DESPUÉS DEL CAOS, EL AMOR
Por Juan Carlos Lázaro
Rosina
Valcárcel y la poesía escrita por mujeres en el Perú*
Los
poemas que integran Naturaleza viva, de Rosina Valcárcel1,
fueron escritos a lo largo de la última década, a manera de quien hilvana un
diario personal, forma usado por muchos poetas para escribir sus libros:
registrando en versos el impacto de las experiencias de cada día, incluidas las
emociones, los sueños, las fantasías. De ahí su alto componente de
cotidianidad, con personajes y escenarios propios del entorno personal de la
autora.
Pero,
¿qué lugar ocupa la obra de Rosina Valcárcel en el curso de la poesía escrita
por mujeres en el Perú?
En
el primer momento de la literatura peruana en tanto experiencia autónoma, con
identidad propia -que corresponde a la etapa del modernismo-, no aparecen
nombres de mujeres. En este momento los nombres paradigmáticos son
los de Manuel González Prada, José Santos Chocano, José María Eguren, Abraham
Valdelomar, entre otros. Solo hay nombres de varones. Así se cierra el siglo
XIX y se inaugura el nuevo siglo. La mujer hace su ingreso en la poesía peruana
con Magda Portal, en los años 20, en el cuadro de la Generación del Centenario,
a la cual también pertenece César Vallejo. En su hermoso y revelador ensayo
sobre “El proceso de la literatura”, Mariátegui incluye a Magda Portal como un
“valor-signo” de la literatura peruana. “Con su advenimiento le ha nacido al
Perú su primera poetisa”, dice. Y añade que hasta entonces el Perú sólo había
tenido mujeres de letras, de las cuales una que otra con temperamento artístico
o más específicamente literario, “pero no propiamente una poetisa”. Sin
embargo, la de Magda, en aquel tiempo, será una voz casi solitaria. Años
después surgirá también Catalina Recabarren, aunque sin la contundencia ni el
brillo de la primera.
En
los años 30 -años de oscurantismo, de persecución política y dictaduras
militares en el Perú- aparecen solo dos poetas mujeres: Esther M. Allison y
Nelly Fonseca Recabarren. El de Nelly es un caso muy especial. Es una mujer
postrada en una silla de ruedas que escribe poemas de amor a una adolescente y
que los firma con el nombre de un hombre: Carlos Alberto Fonseca. Sin reclamarse
una militante del socialismo, también escribirá poesía de protesta social, de
identificación con la clase trabajadora y de enérgica crítica al sistema
capitalista.
En
los años 40 sucede muy poco en el campo de la creación poética, lo que indica
el clima de represión social que se vivía en el Perú de esa época. Pero en la
década del 50, sin duda la más fecunda literariamente del siglo XX, surgirán
nuevos nombres de poetas mujeres como Rosa Cerna Guardia, Sarina Helfgott, Lola
Thorne, Cecilia Bustamante, Julia Ferrer y Blanca Varela. Esta última, que con
el tiempo adquirirá enorme relevancia, publica su primer libro, Ese
puerto existe, en México, con prólogo de Octavio Paz, en el último año de
la década, o sea en 1959.
Estas
voces de mujeres se afirmarán en los años 60 con nuevos títulos de poesía, en
tanto surgen otras poetas como Yolanda Wesphalen, Carmen Luz Bejarano, Elvira
Ordóñez y Gladys Basagoitia, entre las más notables.
A
pesar de este esfuerzo de las poetas por sentar presencia en el cada vez más
rico panorama de la poesía peruana, en los estudios y sobre todo en las
antologías de esos años casi no se registran sus voces, sino que apenas se cita
ocasionalmente a una u otra de ellas, generalmente a Cecilia Bustamante o a
Blanca Varela. Esta tan limitada consideración tiene más de gesto o saludo que
de verdadero reconocimiento. Puede resultar muy duro decirlo, porque va en
desmedro de los autores de esas antologías, pero lo cierto es que se produjo un
caso de discriminación poética por no hablar de ceguera crítica. Entre 50 ó más
poetas varones, solo se considera a una mujer. No se puede decir que se les
dejó de lado por falta de calidad o nivel literario. La recuperación de sus
obras, realizada mucho tiempo después por el investigador y poeta colombiano
Alfredo Ocampo Zamorano2, indicará claramente que su nivel poético,
además de original, alcanzaba al de muchos de sus colegas varones.
Sin
embargo, en los años 70 se produce el punto de quiebre. En este periodo la
poesía escrita por mujeres irrumpe en la poesía peruana con enorme vehemencia y
con múltiples voces. Pero lo más importante es que inaugura un nuevo discurso.
Si hasta entonces su poesía se había caracterizado en su mayor parte por su
lirismo intimista, existencial, desgarrado por la experiencia de la soledad, en
los 70 tendrá como objeto principal su propio cuerpo, su sexualidad. Ese cuerpo
negado, atado y sometido por una sociedad machista, autoritaria, de falsos valores
morales y religiosos solo consagrados por la hipocresía política y social,
empieza a revelarse, a decir su verdad, a liberarse. El paradigma de este
periodo es María Emilia Cornejo, la autora de ese poema emblemático que empieza
diciendo “Soy la muchacha mala de la historia”. Desde entonces la poesía
escrita por mujeres en el Perú cumplirá un papel protagónico en nuestro proceso
literario y, al decir de algunos estudiosos, será el acontecimiento
poético peruano más importante al cierre del siglo XX.
Rosina
Valcárcel es una figura de larga trayectoria en el proceso de la poesía escrita
por mujeres en el Perú. Se inició en la poesía muy temprano y lo hizo con un
poemario de fina emoción lírica titulado Sendas del bosque, de
1966, cuando aún no llegaba a los 20 años. En estos versos es evidente la
influencia de Javier Heraud -del Heraud de El río y de Estación
reunida-, cuyo lirismo entretejía sus metáforas inspiradas por los
elementos de la naturaleza y los enigmas del paso del tiempo. Por esta época
integra el grupo Piélago que surge en las aulas de la
universidad de San Marcos. Sigue estudios de antropología animada por José
María Arguedas y, en el fragor de las luchas estudiantiles y el ejercicio
poético, lanza la revista Kachkanirajmi, la primera tribuna o el
primer muestrario de lo que sería después la Generación del 70. Precisamente
esta generación -la del 70, atrabiliaria, parricida y rebelde- le ofrecerá
el clima adecuado para su labor de poeta identificada con la protesta social y
la causa del socialismo.
Después
de una larga etapa de poesía militante, registrada en títulos como Una
mujer canta en medio del caos o Loca como las aves, con el
nuevo siglo Rosina hará un alto en el camino para realizar el balance necesario
de su experiencia de vida. Naturaleza viva es la primera
entrega de esta nueva etapa. Apreciado como conjunto, el libro sintetiza la
tradición poética representada por las mujeres anteriores a su generación y la
nueva vertiente que aparece en los años 70. Es poesía amorosa, pero del amor de
los sentidos, como la de Cavafis. El título es un homenaje a Frida Kahlo, la
amante irrestrictamente libre, a quien ni un cuerpo quebrado, mutilado y
postrado le impidió entregarse al frenesí del amor carnal. Por esto la
naturaleza viva es ella misma, la mujer que vive para sus amantes y por sus
amantes, aún los que partieron o se perdieron en el camino y a quienes dedica
el réquiem del adiós con la tierna nostalgia de un alma grande. Formalmente, no
obstante el tono coloquial de algunos de sus poemas, Naturaleza viva es
en muchos momentos poesía esencial, es decir, poesía despojada de toda
retórica, cifrada en versos concisos, exactos, de gran musicalidad. Sus
recursos metafóricos logran sorprendente resultados. No voy a transcribir aquí
ninguno de sus poemas, pero sí citaré al azar algunas de sus metáforas para
corroborar mi apreciación:
“Dejo
agonizar mis manos de azufre sobre esta ciudad”; “Mi poeta con ojos de jaguar
dormido / ya no aguarda más mi llegada”; “El amor se gasta entre timbales”; “La
tarde abre su puerta / mientras tocas saxofón sin calcular una palabra”; “La
tarde azafrán y no gris”; “Tus pasos de humo me confunden”; “La lluvia tibia
posee las manos pardas / y el corazón desnudo es una navaja”…
No
recuerdo bien si fue Ramón Gómez de la Serna o Jorge Luis Borges, o tal vez
ninguno de los dos, sino otro, quien alguna dijo con acierto que la medida de
un poema la da la calidad de sus metáforas. Si esa es la medida, y considerando
las maravillosas metáforas con las que están escritos estos poemas, creo que no
nos queda sino reconocer que con Naturaleza viva Rosina
Valcárcel nos entrega un libro de alta poesía. (Fin)
*Palabras
de presentación de Naturaleza viva, libro de poemas de Rosina
Valcárcel, en acto realizado en el auditorio del Instituto Raúl Porras
Barrenechea, en Lima, el 7 de setiembre de 2011.
1Naturaleza viva, Rosina Valcárcel. Lima, 2011.
2Alfredo Ocampo Zamorano, Akray paikuna: quince
poetas mayores del Perú. Lima, 2005.
Es muy grato hallar editado el artículo-ensayo del escritor peruano Juan Carlos Lázaro en la Revista Libre Pensamiento. Muy agradecida. Ello estimula y reconforta. R. Valcárcel
ResponderEliminarDESPUÉS DEL CAOS, EL AMOR, es un trabajo importante, inspirado en Naturaleza viva, 2011, Hipocampo, Lima, y en la poesía escrita por mujeres en mi patria, Perú.
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