Monsanto arremete nuevamente con caras verduras
"orgánicas"
15/04/14
La estrella de todas, es un fruto, el Melorange, variación
del melón. Fue lanzado en el invierno del 2011, disponible de diciembre a
abril. Su característica es que es 30 por ciento más dulce que un melón normal.
Se obtuvo de cruzar cantalupos con melones europeos que contienen un gen
responsable del citrón, el cual le da un aroma más frutoso y floral.
En
un artículo anterior, me referí a lo lucrativo que es el manejo y procesamiento
de alimentos, los que, incluso, desde hace algunos años, se han ido alterado
genéticamente con tal de darles características especiales que los hagan más
resistentes, dicen sus creadores, por ejemplo, a plagas o a sequías.
Particularmente,
la empresa agroestadounidense Monsanto se ha
caracterizado por ser la que más ha promovido la modificación genética de los
alimentos. Monsanto fue formada en 1901, por John Francis Queeny, con la inicial finalidad de producir el
endulzante llamado sacarina (muy empleado por los diabéticos). Monsanto
era el apellido de su esposa, la señora Olga Monsanto.
Eran
muy buenos tiempos para las empresas químicas, sobre todo porque la avalancha
de invenciones que se dio a finales del siglo diecinueve y principios del
veinte, demandaba muchos compuestos y bases industriales. Ya en los años
1920’s, Monsanto se había
expandido para producir ácido sulfúrico y bifenilo policlorado, PCB, un enfriador empleado en los
primeros transformadores y motores eléctricos y que habría de seguirse
empleando hasta los años 1980’s, pero se suspendió su uso, al comprobar que era
una muy peligrosa sustancia para el medio ambiente, cuyos contaminantes efectos
perduran por años (Monsanto, que era la única empresa que lo seguía produciendo
en EU, suspendió voluntariamente su fabricación en 1985, debido a su alta
peligrosidad).
Luego
de esos desatinos (como en muchas otras cosas que ha hecho Monsanto), se puso la
empresa a fabricar plásticos y telas sintéticas y en los años 1960’s, fundó una
división para producir herbicidas, incluido el defoliante llamado “Agente Naranja”, muy empleado en la guerra contra Vietnam, como arma
química para “despejar” (o sea, destruir) las áreas boscosas en donde se
escondían los enemigos, con tal de evitar emboscadas, pero también se empleó
para destruir sus cosechas, con tal que carecieran de alimentos y lograr su
pronta rendición (ya desde la intervención inglesa en Malasia, se empleó ese
peligroso herbicida). La otra empresa que lo fabricaba era Dow Chemical, pero era tan tóxico, que
no sólo acababa con plantas y árboles, sino que envenenaba y mataba a soldados
y civiles. De hecho, sus perniciosos efectos están aún presentes en tierras muy
contaminadas por ese mortal químico (desde el 2012, se han llevado a cabo
programas conjuntos entre los gobiernos de Vietnam y EU para limpiar miles de
hectáreas de tierras aún contaminadas desde la guerra).
En los 1970’s, Monsanto inventó
otro herbicida, el Roundup, cuyo elemento activo es el glifosato. Ese herbicida era
empleado por los granjeros, con tal de que combatiera las hierbas que crecen
entre los cultivos, y lograr, así, que aumentara la producción. Y luego, muy
convenientemente, Monsanto, en los 1990’s, comenzó a incursionar en la
agricultura, empleando su pasada “experiencia” para elaborar tipos de cultivo
que resistieran, ¡háganme favor!, su propio herbicida. Buena receta, inventar
un veneno y, luego, el antídoto, con tal de acaparar muerte y vida. De allí,
surgieron sus cereales frankenfood, caracterizados por alterarlos genéticamente.
Consiste el procedimiento en inocular a nivel molecular una característica que
haga a una planta resistente, por ejemplo, a una plaga o a sequía o, incluso,
que no puedan crecer sus semillas (eso,
para, según Monsanto, “proteger sus patentes”, como si a la naturaleza se le
pudiera patentar). Así que la falta de ética de Monsanto, como se ve, proviene
casi desde su fundación.
Como
señalé, la alteración genética iniciada por Monsanto se logró inoculando a
nivel molecular características tan absurdas que, por lo mismo, cada vez más y
más sus creaciones frankenfood han ido rechazándose en muchos países. Por
ejemplo, en el caso de sus cepas de maíz transgénico, como la Cry3Bb1 (llamado
Terminator, puesto que sus semillas no
germinan, con tal de “proteger” su patente), lleva inoculada una toxina
derivada de la bacteria Bacillus
thuringiensis, Bt, que, supuestamente, lo hace más resistente a las plagas,
además de que “consume menos agua”. Todas esas afirmaciones, se han ido
desmintiendo por científicos que han estudiado dicho maíz y han concluido que
ni es tan resistente a las plagas, ni consume menos agua, pues, al contario,
requiere tal maíz más líquido. La tan presumida resistencia a las plagas,
quedó en entredicho, pues la larva de un escarabajo de Estados Unidos, ya se
está alimentando de maíz transgénico, como demuestra una reciente
investigación
(http://www.zmescience.com/science/biology/bugs-resistance-gmo-corn-25032014
/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+zmescience+%28
ZME+Science%29). Que un simple escarabajo haya ya desarrollado resistencia, no sólo a un
tipo de maíz transgénico, sino a dos, el Cry3Bb1 y el mCry3A, demuestra que con
la Naturaleza no se puede jugar y, mucho menos, “patentar”, como Monsanto ha
pretendido. Ni sus sucias prácticas legaloides de “demandar” a quienes
siembren “sin permiso” su soya transgénica o que si sus cultivos se hubieran
contaminado con el polen de aquélla y no lo reportaran, como sucedió con un
granjero canadiense, evitó que ya, como señalé, un escarabajo se haya vuelto
resistente y esté invadiendo las cosechas del maíz transgénico (en la cinta
“Food Inc.”, se muestra el duro actuar de Monsanto contra granjeros
estadounidenses que vuelven a sembrar la soya transgénica: http://www.youtube.com/watch?v=mrUrQIwOCO4.
Ver mi artículo citado).
Además,
experimentos
recientes, practicados con ratas, a las que se les alimentó con una dieta
equivalente a lo que ingeriría una persona, incluyendo maíz transgénico,
mostraron que en pocos meses dichas ratas desarrollaron terribles tumores.
A
pesar de ello, muchos “científicos” desdeñan tales experimentos, especialmente
Monsanto, tildándolos de faltos de seriedad, de ética y de haberlos efectuado
bajo prácticas poco confiables (http://www.forbes.com/sites/jonentine/2013/11/29/notorious-seralini-gmo-cancer-rat-study-retracted-ugly-legal-battle-looms/2/).
De
todos modos, ello ha redundado mucho en el desprestigio de Monsanto, por lo que
últimamente ha pretendido volverse “orgánica”,
como veremos.
Busca hacerlo con la manipulación de hortalizas, pero,
aseguran sus directivos, de una forma “orgánica”, nada de insertar genes,
como hizo con su maíz, sino “natural”. De hecho, intentó hace unos años colocar
en el mercado un jitomate modificado genéticamente para que durara más, antes
de madurar demasiado. El llamado Flavr Savr fue manipulado para
que produjera menos cantidad de una enzima llamada poligalacturonasa, que es la
causante de que el jitomate madure demasiado pronto y por eso se debe de
cosechar aún verde. Pero con la manipulación hecha por Monsanto, tardaba más en
madurar y pudrirse. Y no sólo eso, sino que también se le manipuló su sabor,
con tal de hacerlo más “crujiente”. En efecto, el manipulado vegetal
sabía más a papa, que a jitomate. Calgene era la división de Monsanto encargada
de realizar dicha modificación (era una compañía biogenética independiente que
trabajaba justo en la manipulación del jitomate y que Monsanto compró a
mediados de los noventas).
Sin
embargo, el Flavr Savr no fue aceptado, sobre todo en Europa, en donde se
opusieron a sembrar y consumir tal engendro, pues no es posible determinar qué
daños pueda ocasionar un vegetal que se haya manipulado para no pudrirse tan
pronto. Además, como le costaba muy caro a Monsanto producir dicho jitomate
transgénico, no dudó en terminar con el proyecto, así como con Calgene, en el
2001.
Por
tanto, Monsanto decidió cambiar de táctica. El ejecutivo encargado de Calgene,
el señor David Stark, biólogo
molecular, fue reasignado a otro proyecto, que consistió en la “cruza”
acelerada mediante máquinas especiales y modelos computarizados de hortalizas,
para obtener, así, tipos de tales hortalizas que representaran un óptimo en
cuanto a textura, pero, sobre todo, en cuanto a sabor.
Sobre todo en sabor, Monsanto ha pretendido las “mejoras”
haciendo más dulces sus creaciones, especialmente las frutas, como señalo más
adelante. Se trata de cuatro hortalizas: lechuga, cebolla, brócoli y pimientos,
y una fruta: melón, pero Monsanto sostiene que los ha mejorado con técnicas
“tradicionales”, sin recurrir a la alteración genética, como hizo con el maíz o
la soya transgénicos.
Como
menciono arriba, mediante máquinas y modelos computarizados, Monsanto
selecciona las mejores especies de lo que desea mejorar, ciertas
características, tales como consistencia, sabor, textura. Esos fenotipos
provienen de genotipos, o sea, los genes responsables de que se generen de la
forma deseada. Así, se toman muestras de esas plantas, las mejores, y se
insertan en una máquina que puede leer hasta 200 mil de tales muestras por
semana. También tiene otra máquina llamada “pulverizador de semillas”, con la que
puede analizar el plasma germinal de una planta. Con esas técnicas se
identifican las mejores características de una planta, que la harán, digamos,
única. Stark dice que es como si se hicieran millones de cruzas e injertos,
que, en forma natural, tomaría mil años, pero “gracias” a Monsanto, eso se hace
en años. “De hecho, la probabilidad de que una sola planta posea 20
características deseadas, en forma natural, es de una en dos billones”, presume
Stark.
Una
vez que se obtiene el vegetal con las características deseadas, se pone a
prueba, sembrándolo y ya que crece y se cosecha, se hacen degustaciones entre
todo tipo de personas, desde granjeros, hasta chefs, con tal de que den su
visto bueno o rechazo a la nueva creación.
Y,
en efecto, las hortalizas mencionadas antes, han gustado mucho, pues cada una
goza de ciertas características que la hacen más atractiva. Por ejemplo, el brócoli,
bautizado como Beneforte, que fue lanzado por primera vez en el otoño del
2010, y está disponible todo el año. Esta cruza contiene tres veces
más glucorafanina, compuesto que incrementa los niveles de antioxidantes en el
organismo, la cual se obtuvo cruzando brócoli normal con una especie silvestre,
única, que crece en el norte de Italia. Se siembra actualmente en
Arizona, California y en ¡México! Y justo, éstas son de las novedades de las
que se entera uno cuando se hacen investigaciones como la presente, que sólo
así se conozca lo que ninguna autoridad del país ha revelado, que ya se siembra
ese vegetal en el país. Habrá que preguntarse si el polen del
Beneforte puede contaminar al brócoli normal y darle sus características y, de
ser así, si Monsanto actuará “legalmente” contra los campesinos que siembran
brócoli normal, que no le den aviso, en caso de que sus siembras se llegaran a
contaminar, con tal de que ese “preciado vegetal patentado” no se obtenga por
otros medios, más que por las semillas vendidas
legalmente por Monsanto.
Otro
vegetal es un pimiento llamado BellaFina
(¡vaya nombre!), el que vio la luz en el
otoño del 2011, del que se dispone
todo el año. Este pimiento, que, al igual que el Beneforte, asegura
Monsanto que es “orgánico”, sin modificación genética (aunque obtenido, como
dije, por acelerados métodos computarizados, así que no parecen tan orgánicos),
son un tercio en tamaño de un pimiento normal, según para que no se
desperdicien tanto y se aprovechen mejor al cocinar (no veo mucha ventaja en
ello). Se obtuvo cruzando sucesivamente plantas cada vez más pequeñas. Se
cultiva en California, Florida y Carolina del Norte.
Un
tercer vegetal “orgánico” muy promovido es una cebolla morada, bautizada como EverMild.
Lanzada
en el otoño del 2010, está disponible de septiembre a Marzo. Es más suave y
dulce que la normal, además de que reduce el lloriqueo de los ojos, asegura
Stark. Se obtuvo seleccionando plantas con menores niveles de piruvato, el cual
determina el picor y el efecto lacrimoso que ocasiona la cebolla normal (lo
cual, no tiene nada de malo, pues, incluso, es un buen antiséptico para los
ojos). Se cultiva en la región noroeste de Estados Unidos.
La
Frescada,
lechuga,
es otra de las hortalizas muy presumida por Monsanto, sobre todo por su sabor
muy dulzón y por tener una consistencia más crujiente que la normal
(Stark dice que, incluso, puede emplearse como botana). También aseguran que dura
más (no se pudre tan pronto) y que contiene 146 por ciento más folato y 74 por
ciento más vitamina C, lo que la hace “más nutritiva”. Se obtuvo cruzando dos
especies de lechuga, la romana y la orejona (en EU le llaman iceberg).
Disponible todo el año y se siembra en Arizona (desértico estado, ¿de dónde
sacarán tanta agua que se requiere para sembrar hortalizas?) y California.
Y
la estrella de todas, es un fruto, el Melorange,
variación del melón. Fue lanzado en el invierno del 2011, disponible
de diciembre a abril. Su característica es que es 30 por ciento más dulce
que un melón normal. Se obtuvo de cruzar cantalupos con melones europeos
que contienen un gen responsable del citrón, el cual le da un aroma más frutoso
y floral. Según declara Stark, no tiene nada que ver con el melón normal, pues
éste “es como si comieras un melón súpercargado”, se jacta. Para él, el melón
normal es pasable y ya, pero con el Melorange “¡siempre pedirás más!”. Vaya
comparación, pues es como si se comparara una vaca normal, con una vaca
Hertford, muy fina.
Pero todo ese pretendido organicismo, tiene su precio. En
efecto, esas verduras y la
fruta, son más caras. El brócoli injertado cuesta $2.50 dólares el medio kilo,
o sea, unos 35 pesos, cuando que el precio del brócoli normal fluctúa alrededor
de los cinco pesos. Los pimientos cuestan $1.50 dólares la bolsa con tres, unos
21 pesos, mientras que el kilo de normales cuesta entre ocho y diez pesos, que
son unos cinco pimientos normales. El melón cuesta $3.00 dólares cada uno, 42
pesos, cuando que el normal vale unos diez pesos el kilo (me refiero a precios
de temporada). La cebolla cuesta $2.00 dólares el medio kilo, 24 pesos, en
tanto que la normal cuesta unos cuatro pesos. Por último, la lechuga de
Monsanto vale $2.50 dólares el medio kilo, 35 pesos, en tanto que una lechuga
normal vale de 5 a 10 pesos. Como se ve, en casi todos los casos, los precios
son más de seis veces los de las hortalizas normales. Claro que si Monsanto
logra que sus verduras y frutas “orgánicas” se impongan sobre las
convencionales, a través de sus monopolistas, tramposas prácticas, sus
ganancias se incrementarían aún más, a pesar de ser tan caras, sin esperar que
el precio bajara en el futuro, pues de hecho los costos de los alimentos
continúan incrementándose, debido a las prácticas monopólicas de Monsanto y
otras gigantes agroindustriales, como Cargill, Perdue Farms, Conagra, Tyson,
General Foods, entre otras (controlan más del 80% de la producción mundial
agroindustrial), además de la escases debida a rendimientos decrecientes de las
tierras agrícolas, y por las sequías y el cambio climático (ver mi
artículo: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2010/08/la-muy-lucrativa-adictiva-engordante-y_01.html).
De
todos modos, la venta de esos vegetales, ya le redituó $821 millones de dólares
en el 2013, que para una empresa con ingresos anuales por $14,000 millones de
dólares, dice Stark, “no está nada mal”.
Y
de hecho, ya varias cadenas de supermercados estadounidenses distribuyen sus
vegetales. Por lo mismo, planea Monsanto seguir creando más cruzas. Para ello,
en el 2005, compró a la empresa Seminis,
dedicada a vender plasma germinal en grandes cantidades (justo es con lo que
pudo experimentar Monsanto las distintas cruzas de sus vegetales). También
posee Monsanto un gran invernadero en las montañas de Guatemala, en donde el
aire seco y caliente, permite hasta cuatro cosechas por año, muy bueno para la
investigación, asegura. Así mismo, adquirió De Ruiter, una de las empresas más grandes que producen semillas de
invernadero. Y en el 2013 compró a la empresa Climate Corporation, compañía que analiza el clima mediante el
manejo de millones de datos, y que puede dar informes fidedignos de que tipo de
plantas se requieren para que sobrevivan el calentamiento global en determinada
región (de hecho, el calentamiento global ya se está volviendo muy lucrativo.
Ver mi artículo:
En
lo que también insiste Monsanto es en hacer más “sabrosas” sus frutas, sobre
todo, más dulces, pues esa es su idea de “mejorar” el sabor. Su filosofía es
“logra que la fruta sea más sabrosa y la gente comerá mucho más”. “Eso
es bueno para la sociedad y, seamos francos, muy bueno para los negocios”,
afirma Stark, jactancioso. Claro, a fin de cuentas, en efecto, se trata de
ganar y ganar, aunque se hagan frutas más dulces y, por lo mismo, con más
calorías, lo cual no es, precisamente, bueno para la salud. Nadie
antes ha manipulado los niveles de azúcar en la forma en que lo está haciendo
Monsanto. “No es más que un experimento”, dice al respecto Robert
Lustig, endocrinólogo pediatra, y presidente del Instituto para la Nutrición
Responsable. “El único resultado que espera Monsanto es el de la ganancia”.
Y
por ello, a pesar de que se presente como “muy orgánica”, no abandona
Monsanto sus prácticas monopolistas. La compañía impone severas cláusulas para
los granjeros que compran sus semillas de hortalizas, igual que hace con su
soya o maíz transgénicos,
sobre todo la estricta prohibición de que dichos granjeros vuelva a sembrar sus
semillas (¡absurda medida!). Aunque hace algunas concesiones, si no se
logran las cosechas como se espera que se den, claro, siempre y cuando se haya
cumplido con todas las medidas que exige para que se siembren sus vegetales.
Todo ello con tal de que los vegetales mencionados, y los que siga produciendo,
se vayan reconociendo por los consumidores, confíen en ellos, se acostumbren a
comprarlos y ya no los cambien por nada, como dice Stark. “Eso es lo que en
realidad deseo, que crezcan y crezcan las ventas”.
En
fin, como puede verse, nada es desinteresado dentro del capitalismo salvaje, el
que aparentará dejar de serlo, capitalismo salvaje, con tal de lograr sus
lucradores objetivos.Ecoportal.net Argenpress
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