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jueves, 9 de enero de 2014

Los quijotes de Bolonia

Los quijotes de Bolonia
José Carlos Bermejo Barrera

Enviado por admin1 o Mér, 08/01/2014 - 11:17

Puede caracterizarse la historia como la sucesión de diferentes sistemas de información: el oral, el escrito, el impreso y el digital. La obra cumbre de la literatura española está protagonizada por un viejo hidalgo, ansioso lector de libros, de los primeros libros que permitieron la aparición del Renacimiento, la Reforma y la revolución científica. Pero Don Quijote no lee libros de filosofía o ciencia, sino novelas de caballerías. Cuando damos a una palabra un significado nuevo, creamos una metáfora; cuando unimos muchas metáforas hacemos una alegoría; y cuando nos creemos las alegorías que nos inventamos, dicen los psiquiatras que estamos paranoicos, una forma de locura que encarnó nuestro protagonista. Abandonando su casa y su pueblo, decidió recorrer el espacio español intentando que lo que decían sus libros fantásticos concordase con la realidad. Consiguió que compartiese su delirio un pobre campesino al que le prometió honores y riquezas si lo seguía en las aventuras que contaban los textos. No tuvieron éxito. Apaleados y ridiculizados, volvieron a su pueblo, donde Don Alonso Quijano recuperó la cordura tras la quema de su biblioteca por parte de los intelectuales de la aldea: el cura, el barbero que a su vez era cirujano y Sansón Carrasco, que había cursado un grado en la Universidad de Salamanca. Muere pues entre el humo de sus libros, pero habiendo contagiado a Sancho la locura textual, pues su escudero le sugiere que se hagan pastores siguiendo el modelo de la poesía pastoril, que nada tiene que ver con la economía rural.

En la universidad actual han surgido miles de quijotes, fruto de la revolución digital, firmes creyentes de que nada existe que no esté en internet o en una pantalla, y dispuestos a recorrer el espacio europeo prometiendo riquezas, honores y felicidad a todo un país. Coincidiendo con el inicio de la crisis financiera, se implantó en España el delirio de Bolonia, la mayor mentira compartida de la historia intelectual de nuestro país. Se empezó mintiendo al decir que había un tratado de Bolonia que obligaba a cambiar la enseñanza, cuando solo había una declaración que recomendaba implantar el sistema de créditos y de tres niveles (grado, máster y doctorado). Una vez convencidos los universitarios de que o Bolonia o nada, se prometió sacar a la universidad española de siglos de oscuridad, incompetencia y pobreza, cuando precisamente en el año 2008 las universidades estaban en una situación notoriamente buena en lo que se refería a sus medios materiales y a sus recursos humanos, gracias a la reforma que se había iniciado en 1983.

Partiendo de esta mentira se inició el delirio digital de las evaluaciones por agencias, de los ítems que llevaron a diseñar 69 variables comunes a todos los planes de estudio, y de la palabrería vacía de las competencias, las habilidades, la productividad y la empresa. Habiéndose renunciado a hacer un catálogo razonado de grados y másteres oficiales, a establecer materias comunes en ellos y a repartir los títulos de una forma racional, miles de profesores y unos cuantos evaluadores tuvieron que elaborar memorias hechas con la misma plantilla para crear unos grados y unos másteres que escondían muchas veces los gustos personales de los docentes y sus ansias de poder académico. El fin de los títulos fue servir a la mayor gloria de los profesores, y nunca se pensó en los alumnos. La enseñanza se degradó, se predicó el odio a los libros, se inculcó que todo está en internet, que solo sirve lo digital, tomando de la revolución digital lo peor y dejando de lado lo que tiene de positivo, que sería el esfuerzo en la innovación y en el diseño de máquinas y programas que pueden servir como instrumentos para el avance del conocimiento. En Bolonia todo pasó a estar medido, planificado; se domesticó a profesores y alumnos gracias al peor uso posible de los ordenadores, que anuló la capacidad de creación e iniciativa; y se creó un discurso irrefutable, que permite decir que hacen falta más universidades y estudiantes en un país que en 2013 tenía un millón y medio de estudiantes de grado y 113.000 estudiantes de máster, y que arrojó al mercado laboral a 220.000 graduados y 50.000 posgraduados, cuando ya hay en él un millón de titulados superiores en paro.

Da lo mismo: se puede negar esto y se puede negarlo todo. O se puede decir que la universidad es un motor de desarrollo industrial, lo que no es cierto. Solo ha conseguido publicar 70.000 papers al año, regalándoselos a las revistas que monopolizan este mercado, para mayor gloria del currículum de sus profesores. Es evidente que hay un exceso de graduados (Policy Brief-Europe G, nº 4, 2013) y un subempleo de los titulados superiores. Pero da igual, se sigue negando por parte de quienes monopolizan y asfixian la opinión en las universidades.

Suele decirse que un economista es un profeta que te explica mañana por qué no pasó hoy lo que predijo ayer. Un quijote de Bolonia es el profeta que mañana dirá que si hoy no pasó lo que él predijo, eso no quiere decir que fuese mentira, porque mentira es todo lo que no está regido por un protocolo digital. Mentira es la realidad, Don Quijote y sus émulos nunca se equivocan. Don Alonso recuperó la razón antes de morir; cuando la realidad ponga firmes a los quijotes de Bolonia, sí que se darán cuenta de que estaban equivocados.

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