izquierdista, Selser, Leónov y Barahona, al considerar limitada la visión del héroe sobre el futuro de la lucha, coinciden con los erróneos planteamientos que al respecto tenía el periodista Gustavo Alemán Bolaños.

II. Sandino un revolucionario visionario


 G.U. Gilbert y C. Beals sobre Sandino

La obra de Gregorio Urbano Gilbert, Junto a Sandino (1979), se inserta en aquéllas que relatan con estilo periodístico las vivencias recogidas.  En ella, el autor describe  distintos aspectos de su propia experiencia en la lucha libertaria.  De ahí que hable de la forma en que él parte de su tierra, República Dominicana, hacia Nicaragua, para incorporarse a las filas del héroe segoviano. En su relato, se incluyen distintos aspectos de la gesta sandinista como el viaje de Sandino a México con todos los contratiempos que en este país tuvo; la ruptura con el poeta hondureño, Froylan Turcios, la propia visión que el autor tuvo de Sandino y sus hombres así como su retorno a Dominicana.


Gilbert, al hablar de esa ruptura de Sandino con Turcios, señala que el primero, a fin de sostener sus puntos de vista ante el segundo -que no estaba de acuerdo con sus planes de organizar una invasión a Nicaragua para derrocar a Moncada-, “alegó […] que con sólo la evacuación de Nicaragua por los soldados yanquis no se conseguía la libertad de la patria por razón de que quedaban sus influencias malignas y los viejos e indecentes tratados hechos con los norteamericanos por Días, Chamorro y otros traidores y había que limpiarla”.38  Esta opinión del autor, aunque influida por los mismos escritos de Sandino, fue resultado de su propio contacto con el héroe y con las personas y cosas que lo rodearon.

Carleton Beals, periodista estadounidense, autor del reportaje Banana Gold (1932), habla de todas sus peripecias para encontrarse con Sandino, pero también con sus compatriotas marines.  El héroe le pidió que dijera “a todo el mundo, sin restricción alguna, cualquier cosa y todo lo que ha visto y oído aquí […] Eso […] sería perfecto para mis planes”. 39 El periodista así lo hizo, pero igualmente mostró la otra cara de la moneda.  Cuenta que en la Legación de su país lo acosaron con preguntas y le pidieron detalles de su viaje, así como asuntos sobre Sandino y de las condiciones de aquella región. 

La pregunta que el general McCoy le formulara sobre lo que Sandino quería, lo hizo pensar que era curioso “que después de estarle haciendo la guerra por casi un año” los marines todavía no supieran cuál era el fin que aquél perseguía.  40 Beals nos dirá luego que cuando él estuvo en Nicaragua “sus ciudades estaban dilapidadas, sus edificios públicos deteriorados y sucios, tenía menos millas de vías férreas y caminos que cuando el régimen del presidente Zelaya a quien nuestro secretario de estado Knox, en gracia a inversiones personales, derrocó en 1910; ahora tiene Nicaragua menos escuelas que entonces ... “ 41 

Es precisamente a Beals a quien el general Feland confesó que, en el ejército estadounidense, la palabra "bandido", con que se llamaba a Sandino, se usaba en un “sentido técnico, queriendo decir miembro de una banda” 42

Por expresar su deseo de abrazar entre otros a Moncada, a Sandino personas como Alemán Bolaños, lo estimaron ingenuo, pero en medio de la guerra expresó a Beals: “Los marines de ustedes están resueltos a elegir a Moncada, ese maldito liberal.”43

Viva Sandino y otros escritos de  Carlos Fonseca Amador

 
Carlos Fonseca, en su obra Viva Sandino (1985), acota que para tener una visión completa de la lucha que Sandino encabezó, así como de la gloria y la tragedia que la envolvieron, es imprescindible resaltar la condición de istmo de la geografía de Nicaragua, su ubicación estratégica; valorar la fecundidad del suelo, la codicia y la soberbia del gobernante local, la gran rebeldía del pueblo y apreciar la forma en que inciden sobre el país los acontecimientos internacionales.44  No por casualidad, habla de “los más remotos antecedentes del destino histórico del pueblo nicaragüense”, mencionado en  primera instancia a Colón y a los exploradores y conquistadores que le sucedieron, quienes desde inicios de la conquista convirtieron a la tierra nicaragüense en su presa45 hecho que no se acogería de rodillas por chontales, dirianes, nagrandanos y matagalpas.46 

Más adelante, al hacer referencia a “la guerra de los indios” que estalló en Matagalpa en 1881, guerra que él estima “síntoma visible de la descomposición del sistema feudal”,  Carlos Fonseca expresa: “La “guerra de los indios” de 1881 debe anotarse como un antecedente de la colosal guerra de guerrillas que cerca de medio siglo después encabezará Augusto César Sandino. Tómese en cuenta que la zona de Matagalpa está ubicada en lo que sería uno de los extremos de la amplia región del país en que llegaron a operar los guerrilleros sandinistas”.47

Al valorar la etapa que se inicia con la retirada de los invasores estadounidenses, Carlos Fonseca sostiene que la comprensión de la misma requiere “contemplar la actitud del movimiento revolucionario internacional hacia los patriotas nicaragüenses, lo mismo que aspectos notables de la situación política interna de Nicaragua”.  48 Señala que aunque Sandino contó con una correcta táctica política, ella “no pudo estar correspondida de una adecuada estrategia política” que diera continuidad a la lucha de forma indefinida, pero el patriota contó en cambio “con un pensamiento en el que a la vez está clara su conciencia del papel determinante que desempeñó la lucha armada en la búsqueda de la definitiva independencia nacional, es también evidente su identificación con ideas avanzadas de reivindicación social”.49

De inmediato, Carlos Fonseca nos dice que no es cierto que el héroe segoviano careciera de principios programáticos, ligados no sólo a la expulsión del interventor extranjero, sino también a la eliminación de lo que lesionara la soberanía nacional. La debilidad del movimiento sandinista no estuvo, pues, en los principios programáticos sino en la estrategia de lucha y los medios para hacer realidad las metas del movimiento. Es más, dicha debilidad no la contempla Carlos Fonseca como algo subjetivo sino primordialmente como corolario de “la limitación que las condiciones generales impusieron a la lucha sandinista”.  50  Más aún, señala que a lo largo de la lucha sandinista de 1927-1934, se advierte en ella “la identificación con las ideas sociales lindantes con el socialismo”.51

Nosotros, con base en los escritos de Sandino advertimos que, en efecto, hay un pensamiento en el héroe que yendo más allá del liberalismo lo hace declarar, en mayo de 1933, su condición de “comunista racionalista” 52 ; dirá que jamás tuvo disputas ideológicas con Farabundo Martí, comunista salvadoreño que peleó en sus filas 53 y, más aún, en noviembre de ese mismo año, declararía que estaba de acuerdo con todas sus ideas. 54  Pero, bajo condiciones creadas por la intervención  militar yanqui, insistirá en que su lucha tenía un carácter de liberación nacional, antes que un carácter inmediatamente social.
  
Precisamente al periodista vasco  Ramón de Belausteguigoitia -consúltese su obra Con Sandino en Nicaragua (Madrid 1934)- al conversar con el héroe sobre temas sociales, le expresa que en distintos momentos trataron de darle a su lucha, de naturaleza nacional, un “carácter más bien social”.  Recalcaba que el movimiento que él había encabezado era nacional y antiimperialista, manteniendo la bandera de la libertad de Nicaragua y de Latinoamérica.  Ello no niega, sin embargo, que ignorara lo social y por eso agrega que su movimiento es popular y preconiza “un sentido de avance de las aspiraciones sociales”.55

Carlos Fonseca, por ello, devuelve las críticas hechas a Sandino a aquéllos que, desde la izquierda y desde lo que él llama “pacifismo utópico”, no brindaron a la lucha que el héroe encabezó el apoyo necesario.56  Sobre las consecuencias que tuvo la paz en 1933, Carlos Fonseca expresa que el carácter negativo de las mismas no dependía de las negociaciones de esa paz en sí misma “sino del cúmulo de dificultades” presentadas “lo cual truncó la perspectiva política de la lucha sandinista”. 57 En otro escrito suyo sobre el héroe, intitulado Crónica Secreta.  Augusto César Sandino ante sus Verdugos (1981), Carlos Fonseca manifiesta que de la atenta observación de “documentos  esenciales, resalta la conclusión inequívoca de que Sandino no confió para nada en la contraparte, con la que le correspondió discutir, en los meses inmediatos a la expulsión de los ocupantes armados norteamericanos”.58
 
Sandino, en efecto, habló de la persecución criminal de que eran víctimas sus soldados por parte de la guardia 59; de seguir sorteando los peligros mientras las cosas no llegaran a su punto en Nicaragua 60, e incluso de que el no viviría mucho tiempo pero que, de todos modos, quedaban sus muchachos para darle continuidad a la lucha emprendida. 61

Sergio Ramírez Mercado, destacado intelectual nicaragüense, cuando estaba del lado del Sandinismo, escribió sobre Sandino: “El Muchacho de Niquinohomo”, “Sandino Clase e Ideología”, “Vigencia del Pensamiento Sandinista”, “El Alba de los Desterrados”.  En su ensayo histórico “Sandino Clase e Ideología” anotaba  que “en última instancia lo que persiste en Sandino es el proyecto fundamental de la toma del poder.  Ninguna reivindicación social, ninguna idea de nacionalización de recursos naturales […]  ninguna idea de cambio estructural en la producción, educación, desarrollo técnico, se pudo concebir sin el desplazamiento de las paralelas históricas oligárquicas amarradas al imperialismo y sin el advenimiento de una forma de poder popular".62 En “El Muchacho de Niquinohomo”, Ramírez sostiene: “El hecho de que la Guardia Nacional entraba a cumplir un papel de ejército de ocupación no le pasaría nunca desapercibido” a Sandino. 63

Edelberto Torres Espinoza, en su obra Sandino y sus Pares (1981), hace un extenso estudio sobre el héroe nicaragüense, referido a distintas facetas de la vida y de la lucha del mismo. Es una obra ampliamente documentada lo cual le da un gran valor a su contenido. Mas nuestro objeto, en lo que atañe a esta obra, es sólo  observar la valoración que su autor da a la paz suscrita en 1933. Un sólo párrafo -que transcribimos a continuación- bastará para ello:

“Sandino tenía el hábito de reflexionar detenidamente sobre los problemas de su preocupación, la guerra, la vida ultraterrena, el destino de América, la vida del pueblo  nicaragüense  y sus causas.  Ahora tiene que afrontar el transcendental problema político de la paz.  Su decisión fue sabia y acorde con la finalidad de su pertinaz oposición armada al imperialismo: optó por la paz”.64

Una obra de Michelle Dospital

Michelle Dospital, historiadora francesa, en su obra histórica Siempre Más allá... -dedicada, como su subtítulo lo dice, al Movimiento Sandinista de 1927-1934 en Nicaragua-, ya en la introducción deja establecida la idea de que, desde un inicio, ella concibió al movimiento sandinista no sólo como una fuerza destinada a la lucha militar, sino esencialmente como un proyecto político. 65  En la misma introducción,  plantea que los principios básicos del proyecto “eran la independencia, la identidad nacional y la justicia social”, siendo también un proyecto transcontinental relativo a la integración latinoamericana.66

Más adelante, desde una posición muy distinta a la que mantiene Gustavo Alemán Bolaños, al que ya hicimos referencia más atrás, Dospital considera “que el movimiento sandinista tuvo una influencia nada despreciable sobre el cambio de política de los Estados Unidos en América Latina”.  Pero, a su parecer, el retiro de los marines del territorio nicaragüense  “respondió al cambio de política estadounidense en América Latina”.  En los años veinte, Estados Unidos concibió un cambio en su estrategia de dominación sobre Latinoamérica sin tener que recurrir a su maquinaria bélica.  Y aunque la llamada Buena Vecindad fue puesta en práctica a partir de que, en 1933, Roosevelt ascendiera al poder en Estados Unidos, la preparación de esta estrategia de dominación “fue muy anterior 67

Estimamos atinada la tesis de la autora en cuanto a que las diferencias entre Sandino y Martí fueron de percepción política 68.  Mas a ello añadimos que no fueron ideológicas, que se circunscribieron al plano de la estrategia de lucha, tal como lo señalamos más atrás.  Pero no podemos decir lo mismo, aparentemente al menos, de sus diferencias con Hernán Laborde y lo que Sandino llamó “su camarilla” de “conservadores furibundos” que encabezaban al Partido Comunista Mexicano (PCM), añadiendo que por el comunismo mexicano sí guarda aprecio y respeto. 69  En este mismo orden de cosas, hay que ubicar los planteamientos que Sandino hace sobre los obreros y campesinos, a quienes estima la única fuerza dispuesta a llegar hasta el fin 70; sobre el carácter irreconciliable de la lucha entre opresores y oprimidos 71 y sobre el supuesto que en Nicaragua se desencadenaría la guerra que a escala mundial los primeros librarían contra sus opresores. 72 

A nuestro parecer, es acertada la afirmación que la autora hace de que “para comprender las causas de la ruptura entre Sandino y el movimiento comunista hay que remontarse a 1929, cuando Sandino es recibido por el gobierno mexicano”. 73 El PCM estimaba que la burguesía y la pequeña burguesía no sólo eran contrarrevolucionarias sino también “los principales enemigos a combatir.”  En estas circunstancias,  era comprensible que el PCM viera con desconfianza que Sandino llegara a México.74  Por otra parte, no se podía esperar que el héroe atacara al gobierno mexicano, dado que la Constitución mexicana prohibía a los extranjeros inmiscuirse en los asuntos internos de México, amenazando con la cárcel a quien violentara dicha prohibición.75  A pesar de la ruptura con el PCM, dice bien Dospital, Sandino “nunca negó sus simpatías por las ideas socialistas”. 76 Ello, sin embargo, contradice lo que la autora dice más adelante. Basándose en una declaración que el héroe brindó a un periodista en 1933, la autora sostiene el apego de Sandino al liberalismo. 77 

Un escrito, por ejemplo, a sus hombres, a Sacasa y una declaración pública son distintas cosas en lo que a su interpretación se refiere. En la correspondencia a sus hombres, Sandino se expresa sin protocolos, pero ante otras fuerzas se veía obligado a considerar los prejuicios sociales imperantes. Es más, su interpretación del liberalismo, vista detenidamente, representa una concepción contra esta corriente burguesa. No en vano en una carta dirigida en enero de 1930 a Hernán Laborde expresa:

“hemos logrado con nuestra actitud reorientar la lucha nacionalista por el Partido Liberal, y como usted comprende, el liberalismo reúne en sus filas distintas capas sociales y si en estos momentos hacemos diferenciaciones entre esas capas, solamente iremos contra la lógica en nuestro propio perjuicio”. (78) De algún modo, podemos así compartir la tesis expresada por Jorge Turner, destacado intelectual panameño de izquierda, en la conmemoración del cuadragésimo primer aniversario del asesinato de Sandino, al llamarlo “lúcido leninista práctico”. 79 

A partir de las difíciles circunstancias internas y externas que tras el retiro de los marines se evidenciaron o agudizaron, Dospital ubica correctamente las causas que obligaron a Sandino a firmar la paz. 80 Ella, por otra parte, estima que la lucha de Sandino no culminó con la firma de la paz, sino que pasó del plano militar al plano civil. 81

Conclusiones:     

1.   La derecha somocista no logró jamás su objetivo de denigrar a Sandino.  La obra El Verdadero Sandino o El Calvario de las Segovias[*], quizás el mayor esfuerzo intelectual en esa línea, lejos de lograr ese objetivo, descubre, sin querer, al Sandino héroe, al hombre que salvó el honor de Nicaragua al levantarse en armas en contra de la intervención estadounidense sobre nuestro país, en el período 1927-1934, iniciando con su gesta la primera etapa del proceso revolucionario nicaragüense, toda vez que con él, como escribía Sergio Ramírez, “los descalzos, los patarrajada, los fundilloroto, los mengalos, los indios analfabetas, se hacían cargo de la historia y la iluminaban con sus hazañas”. 82

2.  Carece de fundamento toda pretensión de reducir la lucha que Sandino encabezó a la simple expulsión de los marines estadounidenses del suelo patrio.  El héroe de las Segovias no careció de principios programáticos claros, al contrario, se identificó con las ideas sociales lindantes con el socialismo como dijera Carlos Fonseca Amador; se planteó un proyecto político cuyos principios básicos fueron, al decir de Michelle Dospital,  “la independencia, la identidad nacional y la justicia social”.  Añádase a ello su proyecto transcontinental cuyo norte fue el logro de la integración latinoamericana, a lo que hoy debemos llamar integración nuestraamericana.

3.  La paz suscrita en 1933 debe comprenderse no como resultado de limitaciones del movimiento de Liberación Nacional que Sandino encabezó, sino como algo impuesto por las condiciones internas y externas que, tras el retiro de los marines estadounidenses, envolvieron a la lucha armada del pueblo nicaragüense.  Por otro lado, Sandino, al transitar de la lucha armada a la lucha política, se trazó como objetivo la eliminación o, al menos, la total transformación de la Guardia Nacional en una auténtica fuerza patriótica.  Para ello, se valió de la posibilidad de aislarla, posibilidad que su relación con el gobierno sacasista encerraba, gobierno al que ofreció el resguardo de sus hombres ante el peligro que para ese poder del Estado implicaba la Jefatura del cuerpo armado.
                                  
Notas:


1.  Alemán Bolaños, Gustavo. Sandino el Libertador. Editorial Nueva Década. San José, Costa Rica, 1980. p. 9.
2. ibíd. p. 11.
3. Ibíd. p. 159.
4.  Ibíd. p. 155.
5. Ibíd. p. 156.
6.  Ibíd. p. 159.
7. Ibíd. pp. 160-161.
8.  Ibíd. p. 164.
9.  Ibíd. p. 167.
10. Ibíd. p. 172.
11. Ibíd. p. 211.
12.  Sofonías Salvatierra. Ob. cit. p. 98.
13.  Ibíd. p. 99.
14.  Ibíd. pp. 100-101.
15.  Ibíd. p. 103.
16.  ibíd. p. 106.
17.  Ibíd. p. 108.
18.  Ibíd. p. 115.
19. Alemán Bolaños, Gustavo. Ob. cit. pp. 205-244.+
20.  Salvatierra, Sofonías. Sandino o la Tragedia de un Pueblo.  Talleres Litográficos Maltez Representaciones, S.A. Marzo de 1980.  p. 126.
21. Fonseca Carlos. Obras. Tomo 2. Viva Sandino. Recopilación de textos del Instituto Estudios del Sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua. 1985. p. 67.
22. Salvatierra, Sofonías. Ob. cit. p. 129.
23.  Ibíd. pp. 135-147.
24. Ibíd. p. 135.
25. Ibíd. pp. 138-139.
26. Somoza A. Ob. cit. pp. 454-455.
27. Ibíd. p. 561.
28. Ibíd.
29. Salvatierra, Sofonías. Ob. cit. p. 231.
30.  Fonseca, Carlos. Obras. Tomo 2. Ob. cit. p. 22.
31.  Selser, Gregorio.  Sandino General de Hombres Libres. Tomo I.  Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1981. pp. 24-25.
32. Selser, Gregorio.  El Pequeño Ejército Loco. Sandino y la Operación México Nicaragua.  Editorial Nueva Nicaragua. 1986. p. 384.
33. Selser Gregorio.  Nicaragua de Walker a Somoza. Ob. cit. pp. 193-194.
34. Ibíd. p. 199.
35. Ibíd. pp. 199-200.
36. Leónov, Nicolai.  La intervención de EE.UU en Nicaragua. El movimiento liberador bajo la dirección de Sandino.  En: Nicaragua: Glorioso Camino a la Victoria.  Redacción "Ciencias Sociales Contemporáneas".  Academia de Ciencias de la URSS, Moscú 1982.
p. 51.
37. Barahona, Amaru. Estudio sobre la Historia de Nicaragua. Del auge cafetalero al triunfo de la revolución. INIES, 1989.  pp. 42-45.
38.  Gilbert, Gregorio U. Junto a Sandino.  Editora Alfa y Omega", Santo Domingo, República Dominicana, Marzo de 1979.  pp. 146-147.
39. Beals, Carleton.  Banana Gold. Editorial Nueva Nicaragua 1983. p. 90.
40. Ibíd. p. 105.
41. Ibíd. p. 112.
42.- Ibíd. p. 116.
43. Ibíd. p. 124.
44. Fonseca, Carlos. Tomo 2. Ob. cit. p. 22.
45. Ibíd. p. 89.
46. Ibíd. pp. 22-23.
47. Ibíd. p. 34.
48. Ibíd. p. 66.
49. Ibíd. pp. 67-68.
50. Ibíd. p. 60.
51. Ibíd. p. 68.
52. Sandino, Augusto C. El Pensamiento Vivo. Introducción y notas de Sergio Ramírez. Editorial Nueva Nicaragua, Managua 1984. Tomo 2. p. 338.
53.  Román, José. Maldito País.  Ediciones el Pez y la Serpiente.  Managua, Nicaragua, 1983.  p. 137.
54. Sandino, A.C. Ob. cit. Tomo 2. p. 366.
55. Belausteguigoitia, Ramón.  Con Sandino en Nicaragua.  Editorial Nueva Nicaragua. 1981. p. 181.
56. Fonseca, Carlos. Tomo 2. Ob. cit. pp. 73-75.
57. Ibíd. p. 77.
58. Fonseca Carlos. Obras.  Tomo 1. Bajo la bandera del sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua. Colección Pensamiento vivo. Managua, Nicaragua. 1981.  p. 412.
59. Sandino, Augusto C. Ob. cit. Tomo 2. p. 356.
60. Salvatierra, Sofonías. Ob. cit. pp. 233-234.
61. Sandino, Augusto C. Ob. cit. Tomo 2. p. 381
62. Ramírez, Sergio. Sandino: Clase o Ideología. En: El Alba de Oro. La Historia Viva de Nicaragua.  Siglo veintiuno editores, segunda edición, 1984. p. 135.
63. El Muchacho de Niquinohomo. Ibíd. p. 50.
64. Torres, Edelberto. Sandino y sus pares.  Editorial Nueva Nicaragua. Febrero de 1983. p. 278.
65. Dospital, Michelle. Siempre Más allá... El movimiento Sandinista en Nicaragua 1927-1934. Instituto de Historia de Nicaragua (IHN) Managua, Nicaragua, Julio de 1996. p. 13.
66. Ibíd. p. 15.
67. Ibíd. pp. 41-42.
68. Ibíd. p. 57.
69.  Sandino, A.C. Ob. cit. Tomo 2. p. 133.
70.  Ibíd. p. 76.
71. Ibíd. p. 71.
72. Ibíd. p. 147.
73. Dospital, Michelle. Ob. cit. p. 68.
74. Ibíd. p. 68.
75. Ibíd. p. 71.
76. Ibíd. p. 85.
77. Ibíd. p. 110.
78. Sandino, Augusto C. Ob. cit. Tomo 2. p. 31.
79. Turner, Jorge. Sandino y la Liberación de América Latina.  En: Sandino y la Liberación de América Latina.  Comité mexicano de solidaridad con el pueblo de Nicaragua.  Editorial Solidaridad S.L.C. Zacatecas.  México 1976. p. 29.
80. Dospital, Michelle. Ob. cit. pp. 127-129.
81. Ibíd. pp. 130-134.[147].
82. Ramírez Sergio. Sandino clase e ideología.  Ob. cit. p. 138.



[*] Esta conclusión corresponde a la primera parte del presente ensayo a la que llamamos  “Somoza García contra los patriotas sandinistas”. http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2009/08/somoza-garcia-contra-los-patriotas.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Vistas de página en total