por Thierry Meyssan
En entrevista concedida
simultáneamente a los diarios argelinos Algérie patriotique y Jeune Indépendant,
Thierry Meyssan explica cómo Siria, país que desde hace 32 meses enfrenta una
de las agresiones más sangrientas de la historia, ha logrado invertir a su
favor la correlación de fuerzas. Su análisis aclara también la nueva
configuración geopolítica de la región, en la que Rusia está llamada a
desempeñar un papel protagónico. Considera además que Gran Bretaña y Francia
serán los grandes perdedores de la guerra en Siria, mientras que Estados Unidos
se repartirá la región con Rusia sobre las ruinas de los acuerdos de los
acuerdos Sykes-Picot, que permitieron a esas potencias europeas controlar la
región a partir de 1916.
RED VOLTAIRE | 26 DE SEPTIEMBRE
DE 2013
¿Cómo se explica que un país
como Siria, medianamente equipado en armas, haya logrado contener una de las
más sangrientas invasiones de la Historia, sobre todo cuando lo que hay detrás
de esa invasión terrorista es la temible maquinaria de la OTAN y el respaldo
logístico e ideológico no escatimado por los países del Consejo de Cooperación
del Golfo?
Thierry Meyssan: Siria sabía
que desde el año 2001 Estados Unidos estaba preparándose para atacarla –ver el
testimonio del general [estadounidense] Wesley Clark. Siria hizo fracasar
varios complots, como el tendiente a atribuirle el asesinato del ex primer
ministro libanés Rafik Hariri. Pero pensaba que tendría que enfrentar una
guerra clásica, no una ola de terrorismo sectario. En una docena de años Siria
había resuelto así varios problemas de fondo, esencialmente el pago íntegro de
su deuda.
El Ejército Árabe Sirio
disponía del equipamiento esencial pero no sabía cómo enfrentar a yihadistas.
Desde febrero de 2011 hasta julio de 2012 evitó hacer uso de sus armas cuando
ello podía poner en peligro las vidas de civiles. Ese fue para el Ejército
Árabe Sirio un periodo particularmente difícil en el que perdió más soldados
que en todas las guerras contra Israel. Fue únicamente a partir del asesinato
de sus principales jefes militares, [en] el [atentado del] 18 de julio de 2012,
que la administración Assad ordenó erradicar a los yihadistas por todos los
medios. El ejército adoptó entonces las técnicas rusas, concebidas durante la
guerra de Chechenia.
La resistencia del país ante
los invasores se explica a través de esas dos etapas. Durante el primer año, la
administración Assad trató de convencer a la población de que era falsa la
campaña occidental que pretendía que el país se hallaba ante una revolución de
la primavera árabe y que la OTAN iba a cambiar el régimen. A partir de la crisis
de julio de 2012 y de su victoria militar, [la administración Assad] consideró
que la batalla política interna estaba ganada y que podía proceder a la
movilización contra el invasor. Así que creó entonces una milicia de
autodefensa por barrios, a finales de 2012, y se vieron las primeras oleadas de
incorporación de voluntarios al Ejército Árabe Sirio durante la crisis de la
Ghouta, en agosto y septiembre de 2013.
En una guerra no hay más que
dos bandos. Cada cual se ve obligado a tomar posición o morir. Como en todas
partes, cuando la población piensa que su gobierno va a ser derrocado se
mantiene en una posición de reserva, esperando a ver lo que pasa. Pero cuando
la población entiende que el invasor retrocede, entonces se sacrifica por
salvar el país. En mayo de 2013, un informe interno de la OTAN evaluaba el
respaldo a la administración Assad en un 70%, con un 20% de indecisos y un 10%
de respaldo a los yihadistas. Ya no hay indecisos. El 90% de los sirios apoya a
su Estado, como el 90% de los franceses apoyaba a de Gaulle después del
desembarco aliado en Normandía.
Ya Estados Unidos no está
llamando a la guerra y preconiza hoy la opción diplomática, a pesar de que hace
sólo unos días las fuerzas armadas estadounidenses tenían el dedo en el gatillo
a la espera de la orden del presidente, comandante supremo de las fuerzas
armadas, para empezar a lanzar misiles contra Siria. ¿Estamos viendo un milagro
o el resultado de un trabajo de fondo realizado por terceros?
Thierry Meyssan: El análisis,
tanto de Siria como de Rusia, es que Estados Unidos es una potencia en
decadencia que ya no tiene la posibilidad de emprender una guerra convencional.
Sólo en lo que va de año, el Pentágono ha reducido el formato de sus tropas en
un 20% y ese [denominado] proceso de «secuestro» está llamado a continuar en
los próximos años.
Por otro lado, los intereses
estadounidenses que llevaron la Casa Blanca a planificar esta guerra en 2001
han dejado de existir. En aquella época el vicepresidente Cheney había creado
una Task Force [fuerza de tarea] encargada de reflexionar sobre el porvenir
energético. Sus expertos estaban convencidos de que el mundo tendría que
enfrentar el «peak oil», o sea la escasez de «crude oil» (el petróleo de
calidad saudita). Así que para sobrevivir había que apoderarse lo más pronto
posible de todas las reservas de petróleo y gas. Pero las principales reservas
aún no explotadas estaban en el sur del Mediterráneo y principalmente en Siria.
Doce años más tarde ha resultado que ese análisis no era cierto. Ahora se sabe
cómo explotar otros tipos de petróleo diferentes del «crude oil», aunque eso
implique tener que construir refinerías adaptadas a ese fin. Por otro lado el
gas está sustituyendo parcialmente al petróleo y Estados Unidos está explotando
el gas de esquistos, en su propio suelo y en el exterior. No habrá crisis del
aprovisionamiento energético en el siglo XXI y por lo tanto no hay necesidad de
apoderarse de Siria.
Por consiguiente, la diplomacia
siria y rusa estaba buscando desde mayo de 2012 proponer a Estados Unidos una
puerta de salida. Ese fue el objetivo de la conferencia Ginebra 1, a finales de
junio de 2012. Rusia propuso a Estados Unidos el abandono del proyecto del
«Medio Oriente ampliado» (Greater Middle-East) y repartirse la región. Obama
aceptó ese acuerdo, pero enfrentó una oposición interna muy fuerte. Todo estuvo
parado durante la campaña electoral estadounidense pero justo después Obama
hizo una limpieza. Comenzó apartando a los ultrasionistas (salida de Hillary
Clinton), después obligó a dimitir a los partidarios de la guerra secreta
(expulsión del general David Petraeus) y después a los antirusos primarios
(renuncias de los líderes del escudo antimisiles y de la OTAN). Obama comenzó
después a domar a sus aliados. Obligó al emir de Qatar a abdicar y a su sucesor
a retirarse de la escena internacional y está obligando al Reino Unido y a
Francia a retirarse del juego.
No hay ningún milagro en todo
esto sino un paciente trabajo diplomático que tiene como objetivo evitar el
enfrentamiento directo con Estados Unidos y, por el contrario, acompañar a ese
país en su repliegue. Es un trabajo extremadamente largo y cada día que pasa
cuesta vidas humanas pero ese trabajo diplomático debe conducir, en definitiva,
a una victoria de Siria y una paz duradera.
Si la primera potencia mundial
se resigna a aceptar la realidad del terreno (una Siria resueltamente decidida
a resistir a toda costa ante cualquier agresión extranjera, una Rusia que no
tiene la menor intención de abandonar a Damasco, una opinión pública
estadounidense que ya está cansada…), ¿cómo explica usted que París, vasallo de
Washington, pueda decir lo contrario? ¿Tiene Francia algún interés en declarar
la guerra a un país soberano?
Thierry Meyssan: Paralizado por
su propia decadencia, Estados Unidos había dejado la recolonización de Libia y
de Siria en manos del Reino Unido y de Francia. Esos dos países concluyeron
entonces el Tratado de Lancaster House, en noviembre de 2010 –antes de la
«primavera árabe»–, para poner en común sus «fuerzas de proyección», o sea sus
fuerzas coloniales. Así que tenían que atacar y repartirse después el pastel en
función de sus antiguas zonas de influencia: Libia para los británicos y Siria
para los franceses.
En el caso de Libia, el Reino
Unido organizó el levantamiento de Bengazi, siguiendo un esquema que no era
revolucionario sino separatista, dando a los insurgentes la antigua bandera del
rey Idriss, o sea la bandera de la dominación inglesa. En el caso de Siria,
Francia organizó el Ejército Sirio Libre dándole como bandera la del mandato
francés (1920 a 1946). En ambos casos, bastaba con ver las banderas para saber
que no se trataba de movimientos revolucionarios sino de colaboración con los
antiguos ocupantes.
Pero si el Reino Unido logró
instalarse en Libia fue porque la OTAN se encargó de destruir la resistencia,
dejando un saldo de 160 000 muertos, según los informes internos de la Cruz
Roja, mientras que en Siria los tres vetos de Rusia y China impidieron la
intervención de la OTAN. Así que Francia se ha manchado las manos de sangre
inútilmente.
A esa coyuntura estratégica hay
que agregarle el peso de personalidades como las del ministro [francés] de
Relaciones Exteriores Laurent Fabius y la del jefe del estado mayor particular
del presidente de la República, el general Benoit Puga. El primero es un
ultrasionista mientras que el segundo es un católico lefevrista [integrista] y
ambos comparten la ideología colonialista.
El intento de reconquista no es
de interés para Francia [como país] pero ciertas grandes compañías francesas sí
están interesadas en que sea el contribuyente francés quien pague esa conquista
que favorecería sus intereses privados. En todo caso, los grandes perdedores de
la guerra de Siria serán el Reino Unido y Francia. Pero no lo será Estados
Unidos, que va a repartirse la región con Rusia sobre las ruinas de los
acuerdos Sykes-Picot de 1916, acuerdos que entronizaban el control del Reino
Unido y Francia sobre la región.
Algunos analistas hablan de que
cuando termine la guerra Siria abandonará formalmente la Liga Árabe ya que, al
verse a sí misma como una potencia regional –al igual que Turquía e Irán– ya no
sería de interés para Damasco seguir siendo miembro de una Liga que en los
últimos años ha sido propensa a poner a sus propios miembros a merced del
enemigo imperialista y sionista y de la OTAN, como ha sucedido en los casos de
Libia y Yemen. ¿Comparte usted esa idea?
Thierry Meyssan: Siria, que es
miembro fundador de la Liga Árabe, no ha tomado aún ninguna decisión al
respecto. Pero es cierto que el panarabismo del partido Baas no puede seguir
siendo lo que era antes de esta crisis. El mundo árabe es un conjunto cultural,
no político. Los peores enemigos de Siria no están en Washington sino en Doha y
en Riad.
En todo caso, el balance de 68
años de Liga Árabe es prácticamente cero. Esa estructura siempre ha estado
manipulada por los occidentales. Pero abandonarla supondría también
reemplazarla por otro foro regional organizado sobre una base más sana.
¿Piensa usted que está haciendo
aguas el Gran Medio Oriente, proyecto estadounidense que consiste en dividir y
debilitar a los países árabes ante una entidad sionista más fuerte que nunca?
Sobre todo cuando la entrada en escena de la Rusia de Putin y la voluntad de
Siria de posicionarse como un actor de peso en el nuevo mapa geopolítico que
parece estar perfilándose tienden a contrarrestar el proyecto atlantista.
Thierry Meyssan: El proyecto
del «Medio Oriente ampliado» consiste en lograr que los ejércitos occidentales
dividan la región, no para que Estados Unidos garantice así su
aprovisionamiento en hidrocarburos sino para que reine Israel. Uno podía
equivocarse en cuanto a eso oyendo a George W. Bush en 2003, pero ya hoy eso es
imposible en la medida en que Estados Unidos ya no necesita los hidrocarburos
de esta región.
Por otro lado, en el marco de
un nuevo reparto de la región, Rusia no tiene más deseos de entrar en guerra
contra Israel que contra Estados Unidos. El plan de Moscú consiste en obligar a
Tel Aviv a renunciar a la naturaleza colonial de su régimen, de la misma manera
que Pretoria no tuvo más remedio que renunciar al apartheid. Ese es un punto
muy importante ya que el origen de las guerras en esta región –como sucedía en
otros tiempos en África austral– no es la existencia de un Estado en particular
sino la naturaleza colonial de su régimen.
Señor Meyssan, usted apoyó el
golpe de Estado contra el presidente Morsi en Egipto explicando que la política
de ese presidente surgido de la Hermandad Musulmana se inscribía en una lógica
atlantista, incluso sionista, y que Egipto –como país eje– tenía que deshacerse
de él. Pero resulta que el general Sissi, el hombre fuerte del Cairo, también
llega a arreglos con los estadounidenses e incluso con Israel, cuya aviación
sobrevuela, bombardea y mata con toda libertad pasando por el cielo del Sinaí
«en el marco de la lucha antiterrorista». ¿No sería más justo considerar de la
misma manera a Morsi y Sissi en la medida en que el nuevo régimen del Cairo no
ha creído útil respaldar a la República Árabe Siria?
Thierry Meyssan: En Egipto
todas las facciones han estado subvencionadas por Estados Unidos. Como
Washington ya veía venir la implosión del país lo que hizo fue apostar por
todos los protagonistas a la vez para tener la garantía de que el próximo
gobierno sería alguno de sus vasallos.
Yo no apoyo al general Sissi en
particular sino el golpe de Estado de consenso con el que puso fin a la
dictadura de la Hermandad Musulmana. Queda por parte del ejército el tener que
demostrar sus capacidades políticas. Yo observo, por el momento, que la
situación es tan complicada que muchos actores están actuando de manera
contradictoria. Arabia Saudita y los Emiratos respaldan al ejército egipcio y
luchan contra el ejército sirio mientras que Irán apoya a la Hermandad
Musulmana egipcia y lucha contra su homóloga siria. Habrá que esperar algún
tiempo para que las cosas vuelvan a la normalidad y que las posiciones en el
interior coincidan con las del exterior.
En todo caso, las relaciones
entre el ejército egipcio y Estados Unidos se caracterizan por la desconfianza.
Todo el mundo ha olvidado que fue el ejército el que cerró las oficinas de las
organizaciones «no gubernamentales» que la CIA había abierto en Egipto y que,
en aquel momento, el Pentágono suspendió su ayuda. Luego la restableció bajo la
presidencia de Morsi y la suspendió nuevamente después del golpe de Estado
militar. Así que es un error pensar que el ejército egipcio es un peón de
Estados Unidos. Tenemos que esperar que se restablezca la paz civil para saber
cómo va a evolucionar Egipto.
¿Puede usted analizar para
nosotros la situación en Líbano, donde se han producido últimamente una serie
de atentados con gran número de víctimas. ¿Los autores de esos ataques quieren
castigar así la resistencia libanesa encabezada por el Hezbollah desde 1982?
¿Está relacionado eso con los acontecimientos en Siria?
Thierry Meyssan: Estados Unidos
había previsto primeramente utilizar el Líbano como base de retaguardia para
atacar Siria y después pensó destruirlo al mismo tiempo que Siria. Por su
historia y su geografía, el Líbano es total y exclusivamente dependiente de
Siria. La única alternativa que le queda actualmente es fragmentarse y convertirse
en un principado maronita aliado de Israel, proyecto representado por Samir
Geagea. Podemos deplorar que el Líbano no tenga otra opción pero es inútil
esconder la realidad.
En 2005, los libaneses pidieron
masivamente la retirada del ejército sirio que les garantizaba la paz civil. Y
este se fue sin discutir. Los libaneses, que se sentían humillados porque
tenían que estar sobornando con sumas minúsculas a algunos generales sirios
corruptos, han descubierto desde entonces el placer de que otros libaneses los
saqueen a gran escala. Desde que se fue el ejército sirio ya no hay [en Líbano]
servicios públicos. El Estado [libanés] está descomponiéndose a favor de las
comunidades étnico-religiosas. Actualmente ya no hay ni electricidad y cada
cual se ve obligado a comprarse su propio generador eléctrico. Tampoco hay agua
potable y los libaneses se ven obligados a abastecerse de agua pagando
camiones-cisterna que les traen el agua a domicilio.
Desde el mes de marzo, el MI6
británico cerró la mayoría de sus instalaciones en Jordania para trasladarlas
al Líbano. Comenzó entonces una serie de atentados cuyo objetivo no era
hostigar a la Resistencia sino sembrar el caos. Por el momento no se reanudado
allí la guerra civil porque el desequilibrio de fuerzas es tan favorable al
Hezbollah que a nadie le conviene. El Hezbollah, por su parte, rápidamente se
dio cuenta de que el enemigo iba a atacarlo desde Siria y decidió ir a
defenderse en suelo sirio.
El plan occidental estaba bien
concebido, a condición de bombardear Siria y de derrocar su régimen laico. Pero
[ese plan] está llamado a fracasar después del viraje estadounidense sobre la
cuestión de las armas químicas. Dentro de un año, el problema será saber si el
Líbano va a mantenerse paralizado por sus divisiones étnico-comunitarias
–impuestas por Lakhdar Brahimi con los acuerdos de Taef– o si se une, al menos
parcialmente, a la zona de influencia rusa.
Thierry Meyssan
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