Raul Isman
Junio
de 2013
La denominada primavera árabe logró embaucar a ciertos destacamentos despistados entre las izquierdas; que se tragaron la píldora del levantamiento popular, cuando en rigor era el Departamento de Estado el que orquestaba todo lo ocurrido. En efecto, el resultado son cambios menos que cosméticos en Egipto y Tunez, ninguna transformación en las petromonarquías del golfo Pérsico y la destrucción del Estado Nacional Libio (objetivo central de la entente imperial) seguida del vil asesinato por linchamiento del líder Muhamar Kadaffi.
Hasta el martirio del libio permaneció relativamente invisibilizado que similar
ofensiva otanesca ya había comenzado en la estratégica nación siria. Sus
riquezas naturales, la autonomía que desplegaba el estado nacional referido
(que ponía límites al expansionismo genocida sionista en Líbano, por ejemplo) y
el desenfrenado apetito de poder bélico y político característicos del imperio,
sus lacayos y corifeos fueron las causas que llevaron a poner en práctica
planes invasores que las usinas de ideas yankis habían alumbrado, cuanto menos
desde hacía más de tres décadas.
La operatoria es conocida; algún sector interno (o externo) se proclama rebelde
y comienza a ser ensalzado desde las usinas massmediáticas serviles al poder
globalizado. Desde allí, todas las masacres son responsabilidad del
"déspota asesino" que debe ser depuesto en aras de la necesaria
"libertad" para los pueblos. Y todas las mentiras son utilizadas para
el logro de sus planes. La masacre de Houla, perpetrada por la oposición
conformada centralmente por bandas terroristas y mercenarias invasoras, fue
ilustrada en casi todos los medios del orbe con cadáveres martirizados en Irak;
con lo cual quedó una vez más al descubierto la cínica maquinaria al servicio
de los embustes imperialistas. El empleado del poder bélico global, Barack
Obama, en días muy recientes, justificó las ventas de armas letales para los
invasores en el supuesto uso de armas químicas por parte de las legítimas
autoridades libias. Omitió decir que quienes realmente usan tales
"juguetes" destructivos son las fuerzas terroristas al servicio de la
O.T.A.N., como afirmó una funcionaria de la O.N.U.
Lo diferente que se verifica en el caso que nos ocupa es la firme posición de
Rusia y China en resguardo de la independencia nacional siria. Claramente, hicieron un balance necesario de las flaquezas en que habían incurrido en el
año 2011; cuando al abstenerse acerca de Libia en el Consejo de Seguridad,
facilitaron la acción genocida y saqueadora de la Otan. Otro punto, nada
desdeñable, lo constituye la popularidad del presidente sirio Bashar Al-Assad, cercana a los tres tercios de la ciudadanía nacional.
La lucha por no sucumbir frente al imperio y sus esbirros mercenarios y terroristas, sin dudas, ha galvanizado fuertemente el apoyo con que cuenta el líder y la refuerza armando contingentes populares que, unidos al ejército nacional, están ganando esta guerra no deseada.
La lucha por no sucumbir frente al imperio y sus esbirros mercenarios y terroristas, sin dudas, ha galvanizado fuertemente el apoyo con que cuenta el líder y la refuerza armando contingentes populares que, unidos al ejército nacional, están ganando esta guerra no deseada.
Sería fundamental para la causa de los pueblos del orbe que los acontecimientos concluyan con la derrota del imperialismo, los terroristas invasores y sus aliados mediáticos. La base de la paz mundial, como se sabe hace ya más de tres siglos, es el respeto por todo estado nacional. Comprendido este principio queda claro quienes son los que no permiten que pudiere nacer tal mentada flor.
La independencia nacional de cualquier estado es un punto que amalgama a las fuerzas progresistas e implica la derrota de las oscuras fuerzas que defienden la "libertad"; al tiempo que la pisotean cuando la desean disfrutar los pueblos. Y en tal contexto, la función de militantes e intelectuales consiste en demostrar una verdad muy simple: que el capitalismo es un sistema que naturaliza la violencia genocida que brota desde la propia cotidianeidad y que crece gestando guerras por doquier, como único modo de perpetuarse como sistema.
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