¿Por qué se mantiene la hostilidad contra Rusia?
por Karl Müller
Basta
con mantenerse un poco al tanto de lo que nos dicen los grandes medios de
prensa para enterarse rápidamente de que, aunque ya no es soviético ni proclama
la dictadura del proletariado, el oso ruso sigue siendo casi tan malévolo y
peligroso como en tiempos de la Unión Soviética. ¿Es esto una realidad o es más
bien una imagen que alguien quiere inculcar en nuestras mentes? En el artículo
que hoy reproducimos, Karl Muller se interroga sobre el por qué de esta
campaña.
RED
VOLTAIRE | ZÚRICH (SUIZA) | 30 DE DICIEMBRE DE 2013
Hay
quien afirma que la situación internacional se ha hecho menos tensa en los
últimos meses. Se evitó la guerra entre Estados Unidos, sus aliados y Siria.
También se produjo un acuerdo con Irán. Estados Unidos, que durante los 20
últimos años emprendió junto a «Occidente» una serie de guerras contrarias a
las normas del derecho internacional, se ve hoy tan debilitado que ya no parece
hallarse en condiciones de embarcarse en nuevas guerras de gran envergadura.
Por otro lado, los aliados de Estados Unidos, en primer lugar los demás Estados
miembros de la OTAN, que en su mayoría son también miembros de la Unión
Europea, tampoco estarían en condiciones de emprender guerras sin Estados
Unidos.
Pero
se
pierde de vista fácilmente que Washington ha desplazado sus objetivos agresivos
hacia la región del Pacífico y que los Estados miembros de la Unión Europea
(¿bajo la dirección de Alemania?) –con el pretexto del asunto de la NSA– van a
tener que hacer el papel de peones de Washington en el Medio Oriente y en
África.
Los numerosos informes sobre la «tensión» en Asia, ahora
entre China y Japón, persiguen 2 objetivos diferentes. Por un lado, pueden
servir de propaganda contra China. Y van a constituir al mismo tiempo una
llamada de alerta para «demostrar» a los europeos la importancia de la
presencia estadounidense en el Pacífico así como, y es este el objetivo
fundamental, de la preparación de una guerra contra China.
No se habla, al menos no se hace públicamente, de la
política de la Unión Europea, fundamentalmente de Alemania, hacia Europa
oriental y Rusia.
No se menciona ese tema porque los Estados miembros de la OTAN y la Unión
Europea se fijaron como meta –desde 1990-1991, o sea a partir de la
desaparición del Pacto de Varsovia y de la Unión Soviética y a pesar de lo
prometido al gobierno soviético de entonces– «apropiarse» del este incorporando
cada vez más Estados de Europa oriental a la alianza atlántica para debilitar a
Rusia y someterla poco a poco. Las pruebas de todas esas maniobras
están a nuestra disposición en el libro El gran tablero de ajedrez. América y
el resto del mundo, publicado en 1997 y cuyo autor es Zbigniev Brzezinski, consejero personal de varios presidentes de
estadounidenses.
Durante
los años 1990 pareció que todo iba sucediendo conforme a lo previsto con el
presidente ruso Boris Yeltsin. Rusia se hundía cada vez más en un caos que
abarcaba todos los aspectos de la vida del país y se hallaba al borde de la
bancarrota, tanto en el plano político y económico como en el plano social. En
su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, publicado
en 2007, Naomi Klein demuestra con lujo de detalles cómo se trató de poner de
rodillas la economía rusa para sojuzgar el país, principalmente para apoderarse
de sus materias primas, a través de «consejos» estadounidenses y de la falsa
teoría de las bondades de un capitalismo sin freno, pero bajo control de los
intereses financieros de Estados Unidos.
En 1999, la guerra de la OTAN contra Yugoslavia marcó un
viraje. Se hizo entonces completamente imposible no percibir el hecho que la
definición estadounidense de «un nuevo orden mundial» presentaba todas las
características del imperialismo tendiente a someter el mundo a la «única
potencia mundial». En el 2000, y con la llegada de un nuevo presidente, el
nuevo gobierno ruso se esforzó en cambiar de rumbo contrarrestando
progresivamente el control estadounidense sobre la economía y las riquezas de
Rusia, y también sobre la sociedad y la política del país –proyecto altamente
delicado y complejo debido a las grandes dificultades existentes.
Si se comparan con la situación que existía en el 2000, son
notables los progresos alcanzados por Rusia hasta el año 2010: el producto
social se multiplicó por 2, el comercio exterior se multiplicó por 4, las
deudas con el extranjero se redujeron a la sexta parte de su valor inicial, los
salarios se multiplicaron por 2,5 (descontando la inflación), las rentas se
multiplicaron por 3, la tasa de pobreza se redujo a la mitad, el desempleo pasó
del 10 al 7%, el número de nacimientos aumentó en un 40%, los decesos
disminuyeron en un 10%, los decesos de bebés descendieron en un 30%, la
esperanza de vida aumentó en 5 años, los crímenes disminuyeron en un 10%, el
número de asesinatos bajó en un 50% y el de suicidios en un 40%, las
intoxicaciones por consumo de bebidas alcohólicas cayeron en más del 60%.
Lo
que se ha dado en llamar «Occidente» no se apresuró a contribuir a nada de lo
anterior. Fue más bien todo lo contrario, los medios utilizados para desgastar
a Rusia se hicieron cada vez menos visibles pero mucho más pérfidos. Y quien se
atrevía a enfrentar abiertamente esos intentos aconsejando la adopción de
contramedidas, como las que el gobierno ruso ha venido aplicando desde hace
años, era muy mal visto en Occidente.
Los
principales medios de difusión occidentales han desempeñado y siguen
desempeñando actualmente un papel cada vez más equívoco en la campaña contra
Rusia. Mientras que la política de la Unión Europea, sobre todo la de Alemania,
sigue dos cursos paralelos, debido a las necesidades económicas, y trata de
conjugar la retórica antirrusa con el mantenimiento de relaciones económicas
ventajosas, no sucede lo mismo con los medios de prensa, a los que se deja
«rienda suelta».
Contrariamente a lo que hacen en el caso de China, país
cortejado debido a sus resultados económicos (y a la importancia de su
mercado), los medios occidentales divulgan –únicamente y de forma permanente–
cuanto elemento negativo se les ocurre sobre Rusia. Y esa campaña es tan
intensa que el lector-espectador que se informa únicamente a través de esos
medios tiene que acabar pensando mal de ese país. Los aspectos negativos que
difunden cubren todos los sectores de la vida con la evidente intención de
hacer resurgir la mayoría de los viejos prejuicios sobre Rusia.
Todo
eso sucede a pesar de la constante acción del gobierno ruso que, a lo largo de
los 13 últimos años y hasta este momento, ha venido proponiendo una amplia
cooperación con todos los países y en beneficio de todas las partes.
No es por amor al pueblo ucraniano sino en el marco de un
proyecto geoestratégico que la Unión Europea trata desde hace años de alejar a
Ucrania de Rusia para atraerla hacia la propia UE. Hoy sabemos que la
«revolución naranja» de 2004 en realidad fue una operación de lo que hoy se ha
dado en llamar «smart power», operación realizada en coordinación con la Unión
Europea y en contra de Rusia. Aquel intento de golpe de Estado no tuvo éxito y
aún hoy en día los proyectos de la Unión Europea siguen sin arrojar el
resultado esperado. Era de esperar, por lo tanto, que la Unión Europea se
apresurara ahora ha tratar de esconder su nuevo fracaso acusando a Moscú de
amenazar y chantajear al gobierno ucraniano.
Lo que ponen especial cuidado en no decirnos es que el gobierno
ruso había propuesto un acuerdo que habría beneficiado tanto a Ucrania como a
la Unión Europea y la propia Rusia, proposición que fue rechazada por la Unión
Europea.
Por
otro lado, el presidente ruso Vladimir Putin se entrevistó recientemente en Roma
con el papa Francisco durante 35 minutos. Contrariamente a lo que afirmaron los
grandes medios de prensa, los órganos del Vaticano estimaron que el encuentro
se desarrolló en una atmósfera «cordial». El presidente ruso no visitó al papa
como dirigente religioso de la iglesia ortodoxa rusa sino en su calidad de jefe
de Estado. Y lo cierto es que, como jefe de Estado, Putin siempre ha subrayado
la importancia de los valores en la promoción del progreso y en el desarrollo
de su país, al igual que en el campo de la política internacional.
Contrariamente
a lo que sucede en Occidente, donde se promociona un modelo de política
utilitarista y materialista, el gobierno ruso parece apoyarse en una concepción
basada en los fundamentos de la iglesia cristiana, o sea que considera al
hombre y el mundo como centro de su acción.
¿En
qué país de Occidente podemos encontrar eso todavía? ¿Qué gobierno occidental
proclama todavía ese concepto en provecho de la familia, de la religión y de la
Nación y para el mayor beneficio de los pueblos y del progreso? ¿Quién se
preocupa en Occidente por el hecho que, a falta de vínculos estables con «el
otro», el florecimiento de la personalidad se disuelve en la superficialidad y
en la indiferencia si hay falta de respaldo y pérdida de identidad? Es por lo
tanto de suponer que el papa y el presidente ruso se entendieron a la
perfección en cuanto al diagnóstico sobre el estado de Occidente y sus falsas
teorías y también en lo tocante al camino a seguir para remediar esos errores.
No
pretendemos afirmar que en Rusia la familia está intacta, que todo el mundo
vive según los preceptos de la religión y que la nación rusa ofrece a la
población todo el respaldo necesario. Pero en la medida en que se reconoce que
queda aún mucho camino por recorrer, es posible mantenerse a la expectativa e
incluso tender una mano amiga y dispuesta a ayudar, en la medida en que dicha
ayuda pueda ser deseada. Quienes buscan destruir la familia, la religión y la
Nación harán precisamente lo contrario.
Pero
tenemos que tener conciencia de que esta última manera de actuar no será la que
aporte más paz al mundo sino más bien todo lo contrario: la política de
“disolvencia” es causa de conflictos. ¿Estamos dispuestos a pagar ese precio?
¿Eso es lo que quieren los pueblos?
Tuvimos
recientemente la oportunidad de comprobar hasta qué punto llegaron a caldearse
los ánimos en Alemania en ocasión de una reunión, celebrada en Leipzig el 23 de
noviembre [de 2013], sobre el tema «Por el futuro de la familia. ¿Hacia la
supresión de los pueblos de europeos?» Un grupo de manifestantes violentos
arremetió brutalmente contra aquella conferencia, principalmente contra los
participantes miembros del Parlamento ruso. Las fuerzas de policía presentes en
el lugar permitieron los desmanes por un buen rato. Hubo un tiempo en que
solíamos ser gente acogedora y respetábamos a los demás, así como también
respetábamos las opiniones divergentes. ¿Seguimos siendo así hoy en día?
Karl
Müller
Fuente
Horizons
et débats (Suiza)
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