José María Moncada en su Dimensión de Dirigente Político
1. Tratamiento al régimen de Zelaya
Manuel Moncada Fonseca
La oposición de derecha
En sus Memorias de la Revolución contra
Zelaya, Moncada insistentemente llama déspota a José Santos Zelaya. Y, en
efecto, el régimen liberal de 1893-1909, ha sido caracterizado, por autores de
diversas tendencias políticas, como un régimen dictatorial. Sin embargo, no
todos los que lo han catalogado de esa forma han compartido el injerencismo
estadounidense en su contra. Examinemos primero opiniones a favor de ello.
La autora Shirley Christiam, en su libro Revolución
en la familia, anota que antes de Zelaya hubo en Nicaragua un período
de paz relativa, hasta que este mandatario transformó a Nicaragua en una “incómoda
dictadura”; comenzó a entrometerse en los asuntos internos de las
restantes naciones centroamericanas; intentó que otros gobiernos construyeran
un canal interoceánico por Nicaragua, cuando Estados Unidos había decidido
hacerlo en Panamá. Además, ejecutó a dos estadounidenses que servían en las
filas rebeldes.1
Conozcamos las razones de la oposición de los conservadores a Zelaya:
Según Emiliano Chamorro, ellos no hacían más que rebelarse contra un régimen que, a su parecer, violaba los derechos ciudadanos, tales como la libertad de expresión, la libertad electoral y la alternabilidad en el poder.2
Líderes antizelayistas en 1909, de pie: José María Moncada y Adolfo Díaz; sentados: Luis Mena y Carlos Cuadra Pasos.
Carlos Cuadra Pasos, por su lado, amén de rechazar la hostilidad del zelayismo a la iglesia católica, revela que la tempestad que este régimen liberal desató sobre los bienes de sus correligionarios, no fue un simple arrebato demagógico como el de Cleto Ordóñez; ni tampoco un traspaso de bienes con miras a cambiar la jerarquía social, como el de William Walker. Su naturaleza fue “claramente dictatorial.” Y “nada mueve más a un hombre contra otro –escribe-, que el deseo de recuperar un bien perdido.”3
No obstante, con el ánimo de desenmascarar al Partido Conservador, al que antes sirviera decididamente, Narciso Arrellano -personaje por lo visto muy ligado a la jerarquía de esa fuerza política- publicó una serie de documentos que muestran las intrigas conservadoras contra el régimen liberal de José Madriz, sucesor de Zelaya.
Entre esos documentos, había una carta que él dirigiera a Costa Rica, el 11 de julio de 1910, al Dr. Adán Cárdenas, expresándole, entre otras cosas, que, de no llegarse a un arreglo inmediato con Madriz, la secesión de la Costa sería un hecho.4 Y, en carta del 13 de Julio de 1910, dirigida nuevamente a Cárdenas, manifiesta la urgencia de que los conservadores consiguieran dinero a toda costa, aunque hubiera que comprometerlo todo, porque de frente estaba “el espectro de la esclavitud.”5
Sin embargo, en carta al General Célio Barreto,
fechada el 16 de julio de 1911, confiesa haber sido inexacto al asegurar que,
en la penitenciaría, a los presos se les había encadenado, golpeado y aplicado
descargas, que eso no fue cierto, como tampoco lo fueron muchas cosas que él
había dicho contra el Gobierno del doctor Madriz y su partido.6 Es de suponer que contra Zelaya el
conservatismo procedió de forma parecida.
La oposición progresista
Abordemos ahora la posición de los que, desde un plano de izquierda o de centro, podían atacar o atacan hoy a Zelaya o incluso a Madriz, su sucesor, sin que ello implique o implicara la aceptación de la intervención estadounidense en parte alguna del continente americano, como sí lo hace Moncada. Veamos qué nos dicen.
Para el autor argentino Gregorio Selser, Zelaya
combinaba su condición de déspota “con su férvido nacionalismo”, estimando
que este mandatario hubiera aceptado la intervención de potencias extranjeras
en las disputas de Nicaragua con sus países vecinos, siempre y cuando ello no
lesionara su poder.7
El autor soviético V.I. Yan llama dictador a José Santos Zelaya. Pero no por ello deja de criticar a la United Fruit Company, por colocarse abiertamente al lado de los que le adversaban, facilitándoles sus barcos y otros navíos estadounidenses y llevándoles personas y armamentos con la venia de los representantes del Departamento de Estado en América Central.8
De alguna forma, hasta en el mismo Benjamín Zeledón se advierte la idea del carácter despótico del Gobierno zelayista, al anotar que Estados Unidos había sentado un hecho sin precedente en derecho internacional al suprimir “los despotismos interiores de un país para establecer despotismos exteriores.”9
Rosendo Argüello escribe que Nicaragua entera
celebró el levantamiento del General Juan José Estrada, apoyado por liberales y
conservadores, contra el despotismo zelayista. Pero, nadie imaginó,
agrega, que esos mismos hombres, al adueñarse del poder, azotarían a la nación,
robarían sus tesoros y su honra, le conculcarían sus derechos y la sumirían en
la más inicua dependencia. Y concluye: “Por detestable que fuera Zelaya
no incumbía a los Estados Unidos meterse en nuestros negocios internos.”10 En otro escrito, empero, Argüello llama
progresista y dictatorial al régimen zelayista.11
Durante el régimen burgués-nacionalista de 1893-1910, Nicaragua no fue, ni por cerca, un paraíso. Mas, pese a las acusaciones que recayeron sobre él, provenientes de conservadores, liberales e interventores estadounidenses y, de manera particular, de personas como José María Moncada, no se puede negar el sentido de progreso que le fue impreso al país durante ese período de su historia, progreso sólo interrumpido por la intervención estadounidense.
El General Agusto C. Sandino y el periodista español Ramón Belausteguigoitia en San Rafael del Norte, 1933
Al respecto de Zelaya, Ramón de Belausteguigoitia escribe: “Dígase lo que se quiera de su sentido reeleccionista fue un hombre de acción que prometió llevar a su pueblo a una altura envidiable.”12
Carlos Quijano no se pone a averiguar si Zelaya fue
o no mal gobernante. Eso no interesa, nos dice, ni debió interesar a ningún
gobierno del mundo. Sí interesa que el ex gobernante se hubiera convertido en
un obstáculo para la expansión imperialista de Estados Unidos.13
Gregorio Selser, valorando la caída del régimen
zelayista, escribe que en ella debe buscarse el remoto origen del somocismo. Y
muestra que la razón de la oposición estadounidense contra el régimen de
1893-1910, se vincula estrechamente con la Diplomacia del Dólar. Ésta política
buscaba suplantar en Centroamérica y el Caribe la presencia de países como Gran
Bretaña, Alemania, Holanda, Francia e Italia, que habían sido, hasta entonces,
los que, habitualmente, proveían de préstamos a las repúblicas americanas que
el Norte estimaba su Mediterráneo, desde su guerra victoriosa con España en
1898.14
En correspondencia con lo que se acaba de expresar, William Taft, padre de la "Diplomacia del Dólar", en diciembre de 1912, en su informe al Congreso, dijo que la diplomacia de su Gobierno pretendía responder a las exigencias del comercio contemporáneo y se caracterizaba por el hecho de sustituir el garrote por los dólares.15
Sandino, ya en plena Guerra de Liberación Nacional
(1927-1934), comprendiendo el estrecho nexo entre la intervención
estadounidense y los intereses materiales de sus principales promotores,
atacaría con fuerza esos intereses, tal como lo hizo con la mina La Luz,
que sabía que pertenecía, en parte, al ex Secretario de Estado Knox.16 Según José María Castellón Lacayo, en una
carta-folleto, datada en Managua el 1º de noviembre de 1961, “la
verdadera causa de la nota Knox fue la cancelación de la concesión Emery en la
Costa Atlántica, cuyo abogado era M. Knox, uno de los grandes perjudicados con
la cancelación.”17
Carleton Beals
Carleton Beals observa que después de dieciocho años de intervención económica, política y militar de Estados Unidos, Nicaragua, en relación con la época zelayista, se encuentra en una situación de verdadera miseria: sus calles están dilapidadas, sus edificios públicos deteriorados, con menos millas de vías férreas y caminos; con menos escuelas, con una Costa Atlántica que ha visto reducirse las escuelas públicas de 40 a menos de seis; con un río San Juan y un Lago de Nicaragua reducidos casi a la nulidad después de haber sido grandes arterias comerciales del país. Nicaragua bajo el tutelaje de Estados Unidos es el más miserable de todos los países de Centroamérica.18
Valorando la realidad nicaragüense bajo el régimen
conservador impuesto por la intervención foránea, Quijano concluye que la
política interna y externa de Nicaragua, su vida económica, su organización
financiera, se encuentran bajo el control de Estados Unidos, que se encarga de
quitar y poner presidentes; de organizar y vigilar las elecciones; de hacer la
paz y la guerra; de dirigir las fuerzas militares; de utilizar Nicaragua como
instrumento para sus relaciones con Centroamérica; de definir sus gastos y las
entradas del Estado. Dominando absolutamente el país, Estados Unidos, sin
necesidad de anexarse su territorio, obtiene las ventajas de una anexión, pero
sin los peligros que ella encierra.19
Por algo, el general Smedley Butler, que estuvo al
mando de la ocupación militar de Nicaragua en 1912, al retirarse, dijo que se
sentía avergonzado y deshonrado por todo lo que había tenido que hacer en
contra de pueblos indefensos. Todo“para beneficio de los banqueros de Wall
Street, de mercaderes, de estafadores y políticos que sólo buscaban enriquecerse
utilizando el pabellón de Estados Unidos.”20
Rechazo de
Moncada al régimen zelayista
A diferencia de los
autores que acabamos de citar, Moncada vio como algo por completo justificable
el rechazo de los mandatarios estadounidenses al régimen zelayista. De allí que
se encargara de reproducir, en el ámbito local, los ataques orquestados internacionalmente
contra ese régimen.
Por mandar a asesinar “sin formula, ni proceso” a los estadounidenses Cannon y Groce -sostiene-, Zelaya fue puesto en entredicho por la civilización.21 Se trata en esencia del mismo argumento que, como veremos, utiliza Cuadra Pasos contra el mismo ex mandatario.22 De allí que el Gobierno de Estados Unidos interviniera contra él y lo declarara fuera de la ley. A la par, estaba desacreditado en toda Nicaragua. Y el pueblo, cansado de él, deseaba un cambio.
Y aunque Moncada reconoce que la intervención
estadounidense le hizo un favor a la revolución, obligando a Zelaya a separarse
del poder en diciembre de 1909, sostiene que, aún sin ello, su régimen hubiera
sido arrojado del poder con más facilidad que el de Madriz, quien, a diferencia
de su antecesor, aparecía ante los pueblos como salvador y pacificador.
Según Moncada, al precipitarse la caída de Zelaya,
la guerra no iba sino a comenzar nuevamente, con más empeño y más afán, pues
Madriz dispuso de miles de hombres que sacó de occidente para batir a los
revolucionarios. Lamentablemente, dice, el pueblo sacrificado, debido a su
ceguera, no lo maldijo; y hasta en ciudadanos esclarecidos y cultivados tuvo
defensores. Zelaya, en cambio, sí fue mal visto. Aprendió a robar y a dilapidar
de Fernando Sánchez y de José Dolores Gámez, y esto se puso en su contra. Las
provisiones que enviaba a sus hombres quedaban en manos de los jefes de
transporte, en las de los jefes de tropas y hasta en las de sus amantes. Terminaban
vendidas a los soldados.
Durante el zelayismo, acota, todo se corrompió
desde sus mismas entrañas. Dominaba el monopolio en todo. El tirano, sus
cómplices y partidarios, se apropiaban del dinero nacional. Pero fue tal la
codicia de sus más grandes allegados, como Rodolfo Espinoza, José Madriz, José
Dolores Gámez que, conociendo la disposición estadounidense de librarse de
Zelaya, se aventaron a disputarle la presa, es decir Nicaragua.
El tirano había cedido a la Steamship Co. el derecho de navegación por el Río Escondido, por eso, esta compañía dominaba el río como si fuera su dueña. Con ello, se vieron afectados los plantadores de banano, quienes se vieron obligados a vender a los concesionarios la fruta al precio que éstos impusieran. El negocio dejaba a Zelaya más de treinta mil pesos anuales.
La compañía se volvió poderosa, estaba en poder de
hombres mañosos y astutos; gozaba de la protección de su abogado Zenón Rafael
Rivera, quien era intendente y ministro. Este personaje le tenía amor a la
causa conservadora, pero amaba aún más a la compañía. Concediéndose a ésta el
derecho exclusivo sobre el banano, los plantadores sufrieron una “lenta
e implacable consunción de sus haberes”, lo que fue un “robo a mano
armada.” El gran ganador fue Zelaya, ya que prácticamente todo
-productos de aduanas, venta de tierras, el dinero que esa compañía aportaba
anualmente- pasaba, con cinismo inaudito, a sus manos.
La Costa se estaba, entonces, consumiendo, y como la mayoría de sus habitantes no se componía de esclavos sino de pequeños propietarios –que, al parecer del autor, en cualquier rincón del mundo luchan por la libertad de los pueblos-, en ella, se optó por las armas, lo que fue precedido por “una larga y temerosa huelga.” Se reveló así su vigor, la fuerza que ella encierra, la perseverancia de los plantadores y, gracias a ello, se pudo prever “el resultado de la revolución.”23 Es curioso que a la par de condenar al régimen de Zelaya, Moncada, en unas declaraciones, haga ver que fue un ciudadano estadounidense el que obtuvo las concesiones del río Coco que le valieron muchos millones a los banqueros de Pittsburg.24
2. Posición de Zelaya ante sus detractores
Antes de retomar los planteamientos de Moncada
sobre lo que fue la revolución contra Zelaya, haremos un breve recorrido por
las refutaciones que este último hiciera, en su libro La Revolución de
Nicaragua y los Estados Unidos, a los señalamientos en contra de su
régimen hechos, particularmente, por el Secretario de Estado Philander Knox. Le
costó creer, refiere en su obra, que Juan José Estrada se hubiera alzado
en armas, porque pertenecía a una familia liberal y porque había sido leal a su
Gobierno. Además, lo había recién nombrado Gobernador Intendente de la Costa
Atlántica, después de tener bajo su responsabilidad el Ministerio de
Guerra.
Acusado por Knox de mantener a Centroamérica “en
constante inquietud y turbulencia” desde la firma de las convenciones
de Washington de 1907, Zelaya manifiesta que, según estas convenciones, en la
Corte Arbitral de Cartago se acusaría al que perturbara la paz de cualquiera de
los países firmantes. Pero ninguna de las naciones centroamericanas recurrió en
su contra ante esa corte. Los demás gobiernos del istmo, coligados contra su
país, sí violentaron lo suscrito. Y Knox, al dar respaldo oficial al Gobierno
provisional de los conservadores, también lo estaba haciendo.
Zelaya sostiene como infundio de Estrada Cabrera que las instituciones republicanas hubieran dejado de existir durante su administración; dice que mientras en Nicaragua no se había registrado ningún fusilamiento motivado por delitos políticos, se sabe que, en Guatemala y El Salvador, el que llega a la cárcel por segunda vez, sólo muerto sale de ella. Y aunque afirma que la opinión pública y la prensa no habían sido estranguladas en Nicaragua, aclara que cuando la libertad de expresión pretende ejercerse con las armas en la mano, se le debe imponer “un límite que es forzoso reconocer.”
Desmiente que la revolución de Bluefields sea
expresión de la oposición popular contra su régimen; que el fusilamiento de dos
estadounidenses se haya producido por orden directamente suya, y que tal hecho
se viera precedido por “las más bárbaras crueldades.” Mantiene
que siendo encontrados infraganti y con explosivos, Cannon y
Groce se sometieron a consejo de guerra, el que, previa sentencia, los fusiló “sin
que sufrieran mortificación alguna.”
Zelaya niega que la revolución en su contra represente la voluntad de la mayoría de los nicaragüenses, y que la mayoría, a la que Knox hace referencia, no existe en Nicaragua, donde “hasta gente les faltaba a los revolucionarios para formar un ejército”, sino en Costa Rica, Guatemala y Estados Unidos. En su libro, reproduce el acta que, en diciembre de 1909, centroamericanos residentes en México dirigieron a Knox. En ella, además de un respaldo a su gestión como mandatario, se contestan, una a una, las acusaciones que ese Secretario de Estado formuló en su contra.25
Ver segunda entrega de este escrito en el siguiente vínculo:
1. Christiam,
Shirley. Nicaragua Revolución en la Familia. Sudamericana-Planeta, Buenos Aires.
1987. p. 13.
2.
Chamorro, Emiliano. El último Caudillo, Autobiografía. Ediciones
del Partido Conservador. Demócrata. Managua, Nicaragua. 1983. p. 145.
2. Cuadra
Pasos, Carlos. Obras. Tomos II. Colección Cultural Banco de América. Serie Ciencias Humanas Nº 4. 1976. pp.
340-341.
4. Carta
de Narciso Arellano al Dr. Adán Cárdenas del 11 de Julio de 1910. Inédita.
Fondo Moncada. IHNCA.
5.
Carta de Narciso Arellano al Dr. Adán Cárdenas del 13 de Julio de 1910.
Inédita. Fondo Moncada. IHNCA.
6.
Carta de Narciso Arellano al Gral. Célio Barreto del 16 de Julio de 1911.
Inédita. Fondo Moncada. IHNCA.
7.
Selser, Gregorio. Nicaragua: De Walker a Somoza. Mex Sur
Editorial S.A. 1981. pp. 83-84.
8.
Yan, V.I. EEUU: De la Guerra Hispano-Americana a la Primera Guerra
Mundial. Editorial “NAUKA”, Moscú 1975. (Obra en ruso). pp. 301-302.
9. Selser, Gregorio. "Zeledón y Sandino". En: Boletín del
Archivo General de la Nación. No. 4-5. Managua, Nicaragua;
Tiposa, 1980. p. 21.
10. Argüello, Rosendo. El Filibusterismo Diplomático ante la Conciencia
Pública. CIRA, Managua, mayo 1982. pp. 91–92.
11. Argüello Rosendo. Doy testimonio, conspiraciones y traiciones en el
Caribe. CIRA colección testimonio. DILESA Managua, Nicaragua 1987. p.
3.
12. Belausteguigoitia, Ramón de. Con Sandino en Nicaragua. Editorial
Nueva Nicaragua. 1985 p. 48
13.
Quijano, Carlos. Nicaragua: Ensayo sobre
el Imperialismo de los Estados Unidos (1909-1927). Managua: Vanguardia.
1987. Ob. cit. p. 37.
14. Selser Gregorio. Nicaragua: de Walker a Somoza. Ob. cit. pp.
92, 129.
15. Yan.
V.I. EEUU: De la Guerra Hispanoamericana a la primera guerra mundial. Ob. cit.
p. 285.
16.
Sandino, Augusto César. El Pensamiento Vivo. Obra en dos
tomos, Tomo I. Editorial Nueva Nicaragua, 1984. p. 271.
17.
Selser, Gregorio. La restauración conservadora y la gesta de Benjamín
Zeledón. Nicaragua-USA, 1909-1916. Managua: Aldilá Editor,
2001. p. 107.
18. Beals, Carleton. Banana Gold. Editorial Nueva Nicaragua. Colección Cuarto Aniversario. Traducción de
Luciano Cuadra. 1983. pp. 111-112.
19.
Quijano, Carlos. Ob. cit. pp. 185-186.
20.
Selser, Gregorio. Sandino General de Hombres Libres. Tomo I.
Editorial de Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana. 1981. p. 16.
21.
Canon y Groce enviaron, cada uno por su lado, telegramas a Zelaya, aceptando su
culpabilidad, por un lado, y solicitándole el perdón de sus vidas, por el otro.
Canon le decía “que su reconocida magnanimidad se haga extensiva
a mí salvándome la vida, a trueque de la prisión por los años que usted
designe, y de mi promesa (…) de
no volverme a mezclar jamás en ningún asunto de política.” Groce,
por su parte, reconociendo igualmente su culpabilidad, prometía “jamás
volver a mezclar[se] en ningún asunto de la política de este país.” Selser,
Gregorio. La restauración conservadora y la gesta de Benjamín Zeledón. Ob.
cit. p. 63.
22. “El
general Andrew Jackson, que luego sería presidente de Estados Unidos, durante
la guerra de 1812 con Inglaterra, había ajusticiado por causas menos graves que
las cometidas por Groce y Cannon, a los ingleses Arburthnot y Ambrister, con el
justificativo de que eran espías”; y como señalaba Zelaya en su
libro La Revolución en Nicaragua y los Estados Unidos, cuando se
produjo la voladura del Maine, bastó que este buque norteamericano se hallara
en aguas de Cuba, “para que el gobierno norteamericano declarase la
guerra a España...”. Selser, Gregorio. Sandino General
de Hombres Libres. Tomo I. Ob. cit. p. 48.
23. Moncada, José María. La revolución
contra Zelaya. Memorias del Gral. José María Moncada. Masaya,
Nicaragua 193(?). Original. Mecanografiado por Apolonio Palacios, durante la
administración Moncada. Fondo Moncada IHNCA. En adelante, la denominaremos Memorias de la Revolución contra Zelaya. pp. 6,
9-10, 13-14, 82-83.
24. The American. 18 de Agosto de 1912. (Periódico semanal en inglés publicado en
Bluefields).
25. Zelaya,
José Santos. La Revolución de
Nicaragua y los Estados Unidos. pp.
8, 57-58, 60, 62-69, 75-79.
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