Walter Lingan: “El libro andante del marañón”. En defensa
de la vida humana
Por Winston Orrillo
“Sakejat también
le dijo que vivirá rodando como una piedra por los caminos, que como
los dioses sabrá estar en varios lugares al
mismo tiempo y siempre al lado de la justicia y
la honradez y que su fin será
defender la vida oponiéndose a todas las formas de la muerte.
Tú mismo serás manantial de vida”.
W.L.
Lo
he dicho por allí: Koko Shijam, El libro
andante del Marañón (La Travesía Editora, 2014), la nueva novela de Walter
Lingán –con una dirigencia de Gobierno más perspicua, y sobre todo más culta-
debía haber, en una tirada especial,
sido repartida a los miembros de la reciente Asamblea de NN.UU. para el
cambio climático.
Porque
su temática, y su singular desarrollo, son, precisamente, un alegato
impertérrito en defensa del medio
ambiente, lo que vale decir, de la supervivencia de la especie humana en la
tierra.
El
protagonista es una suerte de chaman o sabio
de la Amazonía, de la etnia awajúm,
léase aguaruna (la muy famosa por
conocer el secreto de las Tsantsas,
cabezas humanas reducidas). Se trata de,
Koko Shijuam , El libro andante del Marañón, mas también El Tío Cuentero o El Rimero de los Mitos…pero mejor dejémoslo que se defina él mismo.
Antes,
repárese en lo actual de esta observación: su público de gente menuda y jóvenes, le había motivado la siguiente reflexión:
“-El objetivo principal de la educación es evitar que los niños piensen por su
cuenta”. Interesante, para comenzar nuestro personaje, ¿verdad? Y contestario a
todo dar.
Y
ahora leamos cómo se autodefine:
“Los
hombres viejos o antiguos como yo… no sabemos tanto por haber realizado
estudios en colegios o universidades, nuestra erudición proviene del tiempo
vivido, se origina en las profundidades de nuestros bosques, bebe de la fuente de nuestros ríos,
se alimenta de la magia del viento y nuestros dioses y germina en cada hombre
que nace en estas tierras”. (Subrayado nuestro: W.O.)
El
libro –la novela- se lee muy fácilmente
porque se compone de muchas historias
breves, de plantas, animales, elementos naturales –el sol, la luna, los ríos,
el trueno… -y seres disímiles, que forman parte de la existencia natural; pero
lo que nunca está ausente es el sentido de la justicia, invívita en ésta y
otras obras de ese relevante artista de la palaba que, cada vez más, viene
siendo Walter Lingán.
Y
le volvemos a dar la palabra a Koko
Shijam, El libro andante del Marañón.
Repárese
en la permanente proyección de lo que dice: nunca hay nada baladí ni un intento
–como suele ocurrir- de utilizar esta suerte de siempre presente Realismo
Mágico, para edulcorar las vicisitudes
de la vida que todos padecemos, y aun en
las condiciones más aberrantes en esos grupos humanos, o etnias, que aparecen
en la obra de W.L.:
“Aquí
ha nacido el Simpira, El señor del mundo amarillo, ese inmenso jaguar negro que
se pasea invencible mostrando poderosos cuernos de venado, aunque solo es una
de sus patas delanteras de color blanco y forma de tirabuzón que lo caracteriza
y le confiere terror apocalíptico. Esta pata tiene la propiedad de extenderse
de una manera interminable como si fuera una serpiente infinita. Con esta pata monstruosa atrapará a las
malas autoridades, a los que abusan de su poder, a los periodistas que deforman
y manipulan la verdad, a los buscadores
de oro y petróleo que contaminan aguas y tierras, a los que talan
clandestinamente los bosques de caoba y a todos los que atentan contra la vida,
para llevarlos a formar parte de su séquito infernal transformadas en bestias
selváticas por toda la eternidad.” (Subrayado nuestro: W.O.)
Y
su interlocutor, uno de los pocos periodistas honestos de su medio, “Juanito”,
le sigue preguntando (la obra es una delicia por los diálogos donde se trasunta
la sabiduría de este “docto ignorante” que es Koko Shijam):
“-Dígame,
amigo Kokin, ¿entonces la selva estaba habitada, digamos, por demonios que son
una especie de dioses, que en vez de hacer maldades, castigan la maldad?”
Responde
nuestro Libro andante:
“-En
realidad los demonios solo defienden sus dominios. Todos los personajes que he mencionado, por su ambición desmedida,
invaden los ámbitos que pertenecen a las diversas criaturas que habitan estos
espacios; por lo tanto, si siguen destruyendo sin parar, van a recibir el
castigo que se merecen. La acción de los dioses y demonios del Marañón, del
Amazonas, de los bosques no será posible si no hay una acción conjunta con los
hombres de estas tierras. Eso lo sabes, pues, Juancito, como periodista,
como hombre que ha estudiado. Al lado de esto `señores del bosque´ hay otros habitantes en encierran secretos
incomprensibles…” (Subrayado, asimismo, nuestro: W.O.)
Todo
un alegato, pues, que justifica la pertinente urgencia de la lectura y puesta
en práctica de un libro como este que comentamos, cuyo valor no es solo el
penetrar en la urdimbre de la problemática amazónica, sino en predicar y
luchar, denodadamente, por la defensa de la vida, del ambiente, de la
existencia en general. (No sé, pero en el trajinado y controversial “Plan
Lector”, se supone que este libro debe ser uno de los seleccionados por
antonomasia).
La
presente, pues, es una obra que, además de proporcionarnos el placer estético
de la lectura de sus páginas brillantes, nos deja lecciones permanentes que no
podemos desaprovechar.
Por
lo que, una vez más, volvemos a la cita de Horacio, en Epistola ad Pisones: Koko
Shijam, El libro andante del Marañón, es una novela, una obra de arte, utile dulci, que combina “lo útil con lo
dulce”, “lo provechoso con lo agradable”. En ext: : “se llevó toda la alabanza
quien mezcló lo útil con lo dulce, deleitando al lector, a la vez que
instruyéndole”
En
las páginas finales, se le propone, al viejo
awajúm (aguaruna), un homenaje en la Municipalidad local. Leamos lo que
dice Ulises Gamonal, “conocido por difundir la cultura de la región (a quien
acompaña Elzer Elera, querido profesor y dirigente magisterial).
Ah,
y todo esto –no puede olvidarse- ¡con el fondo musical de Juaneco y su combo!
En
su ofrecimiento, le dice Ulises Gamonal a Koko Shijam:
“Al fin el pueblo de Jaen de Bracamoros le debe mucho a usted por divulgar
incansablemente nuestras tradiciones y sostener el orgullo de las culturas
amazónicas, toda la sabiduría de nuestros pueblos descansa en su grandiosa
memoria; entonces, como señal de reconocimiento y admiración, quisiéramos
invitarlo a compartir en la municipalidad con nuestras autoridades, para que
usted sea recibido como merece.//-Oiga, don Ulises –contestó el viejo awajúm-
usted sabe que no me gustan los homenajes,
me bastan su amistad y la consideración que la gente me demuestra en las calles
y plazas adonde llego. Además, yo soy un
don nadie, que no ha pisado ni una escuela básica. ¿Con qué derecho me merezco
halagos o reconocimientos?” (Subrayados nuestros: W.O.)
Pero
la Municipalidad resulta pequeña para el gentío, y mejor, entonces, salen a la plaza donde se improvisó un pequeño
estrado y todas las autoridades, una a una, con palabras encendidas y
manifestaciones de cariño, dieron la bienvenida a Koko Shijam, El libro andante del Marañón.
He
aquí las palabras de éste para corresponder al inopinado homenaje que su pueblo
le hacía :
:”…a
pesar de todo el tiempo que tengo vivido, que no sé si serán trescientos o
quinientos años, no he tenido oportunidad de asistir a una escuela y las pocas
letras aprendidas no son suficientes para llenar cuadernos o libros, por eso
les dejo a mi paso solo mis palabras, la memoria de mi voz. La patria misma me ha marginado siglos de siglos, sin embargo sigo
vivo. Me cortaron brazos y piernas para exprimir el Shijig, El caucho. Los Kistian, Los colonos, han quemado mi cuerpo en
colosales trozos para preparar terrenos y sembrar arroz, cacao, café y todo
tipo de frutas y legumbres que sirven a gentes de otros confines. Me han
perforado la piel buscando petróleo, el excremento del diablo. Han matado a los
animales que abrevaban en mi boca. Buscando oro han envenenado los ríos que
vigorosos seguían el curso de mis Numpá jinti, Las venas. Los peces que gloriosos se alimentaban con
el oxígeno de mi sangre van muriendo poco
a poco por los venenos derramados en las aguas y en los vientos. Los vegetales
que adornaban toda mi superficie languidecen en el abandono. La lepra me ha
dejado extensas cicatrices a lo largo y ancho de mi territorio. Todos los males
han atacado mis interiores, pero la fuerza de todos los espíritus que viven y
gobiernan nuestras tierras y aguas me han vuelto sano y salvo durante cuatro o
cinco siglos, ¿o será más tiempo que vivo resistiendo?” (Subrayado también
nuestro. Y nos preguntamos, si no es ésta una diáfana denuncia, ¿qué puede ser?
Además que el tratamiento arbitrario del tiempo corresponde, qué duda cabe, al
Realismo Mágico que impregna, de modo sui
generis este corpus narrativo. )
Se
escucha -¿quién lo duda?- el eco de
Arguedas y su “seguimos siendo”: Kakchkanirakmi.
Este
libro debía ser de lectura obligatoria, máxime en un tiempo de tanta urgencia
en la defensa de lo que aún no nos han podido arrebatar.
Walter
Lingán, el autor, cajamarquino de San Miguel de Pallaques, es médico y estudió
en San Marcos y en la Universidad de Colonia, Alemania, donde reside hace treinta
y dos años, pero, por lo que apreciamos, su residencia está en la Patria de
Beethoven, pero su espíritu, y el sentido de sus luchas –ideológicas y
estéticas- nos pertenece. Para seguir con la memoria del autor de Todas las sangres, Lingán, felizmente,
no es un aculturado.
El,
más bien, es un creador infatigable en el área del cuento y la novela. Su obra,
traducida al alemán, y a otras lenguas modernas, es un claro ejemplo de un
intelectual peruano que ha asumido el compromiso de que su creación literaria
esté engarzada en la defensa irrestricta de la vida, sin que esto le impida ser
un esteta consumado por la poesía de su prosa y lo enhiesto de su posición,.
Ha
ganado, su trabajo literario, numerosos
premios nacionales e internacionales y él mismo es un activo participante - en
las redes sociales- del combate inexhaustible por las causas nobles de la vida
y del mejoramiento de la criatura humana, y su
defensa irrestricta, de una nueva
humanidad, no depredadora, no mortícola.
O
sea, de la nuestra. De la que lucha por su Segunda y Definitiva Independencia, verbi gratia, en Nuestra América
martiana, sandinista, mariateguista.
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