El
triunfo del mito sobre la liberación de Europa por las tropas estadounidenses
El
desembarco aliado en Normandía, del mito a la realidad
Por Annie
Lacroix-Riz
A lo
largo de 70 años ha venido construyéndose un mito de que los anglosajones
liberaron Europa. Sin embargo, como recuerda la profesora Annie
Lacroix-Riz, la prioridad de Washington y de Londres no era la
lucha contra el nazismo sino contra el comunismo. Así que no fueron las
tropas de Estados Unidos las que derrotaron el Reich sino, ante todo,
los soldados soviéticos del Ejército Rojo.
RED
VOLTAIRE | 5 DE JULIO DE 2014
El
triunfo del mito sobre la liberación de Europa por las tropas estadounidenses
En
junio de 2004, en ocasión del 60º aniversario del «desembarco aliado» en
Normandía, a la pregunta «¿Cuál es, en su opinión, la nación que más
contribuyó a la derrota de Alemania?», el instituto francés de sondeos de
opinión mostró una respuesta exactamente contraria a la que se había recogido
en mayo de 1945: en 2004, el 58% de las personas consultadas estimó que había
sido Estados Unidos, contra sólo un 20% en 1945, mientras que un 20%
se pronunciaba por la URSS, contra un 57% en 1945 [1].
Desde
la primavera hasta el verano de 2004 se había repetido constantemente que entre
el 6 de junio de 1944 y el 8 de mayo de 1945, los soldados estadounidenses
habían recorrido Europa «occidental» para devolverle la independencia y
la libertad que la ocupación alemana le había arrebatado y que se veía en
peligro ante el avance del Ejército Rojo hacia el oeste. No se mencionaba
el papel de la URSS, víctima de aquella «muy espectacular [inversión de
los porcentajes registrada] con el tiempo» [2].
En
2014, la 70ª edición del desembarco de Normandía promete ser mucho peor
en cuanto a la presentación de los «Aliados» que protagonizaron la
Segunda Guerra Mundial, en plena campaña de infundios contra el
anexionismo ruso en Ucrania y en otras partes [3].
La
leyenda fue progresando junto con la expansión estadounidense en el continente
europeo, planificada en Washington desde 1942 y puesta en práctica con
ayuda del Vaticano, tutor de las zonas católicas y administrador
–antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial– de la «esfera
de influencia “occidental”» [4].
Dirigido
junto a la RFA, aunque también compitiendo con ella, y posteriormente con la
Alemania reunificada, el avance estadounidense hacia el este alcanzó un ritmo
desenfrenado a partir de la «caída del muro de Berlín», en 1989,
llegando a pulverizar los «objetivos de guerra» que Moscú había
proclamado en julio de 1941 y alcanzado en 1944 (recuperación de los
territorios perdidos en 1939-1940) y en 1945 (adquisición de una zona de
influencia que debía dominar el antiguo «cordón sanitario» de Europa
central y oriental, vieja vía germánica para invadir Rusia [5].
El proyecto estadounidense avanzaba tan rápidamente que Armand Berard,
diplomático en Vichy y posteriormente –después de la liberación de
Francia– consejero de la embajada en Washington (en diciembre de 1944) y
más tarde en Bonn (en agosto de 1949) llegó a predecir en febrero de
1952 que «los colaboradores del canciller [Adenauer] consideran en general
que el día que América [Estados Unidos] sea capaz de alinear una fuerza
superior, la URSS se prestará a un arreglo en el que abandonará
los territorios de Europa central y oriental que actualmente domina» [6].
Las
predicciones al estilo de Casandra de Armand Berard, que en aquellos
tiempos parecían descabelladas, se han visto sobrepasadas por la realidad que
estamos viviendo en mayo-junio de 2014: la antigua URSS, reducida desde
1991 al territorio que hoy conocemos como Rusia, se ve amenazada desde su
puerta ucraniana.
La
hegemonía ideológica «occidental» que acompaña esa Drang nach
Osten [7]
se ha visto favorecida por el tiempo transcurrido desde la época de la Segunda
Guerra Mundial. Antes de la Debacle, «la opinión francesa» se había
visto «embaucada por las campañas “ideológicas”» que presentaban a la
URSS como el lobo y al Reich como el cordero. La gran prensa, propiedad del
capital financiero, había convencido a la opinión pública francesa de que
abandonar al aliado checoeslovaco bastaría para garantizar una paz duradera. «Esa anexión
será y no puede ser más que el preludio de una guerra que se hará
inevitable, y al cabo de cuyos horrores Francia se verá en peligro de
ser derrotada, desmembrada y sometida al vasallaje de lo que pueda quedar
del territorio nacional como Estado aparentemente libre», había advertido
–sólo 2 semanas antes de Munich– otra predicción al estilo de Casandra,
proveniente del Estado Mayor del ejército [8].
Engañada y traicionada por sus propias élites, «Francia» vivió el
destino previsto. Pero sus obreros y empleados, que entre 1940 y 1944 perdieron
el 50% de sus salarios y entre 10 y 12 kilogramos de peso corporal [debido
a las privaciones], ya no se dejaron tanto «embaucar por las campañas
“ideológicas”».
Cierto
es que percibieron las realidades militares después que los «medios bien
informados». Pero, con el paso de los meses fueron cada vez más numerosos
los que seguían en los atlas y los mapas de la prensa colaboracionista lo que
sucedía en el «frente oriental». Y comprendieron que la URSS, que
desde julio de 1941 reclamaba en vano la apertura en el oeste de un
«segundo frente» que aligerase su martirio, estaba cargando sola con el peso de
la guerra. El «entusiasmo» que despertó en ellos
la noticia del desembarco anglo-estadounidense en el norte de África (el 8
de noviembre de 1942) se había «apagado» para la siguiente
primavera: «Hoy todas las esperanzas se vuelven hacia Rusia, cuyos
éxitos llenan de alegría a toda la población […] Cualquier propaganda del
partido comunista se ha hecho innecesaria […] la comparación demasiado fácil
entre la inexplicable inacción de unos y el heroico accionar de los otros
augura días difíciles para quienes se inquietan por el peligro bolchevique»,
subraya un informe de abril de 1943 destinado al BCRA [9]
gaullista [10].
Si bien
era difícil engañar a las generaciones que aún conservaban el recuerdo de la
guerra, hoy en día es muy fácil engañar a las generaciones que no vivieron
el conflicto. A la desaparición paulatina de los testigos y actores de la
guerra se agrega el derrumbe del movimiento obrero radical.
El
Partido Comunista Francés (PCF), que al final de la ocupación alemana era
conocido en Francia como «el partido de los fusilados», informó durante
mucho tiempo y mucho más allá de sus filas sobre las realidades de aquel
conflicto. Pero lo que hoy queda del PCF aborda mucho menos ese tema en su
propia prensa, que a su vez está a punto de desaparecer, e incluso prefiere
dedicarse más bien a rasgarse las vestiduras sobre el pasado «estalinista»
contemporáneo de sus propios combatientes de la Resistencia. La ideología
dominante, ya libre de un serio obstáculo, se ha vuelto hegemónica en ese
terreno, al igual que en otros.
Los
sectores académicos ya no se oponen sino que más bien se asocian a la
intoxicación reinante en la prensa escrita y audiovisual, e incluso a través
del cine [11].
Y es importante destacar el hecho que largometrajes como el film de
ficción Salvar al soldado Ryan y el documental Apocalipsis no abordan
los preparativos ni objetivos del desembarco del 6 de junio
de 1944.
La Pax
Americana, vista por Armand Berard en julio de 1941
Mucho
antes del «viraje» de Stalingrado –en enero-febrero de 1943–, las élites
franceses ya habían percibido las consecuencias que tendría para
Estados Unidos la situación militar que resultaba de la «resistencia
[…] feroz del soldado ruso». Fiel testimonio de ello es el informe
–fechado a mediados de julio de 1941– que el general Paul Doyen,
presidente de la delegación francesa ante la Comisión alemana de
armisticio de Wiesbaden, hizo redactar a su colaborador diplomático Armand
Berard [12]:
1.
La Blitzkrieg había muerto. «El giro que han tomado
las operaciones» contradecía el pronóstico de los «dirigentes [del]
III Reich [que] no habían previsto una resistencia tan feroz del
soldado ruso, un fanatismo tan apasionado de parte de la población, una guerrilla
tan extenuante en la retaguardia, ni pérdidas tan serias, un vacío tan
total ante el invasor, ni tampoco dificultades tan considerables
en materia de abastecimiento y de comunicaciones.
Las gigantescas batallas de tanques y aviones, la necesidad, a falta de vagones adaptados a las vías férreas, de garantizar el transporte a través de cientos de kilómetros de carreteras en el peor estado implican, para el ejército alemán, un desgaste del equipamiento y un gasto de gasolina que amenazan con hacer disminuir peligrosamente sus reservas irremplazables de combustible y de caucho. Sabemos que el estado mayor alemán ha reunido reservas de gasolina para 3 meses. Es necesario que una campaña de 3 meses le permita acabar con la resistencia del comunismo soviético, restablecer el orden en Rusia bajo un nuevo régimen y reanudar nuevamente la explotación de todas las riquezas naturales del país y, en particular, los yacimientos del Cáucaso. Sin embargo, sin importarle si él mismo tendrá algo que comer mañana, el ruso incendia sus propias cosechas con lanzallamas, vuela con explosivos sus propias aldeas, destruye sus propios medios de transporte, sabotea sus propias fuentes de recursos».
2. El peligro de una derrota
alemana (que Berard explica detalladamente) obligaba a los amos de Francia a
unirse a otro protector, que ya no era el imperialismo «continental»
por el que habían optado desde la «Reconciliación» de los años 1920. Al
hallarse ante un viraje que resultaba imposible, «en los próximos meses»,
habría que pasar convenientemente de la hegemonía alemana a la estadounidense,
que ya se percibía como inevitable. Porque «Estados Unidos, que
ya salió de la guerra de 1918 como único vencedor, lo será más aún al
final del actual conflicto. Su poderío económico, su alta civilización,
su cantidad de población, su influencia creciente en todos los
continentes, el debilitamiento de los Estados europeos que podían rivalizar
[con Estados Unidos] implican que, pase lo que pase, el mundo tendrá
que someterse en las próximas décadas a la voluntad de Estados Unidos» [13].
O sea, desde julio de 1941, Berard ya diferenciaba al futuro vencedor militar
soviético –vencedor que el Vaticano identificó claramente poco después [14]
y que quedaría exhausto debido a la guerra alemana de desgaste– del «único
vencedor», por su «poderío económico», que, al igual que en la
guerra anterior, aplicaría en aquel conflicto la «estrategia periférica».
La «estrategia periférica» y
la Pax Americana contra la URSS
Desde
antes de la era imperialista, y también puede decirse que a partir de
ella, Estados Unidos, que desde los tiempos de la sumisión del sur
agrícola (esclavista) al norte industrial nunca sufrió una ocupación
extranjera ni ningún tipo de destrucción en su propio suelo, había
destinado su ejército permanente a la realización de misiones tan implacables
como fáciles de llevar a cabo: liquidación de los pueblos autóctonos,
imposición de su propia dominación a vecinos débiles («el traspatio»
latinoamericano) y asegurar la represión interna. Para garantizar la expansión
imperial, la consigna del defensor del imperialismo Alfred Mahan –desarrollar
perennemente la marina de guerra– fue enriquecida por sus sucesores con
las mismas reglas adaptadas a la aviación [15].
Sin embargo, debido al modesto volumen de sus fuerzas terrestres,
Estados Unidos no disponía de la capacidad necesaria para intervenir
en un conflicto europeo. Después de garantizar la victoria a través de
otro país, que ponía la «carne de cañón» («canon fodder»),
Estados Unidos despliega a última hora sus tropas para ocupar el
territorio a controlar. A partir de entonces, el control
se ejerce desde bases aeronavales en el exterior y las del norte de África
se agregan a las británicas a partir de noviembre de 1942 [16].
En
1914, la Triple Entente (Francia, Inglaterra, Rusia) había distribuido entre
sus miembros la acción militar que, debido a la retirada rusa, finalmente
recayó sobre todo en Francia. Pero durante la Segunda Guerra Mundial fue la
URSS la que asumió sola aquel papel en una guerra estadounidense que, según el
estudio secreto de la Junta de Jefes del Estado Mayor Conjunto [de
Estados Unidos] (Joint Chiefs of Staff o JCS) fechado en diciembre de
1942, se fijaba como norma «ignorar las consideraciones de soberanía nacional»
de los países extranjeros.
En
1942-1943, la JCS
1. sacó
del conflicto que estaba teniendo lugar (y del anterior) la conclusión de que
la próxima guerra tendría «los bombarderos estratégicos americanos
[estadounidenses] como espina dorsal» y que, [actuando] como simple «instrumento
de la política americana, un ejército internacional» a cargo de las tareas
secundarias (las misiones terrestres) «internacionalizaría y legitimaría el
poderío americano»
2. y
elaboró la interminable lista de bases de postguerra a través de todo el
mundo, incluyendo las colonias de los «aliados» (JCS 570). Nada podría
conducirnos a «tolerar restricciones a nuestra capacidad de hacer estacionar
y operar la aviación militar en y sobre ciertos territorios bajo soberanía
extranjera», decidió el general Henry Arnold, jefe del estado mayor de
la US Air Force en noviembre de 1943 [17].
La «guerra
fría», al convertir la URSS en «ogro soviético» [18],
daría rienda suelta a las confesiones sobre la táctica destinadas
a disponer del uso de la «carne de cañón» de los aliados
(momentáneos) en función de los objetivos de los «bombardeos estratégicos
americanos». En mayo de 1949, con el Pacto Atlántico ya firmado (el 4 de
abril), Clarence Cannon, presidente de la Comisión de Finanzas de la Cámara de
Representantes (House Committee on Appropriations), glorificó los
costosísimos «bombarderos terrestres de gran ataque capaces de transportar
la bomba atómica que “en 3 semanas habrían pulverizado todos los
centros militares soviéticos”» y se regocijó por la «contribución»
que aportarían nuestros «aliados […] enviando los jóvenes necesarios
para ocupar el territorio enemigo después de que nosotros lo hayamos desmoralizado
y liquidado con nuestros ataques aéreos. […] Ya seguimos ese plan durante la
última guerra» [19].
Así lo
mostraron los historiadores estadounidenses Michael Sherry y Martin Sherwin: fue
la URSS, instrumento militar de la victoria, la que fue blanco simultáneo
de las futuras guerras de conquista, y no el Reich, a pesar de que
este último había sido oficialmente designado como «enemigo de las Naciones
Unidas». Para comprender por qué podemos recurrir a la lectura de
William Appleman William, uno de los fundadores de la «escuela
revisionista» (progresista estadounidense. Su tesis [20]
sobre «las relaciones americano-rusas de 1781 a 1947» (1952) demostró
que el imperialismo estadounidense no toleraba ningún tipo de
limitación a su esfera de influencia mundial, que la «guerra fría», que en
realidad comenzó en 1917 y no en 1945-1947, no se basaba en consideraciones
ideológicas sino económicas y que la rusofobia estadounidense databa de
la era imperialista [21].
«El
arreglo [ruso-estadounidense], cobarde e informal, […] se había roto
debido a los derechos de paso de las redes ferroviarias [rusas] del sur de
Manchuria y del este chino entre 1895 y 1912.»
Los
soviéticos tuvieron además la audacia de explotar por sí mismos su propia
caverna de Alí Babá, excluyendo de su inmenso territorio
(22 millones de km²) a los capitales estadounidenses. Fue eso lo que
generó «la continuidad, desde Theodore Roosevelt y John Hay hasta
Franklin Roosevelt, pasando por Wilson, Hugues y Hoover, de la política
americana en el Extremo Oriente» [22],
y también en África y en Europa, otros campos privilegiados «de un reparto y
de un re-reparto del mundo» [23]
estadounidenses constantemente renovados desde 1880-1890.
Washington
pretendía realizar ese «reparto re-reparto» única y exclusivamente en beneficio
propio y fue por esa razón fundamental que Roosevelt vetó toda discusión en
tiempo de guerra con Stalin y Churchill sobre el reparto de las «zonas de
influencia». El
final del conflicto le garantizaría la victoria sin el menor costo, dado
el lastimoso estado de su gran rival ruso, devastado por el asalto
alemán [24].
En febrero-marzo de 1944, el millonario Harriman, embajador en Moscú desde
1943, coincidía con 2 informes de los servicios «rusos» del
Departamento de Estado («Varios aspectos de la política soviética actual» y
«Rusia y Europa oriental») al pensar que la URSS «empobrecida por la
guerra y en espera de nuestra ayuda económica […,] uno de nuestros principales
instrumentos para orientar una acción política compatible con nuestros
principios», no tendría fuerzas ni siquiera para ser un estorbo
en el este de una Europa que pronto sería estadounidense. [Para Harriman,
Rusia] se conformaría con una promesa de ayuda estadounidense de postguerra, lo
cual permitiría [a Estados Unidos] «evitar el desarrollo de una esfera
de influencia de la Unión Soviética en Europa oriental y los Balcanes» [25].
Aquel pronóstico era excesivamente optimista ya que la URSS no renunció a
garantizarse una zona de influencia.
La Pax
Americana en la parte francesa de la zona de influencia
Los
planes de paz sinárquicos…
Aquel «instrumento»
financiero era, tanto en Europa occidental como en Europa oriental, «una de
las armas más eficaces a nuestra disposición para influir en los
acontecimientos europeos en la dirección que deseamos» [26].
Con
vista a aquella Pax Americana, la alta finanza sinárquica, corazón
del imperialismo francés particularmente bien representado del otro lado del
Atlántico –Lemaigre-Dubreuil, patrón de la firma de aceites Lesieur (y de varias
compañías petroleras); el presidente del Banco de Indochina Paul Baudouin,
último ministro de Relaciones Exteriores de Reynaud y el primero de Petain,
etc.– negoció más activamente, a partir del segundo semestre de 1941, con
el financista Robert Murphy, delegado especial de Roosevelt en el norte de
África.
Futuro
primer consejero del gobernador militar de la zona de ocupación estadounidense
en Alemania y uno de los jefes de los servicios de inteligencia
estadounidenses, desde la OSS (Office of Strategic Services) creada
durante la Segunda Guerra Mundial hasta la CIA (Central Intelligence Agency),
creada en 1947, Robert Murphy se había instalado en Argel en diciembre
de 1940. Este católico integrista estaba preparando desde allí
el desembarco de Estados Unidos en el norte de África, como trampolín
a la ocupación de Europa que debía comenzar por el territorio francés cuando la
URSS se dispusiese a traspasar sus fronteras de 1940-1941 para liberar los
países ocupados [27].
Las negociaciones secretas se desarrollaron en una zona no ocupada del «imperio»
a través de los «neutrales», que iban desde los pro-hitlerianos
Salazar y Franco –sensibles a los cantos de sirena estadounidenses– hasta los
suizos y los suecos, incluyendo al Vaticano, tan preocupado como en 1917-1918
por garantizar una paz tranquila con el vencido Reich. Luego de prolongarse
hasta el final de la guerra, incluyeron –ya en 1942– planes para la «inversión
de los frentes» en contra de la URSS, que llegaron a conocerse antes
de la capitulación de Alemania [28]
pero que sólo entraron en aplicación después de los días 8 y 9 de
mayo de 1945.
Al
abordar con los grandes sinarcas asuntos económicos inmediatos (en el norte de
África) y futuros (en la metrópoli y en sus colonias después de la Liberación
[de la Francia ocupada por los nazis]), Washington también contaba con ellos
para deshacerse de De Gaulle, igualmente odiado por ambas partes. Pero no lo
odiaban porque se tratase de una especie de dictador militar a quien, según una
tenaz leyenda, el gran demócrata Roosevelt no lograba soportar. De
Gaulle no gustaba únicamente porque, a pesar de lo reaccionario que
fuese, su popularidad y su fuerza provenían de la Resistencia interna
(fundamentalmente comunista). Por esa razón dificultó el control
total de Estados Unidos en momentos en que un «Vichy sin Vichy» ponía [a
la disposición de Estados Unidos] una serie de colaboradores odiados por
el pueblo y, por consiguiente, tan dóciles perinde ac
cadáver a las órdenes estadounidenses como antes lo habían sido a las
órdenes alemanas. Aquella fórmula estadounidense, finalmente condenada
al fracaso por la correlación de fuerzas en general –y también por la
correlación de fuerzas existente en Francia– tuvo como héroes sucesivos,
de 1941 a 1843 [1943], a los miembros vychistas de La Cagoule [29]
–Weygand, Darlan y, posteriormente, Giraud–, defensores comprobados de la
dictadura militar [30]
pero muy representativos del agrado de Washington por los extranjeros
partidarios de la libertad de los capitales [estadounidenses] y de la
instalación de sus bases aeronavales [31].
El
objetivo no era esforzarse por deshacerse de De Gaulle para tener que lidiar
con los soviéticos. Espantados ante el resultado de la batalla de Stalingrado,
los mismos financieros franceses enviaron rápidamente a Roma al particularmente
fiel Emmanuel Suhard, a quien habían utilizado desde 1926 en sus
planes de liquidación de la República. Este cardenal y arzobispo (de la ciudad
francesa de Reims) había sido nombrado [arzobispo] en Paris en el mes de mayo
[de 1940], justo después de la invasión alemana (del 10 de mayo), después de
que La Cagoule eliminara oportunamente –en abril de 1940–
a su predecesor Verdier. Sus “representados” y Paul Reynaud, cómplice del
inminente putsch Petain-Laval, lo habían enviado para iniciar en Madrid –el 15
de mayo y a través de Franco– las conversaciones de «Paz» (más bien
la capitulación) con el Reich [32].
Por lo
tanto, a Suhard se le confió nuevamente la tarea de preparar, con vista a la «Pax Americana»,
las conversaciones con el nuevo tutor. Suhard debía pedir al papa Pío XII
que planteara «a Washington», a través de Myron Taylor
–ex presidente de US Steel y «representante personal»
de Roosevel «ante el papa» desde el verano de 1939– «la siguiente
interrogante: “Si las tropas americanas se viesen obligadas a entrar en
Francia, ¿se comprometería el gobierno de Washington a que la ocupación
americana fuese tan total como la ocupación alemana?”», excluyendo
cualquier «otro tipo de ocupación extranjera (léase soviética).
Washington respondió que a Estados Unidos no le interesaba la futura
forma de gobierno de Francia y que se comprometería a no permitir que
el comunismo se instalara en el país» [33].
La
burguesía, señaló un informante del BCRA a finales de julio de 1943, «que ya
no cree en la victoria alemana, cuenta […] con América
[Estados Unidos] para que le evite el bolchevismo. Espera con
impaciencia el desembarco anglo-americano y todo retraso le parece una
forma de traición». Esa fue la canción que se repitió hasta la realización
de la operación Overlord [34].
…en
contra de las esperanzas de pueblo
Al «burgués
francés [que había] considerado siempre que el soldado americano o británico
estaría naturalmente a su servicio en caso de victoria bolchevique», los
RG [35]
trataban de asustarlo, desde febrero de 1943, con «el proletariado»
cuyos «temores de ver “su” victoria escamoteada por la alta finanza
internacional van desapareciendo con la caída de Stalingrado y el avance
generalizado de los soviéticos» [36].
Por ese
lado, al rencor contra la inacción de los anglosajones contra el Eje se agregó
la cólera suscitada por la guerra aérea de estos contra los civiles,
incluyendo a los de las «Naciones Unidas». Los «bombardeos
estratégicos americanos», constantes desde 1942, provocaban víctimas entre
la población pero no afectaban a los Konzerne de los
socios de los Aliados, encabezados por IG Farben, como informó en
noviembre «un importante industrial sueco que mantenía estrechas
relaciones [con IG Farben] a su regreso de un viaje de negocios
a Alemania»: en Francfort, «las fábricas no han sufrido»;
en Ludwigshafen, «los daños son insignificantes»;
en Leverkusen, «las fábricas de IG Farben […] no han sido
bombardeadas» [37].
Nada
cambió hasta 1944, cuando un largo informe de marzo sobre «los bombardeos de
la aviación angloamericana y las reacciones de la población francesa»
expuso los efectos de «esos ataques mortíferos e inoperantes». La
indignación crecía tanto desde 1943 que incluso amenazaba la base del inminente
control estadounidense sobre el territorio. Desde septiembre de 1943 se
habían intensificado los ataques contra la periferia de París, donde las bombas
parecían como «lanzadas al azar, sin objetivos precisos y sin la menor
preocupación por evitar la pérdida de vidas humanas». Después sucedió
lo mismo con las ciudades de Nantes, Estrasburgo, La Bocca, Annecy y Tolón, «llevando
al paroxismo la cólera de los obreros [franceses] contra los anglosajones».
En todas aquellas ciudades se producían constantemente las mismas escenas de
obreros muertos mientras que los objetivos industriales alcanzados eran pocos
o ninguno. Las operaciones evitaban afectar la economía de guerra
alemana, como si los anglosajones «temiesen que la guerra terminara
demasiado rápido». Así que se mantenían intactos los altos hornos, cuya «destrucción
paralizaría de inmediato las industrias de transformación, que dejarían
de funcionar por falta de materia prima».
Se
hacía cada vez más común
«una
opinión muy peligrosa […] entre ciertos sectores de la población obrera que ha
sido duramente golpeada por los ataques aéreos. [Esa opinión] es que los
capitalistas anglosajones no están para nada descontentos de eliminar a
sus competidores comerciales y al mismo tiempo de diezmar la clase obrera,
de sumirla en una situación de inseguridad y miseria que le hará más difícil
presentar sus reivindicaciones sociales cuando termine la guerra. Sería inútil
esconder [el hecho] que la opinión francesa está, desde hace algún tiempo,
desencantada de los angloamericanos» [quienes siguen retrasando] «el desembarco
prometido […]. Francia está sufriendo indescriptiblemente […] Las fuerzas vivas
del país se agotan a un ritmo que se acelera día a día y la confianza en los
aliados va en descenso […] Ante la cruel realidad de los hechos, la mayoría de
los obreros pone ahora toda su esperanza en Rusia, cuyo ejército es para
ellos el único capaz de vencer en un plazo próximo la resistencia de los
alemanes» [38].
Es
por lo tanto en medio de una atmósfera de rencor contra aquellos
«aliados», tan complacientes con el Reich como antes y después de 1918, que se
produjo el desembarco del 6 de junio de 1944. Se mantuvieron la cólera y la
sovietofilia populares, otorgando al PCF una importancia que inquietaba al
inminente Estado gaullista: «el desembargo ha quitado a su propaganda parte
de su fuerza de penetración» pero
«el
tiempo bastante largo que los ejércitos angloamericanos demoraron en
desembarcar en suelo francés ha sido explotado para demostrar que sólo el
ejército ruso era capaz de luchar eficazmente contra los nazis. Las muertes
provocadas por los bombardeos [aéreos de los angloamericanos] y el dolor que
suscitan son también elementos favorables a una propaganda que afirma que los
rusos hacen la guerra conforme a los métodos tradicionales y no arremeten
contra la población civil» [39].
La poca
simpatía comprobada en esa parte inicial de la esfera de influencia de
Estados Unidos se mantuvo durante el periodo intermedio entra la
liberación de París y el fin de la guerra en Europa, como puede comprobarse en los
sondeos de opinión de la IFOP realizados después de la liberación –en la región
de París– («del 28 de agosto al 2 de septiembre de 1944») y en mayo de
1945 –a escala nacional (ya citado) [40].
Únicamente después de la guerra fue desapareciendo, como ya dijimos, poco
a poco al principio y luego bruscamente.
Y
no quedan hoy en día muchas personas que recuerden que después de la
batalla de las Ardenas (desde diciembre de 1944 hasta enero de 1945), donde se
produjeron los únicos combates importantes de los anglosajones contra las
tropas alemanas (con 9 000 muertos estadounidenses) [41],
el alto mando de la Wehrmacht negoció febrilmente su rendición «a los ejércitos
anglo-americanos y el traslado de las fuerzas [alemanas] al este»;
que,
a fines de marzo de 1945, «26 divisiones alemanas se mantenían en
el frente occidental» únicamente con fines de evacuación «hacia el oeste»
a través de los puertos del norte, «mientras que 170 divisiones se
mantenían en el frente del este» y siguieron combatiendo ferozmente
hasta el 9 de mayo (día de la liberación de Praga) [42];
que
el libertador estadounidense, cuyo ingreso nacional se había multiplicado por 2
gracias a la guerra, perdió en el Pacífico y en Europa 290 000 soldados
entre diciembre de 1941 y agosto de 1945 [43],
cifra similar a la cantidad de soldados soviéticos que murieron durante las
últimas semanas de la caída de Berlín. El total de bajas estadounidenses en el
Pacífico y Europa representa un 1% de los muertos soviéticos de la «Gran Guerra
Patria», cerca de 30 millones de un total de 50 millones.
Entre
el 6 de junio de 1944 y el 9 de mayo de 1945, Washington terminó de crear
prácticamente todas las condiciones para reinstaurar el «cordón sanitario»
que los rivales imperialistas ingleses y franceses habían construido en 1919
y para convertir en ogro al país que más estimaban los pueblos de Europa
(incluyendo a los franceses).
El mito
de la «guerra fría» merecería que se le aporten las mismas correcciones
que habría que hacer al de la liberacion de Europa por los
estadounidenses [44].
[1]
Frederic Dabi, «1938-1944:
Des accords de Munich à la libération de Paris ou l’aube des sondages
d’opinion en France», febrero de 2012, cifras extraídas del cuadro,
p. 5. Total inferior a 100: otros 3 datos: Inglaterra; 3 países;
sin opinión.
[2] Ibid.,
p. 4.
[3]
Campaña tan absurda que un diario electrónico vinculado a Estados Unidos
llegó a sugerir –el 2 de mayo de 2014– un poco de pudor con respecto
a la ecuación CIA=democracia. Cf. «Deux
mots, deux armes de désinformation massive sur l’Ukraine», por Charles
Grandjean,The Hunffington Post, 5 de mayo de 2014.
[4]
Annie Lacroix-Riz, Le Vatican, l’Europe et le Reich 1914-1944,
París, Armand Colin, 2010 (segunda edición).
[5]
Lynn E. Davis, The Cold War begins […] 1941-1945, Princeton,
Princeton UP, 1974; Lloyd Gardner, Spheres of influence […], 1938-1945,
Chicago, Ivan R. Dee, 1993; Geoffrey Roberts, Stalin’s Wars: From World
War to Cold War, 1939-1953. New Haven & London: Yale University
Press, 2006, publicado en francés por la editoral Delga, septiembre de 2014.
[6] Tél.
1450-1467 de Berard, Bonn, 18 de febrero de 1952, Europe généralités
1949-1955, 22, CED, archivos del ministerio francés de Relaciones Exteriores
(MAE).
[7]
En español, “Marcha hacia el este” o “Empuje hacia al este”. Referencia al
movimiento de colonización germánica hacia el este que los historiadores sitúan
desde la primera mitad del siglo XII hasta el siglo XIX. Esa expresión hace
también referencia a la política expansionista de Prusia y Austria en Polonia y
los Balcanes que caracterizó los finales del siglo XVIII y parte del siglo XIX.
En los siglos XIX y XX, los nacionalistas alemanes también recurrieron a esa
expresión para justificar como una necesidad de Alemania la ocupación de nuevos
territorios en Europa oriental. Nota del Traductor.
[8] Note
État-major, anónimo, 15 de septiembre de 1938 (modèle et papier des notes
Gamelin), N 579, Service historique de l’armée de terre (SHAT).
[9]
El BCRA, siglas del Bureau central de Renseignements et d’action,
fue el servicio de inteligencia y de acción clandestina del gobierno en el
exilio creado en Londres por el general Charles de Gaulle como respuesta a la
ocupación alemana en Francia.
[10] Moral
de la région parisienne, nota recibida el 22 de abril de 1943, F1a, 3743,
Archives nationales (AN).
[11]
Lacroix-Riz, L’histoire contemporaine toujours sous influence,
París, Delga-Le temps des cerises, 2012.
[12] Revendication
de paternité, tomo 1 de sus memorias, Un ambassadeur se souvient.
Au temps du danger allemand, París, Plon, 1976, p. 458, resulta creíble
después de haber leído su correspondencia del ministerio francés de Relaciones
Exteriores.
[13] Rapport
556/EM/S au général Koeltz [En español, “Informe 556/EM/S al general
Koeltz], Wiesbaden, 16 de julio de 1941, W3, 210 (Laval), AN.
[14]
Las dificultades «de los alemanes» nos amenazan a nosotros, se lamenta
a finales de agosto Tardini –tercer personaje en importancia de la
secretaría de Estado del Vaticano–, con el resultado «en el que Stalin
estaría llamado a organizar la paz conjuntamente con Churchill y Roosevelt»,
entrevista con Leon Berard, carta Berard, Roma-Santa Sede, 4 de septiembre de
1941, Vichy-Europa, 551, archivos del ministerio francés de Relaciones
Exteriores (MAE).
[15] Michael Sherry, Preparation for the next war, American Plans
for postwar defense, 1941-1945, New Haven, Yale University Press,
1977, capítulo 1, incluyendo p. 39.
[16]
Ejemplos francés y escandinavo (antiguo feudo británico), Lacroix-Riz, «Le
Maghreb: allusions et silences de la chronologie Chauvel», La Revue
d’Histoire Maghrébine, Túnez, febrero de 2007, p. 39-48; Les
Protectorats d’Afrique du Nord entre la France et Washington du débarquement à
l’indépendance 1942-1956, París, L’Harmattan, 1988, capítulo 1;
«L’entrée de la Scandinavie dans le Pacte atlantique (1943-1949): une
indispensable “révision déchirante”», guerras mundiales y conflictos
contemporáneos (gmcc), 5 artículos, 1988-1994.
[17]
Sherry, Preparation, p. 39-47 (citaciones dispersas).
[18]
Sarcasmo del embajador estadounidense H. Freeman Matthews, ex director de
la oficina de Asuntos Europeos, despacho de Dampierre n° 1068, Estocolmo,
23 de noviembre de 1948, Europe Généralités 1944-1949, 43, ministerio francés
de Relaciones Exteriores.
[19] Tél.
[telegrama] Bonnet n° 944-1947, Washington, 10 de mayo de 1949, Europe
généralités 1944-1949, 27, ministerio francés de Relaciones Exteriores, ver
Lacroix-Riz, «L’entrée de la Scandinavie», gmcc, n° 173, 1994, p. 150-151
(150-168).
[20] Martin Sherwin, A world destroyed. The atomic bomb and the
Grand Alliance, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1975; Sherry Michael, Preparation;
The rise of American Air Power: the creation of Armageddon, New Haven, Yale
University Press, 1987; In the shadow of war: the US since the 1930’s,
New Haven, Yale University Press, 1995.
[21] Williams, Ph.D., American Russian Relations, 1781-1947,
Nueva York, Rinehart & Co., 1952, y The Tragedy of American
Diplomacy, Dell Publishing C°, Nueva York, 1972 (segunda edición).
[22] Richard W. Van Alstyne, nota de lectura de American Russian
Relations, The Journal of Asian Studies, vol. 12, n° 3, 1953, p. 311.
[23] Lenin,
L’impérialisme, stade suprême du capitalisme, Ensayo de divulgación, París,
editorial Le Temps des cerises, 2001 (1ª edición, 1917), p. 172. Resaltado en
el texto.
[24]
Elemento clave del análisis revisionista, como en el caso de Gardner,Spheres
of influence, fundamental.
[25] Tél.
[telegrama] 861.01/2320 de Harriman, Moscú, 13 de marzo de 1944,Foreign
Relations of the United States 1944, IV, Europe, p. 951.
[26] Ibid.
[27]
Lacroix-Riz, «Politique et intérêts ultra-marins de la synarchie entre
Blitzkrieg et Pax Americana, 1939-1944», in Hubert Bonin et al., Les
entreprises et l’outre-mer français pendant la Seconde Guerre mondiale,
Pessac, MSHA, 2010, p. 59-77; «Le Maghreb: allusions et silences de la
chronologie Chauvel», La Revue d’Histoire Maghrébine, Túnez,
febrero de 2007, p. 39-48.
[28]
Como la capitulación del ejército de Kesselring en Italia, operaciónSunrise negociada
en marzo-abril de 1945 por Allen Dulles, jefe de la OSS en Europa destacado en
berna, con Karl Wolff, «jefe del estado mayor personal de Himmler»
responsable del «asesinato de 300 000 judíos», que indignó a Moscú.
Lacroix-Riz, Le Vatican, capítulo 10, incluyendo las páginas
562-563, e Industriels et banquiers français sous l’Occupation,
París, Armand Colin, 2013, capítulo 9.
[29] La
Cagoule, en español “La Capucha”, fue un grupo francés de extrema derecha
surgido en los años 1930. Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos miembros o
simpatizantes de La Cagoule colaboraron con la ocupación
alemana uniéndose al gobierno francés colaboracionista de Vichy mientras que
otros, partidarios de la vertiente más nacionalista de aquel grupo de extrema
derecha, rechazaron la ocupación alemana y optaron por la Resistencia.
[30]
Jean-Baptiste Duroselle, L’Abîme 1939-1945, París, Imprimerie
nationale, 1982, passim; Lacroix-Riz, «Quand les Américains voulaient gouverner
la France», Le Monde diplomatique, mayo de 2003, p. 19; Industriels,
capítulo 9.
[31] David F Schmitz, Thank God, they’re on our side. The US and
right wing dictatorships, 1921-1965, Chapel Hill, University of North
Carolina Press, 1999.
[32]
Index Suhard Lacroix-Riz, Le choix de la défaite: les élites françaises
dans les années 1930 y De Munich à Vichy, l’assassinat de la
3e République, 1938-1940, París, Armand Colin, 2010 (segunda edición) y
2008.
[33]
LIBE/9/14, 5 février 1943 (visite récente), F1a, 3784, AN. Taylor, Vatican,
capítulo. 9-11 e índice.
[34]
Information d’octobre, reçue le 26 décembre 1943, F1a, 3958, AN, yIndustriels,
capítulo 9.
[35]
Los RG (sigla correspondiente a Renseignements generaux o
“Inteligencia General”) eran un servicio de inteligencia interna dependiente de
la policía nacional francesa.
[37]
Renseignement 3271, arrivé le 17 février 1943, Alger-Londres, 278, ministerio
francés de Relaciones Exteriores.
[39]
Information du 13 juin, diffusée le 20 juillet 1944, « le PC à Grenoble », F1a,
3889, AN.
[40]
El señor Dabi, director del departamento Opinión del IFOP, faro de la
ignorancia que reinó en 2012 sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial,
deplora el resultado de 1944: «una mayoría muy amplia (61% [de los
franceses]) considera que la URSS es la nación que más contribuyó a la derrota
alemana mientras que Estados Unidos e Inglaterra, a pesar de haber
liberado el territorio nacional [de Francia] [¿a finales de agosto de 1944??]
sólo recogen respectivamente un 29,3% y un 11,5%», «1938-1944», p. 4, resaltado
por mí.
[41]
Jacques Mordal, Dictionnaire de la Seconde Guerre mondiale, París,
Larousse, 1979, t. 1, p. 109-114.
[42] Gabriel Kolko, The Politics of War. The World and the United
States Foreign Policy, 1943-1945, Nueva York, Random House, 1969, capítulos
13-14.
[43]
Bajas «únicamente militares», Pieter Lagrou, «Les guerres, la mort et le
deuil: bilan chiffré de la Seconde Guerre mondiale», in Stephane Audoin-Rouzeau
et al., dir., La violence de guerre 1914-1945, Bruselas, Complexe,
2002, p. 322 (313-327).
[44]
Bibliografía, Jacques Pauwels, Le Mythe de la bonne guerre: les USA et
la Seconde Guerre mondiale, Bruselas, Éditions Aden, 2012, segunda edición;
Lacroix-Riz, Aux origines du carcan européen, 1900-1960. La France sous
influence allemande et américaine, París, Delga-Le temps des cerises,
2014.
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