ODETTE AMARANTA VÉLEZ VALCÁRCEL: NUDOS, TRAMAS “URDIMBRE”
Por Winston Orrillo
“tierno animal/ mi esqueleto//cóncavo cráneo/ anida al cerebro//
falange/ falangina/ falangeta// dueño es mi peroné//
eterna clavícula/ afilado coxis/ grávido esternón//
vértebra / tras vértebra// mis delicados huesos//
armadura atrapada/ en blando cuerpo”.
O. A. V. V.
Urdimbre (Ediciones Intermezzo Tropical, 2014), de Odette Amaranta Vélez Valcárcel –firma solamente Amaranta- es un breve poemario pleno de sorpresas.
Por un lado la ceñida concisión de una lírica que la acerca a los eximios maestros italianos Ungaretti y Montale, con una esencialidad de sacarle el concho a la palabra: “era solo volando bajo el mar”, “fugaces sueños de sal/ mis manos duermen” o “epifanía/ coro efervescente/ late corazón”; y luego, sin transición ninguna, un llevarnos a la dilacerada vanguardia de Trilce, presente en textos como “en carne propia”: “ineludible/ regreso// // retrato mi silencio// arquitectura de infierno/ tocuyo de cemento/ escalofrío// en balde de sangre/ me sumerjo/ a recordar huérfanas piedras”.
Nuestro Martín Adán tiene, asimismo, bastante que ver con ese refocilamiento en la expresión per se.
Odette –no puedo dejar de llamarla así porque ésa es la onomástica que, de varios quinquenios me suena a ella misma- como todos los poetas auténticos tiene un culto por la palabra, a la que domestica con ahínco (ya sé que asoma la renombrado cita de Octavio Paz sobre las mismas), pero nuestra autora lo dice de otro modo, más directo: “amo/ las/ palabras/ y/ el cuerpo/que las/ n o m b r a// temo sus lunas amarillas// s i l e n t e s// se apoderan/ de mí”. Ergo, el oxímoron “palabra/ silencio” puebla el devenir de su libro, y, al respecto, no podemos dejar de recordar la conocida anécdota del encuentro entre dos celebérrimos artistas: E. Degas y S. Mallarmé, cuando el primero, pintor de renombre, le dice, al saludar al gran poeta simbolista: “Maestro tengo muchas ideas para poemas”, éste, escuetamente, le responde: “La poesía se hace con palabras…”
Odette acosa, persigue la expresividad, allende su antítesis: el silencio, la nada, pero a ambos exorciza en textos como, precisamente, “Nada”: “entre líneas/ mordaz sigilo de corcheas/ /paréntesis divino// limbo inasible/ ascuas”.
Como vemos, más es lo que se calla que lo que se dice, con lo que volvemos, precisamente, a ese simbolismo imposible de evadir a partir de su aparición en la segunda mitad del XIX, y del que fuera conspicuo representante, precisamente S., Mallarmé. Otro de la misma condición: “si el silencio se poblara de palabras/ ¡allá dios!/ un momento de piedad le pediría”.
Y, asimismo, sus incursiones en temas como el amor, están nimbadas, igualmente, por esa peculiar contención que caracteriza su estilo: “tu loco cuerpo/ húmedo destino/ en esta boca”. Y siempre con las bridas en las manos, la poeta nos lleva de metáfora en metáfora, de oxímoron en oxímoron: “callarnos/ en música/ ausentes de certeza”. “silencioso desdén// no besarán mis pies/ tu ausencia”. O ésta muy peligrosa “Artillería pesada”: “no asomes a mi cuerpo/ blancas armas bajo flores// elijo el sable/ al vano intento de ternura/ en el incendio.”… “de tanto tenerte/ perdido/ te/ he”.
O el formidable “No”: “el espacio que no habitas me per/ turba// tu cadáver/ mi muerte en primavera/ el momento de tu ya no voz/ manto de fotografías/ en sombría ausencia”.
La parte final del libro “Tramas” contiene una serie de poéticas y autorreferencias dignas de leerse con particular atención.
Hija –es imposible no decirlo- de la notable poeta Rosina Valcárcel, ésta tiene un libro “Loca como las aves”, y Odette, en el primer verso de su impactante “Loca” escribe: “sonámbula como las aves…” La misma estirpe, pues, qué duda cabe, pero los estilos de poetizar son, eso sí, radicalmente distintos.
Audaz en sus referencias al “desbocado brinco” de la creación de su progenitora , a su “delirante poesía: “rito de oscuridad / pariendo un nuevo alfabeto”, Odette efectúa, en realidad, un gran homenaje a quien acaba de regalarnos su relevante Poesía reunida.
Nieta de poeta, hija de poeta Odette Amaranta ha publicado poco y muy espaciadamente, desde 1986. Su primer poemario, Árbol sin nombre (2010) reúne versos de distintas épocas, todos en busca de la sobria madurez que vemos pergeñarse en el presente, Urdimbre.
La presente edición, sobria en su belleza, tiene magníficas ilustraciones de Carlos Alberto Ostolaza, Rosamar Corcuera y Martín Zavala
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