¡Adiós, señor!
Son tus palabras:
horizonte, lontananza;
donde la mirada triste,
del campesino casi ciego,
creyó ver la silueta de un hombre.
Son tus palabras:
el combustible que quema
lo que quedaba de tus sueños.
Son tus palabras:
la partida sin rumbo de tu memoria;
el color del cielo,
con su faja de nubes,
ya no te recuerda nada.
Son tus palabras:
el genio que ora duerme,
que ora despierta;
mientras la dignidad
¡esa orgullosa!
Se durmió para siempre.
Los poetas tienen patria:
su propia poesía.
Una patria florida
de gamonales vestidos de blanco;
mientras la mayoría analfabeta
duerme en el exilio.
Desde la altura de su zigurat,
se niegan a voltear
la mirada a la verdad.
Los poetas tienen patria:
su propia megalomanía.
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