Entrevistas por Fernando Luis Rojas y Carolina García Salas
23-05-2016
Entrevista a José Luis Rodríguez. Doctor en Ciencias Económicas y profesor Titular de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana. Fue Ministro de Economía y Planificación y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular. En la actualidad funge como asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM). Colaborador habitual de las revistas Temas y Cuba Contemporánea, así como de la publicación digital Cubadebate. Ha participado como ponente y público en las sesiones de Último Jueves.
¿Qué conceptos y prácticas deben caracterizar al nuevo modelo socialista? ¿Cómo distinguirlo del vigente? ¿Cuáles son los espacios de autonomía de una sociedad civil socialista? ¿Cómo tendría que funcionar el sistema político? Esta serie de entrevistas se dirige a indagar las concepciones de un orden socialista renovado, y a contribuir modestamente a su debate crítico.
Fernando Luis Rojas (FLR): Una de las preocupaciones principales cuando hablamos de socialismo (o del socialismo en Cuba específicamente) se encuentra en las distancias entre proyecto y realidad. En ese sentido, ¿qué distingue al socialismo existente y el que se necesita para Cuba?
José Luis Rodríguez (JLR): No se puede pasar por alto que el socialismo es una sociedad en construcción, no totalmente terminada en ninguna parte, ni en los ejemplos del socialismo real ni en el caso de los actualmente existentes, con las variantes de China, Viet Nam, Cuba, y hasta Corea, si se quiere.
Pienso que lo primero en este sentido, sería analizar críticamente las experiencias de la construcción del socialismo real. Uno se da cuenta examinando las experiencias en Europa Oriental y sobre todo en la antigua Unión Soviética, que más o menos los procesos que derivaron en el derrumbe del socialismo pasaron por los mismos puntos; y también, aunque hubo diferencias positivas, los errores fueron comunes. Hay una serie de aspectos que se repiten, porque en primer lugar existió y existe la expectativa de superar rápidamente las enormes inequidades, injusticias, desigualdades que provoca el capitalismo a lo largo de su historia.
Eso propende a tratar de quemar etapas, y la experiencia indica que una transformación de la profundidad que requiere el diseño de un modelo socialista sobre todo en su elemento fundamental, que es la transformación de las personas, de la mente de las personas, lo que en Cuba se ha llamado más recientemente “cambio de mentalidad”; es un proceso muy complicado y de muy largo plazo. Las personas no cambian de opinión, no cambian de idea porque se produjo una transformación en las relaciones de propiedad; es necesario un cambio muy profundo para pasar del individualismo capitalista –después de muchos siglos de puesta en práctica– a una mentalidad colectiva, a la solidaridad social y la gestión económica consensuada. Eso es una lección que debiéramos acabar de aprender.
FLR: En este terreno de la transformación de las relaciones de propiedad y su efecto en las personas, ¿cómo se manifiesta la diferencia entre decretar algo y que la gente lo asuma?
JLR: Fue advertida desde temprano. Lenin dijo, por ejemplo, que había una gran diferencia entre nacionalizar y socializar la producción. Nacionalizar es un acto jurídico que se ejecuta en un momento determinado y provoca que cambien las relaciones de propiedad a partir de ahí. Pero que la gente se sienta dueña y que piensen de manera diferente a como venían del capitalismo –que en términos generales lleva más de seis siglos de funcionamiento en todo el planeta– no se produce rápidamente. Es decir, el hecho de que se decrete: “ahora todos son dueños de los medios de producción y vamos a funcionar en esa dirección”, una parte de la sociedad sí lo hace, la vanguardia lo hace, pero la gran masa de las personas no cambian así. Y eso lo comprobó Lenin.
En medio del fragor revolucionario y luego la guerra civil, se llegó a conclusiones que parecen hoy extraordinariamente erradas. En 1919 se propuso eliminar el dinero porque la guerra prácticamente había desmonetizado la sociedad. El dinero no servía, y empezaron a cambiarse en forma de trueque unos bienes por otros. Parecía que ese era el camino, porque por otro lado Lenin había retomado de Marx y Engels que en el socialismo no existirían las relaciones mercantiles, dicho con diferentes fórmulas o diferentes palabras.
En el Anti Duhring está presentado el tema de esa manera. Claro, Marx y Engels hablaban de una transición en su contexto, en el mundo más desarrollado capitalistamente. Una transición simultánea al socialismo como posibilidad real es lo que da lugar a la Internacional y a los movimientos que avanzan en paralelo en los países europeos del mundo desarrollado. Daba la idea de que se podía, efectivamente, transitar simultáneamente al socialismo en todo el sistema; y que dado el alto nivel de desarrollo alcanzado se podía prescindir del mercado en un plazo relativamente corto. Esta se retoma con la guerra civil en Rusia, y llegamos a esas expresiones de idealismo extremo de desaparecer el dinero. Fue conceptualizada, está en el libro El ABC del comunismo de Bujarin y Preobazhenski en 1920, donde teorizan en torno a ese tema.
FLR: Pero el fin de la guerra civil y la victoria sobre la intervención extranjera trajeron nuevos problemas al poder soviético hacia 1921, ¿implicaron nuevos conceptos en materia económica?
JLR: Cuando termina la guerra desaparecen esas condiciones extraordinarias de sobrevivencia, se desmoviliza una enorme masa de campesinos del Ejército Rojo y hay que empezar a producir en la vida normal. Lenin se da cuenta de que no es posible seguir utilizando los factores de movilización en situaciones extraordinarias y hay que ir a la vida real; y esta indicaba que con 80% de campesinos, esa población no podía cambiar de un día para otro, y había que utilizar mecanismos para que esa gente se sintiera estimulada a producir. No valía decir que las tierras eran de todos, y hubo que implantar la Nueva Política Económica, la NEP.
La NEP en su momento creó casi un cisma teórico, porque un año antes se había dicho que prácticamente estaban creadas las condiciones para transitar a una sociedad superior; y de pronto, en marzo de 1921, hubo que volver al impuesto en especie, al pago en dinero, hubo que estimular mercantilmente al campesino y hubo que ir a un proceso de reconocimiento de la realidad de que Rusia –como país de muy bajo desarrollo– no podía ignorar la necesidad de desarrollar la producción mercantil para sobrevivir. Más allá de que esa experiencia traería otras consecuencias Lenin concibió la NEP como un proceso temporal, de transición, hasta tanto se crearan las condiciones para ir a la cooperación, primera fase de socialización de la producción, comprendiendo como ese proceso de socialización, la producción directamente vinculada a las necesidades de la sociedad.
Hay un artículo bastante olvidado que se llama Sobre la cooperación, escrito por Lenin en marzo de 1923, donde reclama que se tome en cuenta que la NEP no es el camino definitivo, y que hay que ir estimulando la unión de las fuerzas productivas para que la gente entienda que trabajando juntos se tiene más productividad. Es decir, habla de un proceso de cooperación.
Eran circunstancias extraordinarias: la guerra civil lo fue en el orden militar, en el orden de la sobrevivencia; y también la NEP. A partir de los resultados indudablemente positivos de la NEP las cosas parecían marchar a un nuevo ritmo, se empezaba a discutir ya la industrialización, es decir, una etapa superior de desarrollo. Lamentablemente, la extensión en el tiempo de las circunstancias extraordinarias empezó a pasar su cuenta; y esto en una coyuntura que coadyuvaba a que se siguiera alargando por la hostilidad enorme contra el socialismo. Entre 1920 y mediados de los años 30 las agresiones eran de todo tipo, probablemente de la misma intensidad de las que padeció Cuba en los primeros años del triunfo de la Revolución: agresiones militares, sabotajes, espionaje, aislamiento internacional, exacerbados además por errores que inevitablemente se cometían. Y esto lógicamente hizo que lo que era un fenómeno extraordinario, se convirtiera casi que en lo permanente. De ahí que muchos años después el Che planteara que a la NEP no se le podía dar carácter de regularidad universal para la construcción del socialismo.
FLR: ¿Y puede ocurrir que esa permanencia de la política, esa condición de “plaza sitiada”, no tuviera el mismo efecto porque la gente percibiera un cambio de las circunstancias?
JLR: Así es. Se empezaron a desarrollar medidas extraordinarias en un escenario que ya no era el propio para ello, se extrapoló una circunstancia y se empiezan a aplicar normas que en mi opinión están en la base del fracaso del socialismo en la Unión Soviética; por ejemplo, la cooperativización forzosa. De aquella llamada de Lenin en 1923 a ir a la cooperación mediante la persuasión, el convencimiento, se pasa a un proceso mediante el cual simplemente la cooperación se impone. Se fue a la represión, supuestamente ante circunstancias extraordinarias, pero ya no eran las de la guerra o las de la NEP, sino que se empieza a extender la noción de lo extraordinario en el tiempo.
Por ahí vino todo un camino para la desnaturalización del consenso político en el socialismo. Ya Lenin había limitado la participación democrática en 1921 cuando la sublevación de Kronstadt, la conocida etapa en la cual se eliminan las facciones dentro del Partido y la posibilidad de hacer oposición a líneas de dirección dentro de la organización. Eso tuvo sus consecuencias en 1923 cuando el debate primario de la industrialización, ya que las posiciones de los trotskistas son reprimidas. Después en el debate Bujarin-Preobazhenski en 1926 sobre cómo conducir la industrialización también ocurre ese fenómeno y el gran debate muere en 1927 y desaparecen los dos contrincantes. Preobazhenski pasa a ser una figura suspendida y Bujarin es separado de los cargos que tiene en 1929 y terminaría de director de Pravda, una posición menor. Pero el drama se expresaría con los procesos de represión que se montan a partir de 1936, los cuatro procesos que hubo en aquellos años que condujeron prácticamente a la eliminación de la dirección del Ejército Rojo y de la dirección tradicional del Partido Bolchevique donde tanto Bujarin como Prebrazhenski son ejecutados bajo cargos de traición que nunca pudieron ser realmente demostrados.
FLR: Uno se pregunta, ¿cómo pudo desvirtuarse tan rápidamente un proceso liberador de esas dimensiones?
JLR: Vendrían muchas complejidades para entender por qué eso sucedió. El historiador inglés G. D. Howard Cole, en La historia del pensamiento socialista, analiza por qué la población toleró aquello y lo entendió. Primero, porque era un proceso que se daba en las altas esferas, no era un proceso de la vida cotidiana; segundo, porque había cambiado radicalmente la situación de la población, aquel campesino que vivía en una choza había pasado a ser con la industrialización acelerada que se desata un obrero urbano viviendo en una casa colectiva, con un nivel de vida que no tenía nada que ver con aquel que había dejado atrás en la aldea. Toda esa población tenía mucho que agradecerle a Stalin, que es la figura que se ve detrás de todo ese proceso. Hay muchas explicaciones y todas son complejas, tal y como se abordan también en el tomo II del libro de Serguei Kara-Murza La manipulación de la conciencia que se publicó en Cuba en 2014.
¿Por qué hago toda esta historia? Por lo que les decía anteriormente: las circunstancias extraordinarias tienen soluciones específicas que no se pueden extrapolar pues ello puede conducir a errores estratégicos.
Carolina García Salas (CGS): El proceso de desarrollo de la Revolución cubana también ha estado históricamente condicionado por “circunstancias extraordinarias”. ¿En qué sentidos la experiencia que comenta aporta al caso de Cuba?
JLR: Nosotros hemos vivido toda la Revolución, hasta el presente, con un bloqueo. Hemos tenido etapas de mayor agresividad incluso militar, etapas de menor agresividad, pero hostigados totalmente todo el tiempo. Eso nos ha llevado a tener, en lo que a la economía se refiere, un sistema de dirección prácticamente militarizado. No todo ha sido en blanco y negro. En el año 1975 se implanta un nuevo sistema de dirección, aparecieron técnicas mejores. Lamentablemente se copia demasiado de la Unión Soviética, y esos errores se reproducen, esa semilla tiene frutos internamente; y después viene un proceso de rectificación. Yo pienso que Fidel siempre estuvo claro de que ese no era el único camino, de que no se podía ir de una economía fuertemente centralizada, de mando único, de verticalidad casi total.
Es en el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas –el segundo, porque hubo uno después de la Zafra de los Diez Millones– donde Fidel dice cosas muy interesantes: tales como que no está en contra del cálculo económico siempre y cuando se entienda que lo político es lo fundamental en la construcción del socialismo. Para Fidel esa idea estuvo muy clara todo el tiempo, e intenta hacer algo en ese sentido. La fórmula en aquellos años: 1986, 87 y hasta el 88, fue crear mecanismos de estimulación económica y participación política muy fuertes. Lo que se logró materializar está en los Contingentes, una nueva fórmula en ese sentido, que tenían un gran aseguramiento, la gente ganaba buenos salarios y tenían condiciones para trabajar; pero por otro lado tenían una alta motivación política. Se trató de ir conformando un sistema que lamentablemente queda trunco por varias razones, entre ellas, porque se ensombrecieron las relaciones con la Unión Soviética desde 1986 cuando nos rebajaron arbitrariamente el precio del azúcar, el del níquel y el de los cítricos sin contar con Cuba, y nos congelaron la entrega de petróleo.
Con el derrumbe del socialismo en Europa –entre agosto de 1989 y diciembre de 1991– viene el Período Especial, prácticamente tenemos que volver atrás. Se empiezan a adoptar medidas que tendían a tratar de aminorar el terrible impacto que la crisis provoca, con ciertos niveles de participación en lo económico y en lo político.
El Período Especial no fue, vamos a decir, un régimen tan estricto como el que existió anteriormente en los primeros años, sobre todo si se presta atención a lo que sucedió. Primero, un nivel de comunicación con la población increíblemente alto. Había una explicación cotidiana de los problemas, desde un huracán que pasaba hasta cómo estaba la venta de los productos que exportábamos, una comunicación casi total de Fidel con la población. Y por otro lado, se adoptaban medidas prácticas de reconocimiento a un cambio en las circunstancias, como la apertura al trabajo por cuenta propia, la descentralización de la divisa entre las empresas estatales con la dualidad monetaria que se crea en el año 1993 también, y la cooperativización como proceso de cambio de las relaciones de propiedad en la agricultura, que elevó el peso de la propiedad cooperativa al 52% del total y redujo la propiedad estatal al 33% de la tierra.
Eso, desde luego, fue una circunstancia extraordinaria. Empezamos a recuperarnos, y fue un factor clave el que había definido Fidel una y otra vez, que es darle el peso que llevan los factores de movilización política en la construcción del socialismo, llamémosle de esa forma, frente a los aspectos puramente materiales. En otras palabras, la necesidad de dar primacía a los elementos políticos. Junto a esa definición estaba lógicamente una concepción de participación en la toma de decisiones por la vía de un diálogo con la población, un camino –podía haber otros– muy original que logró el consenso para adoptar las medidas más difíciles.
En síntesis, si analizamos la experiencia de los países socialistas, y nuestra propia experiencia, tendríamos que tener un socialismo donde los factores políticos sean los que inciden básicamente en cómo o qué calidad tiene el socialismo, y eso tiene que venir acompañado por una dinámica de participación y democracia para crear un consenso de apoyo que le es indispensable.
El socialismo no es una suma de fórmulas económicas o sociales. Tiene que haber comprensión, tiene que haber participación, tiene que haber cuestionamientos, tiene que haber rendición de cuentas; y para eso tiene que haber información, para eso tienen que haber mecanismos democráticos que te permitan expresar, recoger criterios, y creo que no hemos llegado ahí. Ese es el modelo de gestión social que debiéramos tener y para mí es una de las cosas más importantes a lograr.
Hoy, las situaciones económicas que tenemos no son ni parecidas a las del Período Especial. ¿Por qué no tenemos esa base consensual de apoyo más amplia si la tuvimos ante medidas peores en el Período Especial?, ¿qué es lo que marca la diferencia? El apoyo político consciente basado en el consenso que se logra, la comunicación, la transparencia. Hoy no la tenemos en el grado necesario, y eso está indicando que el camino tiene que ir en esa dirección; porque el socialismo se sostiene no porque se viva mejor en general, sino porque somos conscientes de cómo llegamos a vivir mejor, de cómo nos realizamos como seres humanos para tener una existencia más plena.
CGS: ¿Qué conceptos y prácticas sobre la propiedad, los medios de producción y el mercado deben caracterizar al nuevo modelo?
JLR: Primera cosa que hay que diferenciar, propiedad social no es propiedad estatal. La estatal es una forma de la propiedad social, pero no se agota el concepto de propiedad social con la propiedad estatal. Propiedad cooperativa, por ejemplo, es propiedad social en una escala más limitada. Ese es un primer elemento, que no todo se resuelve estatizando.
Por otro lado, un tema no resuelto en la práctica desde que se inició en el año 1917 la construcción efectiva del socialismo en Rusia, es el de las relaciones mercado-planificación, o pudiéramos decir, libre juego de las fuerzas de desarrollo en la sociedad y desarrollo controlado, previsto, planificado; primero, porque hubo una gran incomprensión durante muchos años de la esencia de las relaciones monetarias. Igual que no se podía cambiar la mentalidad de quien había vivido quinientos años bajo la influencia del egoísmo capitalista, en la economía no cambian las estructuras de un día para otro, y el hecho de que tú digas que todo está nacionalizado no quiere decir que puedas lograr que todo el mundo se integre perfectamente para lograr la proporción adecuada entre la oferta con demanda y cuadre todo a nivel social. Para lograr esa socialización efectiva hace falta un nivel de desarrollo tremendo. Este es un proceso complicado, de largo plazo, que requiere un nivel de crecimiento de las fuerzas productivas que no se ha logrado hasta hoy.
En la misma medida en que no existe socialización suficiente, o lo que es lo mismo, que no puedes cuadrar lo que hace toda la sociedad con lo que requiere, ¿qué espacio queda para concordar esos intereses que son a veces contrapuestos?: el mercado. El mercado existe así objetivamente, dado un determinado nivel de desarrollo de la sociedad, que no se cambia por el hecho de nacionalizar. No, no se logra automáticamente.
(Continuará...)
Fuente: Revista Temas
http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article103599
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