La cara brutal del neocolonialismo en Afganistán
Por: Bill
Van Auken
| Domingo, 14/04/2013 10:38 AM |
El secretario de Estado
estadounidense John Kerry ha hecho una serie de declaraciones aparentemente en
señal de duelo por la muerte de la agente del ministerio de Exteriores de 25
años Anne Smedinghoff, una de los cinco estadounidenses, incluidos tres
soldados, muertos el pasado sábado [6 de abril] en un atentado con un coche
bomba en la provincia de Zabul al sur de Afganistán.
La muerte de una persona tan joven es
trágica, como lo ha sido la muerte de los casi 2.200 soldados estadounidenses
muertos en los once años de guerra y ocupación [de Afganistán]. Sin embargo, el
objetivo de las palabras de Kerry no es tanto reconfortar a los apesadumbrados
familiares y amigos como justificar y defender la guerra que ha costado la vida
de esta joven.
Kerry afirmó que esta muerte
presentaba “un fuerte contraste a ojos de todo el mundo entre dos grupos de
valores muy diferentes”. “Por una parte”, afirmó, había “una valiente joven
estadounidense […] decidida a avivar la luz del conocimiento por medio de
libros escritos en la lengua nativa de los estudiantes a los que ella nunca
conoció pero a los que se sentía obligada”, mientras que en el otro lado había
“cobardes terroristas decididos a traer la oscuridad y la muerte a unos
completos desconocidos”.
El
mismo día en que Anne Smedinghoff perdió la vida un ataque aéreo estadounidense
mató al menos a 18 personas, incluidos 11 niños de edades comprendidas entre
unos meses y ocho años. Seis mujeres resultaron gravemente heridas en el ataque.
Kerry
no pronunció una sola palabra de simpatía por la pérdida de estas jóvenes vidas
ni tampoco por sus padres que los lloraba. No hay ni que decirlo, la muerte
de estos once niños no recibió ni una centésima parte de la cobertura dada a la
de la diplomática estadounidense en los medios de su país que,
como siempre, desprecia las vidas afganas.
Vale la pena recordar que el nuevo
secretario de Estado estadounidense y exsenador democrático por Massachusetts
empezó su carrera política como joven veterano que denunció públicamente la
Guerra de Vietnam War. Kerry, ahora la persona más rica del Senado,
se dedica a promocionar y lavar la imagen de las nuevas guerras imperialistas
de agresión y a encubrir el mismo tipo de atrocidades que una vez intentó
denunciar.
La retórica de Kerry acerca de que
Estados Unidos lleva desinteresadamente la luz y el “futuro” a Afganistán y de
que aquellos que resisten a Washington son cobardes, terroristas y las fuerzas
de la oscuridad es tan vieja como el propio colonialismo. Los franceses en
Argelia e Indochina, los británicos en India, África y otras partes, y las
demás potencias europeas que conquistaron más de una cuarta parte de la
superficie de la tierra durante las tres últimas décadas del siglo XIX
utilizaron todos ellos un lenguaje prácticamente idéntico que proclamaban sus
principios civilizadores y humanitarios mientras saqueaban estas tierras y
masacraban a sus pueblos.
El prolongado enfrentamiento de Afganistán con el imperialismo estadounidense
dura ya más de tres décadas y culmina en los últimos once años de ocupación
militar estadounidense directa y control semicolonial de su corrupto gobierno
instalado por Estados Unidos. ¿Qué “luz” y “futuro” ha traído Estados Unidos al
pueblo afgano?
Desde 1979 bajo el gobierno
democrático del presidente Jimmy Carter el imperialismo estadounidense inició
una política criminal cuyo objetivo era desestabilizar el régimen prosoviético
de Kabul y provocar así una intervención militar soviética. Como explicó
entonces Zbigniew Brzezinski, asesor
de seguridad nacional estadounidense, el objetivo era “dar a la URSS su Guerra
de Vietnam”. Esta política demostró ser un éxito pero el pueblo afgano fue su
daño colateral. Las maquinaciones de Washington desencadenaron una guerra civil
que ha seguido hasta hoy en día y que ha costado la vida de millones de
afganos.
A través del suministro de armas,
asesores y dinero de la CIA Washington trabajó codo con codo con islamistas
afganos y extranjeros, incluidos tanto el millonario saudí Osama ben Laden
(cuyo nombre la mayoría de los estadounidenses solo conocieron después del 11
septiembre de 2001) como todos los fundadores de los talibán y de otras
milicias contra las que ahora están luchando las fuerzas estadounidenses en
Afganistán.
Por lo que se refiere a los años de ocupación estadounidense, Washington ha
empleado más de 100.000 millones de dólares en la “reconstrucción” de
Afganistán, pero los auditores del gobierno solo pueden dar cuenta de apenas un
10% de este dinero. La mayor parte ha ido a manos de contratistas,
colaboradores corruptos, desde los “Karzai” hacia abajo.
Al cabo de una década bajo la tutela
de Washington las condiciones en Afganistán son tan desesperadas como siempre, si
no más. La esperanza de vida sigue siendo de 44.5 años para los hombres y 44
años para las mujeres. La tasa de mortalidad maternal es una de las más altas
del mundo (1.600 muertes por 100.000 niños nacidos vivos) y más de la mitad de
los niños menores de cinco años están desnutridos.
Uno de cada tres afganos vive en la
pobreza, incapaz de satisfacer las necesidades mínimas de la vida diaria y se
calcula que el 40% de la población está en paro. Unos estudios indican que el
65% de los afganos padecen estrés y otras formas de enfermedad mental a
consecuencia de esta guerra interminable.
Supervisando esta catástrofe humanitaria hay una
colección de matones y señores de la guerra a los que las armas estadounidenses
mantienen en el poder y que se aprovechan tanto de la ayuda exterior como del comercio
del opio afgano, que equivale a más del 90% del suministro
mundial.
El imperialismo estadounidense no está en Afganistán para luchar contra el
terrorismo (este argumento ha sido completamente rebatido ya que Washington se
ha aliado con milicias vinculadas a Al Qaeda en las guerras por el cambio de
régimen en Libia y Siria) ni para llevar la “luz” al pueblo afgano. Al igual
que en Oriente Próximo y África, intervino ahí para reafirmar la hegemonía de
Washington frente a sus rivales europeos y asiáticos (en particular, China) en
regiones del mundo que son vitales desde el punto de vista geoestratégico,
además de ricas en fuentes de energía.
Aunque el gobierno Obama ha anunciado
que el plazo formal para la retirada de las tropas estadounidenses de
Afganistán es finales de 2014, está negociando con el régimen del presidente Hamid Karzai para mantener
indefinidamente a miles de soldados y bases estadounidenses en Afganistán.
Estas fuerzas incluirán tanto comando de operaciones especiales para seguir
persiguiendo y asesinando a quienes se resistan a la dominación estadounidense,
como adiestradores y asesores para dirigir las fuerzas títeres afganas y, por
supuesto, una fuerza aérea para seguir con el tipo de ataques aéreos que
asesinó el pasado sábado a once niños en la provincia de Kunar.
El objetivo de Washington es mantener Afganistán como base para lo que el
Pentágono denomina “proyección de poder” en la cuenca del Caspio con sus vastas
reservas de petróleo y gas, y en contra tanto de Rusia como de China. Esta
estrategia contiene las semillas de un conflicto global mucho mayor y más
catastrófico.
La lucha por el futuro del pueblo de
Afganistán y de la clase trabajadora de todo el mundo depende de que resucite
un genuino movimiento en contra de la guerra y del neocolonialismo basado en la
movilización independiente de la clase trabajadora contra la fuente de ello, el
sistema capitalista del beneficio.
PARA MUESTRA UN BOTÓN MAS DE LA DOBLE MORAL DE LOS USA.
ResponderEliminarSUS MUERTOS SI VALEN, LOS NINÑOS Y MUJERES AFGANAS SON NI SIQUIERA DE SEGUNDA CATEGORIA, SON VICTIMAS COLATERALES EN LA LUCHA CONTRA EL TERRORISMO.
ASI SE LES LLAMA. EN TERMINOS IMPERIALISTAS EL FIN , JUSTIFICA LOS MEDIOS . QUIEN LO DIJO? SOY UN LORO. AH.ME ACORDE MAQUIAVELLO. SLDES MANUEL MONCADA.
Se agradece el comentario, atinado y justo.
EliminarManuel Moncada Fonseca