LA FUGA DE PENICHE
EN EL CENTENARIO DE ALVARO CUNHAL
Miguel Urbano
Rodrigues
Eran diez. Las penas de prisión cumplidas por ellos en las celdas
de Peniche ya sumaban setenta años.
Con el paso del tiempo, uno de ellos, Álvaro Cunhal, ganaría
prestigio mundial.
Todos eran comunistas y seis miembros del Comité Central del
PCP.
Fuga colectiva como aquella no la registran los archivos de
cualquier policía política.
El acontecimiento fue ahora recordado en el local, para
clausurar las conmemoraciones del centenario de Álvaro Cunhal.
El presidio, instalado en una fortaleza del siglo XVI, de
altas murallas, que descienden en picado sobre el mar, con la excepción de la orientada
para el Pueblo de Peniche, era considerado de alta seguridad.
Pero lo imposible aparentemente aconteció. Ellos lograron
evadirse. Fue el 3 de enero de 1960, un domingo, día de vigilancia atenuada.
Planificaron todo al detalle. Obtenida la complicidad de un Guardia Republicano
y fabricado un cordón de sábanas para descender la muralla, el programa fue
cumplido con rigor. Los Diez salieron del comedor lentamente, tras la cena en la
que poco se habló. Fuera de la sala, el guardia de servicio fue anestesiado con
una toalla empapada en cloroformo.
Después fue la carrera en la oscuridad hasta la muralla,
fijar la sábana-cuerda y el descenso hasta la plaza donde aguardaban automóviles conducidos por camaradas de confianza.
Era urgente llegar a los puntos de apoyo previstos antes que
sonase la alarma tras sustitución de la guardia.
El fallo más importante del plano fue la imposibilidad del corte de la red
telefónica de la fortaleza.
Los puestos de control de la policía de tráfico en la
carretera habían sido evitados con éxito. Los Diez llegaron horas después a las
diferentes casas de apoyo donde debían pernoctar.
Transcurridos 54 años, fue esa prodigiosa evasión que el PCP
y la ciudad de Peniche – actualmente gobernada por comunistas- conmemoraron.
Un grupo de teatro escenificó la cena que precedió a la fuga
y otro, de espeleólogos, ejecutó, en una atmósfera de emoción, el descenso de la muralla por el cordón de sábanas.
Los archivos del Partido registran que en los meses
siguientes se preparó el Comité Central
que elogió a Álvaro Cunhal secretario general. Fue decisiva su participación en
la crítica a la desviación de derecha que volvió a colocar la clase obrera y el levantamiento nacional como objetivos de la lucha política por el derrumbamiento del fascismo.El combate a la política de derecha llevó a la elaboración de una estrategia ofensiva
condensada en las tesis del «Rumbo a la Victoria», aprobadas por el VI Congreso
en 1964.
La intervención de Álvaro Cunhal tras la Revolución
de Abril de 1974, que puso fin a casi medio siglo de la más larga dictadura
fascista de la Historia, es bien conocida.
A medida que el tiempo pasa, no hay crítica
o calumnia de los que lo combatieron que pueda ocultar la realidad: el fue el
mayor portugués del Siglo XX, una de aquellas personalidades excepcionales que
dejaron marcas impagables en la Historia de la Humanidad.
Revolucionario, pensador, ideólogo, conocedor
profundo del marxismo y del leninismo, estratega y táctico brillante, hombre de
estado, escritor, artista plástico, supo imprimir a su partido, al PCP un rumbo
y un estilo inconfundibles que lo convirtieron en mundialmente respetado.
Los vínculos entre él y su pueblo era tan
profundos y conmovedores que 250.000 personas participaron en su funeral, el más
grandioso de la historia de Portugal
Álvaro Cunhal tenía conciencia de que los
dirigentes no son insustituibles porque quien hace la Historia es siempre el
pueblo como sujeto de las grandes transformaciones.
Eso no impide que los comunistas
portugueses, en este tiempo de contrarrevolución, de servilismo ante el imperialismo,
de barbarie capitalista, sientan su falta como timonel del Partido. Las conmemoraciones
de su centenario convirtieron en transparente esa evidencia.
Peniche, 4 de enero de 2014
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