ROSINA
VALCÁRCEL REÚNE SU INTENSA POESÍA (1966-2013)
Por Winston Orrillo
“La luna/ es
negra/ como el amor/ y el amor/ como la mujer
una simple/ palmada de mano”
R.V.
La intensa obra creativa de Rosina Valcárcel,
que hallamos en Poesía reunida
(1966-2013) –Fondo Editorial de
Cultura Peruana, Lima, 2014- ciertamente nos desconcierta porque, sápida,
sabiamente, sabe combinar el poema breve, como el que hemos citado en el epígrafe,
y este otro, bellísimo: “Odette”: en
invierno/ duerme en una guitarra; o “Sobrevivir”: Cómo
sobrevivir a la blasfemia de tus bellos ojos desplomados, con extensas obras
maestras, como el poema que dedica a su padre (hay varios) pero me quedo con
“Mi padre un círculo rojo”: donde hay versos tan imborrables como aquellos en los
que recuerda su deceso: Hoy no puedes
partir es Primero de Mayo, Día del Proletariado, natalicio de mamá y mi
cumpleaños./ A las pocas horas resucita el elefante herido y pregunta: -`¿Aún es 1º de Mayo? Vengan
pronto ´y nos abraza/ Entre rosas rojas, llantos, suspiros/ Al recuperar mi
color siento la tibieza de su niñez oscura/ El tiempo del piano / La
transparencia de su piel mora// Solo parte al Olimpo a reunirse con sus camaradas
poetas/ Con quienes caminó muy junto y rumbeó largas noches/ Al final fue un
gallo rojo.
Por eso se justifica la excelente presentación,
hecha desde París, por el no menos relevante poeta Jorge Nájar, quien, entre
otros aciertos, señalara: “La voz que habita en esta poesía no es una máscara.
Hay detrás la historia que incluye el análisis de los distintos espacios que
atraviesa –la familia, los amores, el mundo exterior, sus preocupaciones
íntimas-, el testimonio, la expresión estética y sentimental de una generación,
junto con la visión de una época. Pero ese habitante, ese yo lírico, no sólo es
ella misma. Es también otras personas, otros individuos, otras mujeres…Nacida y
crecida en el seno de un círculo militante del asalto al cielo, la autora sabía
bien de lo que hablaba. A sus convicciones se sumaba un estilo de vida y una
naturaleza que la llevaba a pisar las calles para charlas y escuchar, para
gritar y cantar, para exhibirse y ocultarse…”
Qué atinada la caracterización que Jorge hace de
Rosina, cuando la llama “cartógrafa de su tiempo, de sus seísmos, de sus
catástrofes, de sus objetos, de sus sueños y de sus viajes reales e
imaginarios, esta voz que obstinadamente recurre a la primera persona del
singular, a un `yo´ que en algunos casos tiene sonoridades masculinas aunque
sea la voz de una mujer, no es solo eso. Es eso, claro, más otras emparentadas
con las estrategias psicoanalíticas…”
Por eso es tan válida su conclusión. “¿Poesía
social? Ni hablar. ¿Poesía sentimental? Ni de vainas. Poesía de la existencia,
de la supervivencia. Poesía de la épica cotidiana. Poesía testimonio. Poesía
pesadilla. Poesía sueño. Autobiografía. Y la imperiosa presencia del espejo. No
está el eco herido de César Vallejo, pero sí está el ángel de Arguedas, nuestro
gran Arguedas, enraizado y profundo…Está claro que ese hablante, ese yo lírico,
no solo es ella misma. Es también otras…”
Es lo que él, más adelante, denomina un “`yo´
mutante, como es el `yo´ de cualquier ser humano, según las circunstancias,
según el tiempo. Un `yo´ literario, un `yo´ político, un `yo´ generacional…”
Hace tiempo que no leía una exégesis tan atinada
de obra poética alguna como la que ha realizado Jorge Nájar, en su introducción
al presente volumen, con el nombre de “La poesía como arma de combate”. Pero
anotamos que su título puede parecer limitativo y se queda corto ante la
dimensión de su propio estudio, en el que, verbi
gratia, hay incursiones como las de señalar el “yo multiplicado” de Rosina,
“un `yo´ que a lo largo de años consigue crear una sinfonía de nuestros
tiempos, con entonaciones añejas y ultramodernas a la vez. Añádase que muchas
veces estamos ante una escritura libre en sus formas y descodificada en sus
contenidos…”
Y viene aquí una disquisición sobre la importancia
de la música del yaraví en la poética de
la autora y cómo la poeta, “En el nombre de todos ellos, los vivos y los
muertos”, levanta su voz y da testimonio de la lucha por la existencia.”
Grande poeta del amor, nuestra RV tiene varios
textos de antología, por lo que resulta difícil escoger, mas nos quedamos con
uno de los iniciales: “Mariguana amor”: Fue
hermoso cómo hicimos el amor/ la última noche,/ parecíamos dos monos chillones/
en su luna de miel/ murmurando sonidos extraños en un vuelo inacabable.// Mis
piernas se abrían/ como un valle quieto,/
caminaste en él/ lleno de furia/ y fuiste su mejor habitante”
Aquí, además, relevamos un elemento presente
permanentemente en sus mejores textos: lo cotidiano y su componente, sápido y
humorístico: “parecíamos dos monos chillones”. Y, apreciamos, en “Fuegos”, el
mismo tono: Amor aun cuando no vinieras,
/ la vida continuaría/ bella y maldita.
Y, para concluir este rosario de citas –son
tantas las bellas tentaciones que debemos ponerles coto. Pero no podemos dejar
de insertar sus alusiones a nuestra patria dilacerada, aquella que tanto nos
duele, y que se encuentra inmejorablemente viva en el poema “¿Quién duerme
ahora?”, dedicado precisamente a esa relevante poeta que es, igualmente, Gloria
Mendoza Borda. Aquí leemos Qué sentido
tiene dormir Si al margen de la orilla
el país es un pálido animal decapitado ¿Puedes dormir? No… Esa noche ya tiene
siglos de haber principiado y nos punzan los ojos y perciben fatiga estos
pálidos cuerpos. Sin embargo, ajados y enfermos aquí estamos Quién sueña hoy,
quién podría dormir Las hierbas secas musitan ¿Los traidores? Si dormitan es
pueril su sueño Nuestro insomnio es real, mas no vano Solo velamos la patria
alegre que deseamos como herencia para los infantes anónimos de aldeas y
pueblos remotos, para los niños que pasan y sonríen, para los que transitan y
están mudos, para nuestros hijos y su prole. Nuestro insomnio, entonces, es
utópico. La cámara no miente Nuestro desvelo infringe Contra los que tienen visión perversa Contra los que están cavando su propia tumba
extendemos el eco de nuestra guitarra al hombro.
Reparemos en ese final estético: todo lo hacemos
pero con “el eco de nuestra guitarra al hombro”.
Niñez, juventud, padre, madre, hermanos,
compañeros, camaradas –preseas los textos dedicados a Fidel, a Juan Pablo
Chang, a los dos Victors: Jara y al 6 de Abril, de VPC.; colegas de las
generaciones literarias, culto a la amistad impertérrita, realismo y
surrealismo, Rosina, en cerca de diez libros, se nos da entera: con la razón y
la locura, con la paz y con la guerra, con el amor y el desamor, con la ironía
y el desenfado, con la música –siempre la música- y el culto al silencio
reverente y desasosegado y la defensa permanente de los que Dostoievski llamara
los “humillados y ofendidos”; “los de abajo” de Mariano Azuela o los “pobres de
la tierra” de Martí y Mariátegui.
No hallo mejor forma de concluir esta reseña que
con una cita de uno de sus más entrañables poemas de hace 47 años (de Sendas del bosque,. La Rama Florida, Lima, 1966), y que nos dice tanto como lo que
hemos –inútilmente, por cierto- intentado resumir con nuestras bastas palabras:
“La morada”: Ante
el amor/ mi voluntad se inclina./ No hallo eternidad ni paz/ fuera de este
camino.
Doctora en antropología por la Primera
Universidad de América, San Marcos, donde fuera catedrática principal, periodista
combativa y combatiente, con obra traducida y múltiplemente galardonada, ella
es una de las voces insubstituibles de la poesía que se hace en el Perú de
hogaño y per saecula saeculorum.
No hay comentarios:
Publicar un comentario