Raúl Isman
Febrero-marzo
de 2014.
Hace
algo menos de tres lustros, en toda nuestra América- salvo en Cuba- imperaba de
modo absoluto el nefasto neoliberalismo con la consecuente subordinación monikolewineska
al imperio usamericano. Fue allí, a fines de la pasada centuria, que hizo su
aparición (hoy sabemos que fue una inmensa llamarada inextinguible) el
comandante Hugo Rafael Chávez Frías para poner una pica en Flandes en el
sistema de dominación impuesto por los Estados Unidos. Es sabido que el
imperialismo utiliza sus fuerzas militares en última instancia, cuando su
inmensa maquinaria propagandística y massmediática no puede imponer que los
pueblos acepten resignados el saqueo al que los someten las élites globalizadas
en alianza con diversas fuerzas a lo interno de nuestras sociedades. Chávez
amplificó de tal modo la consigna que enarbolaban los movimientos sociales:
otro mundo (distinto al neoliberal) es posible de modo que retempló la fuerza
de las citadas organizaciones y fortaleció a pueblos que parecían vencidos.
Había, hay, otro camino, la emancipación. Y Tener claro esto es el mejor
homenaje que podamos hacerle al ilustre soldado de los pueblos de América de
cuya muerte se cumple el primer aniversario.
Por cierto que no fue sólo una tarea cultural o ideológica. Parte de la riqueza histórica de Venezuela, el petróleo, fue invertida en mejorar la situación de otros pueblos, aún de los de países imperialistas. Y no hay dudas que en los últimos tres lustros los Venezolanos, particularmente los de abajo, se desarrollaron en términos de mejorías económicas, educativas y en el orden que fuere, mucho más que en los dos siglos de vida precedentes. La CELAC, que señaló de modo indeleble que nuestra América es territorio de paz, es otra muestra comparativa. De modo que así quedo irrefutablemente expuesto que el neoliberalismo tiene para ofrecerle a los pueblos sangre, sudor, lágrimas y estiércol mientras que si hay un futuro que merece ser vivido es el de nuestro proyecto. Basta ver las realidades en cualquier parámetro que queramos tomar del acuerdo del Pacífico con la de los países integrados a nuestra segunda independencia para ser conscientes de nuestros dichos.
Por cierto que no fue sólo una tarea cultural o ideológica. Parte de la riqueza histórica de Venezuela, el petróleo, fue invertida en mejorar la situación de otros pueblos, aún de los de países imperialistas. Y no hay dudas que en los últimos tres lustros los Venezolanos, particularmente los de abajo, se desarrollaron en términos de mejorías económicas, educativas y en el orden que fuere, mucho más que en los dos siglos de vida precedentes. La CELAC, que señaló de modo indeleble que nuestra América es territorio de paz, es otra muestra comparativa. De modo que así quedo irrefutablemente expuesto que el neoliberalismo tiene para ofrecerle a los pueblos sangre, sudor, lágrimas y estiércol mientras que si hay un futuro que merece ser vivido es el de nuestro proyecto. Basta ver las realidades en cualquier parámetro que queramos tomar del acuerdo del Pacífico con la de los países integrados a nuestra segunda independencia para ser conscientes de nuestros dichos.
Lo
precedente es central para comprender lo que ocurre en estos días tanto en la
patria de Bolívar y Chávez como en nuestra Argentina. El imperialismo en crisis
acude a recursos sumamente violentos para tratar de voltear la situación en los
dos países descriptos. Desde los burdos montajes mediáticos que presentan a
probados golpistas, asesinos y represores como blancas palomitas, hasta
violentas acciones desestabilizadoras pasando por guerras económicas (corridas
cambiarias, inflación, desabastecimiento). Las batallas que estamos librando
son cruciales. De la claridad de los pueblos y de sus condiciones depende que
sea realidad el no pasarán.
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