Joao Pedro Stédile, integrante de la dirección el
MST, en imagen de archivo Foto AP
Los
Indignados de Brasil
Es
hora de que el gobierno se alíe con el pueblo: MST
La derecha busca desgastar el gobierno de Rouseff
Aspecto de una marcha efectuada ayer en Río de
Janeiro Foto Ap
Brasil de Fato*
Periódico La Jornada
Martes 25 de junio de 2013, p. 2
En entrevista, Joao Pedro Stédile, integrante de la
directiva del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, habla sobre el
significado y las perspectivas de las movilizaciones en Brasil.
–¿Cómo analiza usted las recientes manifestaciones que vienen sacudiendo
a Brasil en los últimos días? ¿Cuál es la base económica que las ha producido?
–Hay diversas evaluaciones de por qué están
ocurriendo estas manifestaciones. Me sumo al análisis de la profesora Erminia
Maricato, que es nuestra mayor especialista en temas urbanos y que actuó en el
Ministerio de Ciudades en la gestión de Olivio Dutra. Ella defiende la tesis de
que existe una crisis urbana instalada en las ciudades brasileñas, provocada
por la actual etapa del capitalismo financiero. Hubo una enorme especulación
inmobiliaria que elevó 150 por ciento los precios de los alquileres y de los
terrenos en los últimos tres años. El capital financió –sin ningún control
gubernamental– la venta de automóviles y el envío de esos dineros al exterior,
lo que transformó nuestro tránsito en un caos. Mientras, en los últimos 10 años
no hubo inversión en el transporte público. El programa habitacional Mi Casa,
Mi Vida, empujó a los pobres hacia las periferias, sin adicionar condiciones de
infraestructura.
“Todo eso generó una crisis estructural y que las
personas estén viviendo en un infierno en las grandes ciudades, perdiendo tres
o cuatro horas por día en el tránsito, cuando podrían estar con sus familias,
estudiando o participando en actividades culturales.
A eso se suma la pésima calidad
de los servicios públicos, en especial los de salud y también los de educación,
desde la escuela primaria y la enseñanza media, de la que los estudiantes salen
sin saber redactar. Y la enseñanza superior cambió locales de ventas de
diplomas por una de prestaciones donde están 70 por ciento de los estudiantes
universitarios.
–Y desde el punto de vista político, ¿por qué sucedió?
–Los 15 años de neoliberalismo, más los últimos 10 años de un gobierno de convivencia de clases, transformaron el modo de hacer política en apenas un referente de los intereses del capital. Los partidos políticos envejecieron sus prácticas políticas y se transformaron en meras siglas que aglutinan, en su mayoría, a oportunistas que quieren ascender en sus cargos o entrar a la disputa por los recursos públicos.
“Todos los jóvenes nacidos después de las ‘directas ya’ [N de la R: 1984, al final de la dictadura] no tuvieron oportunidad de participar en política. Hoy, para disputar cualquier cargo, por ejemplo de edil, el candidato precisa tener más de 3 millones de reales; un diputado cuesta alrededor de 10 millones [un dólar equivale a 2.24 reales]. Los capitalistas pagan y después los políticos obedecen. La juventud está hasta la madre de esa forma de política burguesa, mercantil. Pero lo más grave fue que los partidos de la izquierda institucional, todos ellos, se amoldaron a esos métodos. Envejecieron y se burocratizaron. Y, por tanto, generaron en la juventud ojeriza, distanciamiento, con esa forma de actuar. Y tienen razón: la juventud no es apolítica, al contrario; tan es así que sacó la política a las calles, aunque no tuviera definida conciencia de su significado. Sin embargo, está diciendo que no aguanta más ver en la televisión esas prácticas políticas, que secuestran el voto de las personas basándose en la mentira y la manipulación. Es que los partidos de izquierda precisan reaprender que su papel es organizar la lucha social y politizar a la clase trabajadora. Si no, caerán en la fosa común... de la historia.”
¿Por qué ahora?
–¿Y por qué las manifestaciones estallaron hasta ahora?
–Probablemente haya sido la suma de diversos
factores del carácter de la sicología de masas, más que de una decisión
planeada. Se sumó todo el clima que comenté, más las denuncias de la
superfacturación de las obras de los estadios, lo que resultó en un acicate
para el pueblo. Observen algunos episodios. La red Globo recibió del gobierno
del estado de Río de Janeiro y del municipio de la ciudad 20 millones de reales
de dinero público para organizar el showcito de apenas dos horas del
sorteo de la Copa Confederaciones. ¡El estadio de Brasilia costó mil 400
millones, en tanto no existe transporte público en la ciudad! La
dictadura de la FIFA y la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) es explícita
y se impuso –junto con las pillerías–, y los gobiernos se sometieron. La
reinauguración de Maracaná fue una venda que intentaron poner al pueblo
brasileño. Las fotos eran claras: ¡en el mayor templo mundial no había ningún
negro o mestizo! Y entonces, lo del aumento de las tarifas de ómnibus fue
apenas la chispa para encender el sentimiento generalizado de revuelta, de
indignación. La gasolina para la chispa vino del gobierno paulista de (Geraldo)
Alkmin que, protegido por los medios de comunicación que financia, está
acostumbrado a golpear al pueblo impunemente, como hizo en (el barrio de)
Pinheirinho (en la ciudad de San José dos Campos) y en otros sitios rurales y
urbanos, mandando a la policía a cometer una barbarie. Ahí fue que todo mundo
reaccionó.
Ahora bien: la juventud despertó.
En eso hay mérito del Movimiento Pase Libre, que supo capitalizar esa
insatisfacción popular y organizó las protestas en el momento justo.
– ¿Por qué la clase trabajadora aún no ha salido a las calles?
–Es verdad; la clase trabajadora aún no está en las
calles. Quienes están en las calles son los hijos de la clase media, los de
clase media baja y también algunos jóvenes de los que André Singer llamaría
subproletariado, que estudian y trabajan en el sector de los servicios, que
vieron mejoradas las condiciones de consumo, pero que además quieren ser oídos.
Estos últimos aparecieron en algunas capitales estatales y en las periferias.
“La reducción de la tarifa del transporte público
interesaba mucho a todo el pueblo y ese fue el acierto del Movimiento Pase
Libre, que supo convocar movilizaciones en nombre de los intereses más
generales. Y el pueblo apoyó esas manifestaciones y eso está expresado en los
índices de popularidad de los jóvenes, sobre todo cuando fueron reprimidos.
La clase trabajadora demora en
moverse, pero cuando lo hace afecta directamente al capital, lo cual todavía no
ha sucedido. Creo que las organizaciones que hacen los enlaces
con la clase trabajadora aún no han comprendido el momento y tienen un
comportamiento tímido. Pero la clase, como clase, creo que está dispuesta a
luchar. Fíjese que las huelgas por temas reivindicativos salariales ya recuperó
la ocurrencia de los 80. Entiendo que se trata de una cuestión de
tiempo para que los enlaces con la clase trabajadora acierten en las banderas
que la hagan mover. En los últimos días se percibe que en algunas
ciudades menores y en las periferias de las grandes ya comienzan a haber
manifestaciones con banderas de reivindicaciones bien formalizadas. Eso es muy
importante.
– ¿Y las voces del MST y los campesinos?
–Es verdad. En las capitales donde tenemos
asentamientos y agricultores familiares más próximos a lo urbano, ya estamos
participando. Incluso doy testimonio de que fuimos muy bien recibidos con
nuestra bandera verde y nuestra reivindicación de reforma agraria y alimentos
saludables y baratos para todo el pueblo. Entiendo que en las próximas semanas
podrá haber una adhesión mayor, incluso realizando manifestaciones de
campesinos en las terminales y municipios del interior. Entre nuestra militancia está
todo el mundo loco por entrar en la lucha y movilizarse. Espero que se muevan
rápido...
– ¿Cuál es su opinión acerca de la violencia que ha ocurrido en algunas
manifestaciones?
–Bueno, primero hay que relativizar. La
burguesía, a través de sus televisoras, ha empleado la táctica de asustar al
pueblo colocando imágenes de desaforados rompiendo alguna cosa. Son los menores
casos, que resultan insignificantes ante los millares de personas que se
movilizaron. A la derecha le interesa incrustar en el
imaginario de la población que esos son actos impulsados por vagos, y al final,
si hubiese caos, imputar la culpa al gobierno y exigir la presencia de las
fuerzas armadas. Espero que el gobierno no cometa la
bestialidad de llamar a la guardia nacional y a las fuerzas armadas para
reprimir las manifestaciones. ¡Eso es todo lo que la derecha sueña!
“Quien está provocando los actos de violencia es la
forma de intervención de la policía militar. La PM fue preparada desde la
dictadura militar para tratar al pueblo siempre como enemigo. Y en los estados
gobernados por los tucanos (N de la R: Partidos de la Social
Democracia Brasileña: Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais) aún cuenta con
las promesas de impunidad.
Hay grupos derechistas
organizados, con orientación de hacer provocaciones y cometer saqueos. En Sao
Paulo actuaron grupos fascistas y contrataron marginales del campo. En Río de
Janeiro actuaron los grupos de choque organizados que protegen a los políticos
conservadores. Y claro, hay también un substrato de lúmpenes que aparecen en
cualquier movilización popular, sea en los estadios, carnaval, hasta en la
fiesta de una iglesia, intentando sacar provecho.
–Entonces, ¿hay lucha de clase en las calles o es sólo la juventud
manifestando su indignación?
–Es claro que hay una lucha de clases en la calle,
envuelta, todavía, en una disputa ideológica. Lo que es más grave es que la
propia juventud movilizada por su origen de clase no tiene conciencia de que
está participando de una lucha ideológica. Vean: ellos están haciendo política
de la mejor forma posible, en la calle. Y ahí nos escriben: ¿estamos contra los
partidos y la política? Es por eso que han sido tan diversas y difusas sus
expresiones. Está sucediendo en cada ciudad, en cada manifestación; hay una
disputa ideológica permanente de lucha de los intereses de clase. Los
jóvenes están siendo disputados por las ideas de la derecha y por la izquierda,
por los capitalistas y la clase trabajadora.
“Por otro lado, son evidentes las señales de la
derecha, mucho mejor articulada, y de sus servicios de inteligencia, que usan
Internet, se esconden detrás de distintas máscaras o intentan generar círculos
concéntricos con noticias y opiniones en las redes sociales. De
repente, un mensaje extraño genera millares de otros. Y de ahí se pasan a
difundir resultados como si ellos fuesen una expresión mayoritaria. Esos
mecanismos de manipulación fueron usados por la CIA y el Departamento de Estado
estadunidense en la primavera
árabe, en las tentativas de desestabilización en Venezuela, en la guerra
de Siria. Y es claro que ellos están operando aquí también para alcanzar sus
objetivos.”
Protestas manipuladas
–¿Cuáles son los objetivos de la derecha y cuáles sus propuestas?
–La clase dominante, los
capitalistas, los intereses imperialistas de los estadunidenses y sus
portavoces ideológicos que aparecen en televisión todos los días tienen un gran
objetivo: desgastar al máximo el gobierno de Dilma, adelgazar las formas
organizativas de la clase trabajadora, derrotar cualquier propuesta de cambio
estructural en la sociedad brasileña y ganar las elecciones de 2014 para
recomponer una hegemonía total al frente del Estado brasileño, lo que ahora
está en disputa.
“Para alcanzar esos objetivos ellos están aún
tanteando, alternando sus tácticas. Hay veces que provocan la violencia, para
descolocar las metas de los jóvenes. Otras veces incrustan sus mensajes en las
consignas de los jóvenes. Por ejemplo, la manifestación del sábado, aunque
pequeña, en Sao Paulo fue totalmente manipulada por sectores derechistas que
pautaron la lucha sólo contra la Propuesta de Enmienda Constitucional (PEC) 37
–que reduce las atribuciones del ministerio público– con una terminología
extrañamente escrita de forma similar y en el mismo orden. Ciertamente, la
mayoría de los jóvenes ni siquiera sabían de qué se trataba. Y es un tema
secundario para el pueblo, pero la derecha está intentando levantar banderas de
moralidad, como hizo en el pasado la UDN (partido de la derecha, fundado en
1945). Eso es lo que están haciendo en el Congreso, luego, para llevarlo a las
calles.
“He visto en las redes sociales que controla la derecha, además del PEC 37: pedidos de expulsión en el Senado o transparencia en los gastos; declarar la corrupción como un crimen hediondo y el fin del fuero especial de los políticos. Ya los grupos más fascistas gritan ‘¡Fora Dilma!’ y abajo firman por su impeachment. Felizmente, esas banderas no tienen nada que ver con las condiciones de vida de las masas, aunque ellas puedan ser manipuladas por los medios: objetivamente pueden resultar en un tiro en el pie. Al final, es la burguesía brasileña, sus empresarios y políticos quienes son los mayores corruptos y corruptores. ¿Quién se apropió de los gastos exagerados de la copa?: ¡la red Globo y las empresas empresariales!”
Los desafíos
–¿Cuales son los desafíos de tienen ante sí la clase trabajadora y las
organizaciones populares y los partidos de izquierda?
–Los desafíos son muchos. Primero debemos tener
conciencia de la naturaleza de esas manifestaciones e irnos para la calle, a
disputar corazones y mentes para politizar esa juventud que no tiene
experiencia en la lucha de clases. Segundo, la clase trabajadora precisa
movilizar, salir a la calle, manifestarse en las fábricas, campos y
construcciones, como diría Geraldo Vandré. Levantar sus demandas para resolver
los problemas concretos de clase desde el punto de vista político y económico.
Tercero, precisamos explicarle al pueblo quiénes son sus principales enemigos.
Y, ahora son los bancos, las empresas trasnacionales que tomaron cuenta de
nuestra economía, los latifundistas del agronegocio y los especuladores.
“Precisamos tomar la iniciativa de pautar el debate en la sociedad y exigir la aprobación del proyecto de reducción de la jornada de trabajo a 40 horas; exigir que la prioridad de inversiones públicas sea en salud, educación, reforma agraria. Pero para eso el gobierno debe recortar porcentajes de ganancia y redefinir los recursos del superávit primario, aquellos 200 mil millones que todos los años van para los apenas 20 mil ricos, rentistas, creadores de una deuda interna que nunca hicimos, aportar en inversiones sociales y productivas. Y eso es lo que la lucha de clase pone enfrente del gobierno de Dilma: ¿los recursos públicos se volcarán para la burguesía rentista o para resolver los problemas del pueblo?
“Aprobar en régimen de urgencia –para que esté
vigente en las próximas elecciones– una reforma política de gran aliento, que
por lo menos instituya el financiamiento público exclusivo de la campaña;
derecho a revocación de mandato y plebiscitos.
“Se precisa una reforma tributaria que vuelva
a cobrar impuestos a las exportaciones primarias e impacte los ingresos de los
más ricos, reduzca los impuestos de los más pobres, que son los que más pagan.
“Es necesario que el gobierno suspenda las
licitaciones sobre el petróleo y todas las concesiones privatizadoras de minas
y otras áreas públicas. De nada sirve aplicar royalties en el petróleo para
financiar educación, si esos impuestos representan apenas 8 por ciento de la
renta petrolera mientras el 92 por ciento va a dar a las empresas
trasnacionales que se quedarán con el crudo en las licitaciones.
“Una reforma urbana estructural es necesaria para
que vuelva a priorizarse el transporte público, de calidad y con tarifa cero.
Ya está probado que no es caro ni difícil instituir transporte gratuito para
las masas de las capitales. Asimismo, controlar la especulación inmobiliaria.
“Finalmente, precisamos aprovechar y aprobar el proyecto
de conferencia nacional de comunicación, ampliamente representativa, de
democratización de los medios y acabar con el monopolio de la Globo, y para que
el pueblo y sus organizaciones populares tengan amplio acceso a comunicarse, a
crear sus propios medios con recursos públicos. Oí de diversos
movimientos juveniles que están articulando las marchas, que tal vez esa sea la
única bandera que unifica a todos: ¡Abajo el monopolio de la Globo!
Pero que esas banderas tengan eco
en la sociedad y presionen al gobierno y a los políticos solamente ocurrirá si
la clase trabajadora se moviliza.
Enfrentar a la clase dominante
– ¿Qué debiera hacer el gobierno ahora?
–Espero que el gobierno tenga la
sensibilidad y la inteligencia de aprovechar ese apoyo, ese clamor que viene de
las calles –que es apenas una síntesis de una conciencia difusa de la sociedad–
de que es necesario cambiar. Y cambiar a favor del pueblo. Para eso el gobierno precisa enfrentar a la clase dominante en todos
los aspectos. Enfrentar a la burguesía rentista, desarticulando lo que
recibe por intereses y aplicando el capital en inversiones en áreas que
resuelvan los problemas de la gente. Promover, de inmediato, las reformas
políticas, tributarias. Conducir la aprobación del proyecto de democratización
de los medios de comunicación. Crear mecanismos para grandes inversiones en
transporte público que conduzcan al final a la tarifa cero. Acelerar la reforma
agraria en un proyecto de producción de alimentos aportados para el mercado
interno.
“Garantizar de inmediato la aplicación de 10 por
ciento del PIB en recursos públicos para educación en todos los niveles, desde
las estancias infantiles en las grandes ciudades, enseñanza fundamental de
calidad, y hacer universal el acceso de los jóvenes a las universidades públicas.
Sin eso, cundirá la decepción y el gobierno
entregará a la derecha la iniciativa, se harán nuevas manifestaciones
intentando desgastar al gobierno hasta las elecciones de 2014. Es
hora de que el gobierno se alíe con el pueblo o deberá pagar la factura en el
futuro.
– ¿Qué perspectivas le ve a las movilizaciones en los próximos meses?
–Todo aún es una incógnita frente al hecho de
que los jóvenes y las masas están en disputa. Por eso las fuerzas populares y
los partidos de izquierda precisan involucrar todas sus energías en salir a la
calle: manifestarse, colocar las banderas de lucha por las reformas que
interesan al pueblo. La derecha va a hacer la misma cosa y también
levantará sus consignas, conservadoras, atrasadas, de criminalización y
estigmatización de las ideas de cambios sociales. Estamos en plena batalla
ideológica, que nadie sabe cuál será el resultado. En cada ciudad, cada
manifestación, precisamos disputar corazones y mentes. Quien se quede fuera se
quedará fuera de la historia.
*Entrevista realizada por el diario brasileño Brasil
de Fato para su edición del 25 de junio. Se publica simultáneamente
en La Jornada con la autorización de Joao Pedro Stédile,
integrante de la directiva del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin
Tierra.
Traducción: Ruben Montedónico
Cortesía de Carlos Molina. El Salvador, Centro América.
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