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domingo, 9 de septiembre de 2018

Fin del dominio colonial, no de la opresión


Fin del dominio colonial, no de la opresión, ni de la lucha de clases...
Revista Libre pensamiento

Las insalvables contradicciones del colonialismo condujeron a la independencia de todos los territorios americanos sobre los cuales recayó su dominio. Y aunque la independencia fue real, también lo fue el que, con ella, a pesar de lo que intencionadamente se ha sostenido hasta la fecha, no se inauguró una era que volviera a los pueblos del continente libres, soberanos e independientes. 

En cambio, los sectores más pudientes de entre los criollos hicieron realidad su vieja meta, atesorada a lo largo del dominio colonial, de instaurar su propia patria, dejando así de compartir con España al indio, sus tierras y riquezas. Significa que esa patria le fue negada al indio y a sus compañeros de infortunio: el negro y el mestizo. Llegó a su fin el dominio colonial, pero la colonización interna, la del dominio oligárquico, lo reemplazó.

Así se comprende que la colonización interna se tornara, más temprano que tarde, modo de expresión del neocolonialismo externo, ejercido por una u otra potencia capitalista. De esta suerte, los poderes criollos se volvieron, por doquier, intermediarios del dominio externo que, por lo regular, no se presentó como dominio abierto. Más aún, al contrario del colonialismo que declaró sin ambages la supeditación directa del Nuevo Mundo a sus designios, el neocolonialismo se presentó y se presenta como "ayuda", sin descartar jamás la intervención militar.

Esta "ayuda", por diversos condicionamientos económicos, tecnológicos, culturales, políticos e ideológicos, se ha vuelto para los pueblos del continente americano dominio brutal, metamorfoseado y atemperado gracias, justamente, a la intermediación de los oligarcas criollos.

Veamos lo que sostiene una fuente respecto a la situación imperante en las antiguas colonias de España tras la independencia: "El éxito militar y la independencia político-estatal obtenidos […] son limitados por el fracaso de la revolución social. Las formas feudales de dependencia y, en muchos países, hasta la esclavitud se conservan […] El hecho de no haberse realizado la ruptura social radical con la hipoteca colonial y sus usufructuarios facilita desde entonces que América Latina caiga en dependencia de las grandes potencias capitalistas". 

Por otra parte, la clase criolla centroamericana -que se había formado como una fuerza burocrática y mercantil y que, por ende, estaba acostumbrada políticamente a un estilo patrimonial, "careció de una visión de clase y de una dimensión nacional".

El neocolonialismo se impuso sobre la base de dos factores que interactuaron de modo indisoluble: a) el enorme atraso heredado del colonialismo expresado en todos los órdenes, y b) la expansión del mercado capitalista mundial. Justamente, sobre la coincidencia de estos dos factores fue posible que tras el dominio colonial se impusiera el del mercado capitalista mundial.

Conozcamos una muestra clara de cómo comenzó a operar el dominio capitalista foráneo sobre Nicaragua:

A "raíz de la Independencia, el comercio de León y el Realejo pasó a ser controlado por empresarios ingleses, entre quienes se destacan John Foster, Vice-cónsul británico en aquel puerto, Thomas Manning en León, Walter Bridge y Jonás Glenton. Su principal negocio era la exportación de añil y maderas preciosas […] Los comerciantes ingleses prestaban dinero al gobierno nicaragüense a cambio del monopolio del tabaco y de las rentas de las aduanas del Realejo. También gozaban de los derechos exclusivos sobre las importaciones en la costa del Pacífico. Adquirían tierras para cultivar productos de exportación tales como tabaco, añil y algodón. Introdujeron una nueva maquinaria para limpiar, procesar y empacar esta fibra, gracias a la cual incrementaban la producción a la vez que reducían sus gastos. En medio de las tormentas políticas de Nicaragua, estos comerciantes se protegían bajo el paraguas del gobierno británico".

Pero veamos escuetamente qué circunstancias facilitaron el reemplazo de un dominio externo por otro. Tras estar efímeramente sujetas al dominio del imperio mejicano de Agustín Iturbide, de 1822 a 1823, las provincias de Centroamérica, conducidas por fuerzas liberales progresistas, en 1824, se federaron bajo el nombre de Provincias Unidas de Centroamérica. Sin embargo, este esfuerzo unionista se vio torpedeado por la iglesia católica, las fuerzas conservadoras y por Estados Unidos e Inglaterra. Por este torpedeo múltiple, por los localismos prevalecientes y sobre todo por la carencia de una sólida base material que uniera de manera efectiva a Centroamérica, la federación comenzó a disolverse a partir de 1838, año en que Nicaragua se separó de la misma.

Igual debemos señalar en qué ha consistido básicamente el interés foráneo por nuestro país. Como es ampliamente conocido, la suerte de Nicaragua ha estado en buena medida determinada por su privilegiada posición geográfica, toda vez que su territorio está bañado por aguas del atlántico y del pacifico y que en él existe una comunicación natural entre el río San Juan y el lago de Nicaragua o Cocibolca, todo lo cual se constituye en base natural para la construcción de un canal interoceánico sobre el mismo. Así, desde muy temprano, Nicaragua se vio disputada por distintos poderes coloniales, primero, y por Estados Unidos e Inglaterra tras la independencia de España.

Paradójicamente, no fue otro que el régimen burgués-nacionalista de José Santos Zelaya el que abriría a Estados Unidos la posibilidad de acabar con las pretensiones inglesas sobre el potencial canalero del país, al emprender en 1894 lo que fue llamado reincorporación de la Mosquitia -hasta entonces en manos de ingleses- al territorio de Nicaragua. Con todo, el dominio imperialista sobre el país y su potencial canalero sólo hubo de materializarse tras el derrocamiento del régimen de Zelaya (1893-1909) primero y el de José Madriz (1909-1910) después.

La imposición del dominio imperial yanqui sobre Nicaragua se tradujo en restauración del dominio conservador (1909-1929), pero sólo como intermediación del primero. Y, gradualmente, tras la frustración de su proyecto progresista, la burguesía liberal, en adelante, no buscaría otra cosa que tornarse ella misma intermediaria de ese dominio en el país. No fue nada fortuito que, en diciembre de 1928, antes de hacerle entrega formal de la presidencia a José María Moncada, Adolfo Díaz expresara que aunque el Partido Conservador aparecía en ese momento vencido por el Partido Liberal, este último se vio obligado a rectificar, adoptando sus ideales y colocándose, en fin, en un plano esencialmente conservador; siendo así preciso que los liberales reconocieran que, a lo largo de 18 años, los conservadores habían tenido siempre la razón, actuando del único modo en que, según su parecer, era posible hacerlo... 

Sobre la base del agotamiento estratégico de la burguesía liberal como fuerza progresista, fenómeno que tuvo su punto culminante el 4 de mayo de 1927 con la firma del Pacto del Espino Negro, aparece en la palestra histórica de Nicaragua el primer proyecto de nación para todos, contrapuesto al de la nación entregada al dominio externo y para pocos, esgrimido por los oligarcas. Hablamos del proyecto que Sandino lanzó y defendió con su lucha antimperialista y antioligárquica, sus sueños e ideales y hasta con su propia vida. El antecedente inmediato de su lucha fue el levantamiento antiimperialista que encabezó el general Benjamín Zeledón en 1912.
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Extracto tomado de: 

Viejas contradicciones y dos proyectos contrapuestos en Nicaragua. https://librepenicmoncjose.blogspot.com/2011/02/viejas-contradicciones-y-dos-proyectos.html

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