¿Avanzamos patria?
Juan J. Paz y Miño Cepeda
EL TELÉGRAFO - Primer Diario Público
Ecuador, lunes 28 de octubre de 2013
Sobre
bases objetivas de análisis, he sostenido que en 2007, con el gobierno de
Rafael Correa, se inició un nuevo ciclo histórico en Ecuador, orientado por
valores y principios identificados con los gobiernos de la nueva izquierda
latinoamericana.
Este ciclo ha constituido una oportunidad inédita para alterar las bases del
poder económico-político tradicional, pues se ha sustentado en un acumulado
histórico de resistencias y luchas sociales que se expresaron como “revolución
ciudadana”.
También observo que se están configurando dos fases. Durante la primera (2007-2013), fue posible acabar con
el modelo empresarial de desarrollo (“neoliberal”); se superó el Estado de
Partidos dominado por la “clase política”; se fortaleció la nueva
institucionalidad estatal; se afirmó la democracia; y, gracias a importantes
políticas sociales (educación, salud, seguridad social, etc.), se favoreció a
amplios sectores populares, y se redujo significativamente la pobreza, el
desempleo y el subempleo.
Pero es difícil calificar como “socialista” al régimen ecuatoriano, cuyo modelo
de “economía social y solidaria”, está mucho más cercano al de “economía social
de mercado” europeo, nacido en la segunda postguerra mundial.
En todo caso, las orientaciones y logros de esta fase, han bastado para
despertar las reacciones de grupos dominantes del antiguo poder, opositores de
derecha y de recalcitrantes izquierdas tradicionales.
Sin embargo, a partir de febrero 2013, coincidiendo con el nuevo período
presidencial, está delineándose la segunda fase. Todavía hay continuidad en las
líneas antes trazadas; pero también han aparecido una serie de nuevos síntomas:
verticalismo partidista, “micropoderes” burocráticos, ciertas intemperancias e
imposiciones gubernamentales, insatisfactorias políticas culturales, varios
dogmatismos en política universitaria, el asunto Yasuní, acuerdo con Colombia
sobre aspersiones fronterizas, propuestas para flexibilizar varios derechos
laborales, cuestionadas normas penales (ej. médicos), visión presidencial sobre
el tema del aborto, etc.
El gobierno ha sostenido sus propios criterios. Pero también han comenzado a
acumularse sensibilidades y críticas de sectores ciudadanos que han mantenido
esperanzas en la profundización de cambios que no deben postergarse, que
tampoco pueden ser considerados necesariamente como “derechas”, “traidores”,
“desleales” u “opositores”, y cuyas reacciones tienen alcances políticos
todavía impredecibles.
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