Portada de antigua versión de Revista Libre Pensamiento

lunes, 9 de diciembre de 2013

Madiba se nos fue…

Madiba se nos fue…
Borja Naranjo Cerpa

Se nos fue, parecía que nunca iba a suceder. O, al menos, esta idea es la que la mente de uno desarrolla cuando habla de seres humanos como Nelson Mandela. Parecía que siempre iba a estar con nosotros, y, tristemente, nos olvidamos de que, como ser vivo, cumple con un espacio y un tiempo biológico que sólo el destino lo determina. Seguramente, durante estos días se hablarán chorros de tinta, sobre el líder anti-apartheid, y sobre su ejemplo de lucha y dignidad humana. Algo normal, algo lógico. ¿Cómo no hablar de un hombre como él? Un hombre digno, un hombre íntegro, un hombre con unas dimensiones éticas que trascendían sus propias fronteras físicas. Pero hay que rebobinar, en esta película que llamamos Historia, tan linda y tétrica a la vez. Hablemos del África, hablemos de ese continente, que yo amo, que yo adoro; África, el continente del origen de los seres humanos, es ahí, en Rift Valley, donde todo empezó para nosotros.

África es el continente despreciado, el continente sufrido, el continente más castigado por el látigo de la pobreza, de la discriminación, de la explotación del hombre por el hombre, pero, a la vez, el continente del origen.... África es el continente que vio cómo a finales del siglo XIX y principios del XX, las naciones imperialistas y colonialistas europeas se repartieron todo su territorio, el continente de la diversidad de paisajes. Fue tan grande ese desmembramiento de África, que hubo proyectos de construcción de ferrocarriles que conectaran todo el continente, ideados desde las metrópolis de Europa. El proyecto inglés quería unir El Cairo con Ciudad del Cabo. Es decir, con el objetivo de dominar la fachada o la franja oriental y controlar el océano Índico. Por otro lado, el proyecto francés pretendía poseer todo el dominio de este a oeste. Y esto es sólo un mero ejemplo de lo que pretendían las potencias europeas (Francia, Reino Unido, Portugal, Alemania, Bélgica, España e Italia); querían hacer, en tierra ajena, lo que se les viniera en gana; claro tenían la fuerza, tanto técnica, como armamentística y financiera. Una explotación brutal de la vida, una explotación que hoy se sigue aplicando, ya no por las potencias de manera directa. Ahora existe un modo más sutil, más sibilino si se quiere: son las multinacionales, mismas que sacan, que extraen la fecundidad de la tierra; toda la riquezas que posee el subsuelo africano. Y el pueblo, siempre el pueblo, discriminado y condenado a sufrir, como dicen la oraciones católicas, en este valle de lágrimas...

Pero no nos vayamos del tema, hablemos de Sudáfrica, del Nelson Mandela, que nació en Qunu, en la provincia de Transkei. Por su tío Nelson, se dedicó a estudiar la cultura de los pueblos de África, sobre todo las del África austral. Después, fue a la universidad en Johannesburgo, donde estudió Derecho. Y fue en la ciudad donde vio esa discriminación que el régimen del apartheid, racista, segregacionista, implantó en el país.

Un apartheid brutal: los hombres negros no podían pasear por ciertos lugares de las ciudades, eran desterrados a vivir en los suburbios más marginales; se prohibieron los matrimonios mixtos (entre blancos y negros); los trabajadores negros de las minas y granjas sudafricanas estaban condenados a comer, su escasa y pobre comida, servida en sus propias palas de trabajo. Ante todo esto, se levantó Nelson Mandela, Oliver Tambo, Steve Biko, Mbekei, Chief Luthuli, Sisulu etc., quienes conformaron el partido del Congreso Nacional Africano (ACN por sus siglas en inglés), unidos siempre al Partido Comunista de Sudáfrica y demás luchadores y voces, como la del arzobispo (ya emérito) de Ciudad del Cabo, Desmond Tutu. En 1962, Mandela escapó hacia Adís Abeba (capital de Etiopía), donde tuvo lugar una reunión de líderes de África, misma en la que conoció al que fuera primer presidente de Tanzania, Kenneth Kaunda, el primer presidente de Zambia, y entre otros, al último emperador de Etiopía, Haile Selassie, el cuál entabló gran amistad con Madiba. Siempre quedó Mandela agradecido por todo el apoyo de los líderes africanos, a su lucha contra el apartheid.

En junio de 1964, Nelson Mandela y otros luchadores, fueron juzgados por un tribunal y un fiscal blanco, totalmente al servicio del régimen del apartheid que, en ese entonces, encabezaba Charles Roberts Swart. Desde este año 1964, hasta 1970, estuvo preso, trabajando en la misma cárcel de Robben Island, como labrante de roca de cantera, en condiciones infrahumanas. A partir de 1970, lo aislaron, lo separaron de los demás compañeros, y como a él, a otros tantos. Sólo podía recibir 2 visitas al año, y un número determinado de cartas. Fue tal el aislamiento al que los sometieron que uno de sus compañeros, Robert Sobukwe, líder del Partido Comunista, perdió el “habla”, muriendo en 1978... Mandela salió de la cárcel en 1991, tras una presión mundial y tras la apertura del gobierno de Frederik de Klerk (quien en 1994 se convertiría en vicepresidente de  Mandela) muchos de sus compañeros salieron en 1994.


Y ya a partir de ahí, vino lo que todos conocemos: el camino de la lucha por la reconciliación, la lucha por la unidad, por la concordia fraterna. Mandela tuvo el don del perdón, del no cumplir el antiguo código mesopotámico de Hammurabi “el ojo por ojo, diente por diente”. Utilizó el deporte como factor de unión (el rugby). La música, y sobre todo su sonrisa, su sonrisa que alumbraba a la vida. Su compromiso con los más necesitados estuvo siempre latente; no se olvidó nunca de su infancia humilde y pobre. Amigo, casi hermano, de Fidel Castro, Muammar Kaddafi y Yasser Arafat, a los cuáles siempre les tuvo eterna gratitud por su ayuda en la lucha por la dignidad del pueblo sudafricano. Ganó el Nobel en 1993, un reconocimiento minúsculo para hombre del tal tamaño.


La humanidad, nunca tendrá como devolverle, cómo reciprocar tanta dignidad, tanta entereza, tanto amor, y tanta vida que dio como ejemplo Nelson Mandela. En lo personal, aprendí de Mandela una lección que llevaré siempre en la vida, y es a no juzgar a las personas por lo que dicen ser, sino por sus actos.


Descansa en paz Madiba, te lo ganaste, vivirás siempre en el recuerdo de todos los buenos hombres y mujeres que pueblan la Tierra, y en los que nacerán a partir de ahora también. Mereció la pena. Mandela era África, y para entenderlo a él, hay que amar a África, y habrá algún día en que ese continente se levante digno, entero totalmente, si se si se libera de las cadenas que lo torturan. La humanidad se lo debe a Madiba y al continente de nuestro origen. Como dice un geógrafo, muy famoso en el mundo anglosajón, George Kimble: “la cosa más oscura sobre África ha sido siempre nuestra ignorancia sobre ella, y nuestra indiferencia hacia ella”.

Gracias Madiba, por todo.


Borja Naranjo Cerpa 06 / 12 / 013.

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