Complejo
de Superioridad (La política pública para la educación terciaria)
Andrés Felipe Mora y Leopoldo Múnera Ruiz
Andrés Felipe Mora y Leopoldo Múnera Ruiz
Palabras
al Margen, 15
Septiembre 2014.
Desde
el título del documento del CESU, términos rimbombantes como “acuerdo por lo
superior” intentan dar la impresión de que estamos frente a una propuesta
extraordinaria y llena de virtudes, la cual, sin embargo, oculta los sentimientos
de inferioridad de los encargados de dirigir las instituciones públicas de
educación superior.
Leopoldo
Múnera Ruiz
Andrés Felipe Mora
A
comienzos del mes de agosto, el Consejo Nacional de Educación Superior (CESU)
presentó ante la opinión pública un documento denominado, Acuerdo por lo
Superior 2034. Propuesta de política pública para la excelencia de la educación
superior en Colombia en el escenario de la paz. Según sus autores, el texto es
el resultado de un gran diálogo nacional y de la construcción colectiva “para
alcanzar un objetivo común: una educación superior de calidad para todos los
colombianos”1.
Como
había sucedido con la presentación de la reforma a la Ley 30 de 1992 por parte
de la entonces Ministra de Educación, María Fernanda Ocampo, el texto juega con
cifras absolutas para impresionar a los lectores. Dice que en un trabajo cuya
duración superó los mil días, participaron 33.000 personas, en 155 espacios de
debate, “impactaron” 6 regiones, recorrieron 32 departamentos, realizaron 2
eventos internacionales y parece, pues no lo afirma con precisión, que se
apoyaron en 29 proyectos de investigación financiados por el Ministerio de
Educación Nacional (MEN)2. Además, le solicitaron la introducción al
conocido filósofo y sociólogo francés, Edgar Morin, principal representante de
la llamada epistemología de la complejidad. Quizás por estas y otras pompas,
Moisés Wasserman, exrector de la Universidad Nacional de Colombia, lo calificó
como un parto de los montes, evocando la fábula de Esopo, la cual “relata que
después de grandes ruidos y tremores en los montes que iban a dar a luz, nació
un pequeño ratón”3. Como intentaremos ilustrar en este artículo, más
que un roedor, el CESU fecunda un enjambre de termitas para la educación
superior, especialmente para la universidad pública.
De
todas formas, los autores nos advierte que el documento es el producto “de la
ponderación, análisis crítico, valoración y toma de posición del CESU, una vez
discutidas y analizadas las propuestas de la mayoría de los actores del
sistema”4. En otras palabras, muchas personas participaron en el
proceso de discusión colectiva, pero fue el Consejo Nacional de Educación
Superior quien tomó la decisión sobre el texto final. Los miembros de este que
tienen voto, 4 representantes del gobierno, acompañados por tres invitados
permanentes, 4 rectores de instituciones públicas de educación superior, 3 de
las privadas, aunque la jurídicamente solo debían ser 2, 1 de las
pertenecientes a la economía solidaria, 2 del sector productivo, y sendos
voceros de las comunidades académicas, los estudiantes y los profesores5.
Como sucede en el conjunto de las instituciones de educación superior, los
representantes directos de las comunidades universitarias constituyen una
pequeña minoría, pues los rectores de las universidades e institutos técnicos y
tecnológicos son nombrados, en la gran mayoría de los casos, en virtud de las
afinidades que tienen con los gobiernos regionales o con el nacional.
El
tiempo de la legitimación
De la
lectura del “Acuerdo por lo superior” queda clara la intención de legitimar, en
el sentido de obtener aprobación social, muchos de los puntos contenidos en la
fracasada reforma a la Ley 30 de 1992, cuyo retiro el CESU se lo atribuye en
forma exclusiva a la demanda de mayor participación y concertación hecha por la
Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE)6. La simplificación de la
historia, con frecuencia implica su manipulación. En la propuesta no se vuelve
a mencionar el ánimo de lucro, que en 2011 provocó un rechazo mayoritario en la
opinión pública. Además se adicionan nuevos elementos, surgidos en los debates
durante los últimos cuatro años, y se busca la armonización con el documento de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el
Banco Mundial sobre la educación superior colombiana7. Sin embargo,
por ahora, no se acoge la idea contenida en él de presentar un nuevo proyecto
legislativo8, sino que se transita hacia una más ambiciosa y
controlable, transformar la educación superior mediante una política pública
que incorpore toda la normatividad producida en los últimos años9 y
la proyecte hacia los objetivos definidos por el gobierno y su “organismo
asesor”, el CESU.
Dentro
de esta política pública, la integración de múltiples actores en el proceso se
opone al propósito de hacerla más participativa, deliberante y consensual. Para
lograr el “Acuerdo” resultó indispensable crear una comunidad de respaldo que
legitimara las decisiones adoptadas de antemano, lo que técnicamente se
denomina una comunidad de política cerrada10. Es decir, un conjunto
de actores sociales capaces de coordinar sus prácticas e iniciativas con base
en el referente establecido por el MEN y el CESU. De esta manera, la lógica
funcional de la acción colectiva destinada a adaptar la educación superior a
las exigencias propias del modelo o las prácticas de desarrollo predominantes
en Colombia, implícita en toda la propuesta, se impuso sobre el fundamento
democrático de la misma, parte sustancial de las reivindicaciones que animaron
las protestas estudiantiles de 2011.
El
documento del CESU parte de un diagnóstico que supone la existencia de un
sistema “consolidado estructural, normativa y organizativamente”, pero
desarticulado, necesitado de ajustes importantes, confuso y con retos enormes
de calidad y movilidad. La ampliación de la cobertura se configura en su meta
principal explícita, mediante un modelo de financiamiento “más equitativo y
universal”, sustentado en una mayor rendición de cuentas, transparencia y
eficiencia en la gestión de las instituciones de educación superior para lograr
una “educación contextualizada a lo regional y pertinente conectada con el
mundo”11. El análisis de la educación superior colombiana es vago y
esta soportado en datos estadísticos poco matizados, de tal manera que permita
construir un consenso suficientemente amplio en la comunidad de respaldo y
propiciar la aceptación en los medios de comunicación y en sus lectores o
audiencias, por su talante supuestamente pluralista.
Los
ejes del “Acuerdo”, debido a su generalidad y abstracción, crean el espejismo
de un gran pacto nacional en torno a los lineamientos centrales de la política
pública. Así, por ejemplo, el Observatorio de la Universidad Colombiana, cuyo
director es Carlos Mario Lopera Palacio, quien al mismo tiempo es coordinador editorial
del documento del CESU y contratista del MEN12, afirma en un texto
institucional: “Finalmente el país tiene una propuesta de política pública en
educación superior, construida con el concurso de todos los sectores,
especialmente las asociaciones de IES, rectores y Estado, pero también con
estudiantes y profesores, aunque como seguramente pasará, algunos de sus
movimientos esgrimirán que no fueron tenidos en cuenta o que la propuesta no
los representa”13. Luego pasa, como en varios artículos del Observatorio
durante el último año, a descalificar a la MANE y a resaltar su crisis interna,
producto en buena medida de los errores cometidos por las organizaciones que la
conforman, pero también de una clara y sistemática estrategia de
deslegitimación en los principales medios de comunicación nacionales y
regionales. La retórica clásica y del renacimiento europeo enseñaba a destacar
los defectos de los adversarios o contradictores como un preámbulo para
ensalzar las supuestas virtudes propias.
Los 10
temas que conforman el “mapa estratégico” de la propuesta de política pública
del CESU, o de la planeación estratégica del MEN para el sector, pues ambos se
confunden en una misma y confusa metodología, buscan ser incontrovertibles en
sus elementos centrales. Parece insensato e inútil entrar a discutir objetivos
tan genéricos como los de consolidar una educación superior incluyente y
flexible, con altos estándares de calidad, fundamentada en un sistema nacional
y regional, articulado a su vez con el de educación básica y media y el de
ciencia y tecnología. Además, estable financieramente, abierto hacia el mundo,
con una oferta educativa soportada en las tecnologías de la educación y la
información (TIC) y con una comunidad universitaria cohesionada e integrada con
la sociedad colombiana14. Sin embargo, al estudiar el desarrollo
específico de cada uno de los temas resulta claro que la mayoría de ellos están
dirigidos a responder fundamentalmente a los retos de la competitividad
económica y a las necesidades de un mercado de trabajo supuestamente invariable
en los próximos veinte años.
El CESU
hizo un enorme esfuerzo para sistematizar en un mismo texto muchos de los temas
que surgieron con ocasión del debate al proyecto de ley en 2011. No obstante,
cuando se revisan los olvidos o silencios del decálogo y los 136 lineamientos
posteriores que buscan concretar esta extensa carta de intenciones, los buenos
deseos van adquiriendo connotaciones opuestas que además contrastan con el
primero de los saberes para la educación del futuro expuesto por Edgar Morin en
el prólogo:
La
primera e ineludible tarea de la educación es enseñar un conocimiento capaz de
criticar el propio conocimiento. Debemos enseñar a evitar la doble enajenación:
la de nuestra mente por sus ideas y la de las propias ideas por nuestra mente.
Los dioses se nutren de nuestras ideas sobre Dios, pero inmediatamente se
tornan despiadadamente exigentes. Un Dios es insaciable. La búsqueda de la
verdad exige reflexibilidad, crítica y corrección de errores. Pero, además,
necesitamos una cierta convivencialidad con nuestras ideas y con nuestros
mitos. El primer objetivo de la educación del futuro será dotar a los alumnos
de la capacidad para detectar y subsanar los errores e ilusiones del
conocimiento y, al mismo tiempo, enseñarles a convivir con sus ideas, sin ser
destruidos por ellas15.
El
“Acuerdo” no parece interesarse por la “reflexibilidad crítica” y la
“corrección de los errores”. Como han recordado algunos estudiantes, profesores
y parlamentarios16, olvida totalmente la importancia de las
universidades, la autonomía de las mismas o las implicaciones de considerar la
educación superior como un bien común y un derecho y no simplemente como un
servicio. Hace caso omiso de las observaciones al respecto realizadas por la
MANE. Tampoco pretende solucionar el déficit de las universidades públicas o
responder a las demandas de las comunidades indígenas y afrocolombianas sobre
instituciones dentro del sistema que respeten la diversidad étnica del país.
Solo para mencionar una pequeña parte de los silencios del documento.
La
mayoría de los de los 10 temas y los 136 lineamientos todavía están en los
meros enunciados, razón por la cual no vale la pena entrar a analizarlos, menos
aún cuando el “Acuerdo” promete un segundo documento que los desarrollará
mediante propuesta técnicas. No obstante, el documento deja claro el punto
nuclear de la propuesta: la ampliación de la cobertura mediante un incremento
de la educación técnica, tecnológica, para el trabajo y el desarrollo humano, de
tal forma que esta llegue a cubrir entre el 60 y el 65% de la matrícula en la
educación superior, transformada ahora en terciaria (p. 152), como la fórmula
mágica para combinar los principios de competitividad económica e igualdad
social.
La
gran falacia
La
educación técnica, tecnológica y para el desempeño de artes y oficios
específicos, mal llamada “para el trabajo y el desarrollo humano”, pues todas
las demás tienen también ese objetivo, es indispensable en las sociedades
contemporáneas para que los estudiantes se formen en un conocimiento articulado
alrededor de las prácticas laborales y el quehacer humano. Confrontar el
carácter acrítico o funcional de estos tipos de educación con la utilidad y
pertinencia de la misma, o viceversa, constituye un ejercicio bastante
inoficioso y puede llegar a convertirse en una cortina de humo, porque crea una
contraposición falsa e irresoluble entre la educación universitaria, teórica y
extraña al mundo práctico, y la técnico-tecnológica-laboral, práctica y
enajenada al mundo del mercado laboral17.
En lo
relacionado con esta última, reúne tres tipos de educación diferentes en un
conjunto heterogéneo, la tecnológica implica la construcción de saberes desde
la práctica a partir de fundamentos teóricos; la técnica, el dominio de un
conjunto de operaciones funcionales dentro de un campo de conocimiento
determinado; mientras la educación para el desempeño de artes y oficios
específicos, como su denominación lo indica, encierra el aprendizaje de
pericias particulares. El espacio para la crítica en la educación tecnológica
es amplio, pues parte del cuestionamiento de las prácticas mismas desde la
experiencia y en las otras dos depende de las características del aprendizaje.
Quien estudia una técnica u oficio no está condenado a asimilar mecánicamente
el conocimiento y quien la enseña no está obligado a cercenar la creatividad y
la capacidad reflexiva de los alumnos. En nuestro país, sin duda, el carácter
acrítico en estos tres tipos de educación está muy extendido, pero sucede lo mismo
con la educación universitaria. En Colombia, por un humanismo mal entendido,
por el culto a las profesiones o por la crítica filosófica a cierto tipo de
modernidad, en una miscelánea contradictoria, la educación técnica y la
tecnológica han sido subvaloradas y relegadas al plano de lo simplemente
utilitario.
La
sociedad colombiana necesita una oferta educativa técnica, tecnológica y para
el desempeño de artes y oficios específicos que contribuya a estructurar
capacidades prácticas y reflexivas en los estudiantes, sea pertinente para las
regiones y los territorios y cuente con una financiación adecuada que impida
considerarla como residual. No obstante, el “Acuerdo” promueve todo lo
contrario. Condena estos tres tipos de educación, distorsionados y como se han
consolidado en el país, con baja financiación y poca fundamentación académica,
a ser la tabla de salvación para la educación terciaria colombiana o, más bien,
para los estudiantes que no van a poder ingresar a universidades cada vez más
reservada a las élites económicas o culturales. La transforma en una formación
residual generalizada por motivos financieros totalmente ajenos al derecho a la
educación superior de la población colombiana. De allí, las ambigüedades de la
propuesta a este respecto destacadas por Víctor Manuel Gómez18. Es
conveniente resaltar que en 2012, de conformidad con el documento del CESU, la
asignación de subvenciones públicas por estudiante en las instituciones
técnicas y tecnológicas era más de cuatro veces inferior a la asignación en las
universidades19.
De
forma engañosa y modernizadora el “Acuerdo” intenta convencernos de que en
países como Alemania, utilizado como un arquetipo de las “naciones
desarrolladas”, la proporción entre la educación universitaria y la
técnico-tecnológica-laboral es inversa a la existente en nuestro medio: 61,4% y
32,7%, respectivamente. En realidad, el porcentaje de los estudiantes inscritos
en las instituciones de educación superior alemanas, durante el semestre de
invierno 2009-2010, era del 65,68% en las universidades y el 30,41% en las
escuelas técnicas superiores20. La educación que llamamos
tecnológica en nuestro medio es considerada en Alemania como una parte de la
universitaria, por la importancia que tiene en ella la formación teórica. Si, por
otro lado, se quiere tomar como referencia de las “naciones desarrolladas” a
algunos de los países que hacen parte de la OCDE, tampoco son ciertas las
afirmaciones contenidas en el “Acuerdo”, como podemos observarlo en el Cuadro
1, en el cual, la clasificación internacional globalizada (CINE) 5A corresponde
a la educación que se fundamenta en la teoría y la 5B a la que lo hace en la
práctica21. Solo en Bélgica esta última es ligeramente superior a la
primera. Por consiguiente, con triquiñuelas argumentativas pretenden imponernos
un modelo que ni siquiera corresponde a una secuencia evolutiva dentro de la
modernización, ya de por sí ofensiva culturalmente, sino a criterios
elementales de rentabilidad social y económica de las finanzas públicas. Los
mismos a los que recurren muchos académicos, en Bogotá y en las otras regiones,
cuando consideran que el problema financiero de nuestras instituciones de
educación superior obedece a la distribución inequitativa de los pocos recursos
que se destinan para su funcionamiento o para sus exiguas inversiones.
Igualdad
y Competitividad
En
términos de cobertura y tipos de educación, el escenario de referencia para el
CESU está constituido por una baja matrícula en los sectores de la población de
menores ingresos, 8,5% en 2008, la cual va subiendo hasta llegar al 88% en los
de mayores ingresos23. Para cerrar esa brecha, los últimos gobiernos
optaron por convertir al Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) en una
institución que además de la “educación para el trabajo” ofrece una formación
técnica y tecnológica con bajos niveles de inversión. En pocas palabras,
decidieron incluir a los “pobres” en la educación terciaria sin utilizar
demasiados recursos financieros.
Por tal
razón, a partir de 2005 y hasta 2013, como lo ilustra el Cuadro 2, el
incremento de la matrícula en el SENA (373.097 cupos nuevos) se aproximó al de
las otras instituciones en conjunto (472.552 cupos nuevos). Al tiempo que las
universidades públicas fueron obligadas a diversificar su oferta, con
frecuencia en contra de la calidad, mediante programas a distancia o
descentralizados. El gasto público en el SENA fue subiendo hasta estabilizarse
aproximadamente en el 18%, del total destinado a instituciones de educación
superior, por medio de “subvenciones” estatales que no llegaron a superar los
520 dólares anuales, mientras en las universidades fueron de 2.386 dólares, en
promedio24. Empero, los recursos otorgados por el Estado para el
financiamiento de las universidades públicas registraron simultáneamente un
descenso importante, pues como porcentaje del PIB pasaron del 0.56% en 1995 al
0.38% en 2011. También disminuyeron en la participación en el presupuesto total
de dichas instituciones, al bajar del 79% en 1993 al 55% en 201125.
El
“Acuerdo” propone profundizar este modelo de cobertura con base en dos
principios/objetivos nucleares, la equidad del sistema y la competitividad de
la economía colombiana. En lo atinente al primero, afirma que para estructurar
el sistema se debe lograr una educación inclusiva, basada en el acceso, la
permanencia y la graduación26. Pero unos renglones más adelante
aclara que tal inclusión está en función exclusiva del mejoramiento de la
competitividad económica27. Dentro de la literatura sobre política social
se ha insistido en que los principios de eficiencia e igualdad no son
necesariamente conciliables, especialmente cuando ciertas concepciones de esta
última desincentivan el aporte productivo de los agentes o cuando la mayor
eficiencia en las economías está vinculada al mérito y la responsabilidad
individual de los agentes, lo cual implica, necesariamente, la generación de
resultados desiguales. Por tal motivo, es interesante revisar cómo el “Acuerdo”
intenta concilia ambos principios, pues así podremos definir cuál es la
concepción de igualdad que se defiende y de qué tipo de “sociedad justa” se
está hablando.
En lo
relativo a la relación entre justicia e igualdad son dos las concepciones más
relevantes, una de ellas defiende la igualdad de oportunidades, la otra, la
igualdad de posiciones28. De acuerdo con aquella lo fundamental es
garantizar que todos los individuos tengan la misma posibilidad de ocupar las
posiciones jerárquicamente superiores. Por lo tanto, se debe asegurar una
“competencia equitativa” hacia las mismas. Dentro de esta concepción, el
problema de la desigualdad se resuelve si las diversas posiciones jerárquicas
de la sociedad están abiertas para todas las personas. En lo relacionado con la
educación superior bastaría con ofrecer un número limitado de cupos en las
universidades, establecer procesos de selección objetivos de los candidatos y
otorgárselos a los mejores sin tener en cuenta las diferencias en las
posiciones de partida, por ejemplo, en capitales culturales, sociales o económicos.
La
igualdad de posiciones, por el contrario considera que la riqueza, las
condiciones de vida y el acceso a la educación, la salud y la seguridad social
deben ser redistribuidos de tal manera que los grupos sociales se aproximen a
unas posiciones similares de partida, en un proceso continuo de
“desmercantilización” de los medios para la supervivencia, la calidad de vida y
de los bienes y servicios públicos. Las jerarquías sociales, de posiciones o de
estatus en estos campos básicos de la sociedad son, por lo tanto, impugnadas.
En ellos, la desigualdad es valorada como injusta. En consecuencia, la política
social debe comprometerse con la eliminación de todas y cada una de las
“brechas” existentes. En lo relacionado con la educación superior, sería necesario
garantizarle a todos los estudiantes la posibilidad de acceder, permanecer y
graduarse en el programa que escoja libremente y con la información adecuada y
suficiente.
Mientras
el fin de las jerarquías sociales en un campo como el de la educación superior
constituye el objetivo fundamental de la igualdad de posiciones, la competencia
equitativa y la movilidad social al interior de las jerarquías es el propósito
clave de la igualdad de oportunidades. Es por ello que la igualdad de
oportunidades ha sido concebida como la mejor alternativa para conciliar los
principios de eficiencia e igualdad, pues bajo criterios de mérito y
responsabilidad individuase asume que las desigualdades producidas en el marco
de la competencia entre individuos resultan legítimas y alientan la mayor
productividad de los agentes. La desigualdad se individualiza y el sistema
reduce su acción igualitaria a garantizar las mismas reglas de juego para todas
las personas.
Este
criterio de igualdad de oportunidades es el que inspira y rige la educación
inclusiva definida en el “Acuerdo”. En términos generales, puede decirse que el
interés por conciliar los objetivos de igualdad, eficiencia y competitividad
termina por justificar una estructura educativa segmentada y jerárquica, acorde
con las necesidades de ampliación de cobertura y con el ajuste funcional del
sistema de educación superior a los imperativos del modelo de desarrollo
dominante. Es este el sentido del quinto componente estructurante del sistema,
denominado “Articulación media con la educación superior y la formación para el
trabajo y el desarrollo humano: hacia un sistema de educación terciaria”. En él
se definen al menos cinco (5) posibilidades segmentadas de formación, de las
cuales cuatro (4) deben recibir el mayor impulso gubernamental a fin de ajustar
el sistema de educación superior a las necesidades productivas y de
competitividad del país. La Gráfica No. 1 presenta dichas posibilidades y
señala los cuatro segmentos que resultan prioritarios en términos de la
ampliación de la cobertura, todos vinculados a la “educación para el trabajo y
el desarrollo humano”.
De
acuerdo con los escenarios propuestos se espera que los cuatros segmentos
prioritarios tengan un mayor dinamismo y lleguen a representar entre el 60% y
el 65% (CESU, 153) del total de la matrícula en educación superior en el año
2034. El documento calcula que para ese momento la tasa de cobertura bruta
alcance el 70% o el 80%, con un total de 3.087.94 o 3.900.627 estudiantes,
respectivamente29. La pregunta que surge es evidente: ¿Quiénes
ocuparán tales segmentos del sistema de educación terciaria? Al respecto, puede
decirse que el criterio de igualdad de oportunidades va a incentivar la
inequidad, debido a que en un contexto de competencia las desigualdades
heredadas toman mayor fuerza. Además, la nueva situación va a ser valorada como
justa, porque se va a asumir que todas las personas tienen la misma posibilidad
de ocupar las posiciones valoradas como jerárquicamente superiores y emprender
procesos de movilidad social ascendente.
Los
mecanismos de inclusión diferenciada y jerarquizada propuestos en el “Acuerdo”
van a reproducir jerarquías y brechas sociales previas al paso de los y las
estudiantes por el sistema de educación terciaria. Además, pueden convertir la
educación terciaria en un campo que profundiza dichas desigualdades,
justificándolas y legitimándolas bajo el criterio de igualdad de oportunidades
y competencia equitativa. De esta manera, el sistema de educación terciaria de
inclusión segmentada y jerarquizada:
a.
Difunde un discurso igualitario que, en la práctica, termina por individualizar
y responsabilizar a los y las estudiantes en términos de su participación en
cada uno de los segmentos educativos establecidos. La responsabilidad y el
mérito individual se convertirán en los factores determinantes de las desigualdades
persistentes en el sistema.
b.
Reproduce las desigualdades previas que se generan a lo largo del proceso
educativo y las posteriores propias a los mercados del trabajo desregulados,
particularmente en términos salariales. En efecto, las brechas de calidad que
caracterizan a los sectores público y privado en la educación primaria y
secundaria determinarán la mayor probabilidad de tránsito de los y las
estudiantes de colegios públicos a los segmentos de oficios, técnicos y
tecnológicos. Según lo establecido en el “Acuerdo”, la brecha salarial entre un
técnico profesional (tercer nivel en el segmento) y un profesional (en la
cúspide del esquema) es de 37%. Faltaría establecer a cuánto asciende esta
brecha en relación con los técnicos laborales y los expertos en artes y
oficios, que se ubican en la parte baja de la jerarquía. Es evidente, entonces,
que las posiciones aventajadas difícilmente estarán abiertas para la población
con menores ingresos.
c.
Provoca un proceso de “acaparamiento de oportunidades”, ni siquiera una
dinámica de “igualdad de oportunidades”30. Vale la pena preguntarse
quiénes serán los grupos sociales que tendrán acceso al segmento de educación
profesional pública previsto en el esquema. Seguramente, serán aquellos
estudiantes que enfrentan la imposibilidad de acceder al sistema de educación
profesional privada por falta de ingresos o capital. En este sentido, sectores
no elitistas (incapaces de acceder a la educación profesional privada) podrán
“acaparar” los pocos espacios de profesionalización pública previstos en el
sistema. Los desaventajados estarán condenados, entonces, a ocupar los
segmentos inferiores de la jerarquía del sistema. La desigualdad se vuelve
persistente.
De esta
forma, la armonización de los objetivos de igualdad, competitividad y
eficiencia realizada en el marco del “Acuerdo” se sustenta en la edificación de
un sistema de educación terciaria jerárquico y segmentado, productor y
reproductor de desigualdades persistentes y defensor de los criterios de mérito
y responsabilidad individual como explicativos de las diferencias. El sistema
de educación terciaria resultará funcional a la reproducción de la estructura
inequitativa del país. Sin embargo, los problemas de la perspectiva de
“educación inclusiva” defendida por el “Acuerdo” no se limitan a las cuestiones
conceptuales y teóricas hasta aquí expuestas. Los aspectos financieros de la
propuesta suscitan también muchas dudas.
La
financiación de la “educación inclusiva”
Según
el “Acuerdo”, el elemento articulador del sistema de educación superior será la
sostenibilidad financiera. Empero, no es claro cómo se garantizará dicha
estabilidad económica; aunque todo indica que la política de profundización de
los créditos otorgados por el ICETEX, será el mecanismo privilegiado para
alcanzar las metas de cobertura en 2034. En este sentido el documento del CESU
propone dos escenarios: uno intermedio y otro ideal (Cuadro 3):
Cada
escenario propone una meta determinada en cuanto al número de estudiantes que
estarán matriculados en 2034 en el sistema de educación superior. El escenario
intermedio prevé la creación de 908.000 cupos de pregrado y una participación
de la matrícula universitaria del 40% frente al 60% de la matrícula en
educación técnica y tecnológica. Por su parte, el escenario ideal considera la
creación de 1.700.000 cupos. La matrícula universitaria representará el 35% del
total y la educación técnica y tecnológica el 65%. En el caso de la educación
posgradual, el primer escenario contempla la creación de 58.000 cupos, mientras
que el segundo considera la creación de 207.000. Llama la atención que los dos
escenarios conducen al estancamiento de la cobertura universitaria, en ambos
baja, de 1.370.682 a 1.234.838 en el intermedio y a 1.365.219 en el ideal. La
propuesta consiste en mantener las universidades reservadas a una “minoría
privilegiada”.
La meta
establecida para el número de beneficiarios con créditos del ICETEX conlleva la
ampliación de 1.700.000 “deudores”, ya que pasa de 276.000 en 2014 a 2.000.000
en 2034. En el escenario intermedio, la totalidad de beneficiarios de crédito
en pregrado y posgrado se incrementará del 13% del total de la matrícula al 64%
en los mismos años (si se incluyen entre ellos estudiantes ya matriculados a
2014) o el 178% si se contabilizan como beneficiarios únicamente los estudiantes
de pregrado y posgrado que ocupan los nuevos cupos creados a partir de 2014. En
otras palabras, todos los nuevos cupos más un 78% con relación a ellos. En el
caso del escenario ideal, el porcentaje de beneficiarios transita del 13% al
49% o al 89%, respectivamente. En conclusión, en el escenario ideal, el número
de beneficiarios de créditos educativos alcanzará el 49% del total de la
matrícula en pregrado y posgrado en 2034 y financiará el 89% de los nuevos
cupos de pregrado y posgrado creados entre 2014 y 2034 (Gráficas 2 y 3).
El
crédito educativo se convierte, entonces, en el pilar financiero del sistema y
en la fuente económica para los nuevos cupos. En cualquiera de los escenarios
propuestos, el crédito educativo financiará más del 49% del total de
matriculados en el sistema de educación terciaria. Se profundiza y dinamiza aún
más la política de subsidios a la demanda en referencia a lo que ha sucedido en
los últimos años31.
Sin
embargo, en este aspecto puede plantearse otro escenario factible: el Gobierno
Nacional financia la totalidad de nuevos cupos mediante subsidios a la oferta,
por medio de las instituciones en las condiciones actuales. ¿Cuál sería el
valor de la propuesta? El Cuadro 4 presenta los cálculos estimados asumiendo
que los costos por estudiante según modalidad educativa presentados por el
“Acuerdo” se mantienen constantes y suponiendo una inflación anual del 2%.
Igualmente, se tuvieron en cuenta las metas específicas en cuanto al número de
cupos a crear y la participación de la educación universitaria, técnica y
tecnológica en el total de la matrícula para el año 2034.
Como se
observa, el valor de la propuesta ascendería a $3.4 billones de pesos para el
escenario intermedio y a $6.0 billones para el escenario ideal. Para el caso
del escenario intermedio, la inversión en educación técnica y tecnológica llega
a $846.763 millones (el 25% de la inversión total) y la educación universitaria
a 2.5 billones (75% de la inversión total). Por su parte, en el escenario ideal
las inversiones en educación técnica y tecnológica llegan a $1.7 billones (29%
del total) y en educación universitaria a $4.3 billones (71% del total).
Lo cual
implica que el gasto público en educación superior debe pasar de representar el
0.82% del PIB en 2013 a 1.32% en 2034, en el escenario intermedio, o el 1.7%
del en el escenario ideal. Por ende, el corolario es claro, los bajos costos de
la educación técnica y tecnológica prevista en el “Acuerdo” permitirán un
incremento de la cobertura bruta hasta el 70% o 84% sin grandes sobresaltos
fiscales. No obstante, a pesar del aumento en la cobertura que plantea el
“Acuerdo” y del incremento de los recursos fiscales destinados a la educación
superior, el proyecto del CESU resulta menos generoso y eficiente que otras propuestas
de financiamiento alternativas.
El
Cuadro 5 compara la propuesta presentada por el CESU (asumiendo que la
totalidad de los cupos de pregrado son creados con subsidios a la oferta) y la
alternativa elaborada por Mora32 (2011), relativa al establecimiento
de una “renta básica para el financiamiento de la educación superior”,
asumiendo las metas de cobertura que no compartimos. Como se observa, la
propuesta del CESU no alcanza la universalidad en el goce efectivo del derecho
a la educación superior y arroja costos crecientes en el tiempo. Estos no se
distancian de manera notoria en relación con el costo total de la propuesta de
la renta básica. Adicionalmente, el valor del subsidio a la oferta resulta
menor que el planteado por la “renta básica para la educación superior”. El
CESU no adopta su modelo por falta de propuestas, sino porque acoge sin la
menor crítica un modelo que supedita la vida académica del país a los
imperativos financieros de unas políticas de desarrollo inequitativas para la
mayoría de la población colombiana.
Coletilla
Desde
el título del documento del CESU, términos rimbombantes como “acuerdo por lo
superior” intentan dar la impresión de que estamos frente a una propuesta
extraordinaria y llena de virtudes, la cual, sin embargo, oculta los
sentimientos de inferioridad de los encargados de dirigir las instituciones
públicas de educación superior. El anquilosamiento al que es condenada la
universidad en la propuesta y el silencio de sus rectores exige que las
comunidades de todas ellas se manifiesten ante una política que convierte a la
“educación terciaria” en el reino de la inequidad, dentro del país de todas las
desigualdades sociales.
Bogotá, 13 de septiembre de 2014
________
1CESU, Acuerdo por lo Superior 2034. Propuesta de política
pública para la excelencia de la educación superior en Colombia en el escenario
de la paz. Bogotá: CESU, 2014, p. 12. Puede ser consultado en el enlace
siguiente:http://universidad.edu.co/images/cmlopera/descargables/as2034.pdf.
2Ibídem, p. 38.
2Ibídem, p. 38.
3Moisés Wasserman, “El documento del Cesu sobre educación
superior. El parto de los montes”. En: El Tiempo, viernes 5 de septiembre de
2014, p. 15.
4CESU, Op. cit., p. 25
5Ver el nombre de los miembros del CESU que participaron en
el proceso de elaboración y aprobación del “Acuerdo por lo superior 2034” en:
Observatorio de la Universidad Colombiana, “Respaldo al Acuerdo por lo Superior
2034”, http://www.universidad.edu.co/index.php?option=com_content&view=article&id=4927:respaldo-al-acuerdo-por-lo-superior-2034&catid=16:noticias&Itemid=198,
consultado el 18 de agosto de 2014.
6CESU, Op. cit., p. 23.
7OCDE y Banco Mundial, Evaluaciones de Políticas Nacionales
de Educación. La Educación Superior en Colombia 2012. S.C.: 2013. Ver
especialmente el Capítulo 10 de recomendaciones y conclusiones, pp. 331-346.
8La primera recomendación de la OCDE y el Banco Mundial era:
“Debe presentarse una nueva propuesta para la reforma de la Ley 30 después de
un periodo de revisión y consultas adicionales con los grupos interesados. La
reforma debe centrarse en aumentar la capacidad del sistema de educación
superior colombiano para dar cabida a más estudiantes, así como mejorar la
calidad de los resultados estudiantiles en relación con el aprendizaje, el
índice de titulación y las perspectivas laborales.” Ibídem, p. 335. No sobra
decir que el aumento de la cobertura aconsejado se basa en una educación
técnica y tecnológica como la que imparte el SENA y que la calidad la miden en
términos de competencias laborales. En contraste, de los trece programas que conforman
la hoja de ruta para la política de educación terciaria colombiana en el corto,
mediano y largo plazo, la reforma a la Ley 30 de 1992 sólo es prevista en el
10, relativo a la estructura y gobernanza del sistema. Los demás programas
pueden ser impulsados sin acudir a dicha reforma. CESU, Op. cit., p. 204.
9Las normas generales que han transformado parcialmente la
educación superior colombiana en el sentido del “Acuerdo” son enumeradas por el
documento del CESU, Op. cit., pp. 42 y 43.
10La comunidad de política cerrada está integrada por los
especialistas que comparten un interés activo en cierta política pública o en
un conjunto de ellas relacionadas: académicos, profesionales, analistas,
planeadores de políticas, periodistas y expertos en el campo específico. Sus
miembros representan intereses y valores diferentes y pueden participar en
programas de investigación heterogéneos. Sin embargo, por su carácter cerrado,
la comunidad de política comparte, defiende y promueve el núcleo o la parte más
rígida de la propuesta: sus orientaciones, fundamentos, objetivos e
instrumentos principales. Garantiza así la imposición de un referente de
sentido específico y la coordinación de los actores en los diversos momentos de
la política (formulación, implementación y evaluación) para garantizar su
efectividad. Ver: Giandomenico Majone, Evidencia, argumentación y persuasión en
la formulación de políticas. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1997 y
Pierre Muller, Las políticas públicas. Bogotá: Universidad Externado de
Colombia, 2012.
11CESU, Op. cit., pp. 24-25
12En el listado de contratos de la subdirección de
contratación del MEN, suscritos en noviembre de 2013, figura uno a nombre de
Carlos Mario Lopera Palacio que tienen como objeto: “Prestación de servicios
profesionales para asesorar a la Dirección de Calidad para la Educación
Superior en la ‘Secretaría Técnica’ del Consejo Nacional de Educación Superior
— CESU, con miras al mejoramiento de la calidad de la educación superior y la
construcción de la ‘Política Pública de la Educación Superior’.” Consultado en:http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:5TahzGE1vRgJ:www.mineducacion.gov.co/1621/articles-318225_archivo_xls_noviembre_2013.xls+&cd=1&hl=es-419&ct=clnk&gl=co&client=firefox-a,
el 4 de septiembre de 2014.
13Observatorio de la Universidad Colombiana, “Respaldo al
Acuerdo por lo Superior 2034”, http://www.universidad.edu.co/index.php?option=com_content&view=article&id=4927:respaldo-al-acuerdo-por-lo-superior-2034&catid=16:noticias&Itemid=198,
consultado el 18 de agosto de 2014
14El “Acuerdo” dice: “1. Contar con una educación superior incluyente
y flexible para atender los requerimientos educativos de quienes acceden al
sistema de educación superior; 2. La calidad de las instituciones de educación
superior y de los programas académicos, su mejoramiento continuo y una
educación pertinente y de alto nivel para todos; 3. La articulación con el
sistema de ciencia, tecnología e innovación, el cual estará en capacidad de
generar conocimientos que contribuyan a resolver las necesidades del país y sus
regiones y a elevar sus niveles de competitividad; 4. Un sistema en el que
todas las regiones cuenten con instituciones de educación superior con
proyecciones al entorno a través de la investigación y la extensión; y tengan
también programas de formación de calidad con condiciones de acceso pertinentes
y adecuadas; 5. Un sistema de educación nacional con niveles de formación
integrados armónicamente desde la educación preescolar hasta la superior, que
responda a las prioridades y necesidades de formación del país y a los derechos
e intereses de los estudiantes; 6. La consolidación de la comunidad
universitaria como estamento que contribuye a la cohesión social del país, a la
de las instituciones de educación superior y, en particular, al bienestar y
desarrollo de sus miembros; 7. El país contará con modalidades de oferta
educativa soportadas en las TIC, que posibilitarán que en cualquier lugar del
país las instituciones de educación superior ofrezcan programas pertinentes y
de calidad; 8. Un sistema de educación superior colombiano abierto y proyectado
al mundo, en el que sus desarrollos académicos y los egresados tengan
proyección internacional; 9. Colombia contará con un sistema de educación
articulado y funcional para orientar y atender los procesos propios de la
educación superior y para generar una dinámica que responda a los retos y
desafíos del entorno y a las necesidades y expectativas de la población
colombiana; 10. Se contará con un sistema estable financieramente.” CESU, Op.
cit., pp. 128-132
15Ibídem, p. 8.
16Ver, por ejemplo, Moisés Wasserman (Op. cit.); Amaury Núñez
González, “Ni tan acuerdo, ni tan superior”, en:http://www.kienyke.com/kien-bloguea/ni-tan-acuerdo-ni-tan-superior-i/,
consultado el 10 de agosto de 2014; o Ángela María Robledo, “No al reencauche
de la fallida reforma educativa”, en: http://universidad.edu.co/index.php?option=com_content&view=article&id=4950:no-al-reencauche-de-la-fallida-reforma-educativa&catid=12:opini&Itemid=200,
consultado el 15 de agosto de 2014.
17A modo de ilustración, ver el artículo de Marcela Eslava y
la réplica de Susana Barradas en la Silla Vacía y Palabras al Margen,
respectivamente. Marcela Eslava, “Educación superior para la vida laboral”, en: http://lasillavacia.com/elblogueo/blog/educacion-superior-para-la-vida-laboral,
consultado el 2 de septiembre de 2014 y Susana Barradas, “Educación al servicio
del neoliberalismo o educación superior para la vida laboral: una respuesta a
Marcela Eslava”, en: http://www.palabrasalmargen.com/index.php/articulos/nacional/item/educacion-al-servicio-del-neoliberalismo-o-educacion-superior-para-la-vida-laboral-una-respuesta-a-marcela-eslava,
consultado el 1 de septiembre de 2014.
18“Posiciones contrarias respecto a la calidad y pertinencia
de la educación técnica y tecnológica que actualmente se ofrece en el país, el
papel del SENA, de los CERES y de las ‘instituciones de formación para el
trabajo’, en la educación superior. Posiciones al respecto, tan diferentes como
la que propone la creación del ‘Sistema Oficial de Educación
Técnicapostsecundaria’, según la experiencia internacional de los ‘community
colleges’ y politécnicos, y la que propone la articulación del nivel medio con
el SENA y con las instituciones de ASENOF. Las consecuencias de una u otra
opción son de gran incidencia en la calidad de la formación ofrecida, en la
cualificación moderna de los recursos humanos y en la igualdad social de
oportunidades educativas. Hay grandes diferencias en la calidad e integralidad
de la formación que reciben jóvenes en el SENA, en los CERES o en las
instituciones de formación para el trabajo, y la que pueden recibir en
instituciones académicas de educación superior. Lo que implica una formación
socialmente desigual y con desigualdades posteriores en el desempeño
ocupacional. ¿Cuál puede ser el papel del CESU respecto a éstas u otras
posiciones tan diferentes y con implicaciones de política tan disímiles? ¿Cómo
puede mediar el CESU entre los intereses de instituciones privadas como ASENOF,
de instituciones de formación profesional extraescolar como el SENA, y los
intereses de formación de alta calidad, con estándares internacionales, de los
jóvenes colombianos?” Víctor Manuel Gómez, “Acuerdo por lo superior o por el
‘mínimo común denominador’? Las falencias del CESU”, en: http://universidad.edu.co/index.php?option=com_content&view=article&id=4987:acuerdo-por-lo-superior-o-por-el-minimo-comun-denominador-las-falencias-del-cesu&catid=36:ensayos-acadcos&Itemid=81,
consultado el 14 de septiembre de 2014.
19CESU, Op. cit., p. 90.
20Goethe Institut, “La elección del centro de educación
correcto”, en: http://www.goethe.de/ins/us/lp/prj/tod/der/stu/bif/es11989708.htm,
fuente: Oficina Federal de Estadística, consultado el 9 de septiembre de 2014.
21“Los programas del nivel 5A son en gran parte teóricos y se
destinan a impartir una preparación suficiente para ingresar en programas de
investigación avanzada y en profesiones que exigen altas calificaciones.
1.
Duración teórica total mínima (en el nivel terciario): 3 años.
2.
Se suele exigir que los docentes posean un título de investigación de alto
nivel.
3.
Pueden comprender los programas un proyecto de investigación o una tesis.
4.
Programas que dan el nivel de educación exigido para ingresar en una profesión
que requiere altas competencias o en un programa de investigación avanzada.
Los programas del nivel 5B son generalmente más prácticos, tienen mayor orientación técnica y son más específicos respecto al campo ocupacional que los programas del nivel 5A.
Los programas del nivel 5B son generalmente más prácticos, tienen mayor orientación técnica y son más específicos respecto al campo ocupacional que los programas del nivel 5A.
1.
Están más dirigidos a la práctica y a una profesión especifica que los
programas del nivel 5A de la CINE y no preparan a los estudiantes a
un acceso directo a programas de investigación avanzada.
un acceso directo a programas de investigación avanzada.
2.
Su duración mínima es de 2 años.
3.
El contenido de los programas se suele concebir para preparar a los alumnos a
ingresar en una profesión especifica.” Unesco, Compendio Mundial de la
Educación 2010. Comparación de las estadísticas de educación en el mundo.
Montreal, Quebec: 2011, p. p. 272.
22Compendio Mundial de la Educación 2010. Comparación de las
estadísticas de educación en el mundo. Montreal, Quebec, 2011 p. 166
23“De acuerdo con el más reciente informe del Centro
Universitario de Desarrollo (CINDA) sobre la educación superior en
Iberoamérica, en 2009 la ‘brecha’ de cobertura entre el grupo más rico y el más
pobre del país era la más amplia de esta región imaginaria, al aproximarse a
los 80 puntos de diferencia (…) En el lenguaje técnico utilizado en el estudio,
la tasa bruta de cobertura para el quintil 5 (el más rico) era del 88%,
mientras para el quintil 1 (el más pobre) solo llegaba al 8,5%. En otras
palabras, entre los colombianos y colombianas con mayores recursos económicos
estudiaban en la educación superior casi noventa personas de cualquier edad,
con respecto a cien entre los 17 y los 21 años, al tiempo que entre los de
menores recursos únicamente lo podían hacer nueve de cada cien, alargando un
poco la cifra, con referencia al mismo rango de edades.” Leopoldo Múnera Ruiz,
“Cuando la inclusión social no es igualdad de oportunidades. La reforma a la
educación superior en Colombia”, en: Revista Foro Nº 80. Bogotá: Fundación Foro
Nacional por Colombia, pp. 47-48.
24CESU, Op. cit., pp. 86 y 90.
25Jorge Armando RODRÍGUEZ, “Educación superior pública:
alternativas de financiación frente a la Ley 30 y al proyecto Santos”, en:
Razón Pública, http://razonpublica.com/index.php/econom-y-sociedad-temas-29/2548-educacion-superior-publica-alternativas-de-financiacion-frente-a-la-ley-30-y-al-proyecto-santos-.html,
noviembre de 2011, consultado el 3 de septiembre de 2014.
26“La exigencia de pensar la educación superior como un
derecho al cual puedan acceder los diferentes grupos poblacionales obliga a
concretar el concepto de universalidad, que se refiere al acceso a la educación
superior de todas las personas que tienen la motivación y la preparación
suficiente, y supone utilizar diversas formas de intervención para garantizar
este derecho. Dicho concepto articula varios procesos: el acceso a la educación
superior de todos los interesados; la cobertura, entendida como la capacidad de
acoger a quienes la buscan y la atención de quienes acceden, y el
reconocimiento a su diversidad para favorecer la permanencia (…) La educación
inclusiva es una de las estrategias para la inclusión social” CESU, Op. cit.,
pp. 94-95.
27“Los esfuerzos realizados por el país para mejorar el
acceso, la permanencia y la graduación en la educación superior se muestran en
el ranking del Foro Económico Mundial (WEF) como uno de los factores que más contribuyeron
a mejorar la eficiencia del país. En términos de competitividad, en 2013
Colombia ocupó el puesto 69, entre 148 países, según el Reporte Global de
Competitividad del Foro Económico Mundial; mientras que la educación superior
pasó del puesto 67, en 2012, al 60, en 2013. Ante los enormes desafíos que aún
tenemos en competitividad, es de suma importancia acometer una política para
hacer realidad en el país la educación inclusiva, con el fin de lograr un
acceso universal que ofrezca oportunidades para todos.” Ibídem: p. 95.
28Las dos principales obras de referencia son: en el caso de
la igualdad de oportunidades, Amartya Sen, Bienestar, justicia y mercado.
Madrid: Paidós, 1997 y en el de las igualdad de posiciones, que incluye una
crítica a la primera opción: François Dubet, Repensar la justicia social.
Contra el mito de la igualdad de oportunidades. Buenos Aires: Siglo XXI
Editores, 2011.
29Ibídem: p. 153.
30Tilly (2000) advierte que el discurso de la igualdad de
oportunidades oculta procesos de “acaparamiento de oportunidades” realizados
por sectores no elitistas de la sociedad que aprovechan capitales culturales
y/o sociales heredados para acceder a recursos valiosos u ocupar ciertas
posiciones sociales aventajadas. El objetivo del acaparamiento de oportunidades
es monopolizar dichos recursos o posiciones. Ver: Charles Tilly, La desigualdad
persistente. Buenos Aires: Manantial, 2000.
31“En 2011 el gasto público fue aproximadamente de $4.3
billones, mientras que en 2013 fue de $ 5.6 billones. Es decir que, entre 2011
y 2013, el crecimiento en términos reales de la inversión pública en educación
superior fue de 24.35 %. En el caso de las categorías destinadas directamente a
financiar la oferta (transferencias nacionales a IES, transferencias a
entidades descentralizadas, ESAP, SENA, CREE y MEN), los recursos presentaron
un crecimiento real del 22%, mientras que los fondos destinados a financiar la
demanda, como los asociados a los programas del ICETEX, presentaron un
crecimiento en términos reales del 39.1%” CESU, Op. cit.: p. 85.
32Andrés Felipe Mora, “Propuesta para la financiación de la
educación superior en Colombia”. En: Revista Pensamiento Jurídico, No. 31, Mayo-agosto
de 2011, pp. 215-234. Bogotá: Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y
Sociales, Universidad Nacional de Colombia. Inspirado en los modelos de
asignación ciudadana y renta básica de ciudadanía, Mora presenta una
alternativa para el financiamiento de la educación superior en Colombia. La
propuesta se plantea como un subsidio a la oferta educativa de las
Instituciones de Educación Superior que bajo principios de universalidad,
individualidad e incondicionalidad le ofrecerá a cada uno de los jóvenes una
asignación de 30 millones de pesos en el momento de finalizar sus estudios
secundarios. La propuesta asciende a un total de 102 billones de 2011 para los
próximos 56 años
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