25-04-2014
Plaga de
gatopardos
¿Por qué luchamos contra el reformismo?
Rebelión/Universidad
de la Filosofía
No “tan callando”
nos invade (hace mucho) una plaga de reformistas, persistente, que se
multiplica con artes camaleónicas, incuso en los lugares más impensados, y a la
vista de todo mundo. Es una plaga resistente capaz de
alimentarse, incluso, con aquello que la combate. Lo metaboliza todo y se hace transparente mientras
se infiltra en los pliegues de la realidad. A veces es difícil identificarla y
neutralizar sus daños.
Reformismo no es
lucha por “reformas”, es el vicio de frenar, incluso con burocratismos, todo
cuanto tiende a transformar la realidad y a superar lo que nos esclaviza.
Combatimos al reformismo por su razón anestésica, por su carácter tóxico
empecinado en frenar todo cambio y empeñado en dilatar las revoluciones.
Combatimos al reformismo porque es el veneno ideológico preferido por la
burguesía para embriagar con palabrería, y con parafernalias, a los
trabajadores y mantenerlos eternamente como esclavos contentos con algunas
“reformas” aisladas y menores.
Cuando la
burguesía concede “reformas” siempre las cobra, de un modo u otro, y muy caras.
Hace lo imposible por dividir a los trabajadores y para corromperlos. Buena
parte de la clase trabajadora padece los efectos corrosivos que inocula en
ellos la ideología dominante disfrazada de “reformismo” que ha sido capaz de
reducirlos a la impotencia. Tiene razón Alan Woods en su libro “Reformismo o
Revolución”:
Bajo el
capitalismo ninguna “reforma” puede ser profunda ni trascendente. Los
reformistas trabajan para dividir y engañar con dádivas, con migajas
costosísimas y trabajan para esconder, a toda costa, la lucha de clases. Los
reformistas trabajan para debilitar a los trabajadores, para hacerlos
limosneros dependientes de la burguesía. Los reformistas pululan en todos los
países, la burguesía los infiltra por doquier para desmovilizar, para deprimir,
para desesperar a los trabajadores y convencerlos de que agradezcan su
esclavitud.
Lo primero que
hacen los reformistas es negarse. Niegan sus orígenes burgueses e incluso
fingen combatirlos. Niegan sus objetivos corrosivos y se camuflan de
revolucionarios. Niegan sus tácticas de infiltración y se hacen pasar por productos
genuinos de las luchas populares. “No somos reformistas”, dicen,
mientras instalan frenos a todo movimiento emancipatorio de los trabajadores.
Son maestros del
oportunismo, saben aparecer en los momentos idóneos para confundirse entre las
masas como si fuesen parte de ellas, como si las amaran desde siempre. Su
éxtasis radica en desvirtuar a toda costa el objetivo final de la lucha
revolucionaria del proletariado contra la propiedad privada, contra el
capitalismo, para suplantarlo con alguna reforma de ocasión mientras nos
resignamos a que los cambios sean lentos, serenos y de
largísimo plazo. Nada que angustie a la burguesía. Nada que toque el capital.
Las luchas
revolucionarias de los trabajadores provocan la ira de los reformistas que no
soportan la urgencia de avanzar que los pueblos tienen fatigados de tanta
injusticia, tanta postergación y tanta esclavitud. Los reformistas, en público,
se dan el lujo de rechazar el reformismo sólo para aplicarlo
meticulosamente, en toda la línea. Pronuncian discursos en los que afirman que
“las reformas no son todo”, que “son siempre insuficientes”, pero sólo hacen
alharaca para terminar imponiéndolas como si se tratara de lo único que pude
hacerse… y hay que resignarse.
Es la Praxis el
antídoto contra la plaga reformista y son antídoto las acciones en secuencia y
bajo control, teórico y práctico, directo de los trabajadores sobre todas las
herramientas de producción. Las reformas deben ser, acaso, una parte de la
práctica que se imprime a las luchas para no permitir que se detengan. El
antídoto contra el reformismo es la movilización de los trabajadores en la
acción directa, inmediata y cotidiana, organización y lucha por las reformas
pero como parte de la revolución permanente.
Con la
movilización de los trabajadores debe combatirse y evaluarse el alcance y la
utilidad efectiva de las reformas para no permitir que sirvan de consuelo y
anestesia. El estado socialista debe ser motor de los cambios y no su freno.
Debe impulsar reformas y dinamizarlas en contra del reformismo. Es de
importancia vital desnudar la ideología de los reformistas para que exhiban su
impudicia liberal burguesa y su servidumbre al capitalismo empeñada en
desorganizar el movimiento obrero.
No nos
descuidemos, el reformismo que se infiltra en todo el mundo quiere hacernos
creer que la lucha por el Socialismo Científico es una antigualla sin valor
derrotada con “la caída del muro”. Esa falacia es una de sus prendas
ideológicas más preciadas cuando combate a la revolución de los trabajadores y
los ataca, incluso mediáticamente, para hacernos creer que la propia revolución
socialista es idea y obra del reformismo. Trampa reformista para suplantar a la
Revolución con la “política social” burguesa. Una locura y un crimen más de la
ideología de la clase dominante para desfalcar la riqueza teórico practica del
Socialismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario