Exsubsecretario de Estado, John Bolton
Vicky Peláez
Las
Naciones Unidas no existen como tal, pero sí hay una comunidad internacional
que ocasionalmente puede ser dirigida por el único poder real que existe en el
mundo: EEUU, siempre y cuando esto le convenga. Cuando toma el liderazgo lo
único que le queda a la ONU es seguirlo.
La
reciente resolución de la Asamblea de la ONU que califica de “inválido” el
referendo de Crimea después de que fracasara la misma resolución en el Consejo
de Seguridad debido al veto ruso, hace recordar la política de doble rasero que
siempre adoptó esta organización durante los noventa y cuatro años de su
existencia.
La
predecesora de la ONU, La Liga de las Naciones, fundada en 1920, no logró
evitar el surgimiento del nazismo y prevenir la Segunda Guerra Mundial.
Tras
aquella guerra, la Liga de las Naciones desapareció temporalmente para resurgir
de nuevo en 1946 como la ONU, con sede en Nueva York, y así se convirtió en un
aliado y subordinado incondicional de Norteamérica, avalando con su silencio o
el consentimiento las múltiples invasiones de EEUU a Panamá, Cuba, Filipinas,
Honduras, República Dominicana, Rusia, Yugoslavia, Guatemala, El Salvador,
Irán, Grecia, Vietnam, Egipto, Líbano, Laos, Camboya, Granada, Somalia,
Afganistán e Iraq.
Y
esto sin mencionar las resoluciones favorables de la ONU para el uso de fuerza
militar de la OTAN en Libia que terminaron con el país “balcanizándolo” y
destruyendo toda su infraestructura productiva. Por algo el exsenador
norteamericano Henry Cabot Lodge caracterizó a la Liga de las Naciones alguna
vez como “una creación diabólica con un nombre angélico”. Sin duda alguna, si
Cabot Lodge hubiera vivido no dudaría en decir lo mismo sobre la ONU, tomando
en cuenta su pasividad y el apoyo implícito a los intentos subversivos de la OTAN,
bajo el completo control de Washington, de apoderarse de Siria y producir
cambios que favorecen a sus intereses geoestratégicos y geoeconómicos en
Ucrania. Tampoco dice ni una palabra la ONU sobre los intentos abiertos del
departamento de Estado y de la CIA, denunciados oficialmente por el gobierno de
Venezuela, de producir un golpe de Estado en este país para poner fin al
chavismo y al proceso de integración regional que sigue promoviendo el
presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Los
estrategas de Wall Street siempre apelan a la frase “seguir el movimiento del
dinero” para explicar la conducta de las grandes corporaciones, de los líderes
de los países o de los simples seres humanos. Así para los latinoamericanos es
muy fácil entender la política de la sumisión de la OEA a Washington que es
responsable del 67 % del presupuesto de este organismo.
Algo
parecido pasa con la ONU tomando en cuenta que Norteamérica cubre el 22 % de su
presupuesto.
Esto
significa que para el año fiscal 2014-2015 el aporte norteamericano es de 1216
millones de dólares. A la vez para las operaciones de paz la ONU mantienen
un presupuesto aparte de siete mil millones de dólares en que participan unos
ciento veinte mil militares, policías y empleados civiles. EEUU
financian el 27 % de estas operaciones aportando 1890 millones de dólares al
año. Todo esto explica la política de doble rasero de la ONU que no puede
resistir a las presiones de la única superpotencia del mundo que utiliza este
organismo para promover sus intereses nacionales.
La hipocresía de la ONU
(Segunda parte)
Los
últimos acontecimientos en Ucrania ilustran la sumisión de la ONU a EEUU
claramente.
De
acuerdo al semanario norteamericano 'American Free Press' lo que la ONU calificó como “la
lucha del pueblo ucraniano contra la corrupción y por la democracia, que se
convirtió finalmente en una revolución”, en realidad era un simple golpe de
Estado que costó más de cinco mil millones de dólares y que fue organizado por
la CIA, el departamento de Estado, la UE y las ONG, después de veinte años de
preparación y entrenamiento de los futuros “revolucionarios”.
La resolución adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas declarando “no válido” el referéndum de Crimea (a pesar de la
voluntad de más del 97 % de su población de retornar la península a Rusia,
desligando así su territorio de Ucrania), fue resultado de la presión de los
países con mayor influencia en la región buscando favorecer sus propios
intereses geopolíticos y dividiendo a la comunidad internacional en bloques de
influencia.
En
total, esta resolución, no vinculante, fue aprobada con cien votos a favor,
once en contra, cincuenta y ocho abstenciones y veinticuatro países que no se
presentaron para la votación. Los resultados finales que muestran que
noventa y tres países de los ciento noventa y tres miembros de la ONU no apoyan
a EEUU y la UE, reflejan la clara división que se ha producido en el mundo,
debilitándose el concepto del unilateralismo impuesto por EEUU y reforzándose
el del multilateralismo o plurilateralismo como solía decir Hugo
Chávez.
Sin
embargo, estos cambios no afectan la actitud de la ONU, que se mantiene fiel a
su política de doble rasero. El ejemplo de Kosovo confirma la parcialidad
programada de la ONU, que mantuvo un silencio cómplice frente a aquella masacre
calificada por Bill Clinton como “una intervención humanitaria”.
Tampoco
dijo este organismo una palabra cuando Kosovo, la cuna de la Fe Ortodoxa
Cristiana de los serbios, fue declarado independiente siguiendo los dictados de
uno de los más siniestros especuladores internacionales, George Soros. Este
financista aconsejó a la Misión Internacional de la ONU en Kosovo “tomar
urgentemente el Complejo Minero Trepca y sacar de allí a los serbios”, e
inclusive explicó cómo hacerlo. Kosovo posee los yacimientos de oro y plata
más grandes de Europa, estimados en cinco mil millones de dólares, de los
cuales George Soros quiso apoderarse.
En
su discurso pronunciado el 26 de marzo pasado en Bruselas, el presidente
norteamericano mencionó el referéndum fantasma que tuvo lugar en Kosovo,
respaldado por la ONU. Sin duda alguna Barack Obama fue mal asesorado e
ignoraba la verdad. La independencia de Kosovo fue aconsejada por Soros, declarada por el
parlamento de Pristina y aceptada inmediatamente por EEUU y la OTAN. También
las Fuerzas de Paz de la ONU participaron en este proceso.
Ahora
George Soros, interesado en la riqueza de Ucrania, elaboró un plan para
“castigar” a Rusia por sus “acciones en Crimea”. Según este “plan”, EEUU tiene
que soltar al mercado internacional sus reservas estratégicas de petróleo para
hacer caer el precio del barril debajo de cien dólares, lo que afectaría el
presupuesto de Rusia. Lo que no calcula este especulador voraz es que los 695,5
millones de barriles de oro negro de las Reservas Estratégicas Nacionales
afectarían la economía de Rusia solamente durante sesenta y cuatro días, plazo
insuficiente para hacer un daño significativo al presupuesto de Rusia. También
Barack Obama está tratando de convencer a Arabia Saudí de aumentar la
producción de petróleo con el mismo propósito.
Mientras
tanto, la ONU sigue brindando su apoyo habitual a los que se consideran ser
amos de este mundo sin darse cuenta que el mundo está retornando lentamente a
su rumbo multilateral que no acepta fácilmente las imposiciones. Solamente las
Naciones Unidas no lo perciben o no lo quieren ver.
La
escritora hindú Arundhati Roy caracterizó a la ONU en 2003 como “la chica ONU
de siempre. Se ha convertido en la conserje del mundo. Es la filipina de
limpieza, la novia del correo de Tailandia, la au pair jamaiquina. La han
contratado para limpiar la mierda de otros. Usan y abusan de ella a su
voluntad”.
vp/as
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