¡Cuánta falta hace Libia!
Manuel S. Espinoza Jarquín*
Abordaba
con un grupo de colegas, especialistas en Relaciones Internacionales, el tema
del holocausto del pueblo palestino por parte de Israel y la posición cómplice
de EE.UU y Occidente en general; y en el marco del análisis regresamos a las ya
mal afamadas “revoluciones de primavera”. Sobre todo, nos esforzamos mucho por entender el tema de la
Libia de hoy. En relación con Túnez, primer país donde este ciclo de
revueltas se inició, no teníamos mayores
relaciones bilaterales. En cambio, con Egipto y Libia, que fueron el segundo y
tercer país afectados respectivamente, con esas revueltas, sí las teníamos.
Túnez
fue todo un golpe de Estado que su ministro de defensa le montó al presidente.
Le infló la situación de manifestantes muertos por la supuesta represión empleada
para poder contener la revuelta y lo convenció de que huyera del país. Hoy día,
varios dirigentes políticos han sido asesinados y la lucha entre los partidos
está a la orden del día, sin forma que
haya visos de salir del conflicto interno. Con Túnez teníamos relaciones desde
el plano de la diplomacia multilateral y en función del grupo de los
no-alineados.
En
Egipto el presidente Mubarak fue derrocado del poder tras intentar poner a su
hijo al frente del país, cosa que el ejército no permitió, dándole un golpe de Estado, disfrazado de revuelta
popular, cuando en verdad se llevó a los Hermanos Musulmanes al gobierno. Y aún
cuando éstos eligieron posteriormente a un nuevo presidente bajo el modelo de
elecciones occidentales, el ejército lo encarceló y una nueva ola de
desestabilización se apoderó de Egipto. Hasta hoy día, este país norafricano está
bajo el marco de la desestabilización interna. La lucha entre islamistas, el
ejército y otras corrientes culturales y políticas están en choque por el
poder.
Lo
interesante de todo lo sucedido en Egipto es que, desde el encarcelamiento del
primer presidente electo bajo el “modelo democrático Occidental”, la hermandad
musulmana que lo llevó al poder y mantiene un peso político fuerte en el mundo
árabe y en Turquía y hasta gobierna (buscando siempre cómo insertarse a
Occidente), no fue reconocido a lo interno. ¿Por qué incentivar el proceso
desestabilizador en ese país aun después de extirpado el cáncer dictatorial de
Mubarak?
Hoy
día, Egipto no irradia al resto de la región el Panarabismo de Nassar como hace
décadas atrás. Ni mucho menos representa un peligro para Israel. Además de
estar bajo las posibilidades de un enorme nivel de proyectos de inversión y
comercio con Israel, es parte de un mecanismo muy raro y casi difuso en el
conflicto actual entre palestinos e Israelíes en estos días.
A
mediados del ataque indiscriminado de Israel a Gaza, para negociar un cese al
fuego entre Hamas e Israel, este último traslada sus propuestas a EE.UU. Los estadounidenses
a Egipto y Egipto al gobierno Palestino. Este lo transmite al enlace de Qatar y,
este último, se comunica finalmente con Hamás. Si bien es cierto que, ahora en
la parte final del conflicto (por marcar
un periodo de esta nueva agresión contra los palestinos), Egipto ha ocupado un
mejor lugar, genera sus dudas en torno a cómo ha recuperado este papel.
Lo
anterior dice mucho. Más bien, Egipto, ahora, en mucho depende de Oligarquías
como la de Arabia Saudita, que corrió a hacerle un desembolso billonario para
que no se fuera a la ruina y se convirtiera en Estado fallido. De hecho Arabia
Saudita también apoya a los grupos fundamentalistas islámicos, con base en acuerdos
oscuros. Al-Queada ha sido un guion muy bien ejecutado y repetido en varios
escenarios hasta hoy día.
Nicaragua
mantiene su representación diplomática, y ha ampliado su presencia en Irán y Qatar tras la visita de alto nivel que representantes
de estos países realizaron al nuestro país. A eso se le denomina agilidad
diplomática en función de la búsqueda de mejores posibilidades de inversión
para el país.
Con
Libia, nuestras relaciones históricas eran aún más fuertes, pues cuando dos
mandatarios son amigos, las dificultades burocráticas y protocolarias no tienen
mayor peso. Libia nos acompañó decididamente en los tiempos difíciles de los
80s, cuando estábamos siendo 0gredidos por EE.UU. Prácticamente, los libios
nunca dejaron de ser amigos.
Lamentablemente,
Libia cayó en esa trampa mortal de Occidente: las malintencionadas y mal llamadas
primavera árabes la llevaron a que su situación interna se vuelto caótica. Once
meses de guerra y destrucción dejó al país en ruinas y dividido tribalmente. La
Libia próspera, competitiva (según la jerga occidental en boga), sin igual en
su estado de bienestar para sus ciudadanos y en función de ayudar a toda África
y Medio Oriente, fue destruida.
Hoy
Libia enfrenta un camino muy difícil hacia la transición democrática. Las
tribus que residen en la parte petrolífera, no desean que sea Trípoli, el que
la administre. Hay más milicianos rebeldes aún armados por todo el país, a los
que el nuevo ejército y los órganos de seguridad del Estado no pueden
controlar. Evitan el enfrentamiento, para buscar una salida a la situación de
pos guerra. El gobierno de esta sufridísima nación africana se fundamenta en el
parlamento y tratan de llevar a cabo una elección que escoja a un presidente,
según el modelo occidental.
Nicaragua
a pesar de tener excelentes relaciones con Libia, no tenía embajada en Trípoli,
pero los libios si y aun la mantienen.
Tras
Túnez, Egipto y Libia, la destrucción fue traslada a Siria. La situación en este
país es, en parte de su territorio, caótica. Más de 200 mil muertos y más de 3
millones de refugiados. Todo el planeta sabe que de no ser por el firme apoyo
de Rusia, en primer lugar, e Irán, la receta en de desestabilización de los
EE.UU hubiera sido todo un éxito y que sin ello, hoy Siria estaría convertido
en otro estado fallido.
Para
frenar a Rusia, el escenario de destrucción y amenaza de guerra fue trasladado
a la frontera cercana con este gigantesco país, propiamente a Ucrania. Con Irán
existe un tema pendiente muy serio sobre su programa nuclear. Tema que se uso contra
Sadam Hussein y Libia en su momento.
Con
países de menor peso en la región, como los destruidos hasta hoy, se analiza
mucho mejor lo que implican las manos sueltas de Israel en contra del pueblo de
Palestina. Inmediatamente se viene a la mente la falta que hacen líderes y
países en la región que los puedan detener política y militarmente, e insistir en
que las Naciones Unidas se transformen en algo mejor, que evite y prevenga
barbaries como la que hoy estamos viviendo en el sector de Gaza.
Ahora
toma mucho más forma la insistencia injustificada de la administración Bush de
atacar sin prueba alguna a Iraq a raíz del 11 de septiembre del 2001. Hoy Iraq sigue siendo un infierno, sobre todo
con el ya famoso Estado Islámico y Levante que, con su repentina capacidad
militar, la matanza y exterminio de cristianos y la decapitación de un
periodista estadounidense, casi ha opacado la barbarie sionista realizada en
estos dos últimos meses; y hasta ha servido para limpiarle la imagen a EE.UU y para
que Barack Obama retome el tema Iraquí y Sirio con derecho de bombardear el
territorio de estos dos estados.
Ahora
resultan más comprensibles los planes de occidente de desestabilizar a Iraq,
Túnez, Libia, Egipto y Siria entre otros. Lástima que la historia no tiene
marcha atrás y el sistema internacional está a favor del uso de la fuerza de
los más fuertes. Lástima que las capacidades del análisis estratégico de los
Estados ya destruidos no dieron a luz la unidad regional que los planes
occidentales ameritaban.
*Manuel
s. Espinoza Jarquín
Presidente
del Centro regional de estudios Internacionales.
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