01/01/2015
Cuba
y Estados Unidos: "¡ni un tantico así!”
Por Atilio
Boron
El
cambio de política hacia Cuba busca neutralizar un permanente factor de
perturbación y una política más eficaz para recuperar el control las díscolas
naciones del sur
Escribimos
estas líneas con la inmensa alegría que nos produjo la exitosa culminación de
la campaña que el pueblo y el gobierno de Cuba lanzaron para repatriar a los cinco
luchadores antiterroristas injustamente encarcelados por la “justicia” de los
EEUU, que jamás se preocupó por enjuiciar a connotados y confesos terroristas
como Orlando Bosch y Luis Posada Carriles o a un financista y ejecutor de
atentados terroristas como Jorge Mas Canosa. Refiriéndose a “Los 5” Fidel dijo
en su momento “volverán” y volvieron; como antes, en el incidente del niño
Elián González, cuando también aseguró que Elián volvería a Cuba, y volvió.
Dicho
esto quisiéramos compartir una reflexión sobre las razones que explican el
cambio en la política exterior de EEUU en relación a Cuba y lo que esto podría
significar para la Isla y América Latina y el Caribe.
El
absoluto fracaso de más de medio siglo de bloqueo y agresiones es uno de los
factores más evidentes que originaron el viraje de Washington. La Revolución Cubana resistió a pie
firme, dignamente y sin concesiones, tamaña agresión y al final del día el
Goliat del planeta tuvo que reconocer su derrota, algo que muy rara vez hace la
siempre arrogante superpotencia. Lo hizo el presidente Barack Obama en su
discurso y de modo todavía más enfático su Secretario de Estado, John Kerry, cuando al pronunciar el
suyo, un par de horas más tarde, dijo que “durante medio siglo aplicamos una política
para aislar a Cuba y los que terminamos aislados fuimos nosotros.”
Claro está que otros factores también jugaron un papel: la intervención del
Papa Francisco fue mucho más allá de una piadosa exhortación o una “gestión de
buenos oficios”, tal como convencionalmente se la entiende. Fue una mediación
en donde la influencia papal para arribar a un acuerdo parece haber sido más
gravitante que lo normal en este tipo de mediaciones. El tiempo permitirá
calibrar con precisión las características de esa gestión. Además, el reiterado
repudio que la política del bloqueo cosechaba año tras año en la Asamblea
General de las Naciones Unidas, e inclusive en el seno de la OEA, fue
debilitando la firmeza de la política anticubana. Otro factor fue la
honrosa insistencia de los países latinoamericanos y caribeños sin excepción
para exigir el fin del bloqueo y la liberación de “Los 5”.
El
papel de la UNASUR y la CELAC también fue de importancia para precipitar esta
reorientación de la política de la Casa Blanca. Pero lo que a nuestro juicio fue
decisivo para producir este viraje fue el cálculo geopolítico realizado por los
estrategas del imperio, que recomendaba acabar con una política que no sólo era
inefectiva -como las torturas de la CIA, según el reciente Informe del Senado-
sino que además era contraproducente para garantizar la seguridad nacional
estadounidense en momentos tan críticos como el que actualmente atraviesa el
sistema internacional. En las páginas que siguen trataremos de
desarrollar en cierto detalle este argumento.
La transición geopolítica mundial y
sus desafíos para la estabilidad del imperio
EEUU se
enfrenta a un deteriorado cuadro geopolítico mundial que suscita una enorme
preocupación en su clase dominante, sus representantes políticos e ideológicos,
el Pentágono y sus agencias de inteligencia. En 1997, pocos años después del
derrumbe de la Unión Soviética, uno de los más lúcidos (y cínicos)
intelectuales orgánicos del imperio, Zbigniew
Brzezinski, escribió un libro que resumía la visión estratégica dominante
en ese momento y proponía un conjunto de recomendaciones para encarar con
realismo –en lugar de las autocomplacientes ensoñaciones de los miembros del
Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, gran parte de los cuales integraron las
filas del gobierno de George W. Bush- los desafíos de los años venideros. [1]
En El Gran Tablero Mundial su autor descartaba la
posibilidad de un debilitamiento del poderío global de EEUU dado que su país
aparecía, una vez desintegrada la Unión Soviética, como “la única e, indudablemente,
como la primera potencia realmente global” en la historia del planeta.
A
partir de esta premisa el objetivo que se trazó fue formular una geoestrategia
global e integral para preservar el papel central de EEUU como “arbitro
político” en todo el mundo, pero prestando especial atención a Eurasia ya que
es ese y no otro [es] “el tablero en el que la lucha por la primacía global”
seguirá jugándose. Un continente fundamental que contaba para 1997 con el 75%
de la población y el 60% del PNB mundiales, y las ¾ partes de los recursos
estratégicos conocidos. Para ser exitosa dicha estrategia debía basarse en la
construcción de “una comunidad global basada en las relaciones de cooperación”.
[2] No obstante, a Brzezinski no se le escapaban las acechanzas que podían originarse
como consecuencia de potenciales “contingencias relacionadas con los futuros
alineamientos políticos (…) que intenten empujar [a los EEUU] fuera de
Eurasia”.
En ese
escrito Brzezinski identificaba tres escenarios que podrían plantear tales
retos a lo largo del siglo veintiuno: el primero era un acuerdo entre Rusia y los principales países europeos, que
debilitaría los vínculos entre EEUU y Europa y mellarían la fortaleza de la
Alianza Atlántica y en particular de la OTAN. Pero tranquilizaba a sus lectores
diciendo que la probabilidad de esa contingencia era “bastante remota” (si bien
no totalmente descartable), no habiendo por lo tanto razones para alarmarse.
La
segunda amenaza era un posible acuerdo
entre China y Japón, por entonces la segunda economía del mundo y puntal de
la presencia estadounidense en el Pacífico y en el mundo asiático.
Probabilidad: también muy baja, porque los históricos conflictos que separaban
a ambas naciones serían un obstáculo muy difícil de remontar. Había que
monitorear los movimientos, los gestos y las iniciativas de esos dos países
pero sin perder la serenidad.
El
tercer escenario, “el potencialmente más peligroso sería el de una gran coalición entre China, Rusia y
quizás Irán, una coalición ‘antihegemónica unida no por una ideología sino
por agravios complementarios’.” [3] Sin embargo, las probabilidades de que esta
amalgama política pudiera cristalizarse eran, según Brzezinski, remotas. Ahora
bien: los pronósticos de este consejero áulico del imperio fueron impiadosamente
refutados por la historia ya que ese escenario -el menos deseado, el más temido
y el más improbable- fue el que en estos últimos años irrumpió con fuerza en el
sistema internacional. A mediados del 2014 Rusia y China firmaron
importantísimos acuerdos –económicos, políticos y militares- de largo plazo, a
los cuales se unió poco después Irán. En Septiembre la India solicitó
formalmente su adhesión al Acuerdo de Cooperación de Shanghai y a finales de
este mismo año Rusia selló un muy importante acuerdo con Turquía, cerrando de
este modo una alianza que cambia radicalmente la correlación de fuerzas en el
tablero de la geopolítica mundial en perjuicio de EEUU, sus aliados europeos y
Japón. Con la integración de la India y Turquía el panorama geopolítico euroasiático
no podría ser más desventajoso para lo que Brzezinski denomina “Occidente.”
En el
año 2012, es decir, poco antes de que emergiera esta nueva coalición y quince
años después de la publicación del Gran Tablero Mundial,
Brzezinski dio a conocer su más reciente obra: Strategic Vision. [4]
En ella el tono general del análisis se sitúa en las antípodas de su por
momentos triunfalista texto de 1997. Ahora la preocupación es otra. En la
primera parte de ese libro propone una sorprendente y muy significativa
exploración histórica en torno a la “declinante longevidad de los imperios”,
una reflexión insólita en relación al supuesto fundamental de la obra: EEUU no
es un imperio sino una potencia, la única potencia global. No obstante, este
inesperado comienzo revela que en su fuero íntimo Brzezinski no se engaña, ni
engaña a sus jefes y patrones, y sabe que EEUU es la cabeza de un vasto sistema
imperial y que, además, la lógica que decretó la declinación de todos los
imperios anteriores, sin excepción, difícilmente exceptúe al [norte] americano.
Como estudioso que es sabe muy bien que este no podrá ser eterno y duda de que
siquiera pueda mantenerse más allá de unas pocas décadas. De ahí que las cuatro
preguntas fundamentales que plantea en las páginas iniciales del libro sean las
siguientes:
1) ¿Qué
implicancias tienen la cambiante distribución del poder global desde Occidente
hacia Oriente y el despertar político de la humanidad?
2) ¿Por
qué decayó el atractivo de los EEUU, cuáles son los síntomas de su declinación
doméstica e internacional y por qué se desperdició una oportunidad tan
excepcional como el desenlace pacífico de la Guerra Fría?
3) ¿Qué
consecuencias geopolíticas tendrían lugar si EEUU perdiera su primacía en el
ámbito del poder global? ¿Podría China ocupar su lugar en el 2025?
4)
¿Cómo debería EEUU redefinir sus objetivos geopolíticos a largo plazo, y cómo
atraer, apoyándose en sus aliados europeos, a Rusia y Turquía a los efectos de
construir un “Occidente” más inclusivo y vigoroso?
En
resumen, el autor se formula interrogantes impensables una década atrás. Lo que
antes se asumía como una verdad inconmovible, la primacía internacional de
EEUU, ahora es objeto de múltiples conjeturas, y por lo tanto las opciones
estratégicas diseñadas en el pasado deben ser radicalmente re-examinadas.
Un
mundo convulsionado
En este
impensado escenario, en donde los rivales de Washington unen fuerzas, y los
antiguos aliados –fervientes, como Turquía, o tibios, como la India- se pasan
al otro bando, la rápida degradación de la situación internacional plantea
enormes desafíos al imperio. La agenda exterior de la Casa Blanca se enfrenta
con numerosos “puntos calientes” en los cuáles EEUU está fuertemente
involucrado, tiene muchos intereses en juego y se ve forzado a hacer apuestas
cada vez más riesgosas y de incierto desenlace. En Oriente Medio la situación
está fuera de control: después de haber avivado la hoguera del fundamentalismo
sunita como ariete para hostigar a Irán y Siria, el trágico resultado de esa
política fue la aparición del Estado Islámico, una organización criminal que
dispone de los enormes recursos financieros derivados de su control sobre las
zonas petroleras de Siria e Irak, y dispuesto a afianzar su dominio apelando a
cuantas atrocidades sean imaginables. Originalmente formado por mercenarios
reclutados por EEUU y Arabia Saudita, financiado y armado por estos dos países,
el genio se salió de la botella (como antes Osama bin Laden y Saddam Hussein)
y, previsiblemente, comenzó a desarrollar una política propia que no es
precisamente la que mejor favorece los intereses de Washington en la región.
A la
explosiva situación de esa parte del mundo, hundida en un interminable baño de
sangre, hay que agregar la acelerada fascistización de Israel, que ha
convertido a su estado en un engendro neonazi en donde el genocidio de los
palestinos pasó a ser una práctica habitual ejercida con total impunidad e
indiferente ante la repulsa casi universal que suscitan sus acciones. Más hacia
el Oriente, en Asia Central, área donde se anuda una densa red de oleoductos y
gasoductos de vital importancia para el mercado mundial de energéticos, la
permanente inestabilidad de una zona surcada por ancestrales rivalidades y
conflictos étnicos, religiosos y económicos de todo tipo se combina con
periódicos estallidos de violencia que frustran de raíz cualquier posibilidad
de establecer proyectos económicos de cierta envergadura para el
aprovechamiento de sus enormes riquezas gasíferas y petroleras. [5] Más hacia
el Este, al llegar al extremo del continente, la persistente disputa entre
China y Japón por la delimitación jurisdiccional del Mar del Sur de la China
agrega un condimento explosivo en el límite oriental de la antigua, y hoy
altamente revalorizada, “Ruta de la Seda”. [6]
¿Es
todo? De ninguna manera. La situación del África Subsahariana es motivo de
intensa preocupación, sobre todo por el arraigo que en algunos países
proveedores de petróleo, como Nigeria, parece haber conseguido el islamismo
radical. Pero, más al norte es donde se encuentra la fuente más importante y a
la vez urgente de preocupaciones. En Europa hay una guerra en ciernes entre los
países de la OTAN y Rusia. Las sucesivas sanciones económicas decretadas por
Washington (y replicadas con deshonrosa obediencia por sus compinches europeos)
junto al deliberado derrumbe de los precios del petróleo configuran, en
términos prácticos, una declaración de guerra, y así lo ha entendido no sólo
Moscú sino buena parte de la dirigencia política estadounidense. No sorprende,
en consecuencia, que Rusia haya anunciado el 26 de Diciembre un significativo
cambio de su doctrina estratégica, orientada ahora por la necesidad de contener
las amenazas que se ciernen, desde Europa: la OTAN y el despliegue balístico
norteamericano en ese continente, sobre su seguridad nacional. [7]
El
dramático empeoramiento de la situación en Ucrania reconoce dos causas
fundamentales: una, la expansión hacia el Este de las fronteras de la OTAN, en
abierta violación de las promesas formuladas a los gobernantes rusos por
sucesivos presidentes de los EEUU y los jefes de estado europeos. La otra: la
insistencia de la Unión Europea en incorporar a Ucrania y, de ese modo,
penetrar por la puerta trasera en Rusia. Ambas iniciativas propiciaron la fulminante
resurrección de la Guerra Fría, que se está recalentando aceleradamente. Un
académico conservador norteamericano, John Mearsheimer, profesor
de la Universidad de Chicago, culpó a Occidente por esta degradación del clima
internacional. Era sabido, escribió, que Moscú jamás podía aceptar de brazos
cruzados que la OTAN se extendiera hasta sus fronteras, y para colmo consentido
por un gobierno impuesto en Kiev por un golpe de estado impulsado y financiado
por EEUU y sus aliados. [8] Esta irresponsable provocación es tan inadmisible
para Rusia como lo hubiera sido para EEUU si, en los años ochentas, Moscú y los
países del Pacto de Varsovia hubiesen orquestado un golpe de estado en México e
instalado sus tropas en la frontera con EEUU.
El
desencadenamiento de la crisis en Ucrania desató como respuesta la
reintegración al territorio ruso de la península de Crimea (anexada con el
apoyo de sus habitantes) y alentó el separatismo de la población rusoparlante
que reside en el este ucraniano. Las sanciones económicas aplicadas a Rusia por
los países de la Alianza Atlántica tensaron la cuerda a grado tal que tiene
escasos precedentes en la historia contemporánea. Moscú denunció estas
maniobras y dijo que ellas son parte de una estrategia general cuyo objetivo es
nada menos que precipitar el “cambio de régimen” en Rusia, ante lo cual
Vladimir Putin ha dicho que su país no permanecerá indiferente ante esos
designios y responderá con cuanto tenga a su alcance. Hay que recordar que
Rusia dispone del segundo arsenal atómico mundial y que cuenta con unas fuerzas
armadas muy bien equipadas. Como decíamos más arriba, si la OTAN llegara a
lanzar un ataque con armas de destrucción masiva Moscú no vacilará en recurrir
a su arsenal nuclear, lo que abre una atroz perspectiva para el futuro de la
humanidad. [9]
Trascendente
papel de América Latina y el Caribe
En
innumerables ocasiones Fidel y el Che afirmaron que Nuestra América es la
retaguardia estratégica del imperio. Cuando EEUU enfrenta graves desafíos en el
frente internacional -como en los años setenta en el Sudeste asiático y muy
especialmente en Vietnam- se vuelve sobre los países del área para desde allí
tomar aliento y lanzar su arremetida. En aquella oportunidad lo que hizo fue
sembrar dictaduras por toda la región, en donde salvo México, Colombia y Costa
Rica, el resto de los países padecieron la instauración de regímenes
cívico-militares que hicieron del terrorismo de estado una práctica cotidiana
de ejercicio del poder, para lo cual contaron con el auspicio, colaboración,
protección y financiamiento de Washington.
En la
actualidad la Casa Blanca continúa actuando bajo los lineamientos de la misma
premisa, procurando acabar con la Revolución Cubana, liquidar a los gobiernos
bolivarianos, terminar de domesticar a los de la “centro-izquierda” del Cono
Sur y reforzar, vía la Alianza del Pacífico, a los regímenes neocoloniales y
conservadores del área. Téngase en cuenta que en el turbulento tablero
geopolítico internacional Nuestra América brilla como una envidiable, y única,
zona de paz. Lo único que perturba este panorama es el conflicto interno en
Colombia y la desestabilización de México, pero ambas son situaciones que se
constituyen en el ámbito doméstico. [10] Sólo Colombia podría, si fracasaran
las negociaciones de paz en curso en La Habana, alterar significativamente los
equilibrios internacionales del área.
No
obstante, en el caso de México no habría que descartar que si se acelerara y
profundizara la descomposición de la situación interna debido a la explosiva
combinación entre el creciente poderío del narco -que podría llegar a someter a
su arbitrio a las diversas ramas del aparato estatal- y una repotenciada
protesta social los EEUU podrían, en tal eventualidad, considerar muy
seriamente la posibilidad de invadir y ocupar una parte de la frontera norte
mexicana con el pretexto de preservar la “seguridad nacional” estadounidense
amenazada por el caos al sur del Rio Grande. Lo hicieron en el pasado y nada
autoriza a pensar que no volverían a hacerlo una vez más si lo considerasen
conveniente. Hipótesis extrema, pero que en función de las enseñanzas de la
historia sería sumamente imprudente descartar. Va de suyo que una movida de ese
tipo tendría enormes repercusiones internacionales, que reverberarían mucho más
allá del hemisferio americano. [11]
Es a
causa de todo lo anterior que Washington está poniendo cada vez más empeño en
“reordenar” una región que desde el triunfo de Chávez en las elecciones
presidenciales de 1998 ha ido progresivamente emancipándose de la pegajosa
tutela y control que EEUU ejerció sobre lo que con indisimulado desprecio se llama,
en los círculos oficiales de ese país, su “patio trasero”. La oleada
bolivariana desencadenada por Chávez facilitó la supervivencia de la acosada
Cuba y tuvo reflejos concéntricos en el mundo andino: Bolivia y Ecuador se
plegaron a la misma y, en el litoral atlántico, surgieron gobiernos más
moderados en Argentina, Brasil y Uruguay pero que, pese a la tibieza de algunas
de sus iniciativas, en el terreno internacional aportaron un apoyo decisivo
para, entre otras cosas, hacer naufragar el proyecto más importante que el
imperio tenía reservado para América Latina y el Caribe: el ALCA, sepultado en
Mar del Plata en Noviembre del 2005.
El
cambio de política hacia Cuba tiene por objetivo neutralizar un permanente
factor de perturbación de las relaciones hemisféricas y abrir el paso a una
política más eficaz para recuperar el control las díscolas naciones del sur. El objetivo es claro: garantizar la
estabilidad y la complicidad de la retaguardia imperial para que Washington
pueda actuar en los “puntos calientes” arriba señalados sin temor a que su
distracción en lejanos teatros de operaciones desate una radicalización tan
indeseable como incontenible en los países de América Latina y el Caribe.
Para enfrentar con éxito esta tercera guerra mundial en gestación es esencial
retomar el control de Venezuela, donde al día de hoy se alojan las mayores
reservas comprobadas del mundo. Pero dicho objetivo no se alcanzará manteniendo
la vieja y fracasada política hacia Cuba, que provoca la repulsa del resto de
las naciones del hemisferio.
Por eso
el presidente Barack Obama dio el primer paso para “normalizar” las relaciones
con la Isla pero al día siguiente redobló su ataque a la República Bolivariana
promulgando un proyecto de ley, impulsado nada menos que por el Senador Bob
Menéndez (conocido por sus estrechas vinculaciones con la mafia anticastrista
de Miami) [12] que establece sanciones económicas a gobernantes y políticos
venezolanos “responsables por violaciones de los derechos humanos de
manifestantes antigubernamentales” que entre Febrero y Abril del 2014 tomaron
las calles y mediante violentas manifestaciones exigían la renuncia del
presidente Nicolás Maduro. Ni a este impresentable senador ni a Obama les
importó que los autores o instigadores de actividades violentas –incluyendo
asesinatos, robos, incendios, destrucción de edificios y bienes públicos,
etcétera- que busquen alterar el orden constitucional o remover autoridades
apelando a la violencia serían acusados del delito de sedición en EEUU (y en
casi todo el mundo) y pasibles de ser sancionados con durísimas penalidades
que, en este país, incluirían la prisión perpetua. Pero como se trata de
recuperar a la Venezuela Bolivariana de cualquier forma, los autores
intelectuales y apologistas de esos actos de salvaje vandalismo, como Leopoldo
López y María Corina Machado, lejos de ser acusados por esos delitos son
exaltados como figuras ejemplares, síntesis de los valores republicanos y
libertarios, y elevados a la categoría de “combatientes por la libertad”.
Poco
importa que la mayor parte de las víctimas de aquel intento sedicioso fuesen
miembros de los servicios de seguridad del estado y militantes chavistas, tal
como ha sido reconocido por organizaciones independientes de derechos humanos
radicadas en Venezuela. Para no hablar del doble rasero que significa sancionar
a miembros del gobierno venezolano por preservar el orden constitucional del
asalto de los sediciosos y no proceder de igual modo, por ejemplo, con las
autoridades colombianas cuando informes inapelables certifican que el ejército
ejecutó al menos a 5.763 civiles inocentes entre 2000 y 2010; o con las
autoridades hondureñas, en donde después del golpe de estado de 2009 los
asesinatos extrajudiciales se realizan con total impunidad; o con las de
México, en donde es sabido que la desaparición de los 43 estudiantes
normalistas en Ayotzinapa fue orquestada y ejecutada con la participación -o al
menos la abierta complicidad- de autoridades civiles y militares de la
Federación y del estado de Guerrero? [13]
La
espina cubana
La
“normalización” de las relaciones con Cuba tiene pues una tenebrosa
contrapartida: liberar las manos del imperio para abalanzarse con fuerza para
doblegar al gobierno chavista y recuperar el petróleo venezolano. [14] Además responde a una necesidad
geoestratégica insoslayable, y ante la cual tanto la ruptura de relaciones
diplomáticas como el bloqueo se convirtieron en molestos estorbos para
Washington. Lo que se logró con ambas políticas fue facilitar la penetración de
China y Rusia en la mayor de las Antillas y, por extensión, en la “tercera
frontera” de EEUU: el Mar Caribe. Todos los textos e informes recientes sobre
la seguridad nacional norteamericana señalan una y otra vez que aquellos dos
países son “enemigos” que es preciso vigilar, controlar y, de ser posible,
someter o derrotar, toda vez que la recomendación de Brzezinski en el sentido
de “atraer y seducir” a ambos países demostró ser un rotundo fracaso. Máxime
cuando, en el Mare Nostrum norteamericano
China ha emprendido sin consultar ni mucho menos pedir permiso a Washington un
megaproyecto llamado a ejercer una extraordinaria influencia no sólo en el
comercio internacional: un nuevo canal interoceánico a través de Nicaragua,
obra para la cual el nuevo puerto cubano de Mariel asume una importancia
estratégica.
Rusia,
por su parte, ha dado a conocer sus planes de impulsar la proyección global de
su armada, lo que contempla, entre otras cosas, una mayor presencia en aguas
caribeñas. Lo que estos dos países hacen en Cuba, y están haciendo en la zona
del Gran Caribe, es un misterio para las agencias de inteligencia y las fuerzas
armadas estadounidenses. ¿Hay proyectos militares en juego que subyacen a los
crecientes relacionamientos económicos que China y Rusia desarrollaron en el
área? De ser así, ¿cuáles son, dónde están localizados y qué implicaciones
tienen para la seguridad nacional de los EEUU? ¿Cómo podrían ser neutralizados?
¿Cuál es el estado de la “sociedad civil” en Cuba? ¿Cuál debería ser la hoja de
ruta para preparar el tan anhelado “cambio de régimen” que ponga fin a la
Revolución Cubana? ¿Qué modelo aplicar: la “revolución de terciopelo”, al
estilo checo, o hay condiciones para ensayar una fórmula más rápida y violenta,
al estilo de los “cambios de régimen” practicados en Libia o Ucrania? Todas
estas son cuestiones de enorme importancia que no pueden ser confiadas a
“amateurs” como Alan Gross. Por el contrario, hay que desplegar en la isla un
número suficientemente grande de agentes para obtener información sensible y
confiable, para lo cual se precisa la cobertura de una embajada dotada de un
numeroso personal que, bajo el paraguas diplomático, pueda realizar esas
actividades de inteligencia.
La
política seguida a lo largo de más de medio siglo demostró ser, como decíamos
más arriba, no sólo inefectiva sino contraproducente. Y Obama quiere corregir
eso, pronto. Claro que la plena normalización diplomática exigirá que el
Congreso levante el bloqueo, de lo contrario la iniciativa anunciada el 17 de
Diciembre quedaría a mitad de camino, no sólo por la incoherencia que significa
pretender “normalizar” las relaciones entre Cuba y EEUU y, simultáneamente,
mantener el bloqueo. Se dice que los sectores más reaccionarios del espectro
político norteamericano en el Congreso se opondrán a esa iniciativa.
Seguramente será así, pero no sería raro que junto a poderosos
intereses comerciales -deseosos de establecer vínculos con Cuba- el lobby del
Pentágono y la CIA convenza a los más recalcitrantes que la seguridad nacional
norteamericana exige votar el fin del bloqueo, algo que hasta apenas ayer
parecía imposible y que el propio gobierno de EEUU promoverá no por razones de
respeto a la legalidad internacional o solidaridad con el pueblo cubano sino
exclusivamente en función de sus intereses estratégicos globales.
Tanto
Obama como Kerry lo dijeron con todas las letras: Washington no abandona su
propósito de fomentar las fuerzas que dentro de Cuba pudieran precipitar un
“cambio de régimen”, fomentar el activismo y la participación de la “sociedad
civil”, y promover una “prensa libre” y el pluralismo político, preocupaciones
estas que desaparecen como por arte de magia cuando el falaz régimen
norteamericano habla de Arabia Saudita, país sin sociedad civil, sin prensa
libre y en donde los partidos políticos están prohibidos. Sería inútil exigirle
coherencia doctrinaria a un imperio cuyo objetivo excluyente es saquear los
bienes comunes de nuestro planeta para mantener un patrón de consumo
absolutamente irracional e insostenible, no ya en el largo plazo sino en la
actualidad y mediante la militarización de las relaciones internacionales. Lo
cierto es que, pese a toda la verborragia, el objetivo estratégico de EEUU
sigue siendo el mismo; lo que cambia es la táctica.
Ahora
se recurrirá al “poder blando”, eufemismo que significa tratar de apelar a los
recursos derivados del supuesto atractivo de la sociedad norteamericana, sus
también presuntos valores de igualdad, justicia, libertad, convenientemente
manufacturados por la industria cultural
basada en Hollywood pero desmentidos día a día por la realidad, para
convencer a los cubanos mediante un intenso bombardeo propagandístico que una
sociedad que mata afrodescendientes a destajo, que deja grandes segmentos al
margen de toda atención médica y de la seguridad social, que impide que
sectores de clase media puedan acceder a las universidades y que cuenta con la
peor distribución de ingresos y recursos del mundo desarrollado es el espejo en
el cual deben ver su propio futuro. “Poder blando”, aclarémoslo de entrada, que
es apenas el reverso de la medalla en cuyo anverso se encuentra el “poder duro”
de la mayor fuerza militar jamás conocida en la historia de la humanidad y
dispuesta a ser aplicada sin mayores escrúpulos cuando sea necesario.
Muchos
observadores han expresado su preocupación por este cambio de la política
norteamericana. ¿Representa o no un desafío para Cuba? ¡Por supuesto que sí!,
pero aún peor es el reto emanado de la continuidad sine die del
bloqueo, que ha causado enormes daños materiales a Cuba. Según las últimas
estimaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores de ese país el costo
económico de esa política equivale a dos Planes Marshall en contra de la Isla,
mientras que con un solo Plan Marshall se reconstruyó la Europa devastada por
la Segunda Guerra Mundial. Ni se hable de los costos “no económicos” medidos en
sufrimientos humanos, privaciones, frustraciones y otras secuelas de esa
criminal política de agresión imperialista. Este fue un desafío que Cuba supo
repeler, pero a un precio exorbitante. La continuidad indefinida del bloqueo
obliga a preguntar cuánto tiempo más podría Cuba resistir esa situación sin
erosionar la legitimidad del orden revolucionario, librando batalla en un
terreno en el cual no tiene chances de prevalecer. En cambio, el desafío que
plantearía la penetración norteamericana –económica pero también política y
cultural- una vez eliminado el bloqueo podría ser respondido desde una posición
mucho más favorable. Tal como lo recordara José Martí, “trincheras de ideas
valen más que trincheras de piedras”, y Cuba posee, gracias a Martí y a la
incansable labor pedagógica de Fidel a lo largo de más de medio siglo, una
formidable trinchera de ideas contra la cual se estrellará la propaganda
norteamericana, el consumismo desenfrenado y las mentirosas ilusiones
fomentadas por el American way of life que el pueblo cubano
conoce muy bien desde 1898.
Sin
dudas, la densidad de la cultura cubana es incomparablemente más fuerte que la
salud de su economía y librar la batalla en el terreno cultural, para derrotar
al “americanismo”, como le llamaba Antonio Gramsci, es la táctica sin dudas más
apropiada. La historia demuestra que Cuba puede derrotar a EEUU desde la cultura y
la política, no desde la economía. De los dos desafíos, por lo tanto, el más
manejable es el que se abre con la normalización de las relaciones diplomáticas
y el eventual fin del bloqueo. Si en la ex Unión Soviética “los
espejitos de colores” del capitalismo fueron aceptados como buenos por su
población fue porque allí no hubo ni un Martí ni un Fidel. No es el caso de
Cuba, cuya población tuvo estos dos geniales maestros y además conoce el
imperio como pocas, porque le tocó sufrirlo entre 1898 y 1958, y sabe muy bien
que una cosa es la propaganda capitalista y otra completamente distinta el
capitalismo “realmente existente”.
Por
eso, ante las novedades aportadas días atrás y para evitar una re-edición de la
“Obamamanía” que tantas decepciones ocasionara entre los ilusos que cayeron en
esa trampa, y que ahora creen que Washington cambió, que abandonó sus planes de
hacer retroceder el reloj de la historia hemisférica hasta la medianoche del 31
de Diciembre de 1958, antes del triunfo de la Revolución Cubana, se impone
recordar lo que dijera el Che: “al imperialismo no se le puede creer ni un
tantico así, ¡nada!” Sería gravísimo desoír tan sabio consejo en una coyuntura
como la actual, cuando la validez de las palabras del “guerrillero heroico” es
mayor que nunca.
________________
Notas
[1]
Cf. El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus
imperativos geoestratégicos(Madrid y Buenos Aires: Paidós, 1997)
[2]
Para un examen de estos temas ver nuestro América Latina en la
Geopolítica del Imperialismo(Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012 y
nueva edición aumentada en 2014). Esta nueva edición está disponible en México,
España, Venezuela, Cuba y, próximamente, lo estará en Chile, Bolivia y
Ecuador). Véase asimismo “Pensamiento Estratégico Estadounidense”, la
transcripción de la conferencia que el autor de estas líneas y Alexia
Massholder ofrecieran en el ISRI (Instituto Superior de Relaciones
Internacionales) del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, en el mes de
septiembre del 2014 y que próximamente estará accesible en la web.
[3] El
Gran Tablero , op. cit, pg. 63.
[4] Strategic Vision.
America and the crisis of global power (New York: Basic Books, 2012)
[5] Sobre este tema ver Pepe
Escobar, Globalistán: How the globalized world is dissolving into
liquid war (Ann Arbor: Nimble Books, 2006) y su más reciente Empire
of Chaos (Ann Arbor: Nimble Books, 2014)
[6]
Sobre el tema de la nueva “Ruta de la Seda” ver Pepe Escobar, “Integración
eurasiática contra el Imperio del Caos”, en http://www.lahaine.org/integracion-eurasiatica-contra-el-imperio
[7]
Un indicio de la extrema gravedad de la situación actual se infiere del anuncio
oficial de esta nueva doctrina, en cuya ocasión Moscú declaró que si bien esta
es de carácter defensivo no renunciará al derecho utilizar su arsenal nuclear.
El artículo 27 de la doctrina dice que "la Federación de Rusia se reserva
el derecho a utilizar armas nucleares en respuesta a ataques con armas
nucleares u otras armas de destrucción masiva en contra de Rusia y/o de sus
aliados, así como en el caso de una agresión a la Federación de Rusia con armas
convencionales que suponga una amenaza para la existencia del Estado".
Nótese que entre los aliados sobresalen sus socios del BRICS: Brasil, India,
China y Sudáfrica. Esta clase de afirmaciones no se escuchaban en Rusia desde
los tiempos de la Unión Soviética. Ver “La nueva doctrina militar de Rusia cita
a la OTAN como una de las principales amenazas”, en http://actualidad.rt.com/actualidad/161547-putin-modifica-doctrina-militar-rusia
[8]
Ver su “Why the Ukraine crisis is the West’s fault”, en Foreign Affairs (Septiembre-Octubre
2014)http://www.foreignaffairs.com/articles/141769/john-j-mearsheimer/why-the-ukraine-crisis-is-the-wests-fault Hemos
tratado este tema in extenso en nuestro “¿Rumbo hacia la
Tercera Guerra Mundial?” en mi blog: www.atilioboron.com.ar y en http://www.telesurtv.net/bloggers/Rumbo-hacia-una-Tercera-Guerra-Mundial-20141217-0008.html, http://www.lahaine.org/irumbo-hacia-una-tercera-guerra
[9]
Antes de llegar a la situación de los últimos días Noam Chomsky había alertado
sobre la extrema peligrosidad de la actual situación internacional, que podría,
en el “escenario del peor caso”, culminar con una guerra termonuclear que
destruyera a sus iniciadores. Ver su “ World ominously
close to nuclear war” en http://rt.com/news/202995-chomsky-rt-nuclear-war/
[10]
Por supuesto, podría agregarse el caso de Honduras, un país que desde el golpe
de estado que desalojó a Mel Zelaya del poder ingresó en una interminable
espiral de violencia doméstica causada por el paramilitarismo -encargado de
“disciplinar” a la población hondureña- y su aliado natural en todos nuestros
países: el narcotráfico. También el de Haití, cuyo martirio parecería no tener
fin. Pero aún así, estos dos casos no tienen, en el momento actual, condiciones
para alterar decisivamente la situación del hemisferio.
[11]
Recuérdese que con la firma del ASPAN, el Acuerdo para la Seguridad y
Prosperidad de América del Norte, EEUU ya dispone de numerosos efectivos de sus
cuerpos policiales, de inteligencia y de las propias fuerzas armadas actuando a
plena luz del día y “legalmente” en territorio mexicano. Una invasión sería un
salto en la magnitud de esa presencia más no una absoluta novedad.
[12]
El 25 de Enero de 2014 la cadena televisiva NBC informaba desde Nueva York la
ampliación de la investigación por crímenes federales que podría haber cometido
el senador demócrata por New Jersey Robert “Bob” Menéndez, quien es un asiduo
visitante de los juzgados de su país. En este caso el Departamento de Justicia
está investigando las gestiones hechas por el senador a favor de William y
Roberto Isaías, dos banqueros ecuatorianos fugitivos de la justicia por
multimillonarias estafas cometidas durante las turbulencias de los años noventa
en Ecuador. Los Isaías, al parecer, hicieron significativas contribuciones a
favor de Menéndez a cambio de la protección mafiosa que este le prestó para
que, a pesar de las requisitorias de la justicia ecuatoriana, pudieran
radicarse sin problemas en EEUU y desarrollar en ese país lucrativas
actividades. Más en:http://www.nbcnewyork.com/news/local/bob-menendez-federal-probe-nj-senator-i-team-241721381.html
[13]
Sobre esto ver Alexander Main, “ Un paso adelante y un paso atrás en la
política de EEUU hacia América Latina ” (Washington: Documento de Trabajo
Center for Economic and Policy Research, 19 Diciembre 2014)
[14]
Sobre esto ver el sugerente artículo de Rafael Bautista Segales., “¿Del bloqueo
a Cuba al bloqueo al ALBA?”, en ALAI, 24 Diciembre 2014. http://alainet.org/active/79714
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