jueves, 30 de
enero de 2014
Alejandro
Nadal
La
Jornada
Las crisis
del capitalismo son como el cambio de piel de una serpiente. Cuando el animal
ha crecido, la vieja piel que estorba debe ser abandonada. En los ofidios, la
capa córnea de la epidermis es abandonada como un manto viejo que conserva la
forma de su último ocupante. Pero la operación es regulada por cambios
hormonales endógenos. La vieja camisa queda atrás como vestigio de una etapa de
crecimiento mientras, emerge un animal revestido de una nueva y más eficaz
envoltura.
El capital
tiene una gran capacidad de adaptación que le permite abandonar las obsoletas
estructuras epidérmicas cuando ya no le son funcionales. Por ejemplo, durante
los años dorados de expansión capitalista (1945-1975) el capital no tuvo
problema en adaptarse a una situación de bonanza para la clase asalariada. El
aumento de salarios que acompañó al incremento de productividad sustentó el
dinamismo de la demanda agregada. La inversión tuvo incentivos robustos porque
la demanda se anunciaba estable y fiel. Pero al mismo tiempo el metabolismo
profundo del capital llevó la tasa de ganancia al estancamiento y después al
decrecimiento.
En la
década de los años setenta se presentan todas las condiciones que exigen una
muda de piel. El estancamiento en esos años se acompañó de un proceso inflacionario
que el capital identificó como la peor amenaza. La coyuntura fue aprovechada
para transformar el régimen de acumulación de la posguerra porque el capital ya
lo percibía como obsoleto e incluso peligroso. El objetivo aparente fue
terminar con la inflación, pero la intención era más profunda.....
Publicado
por Attac Murcia en 1/30/2014 08:24:00 p. m.
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