Cómo sobrevivir nuestra situación económica sin
afectarnos emocionalmente
Laura Guerrero De León
Somos seres de costumbre y sujetos de manipulación.
El sistema nos hizo una gran campaña sobre lo que era ser feliz, responsable,
bien parecido y exitoso. Nos habló sobre la importancia de los estudios y la
garantía que éstos nos daban la oportunidad de hacer dinero. Poco se dijo sobre
el amor al conocimiento por la satisfacción
misma del saber.
Si eres bueno en tu campo, eso lo sabremos por el auto que manejas, la ropa que usas y la casa en que vives y en el sector que se encuentra. Era el "sueño americano", mucho dinero para ostentar. Con esa dedicación a obtener no uno, sino dos y tres empleos, crecieron rápidamente la delincuencia juvenil, la violencia contra mujeres y ancianos, el uso de tranquilizantes recetados y no recetados; aumentó también el numero de confinados y casos en las cortes de justicia.
Si eres bueno en tu campo, eso lo sabremos por el auto que manejas, la ropa que usas y la casa en que vives y en el sector que se encuentra. Era el "sueño americano", mucho dinero para ostentar. Con esa dedicación a obtener no uno, sino dos y tres empleos, crecieron rápidamente la delincuencia juvenil, la violencia contra mujeres y ancianos, el uso de tranquilizantes recetados y no recetados; aumentó también el numero de confinados y casos en las cortes de justicia.
El apasionamiento por el “status” en tu grupo social
trajo las urbanizaciones cerradas y las calles cerradas con la excusa de la
seguridad. El dinero nos trajo inseguridad y temor de los demás. El dios oro nos
pregonó y definió la paz, el amor y la salud mental. Los románticos y locos,
usualmente desplazados de esas plazas de bienestar, vivíamos recordando lo
hermoso de nuestras familias extendidas. De la forma de vida de nuestros
abuelos y padres, de lo valioso del tiempo que compartimos con nuestros
familiares y amigos cercanos. De las puertas abiertas a nuestros vecinos,
amigos y familiares, del café compartido y el “agua de piringa” de los domingos
en la tarde de nuestras familias extendidas.
Nuestros dos pares de zapatos, si
éramos afortunados. Los de la escuela y los de los domingos y días especiales.
Estábamos siempre unidos. Era importante como estuviera la abuela, porque
conocíamos al detalle su historia de vida que nuestros padres nos contaban con
respeto y orgullo. En ese tiempo era importante como nos veíamos por dentro,
como actuábamos, más que como lucíamos desde nuestra apariencia física.
Nuestros abuelos tenían muy fresco el hecho de que en esta tierra amada, a la
altura de los 50’s, pocos tenían zapatos y telas para vestir. Los pisos de
barro y paredes de adobe (paja y barro), los techos de paja y mejor que un
“sealy posturepedic” una cómoda hamaca.
Felicidad era reunirnos en el patio
trasero o el solar que era la finca del hacendado, a escuchar bajo un mango
florido, los cuentos de antaño, de la yegüita de Pedro y del casorio de algún
familiar. Felicidad era ver crecer tu familia y proyectarte en sus éxitos.
Practicar nuestra música con lo que apareciera y juntarse agregaos para ayudar
al que se había enfermado y tenía una gran familia que mantener. Lo
hicimos bien entonces.
Este pueblo que no supo gatear más allá de la colonia,
que el brillo del “stainless steel” le impidió ver un poco más allá de la
esclavitud al dinero y al “poder politiquero”, quiso perpetuar “la bonanza de
unas treinta monedas de plata”. Tenemos ahora otra historia para aprender.
Ahora nos parece quedarnos sin
nada si nos quitan el trabajo. Llega con toda su fuerza una crisis suicida.
Pero no es ahora que nos hemos de suicidar. Lo hicimos antes cuando nos
vendieron un sueño sin posibilidades. Cuando las bases de nuestro progreso no
estaban acompañadas de un requisito de lealtad a los nuestros, orgullo de
nuestras raíces, de respeto por la dignidad humana. De solidaridad por el dolor
de los demás, los que nunca tuvieron acceso al poder, ni a los lujos, ni a un
techo propio, ni a la salud, ni a la libertad de pensamiento, por no haber
podido estudiar. Nos suicidamos entonces. No hay que tener temor ahora.
La gran
mayoría que fue esclava de un sistema obsoleto y moribundo respirará por los
que pierden el aliento al perder una casa que dicen era suya, que realmente era
del banco (el bribón ilusionista) que no te perdonó ni una mensualidad cuando
enfermaste o murió un familiar y, ahora, al perder el empleo, te la quita sin
piedad y sin justicia. Las escrituras pasan a ser acuerdos de hombres baratos,
sin conciencia humanitaria. Igual pasa con los automóviles, con todo lo sujeto a
pago mensual, que sin un empleo no puede tenerse.
Aquí estamos los que hemos
perdido esos alegados beneficios cuando se nos negó un empleo por razones
ideológicas, de enfermedad, de género o de castigo por opinar contra el
sistema. Te tengo una buena noticia. Se puede sobrevivir a todo lo que pierdas,
si es material. Solo tienes que detenerte y pensar. Hay formas de sustituir el
juego de cuarto, de sala de comedor, el carro, la casa, las prendas, la casa,
la ropa y demás utilidades sin perder tu dignidad. Por el contrario, debes
verlo como una oportunidad que tendrán los tuyos de educarse sobre lo que es
realmente importante en la vida.
Romper ataduras materiales que esclavicen
nuestro verdadero valor: nuestro respeto por nosotros mismos y por nuestro
tiempo. Nuestra cualidad más hermosa, la solidaridad con los demás. Nuestra
virtud más arraigada, no hacer a otro lo que no queremos que nos hagan a
nosotros ni a los nuestros.
Generar cómo hacemos de una caja vieja a la deriva
un hermosa mesa de noche. Un espaldar de cama con cartón y telas de colores,
con palos y cristal una mesa cómoda de comedor.
Pedirle ayuda a un amigo
para unos gabinetes de cocina prácticos y creados según las necesidades de
nuestra familia.
Hacer expediciones de campo con los nuestros para idear cómo
encontramos de lo tirado por ahí, lo que nos decora nuestro lugar de paso por
la vida; ante los ojos maravillados de los nuestros, que habrán descubierto que
ya no nos afecta y enferma la propaganda continua de la que es víctima el
colonizado de un imperio en decadencia.
Que no debemos lo que tenemos. Que lo
que importa en un auto es que nos mueva y que si estamos desempleados solo uno
en la familia es necesario. Si te llevó el banco tus cuatro ruedas, consigue
uno usado que los hay de todos las formas. Si está muy feo, píntalo a brocha. Ponle
nombre y a reírse de la situación. Si no hay $ para ropa, vé al Ejército de
Salvación y has intercambio o vé a los pulgueros de ropa y artículos de casa.
Descubre que el hermoso eres tú y no lo que vistes. Existe todo lo que
necesitas y podrás hacerlo o comprarlo muy barato y no olvides: Estas rompiendo
las cadenas. Estas creciendo. Gran alegría es que no tendremos abuso de la
niñez avalado por el estado, cuando una madre sale a trabajar a las 5:00 am
para llevar un bebe a que lo cuide un extraño y no lo volverá a ver en el día
hasta las 6:00 pm, si el tapón no la atrapa. Pero tiene que hacerlo para poder
pagar la hipoteca de $1,200 y el carro en préstamo de cada cinco años renovado.
El discurso de la violencia
doméstica tomará otra visión desde el nuevo cristal de nuestra experiencia. No
estaremos con hombres que reproduzcan su frustración en nosotras, porque
podremos contar con la casa de una hermana, o una amiga o un ser humano
conocedor de esta angustia.
Porque cuando lo piensen su primer cómputo no será
cuanto me costará ayudarla? Estaremos todos en igualdad de condiciones. La
suerte perderá su acomodo social. Porque o bailamos todos, o rompemos la
trompeta. No es que el progreso sea malo y los lujos detestables. Ese no es el punto. Es que si no es para todos, no es bueno.
Si el bienestar se usa para
aplastar a unos y ayudar a otros, lo que vemos es el resultado. No podrá ni
Fortuno, ni García Padilla, ni ningún otro gerente de la colonia. Esto es sucio
difícil, pero no imposible, de todos. A sonreir ante esta gran oportunidad de
auto-gestión y voluntad de ser.
En el proceso muchos nos dejaron la
huella….Recuerda que tener cosas es importante no para ti, sino para los
banqueros. Podemos ser felices sin tener… uno se adapta. Pero jamás seremos
felices sin saber lo que valemos. Celebremos la oportunidad y no la dejemos
escapar. El imperio está en decadencia. Ellos se compraron su historia a
muerte, a sangre y a desigualdad social. Fuimos tontos útiles. Pero nuestra realidad
es que somos hombres de gran valor y resistencia.
Vivamos para aprender y
crear. Vivamos sin las ataduras del dios oro y los bribones ilusionistas.
Apreciemos la verdad de las circunstancias todas, ello nos dará la libertad de
la voluntad y el crecimiento del espíritu.
Laura Guerrero De León
Colonizada en terapia 24/7
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