«ANTE NUESTROS OJOS»
El gas sarín es tan volátil como las promesas de Washington
por Thierry
Meyssan
¿Utilizó
Siria o no gas sarín contra la oposición armada? Después de haber ocupado
grandes espacios en las columnas de los periódicos, la pregunta ha
encontrado una respuesta positiva, según París, Londres y Washington, que
afirman que la línea roja ha sido cruzada. La guerra sería por lo tanto
inminente. En realidad, ya es tarde para este juego mediático. A la luz del
derecho internacional, Siria no es firmante de la Convención sobre las armas
químicas y puede, por lo tanto, utilizarlas libremente. De nada vale inventar
una historia en la que Damasco hizo supuestamente uso de armas químicas. De
todas formas, la guerra está a punto de terminar.
RED
VOLTAIRE | BEIRUT (LÍBANO) | 16 DE JUNIO DE 2013
La
cuestión del uso de gas sarín por parte de las tropas regulares sirias ya
parece un juego de tontos. Al ser interrogado sobre ese tema, el 23 de julio de 20012, el vocero del ministerio sirio de Relaciones Exteriores,
Jihad Makdisi, declaraba que era posible que su país tuviese ese tipo de armas, para
utilizarlo única y exclusivamente contra sus enemigos externos.
Aquella declaración fue interpretada por la prensa de los países de la
OTAN y del Consejo de Cooperación del Golfo como una amenaza contra los «rebeldes»,
en la medida en que Damasco afirma que estos son –como ya sucedió en Nicaragua–
bandas de «Contras» entre los que se cuentan grandes cantidades
de extranjeros. Pero la respuesta
siria se refería claramente –y sin dejar espacio a la duda– a los
países miembros de la OTAN y a Israel. El vocero sirio fue entonces extremadamente
claro sobre el hecho que ningún arma de ese tipo sería utilizada contra «insurgentes»
sirios.
Poco
importa, la clara declaración de Jihad
Makdisi era demasiado conveniente para una OTAN que, en 2003,
no vaciló en inventar la existencia de «armas de destrucción masiva» en Irak. En dos ocasiones, el
20 de agosto y el 3 de diciembre de 2012, el presidente estadounidense Barack
Obama advertía después a Siria sobre el uso de armas químicas. «Si empezáramos
a ver cantidades de armas químicas circulando o utilizadas, eso modificaría mis
cálculos y mi ecuación», declaró primeramente. Y después dijo: «Quiero
ser absolutamente claro con Assad y con quienes están bajo su mando: el mundo
está mirándoles, la utilización de armas químicas es y será considerada completamente
inaceptable. Si cometen ustedes el trágico error de utilizar esas armas
químicas, habrá consecuencias y ustedes responderán por ello.»
Los
halcones liberales y los neoconservadores hacen entonces campaña a favor de una
intervención militar occidental. Según dicen, Siria está viviendo una «primavera
árabe» salvajemente reprimida por un «dictador». La comunidad
internacional estaría por lo tanto en la obligación de intervenir, en nombre de
toda una serie de grandes ideales. Nada
dicen, claro está, sobre los años de preparación y el financiamiento que
la OTAN y las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo han dedicado a
esa «primavera árabe», para
apoderarse de los recursos energéticos de Siria e imponer en ese país un
régimen sionista-islamista. En un artículo publicado en el Washington
Post, la profesora Anne-Marie Slaughter, ex directora de planificación
del equipo de Hillary Clinton de 2009 a 2011, compara así la actitud
supuestamente indolente de Obama en Siria con el caso de Ruanda [1].
En 2003, la prueba sobre
las «armas de destrucción masiva»
de Irak venía de un testigo inesperado. El jefe de la misión
de inspectores de la ONU, Hans Blix, confirma oficialmente ante el Consejo
de Seguridad que ese tipo de armas ya no existe en Irak desde 1991. Pero un tal Hussain al-Shahsristani –científico
exiliado– ofrece un testimonio que da la razón al entonces secretario de Estado
Colin Powell: Saddam Hussein tiene armas químicas, bacteriológicas y nucleares.
Afirmaciones confirmadas desde Londres por el International Institute
for Strategic Studies (IISS). Los hechos se encargarían de desmentir ambas
declaraciones. Después de invadir,
saquear y destruir Irak, Washington admitirá que… se equivocó… mientras que su
falso testigo se convierte en primer ministro adjunto del Irak «liberado» y el IISS sigue
destilando sus monsergas.
Esta vez son Francia y
el Reino Unido quienes están a cargo del trabajo de intoxicación. Las dos
potencias coloniales que se repartieron el Medio Oriente en 1916 ponen hoy
todo su empeño en provocar una intervención militar occidental, a pesar de los
3 vetos rusos y chinos. El 27 de mayo, precisamente la víspera de una reunión
crucial de los ministros europeos sobre la posible entrega de armas a los «rebeldes»,
el diario francés Le Monde publica un trabajo de Jean-Philippe Remy, quien dice haber
sido testigo del uso de gas sarín en Damasco. El reportero francés trae
muestras de sangre y de orina y las entrega a un laboratorio militar… también
francés. Reacción inmediata del ministro francés de Relaciones Exteriores,
Laurent Fabius, y –acto seguido– del
gobierno británico, que denuncia un «crimen
de guerra». Para terminar, según la Casa Blanca: «nuestra comunidad de inteligencia atestigua que el
régimen de Assad ha utilizado armas químicas, incluyendo gas sarín, a pequeña
escala contra la oposición en múltiples ocasiones durante el año pasado».
El
problema es que, en realidad, no hay problema:
En
primer lugar, el uso del gas sarín está
prohibido desde 2007 por la Convención sobre las armas químicas, que no ha sido
ratificada ni por Israel ni por Siria [2]. El hecho es que tanto Siria
como Israel pueden fabricar, poseer e incluso utilizar legalmente ese tipo de
armas sin cometer por ello un «crimen de guerra».
En
segundo lugar, aunque París, Londres y Washington se desgañiten
“confirmando” que las tropas regulares sirias usaron gas sarín, el hecho es que
eso es más que muy poco probable. El caso que menciona el diario Le
Monde no puede ser más sorprendente: el Ejército Árabe Sirio lo utilizó en Jobar, un barrio de Damasco, sin
que el gas cruzara la calle y afectara a la población civil del resto de la
capital. Los combatientes supuestamente afectados no mostraron
convulsiones, lo cual indica una muy baja concentración de gas. Y al parecer se
les dio tratamiento con atropina y otros de carácter local, como gotas en los
ojos, lo cual es perfectamente inútil tratándose de un gas que penetra a través
de la piel. En otras palabras, ante la
realidad de los hechos, las pruebas franco-anglo-estadounidenses resultarán
probablemente tan endebles como las que presentaron George W. Bush y Tony Blair
para justificar la agresión contra Irak.
Y
si el uso de gas sarín es una abominación tan grande que exige una intervención
internacional, cabe preguntarse por qué las declaraciones de Carla del Ponte,
miembro de la Comisión investigadora del Alto Comisionado de los Derechos
Humanos, no suscitaron la misma reacción. El 5 de mayo de 2013, la señora Carla del Ponte declaraba a la
televisión suiza que: «Durante nuestra investigacion –o sea que nuestro
equipo investigador interroga en los países vecinos a las diversas víctimas y a
los médicos en los hospitales de campaña en el terreno– leí la semana
pasada en un informe que hay indicios concretos, aunque no estén probados aún
de manera irrefutable, de que se ha utilizado gas sarín. Y de que lo han
utilizado los opositores, o sea los rebeldes, no el gobierno.» Las palabras
de la magistrada no hacían más que confirmar las declaraciones del propio
Ejército Sirio Libre que, el 5 de diciembre de 2012, hacía públicos
sus esfuerzos por dotarse de armas químicas y amenazaba a
los alauitas con utilizarlas contra ellos [3].
Pero no hubo reacción e incluso la propia Comisión a la cual pertenece la
señora Carla del Ponte se apresuró a desmentir rotundamente sus declaraciones,
a pedido de la Alta Comisionada, Navy Pillay. A falta de una orden
política, las declaraciones de la ex fiscal helvética pasaron a considerarse
una simple opinión personal.
Habiendo
admitido el uso de gas sarín por el ejército regular, la Casa Blanca tiene
ahora un pretexto para legalizar lo que ya venía haciendo desde el inicio del
conflicto: entregar armas a los «Contras» [4].
Aprovechando la ocasión, el general Salim
Idriss, comandante del Ejército Sirio Libre (ESL), hizo de inmediato
un pedido de armamento antitanque y de cohetes antiaéreos. Ese material puede ser útil, pero no
decisivo porque lo que su «ejército»
necesita ahora son hombres, más que armas. Pero como las entregas
estadounidenses se limitarían a armas ligeras y municiones, la guerra se está
acabando. Washington ya no espera conquistar Siria sino tan sólo lograr que el
ESL liquide al Frente al-Nusra. Los que creyeron sus promesas acabarán
pagando los platos rotos. Turquía está paralizada por un levantamiento contra
la política de la Hermandad Musulmana, representada por el primer ministro
Erdogan, mientras Washington acaba de obligar al emir Hamad al-Thani a ceder el
trono de Qatar a su hijo Tamim. El momento de la nueva reparticion del Medio
Oriente, entre rusos y estadounidenses, está muy cerca.
[1]
«Obama should remember Rwanda as he
weighs action in Syria», por Anne-Marie
Slaugter, The Washington Post, 26 de abril de 2013.
[2]
Cf. sitio web oficial del OPWC.
[3]
«Los Contras sirios
presentan su laboratorio de armas químicas», Red Voltaire, 6 de
diciembre de 2012.
[4]
«Exclusive: Obama authorizes secret
U.S. support for Syrian rebels»,
por Mark Hosenball, Reuters, 1º de agosto de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario