Iraq diez años antes y
después
Por Ernesto Gómez
Abascal
21 MARZO 2013
Poco antes de la invasión
yanqui en marzo de 2003, me decidí a viajar desde Bagdad a Basora utilizando la
carretera que baja por el este, vía Kut y Amara, siguiendo muy de cerca el
curso del gran río Tigris y acercándose a veces a la frontera iraní. Eran unos
600 kms. de vía poco transitada, dado que no muchos se aventuraban a realizar
incursiones por esa zona declarada de “exclusión aérea” por la aviación
estadounidense y británica, que casi a diario bombardeaban objetivos no siempre
de interés militar. Por entonces casi todos los diplomáticos extranjeros habían
partido de Iraq.
El propósito del recorrido era
apreciar la preparación del terreno de operaciones militares, para hacerle
frente a la anunciada, próxima e inevitable invasión de las tropas estadunidenses
acantonadas en la vecina y cercana Kuwait, que ya alcanzaban una cifra superior
a los 100 mil efectivos. Estaba provisto del correspondiente permiso del
Ministerio de Relaciones Exteriores iraquí y había solicitado además
entrevistas con el Gobernador y el Secretario General del Partido Baas de
Basora.
Como sucede en casi todo el
territorio de ese país árabe, en la zona por donde realicé el recorrido, se
encuentran numerosos lugares históricos y mitológicos, los cuales constituyen
importantes referencias de la cultura universal y del propio origen del hombre.
Unos 70 kilómetros antes de llegar a Basora, en la confluencia de los ríos
Tigris y Éufrates, se señala que estuvo el paraíso terrenal, donde se cometió
el pecado original por Adán y Eva. También en un lugar cercano se ubica la
tumba del profeta Ezra, venerado por los judíos por ser considerado el
reformador de la Thora, cuyo texto habría penetrado en su corazón en forma de
llama descendida del cielo.
El camino hacia Basora también
transcurre por la zona de los pantanos creados por las crecidas de los dos
importantes ríos, que al unirse forman el estuario de Chat el Arab, donde se
encuentra la gran ciudad portuaria considerada en su tiempo la Venecia del
Oriente. En los pantanos, tradicionalmente refugio de perseguidos y
delincuentes, tenían sus bases grupos de guerrillas que operaban contra el
gobierno del Partido Baas.
La antigua Venecia del Oriente,
mantenía a pesar de las afectaciones de las guerras y del férreo bloqueo
impuesto por la ONU, un especial encanto. Había sido bombardeada durante el
conflicto con Irán y después por los Estados Unidos, cuando sus tropas
encabezaron una coalición para expulsar las tropas invasoras iraquíes de
Kuwait. El canal que la conectaba con el Golfo y permitía el acceso de grandes
barcos mercantes, había quedado obstruido, lo que produjo el evidente deterioro
económico de la ciudad. No obstante, sus canales internos y su entorno, poblado
de grandes plantaciones de palmas datileras, le conferían una personalidad ilustre,
diferente, que hacía recordar las aventuras de Simbad el Marino, originadas en
ella.
El hotel donde me alojé,
ofrecía una magnífica vista de Chat el Arab, y aunque mostraba cierto abandono
por la situación que sufría el país, su estilo arquitectónico y sus
balconaduras de madera, mostraban el más refinado arte de construcción árabe.
En otras condiciones, podría otorgársele la categoría de cinco estrellas. Había
acabado de entrar en la habitación, cuando se sintieron dos fuertes explosiones
y pude divisar a lo lejos, sobre un extenso bosque de palmeras, como se levanta
un gran hongo de humo oscuro, señal del diario hostigamiento de la aviación
estadounidense y británica. Días antes, también fue bombardeado el aeropuerto
civil, que se utilizaba para un único y peligroso vuelo a Bagdad, con el saldo
de varios muertos y heridos.
Cumplido el objetivo que me
llevó a hacer esta visita a Basora, regresé a Bagdad por la autopista 8, que
conectaba en su porción sur, con la frontera de Kuwait, donde ya se preparaba
el contingente invasor estadounidense, pero que subía hacia Bagdad en un
recorrido más al oeste, atravesando parte de la llamada Mesopotamia (tierra
entre dos ríos). La ruta pasaba cerca de la Ur de los Caldeos, de donde habría
partido Abraham, el primer patriarca que se considera fundador de las tres
grandes religiones monoteístas: judía, cristiana y musulmana ¡Cuánta historia
reunida en esta desdichada tierra!
El sur de Iraq estaba habitado
por árabes musulmanes, mayoritariamente de la secta chiita, quienes serían los
que después de la invasión y la sangrienta guerra impuesta por los Estados
Unidos, predominarían en el gobierno que hasta hoy se mantiene, que en
contradicción con los intereses de Washington y a pesar de la permanencia de un
remanente de sus fuerzas en el país, se mueve hacia un acercamiento o incluso
una alianza con Irán.
El día 20 de marzo, a las 5:35
AM, hora de Bagdad, me despertaron las explosiones producidas por los primeros
cohetes cruceros lanzados sobre la ciudad, correspondiéndome el triste
privilegio de ser testigo de una descomunal e ilegal guerra, que ha provocado
cientos de miles de iraquíes muertos y heridos, la destrucción de un país y la
desestabilización de toda la región. Desde nuestra embajada y en los recorridos
que hacía por la ciudad, tuve la oportunidad de presenciar las desgracias de
esa invasión, visité hospitales donde todo tipo de personas, incluidos muchos
niños, mostraban la crueldad de la agresión imperial, que el Sr. Bush, con el
apoyo de T. Blair y J. M. Aznar, habían desatado fríamente, sobre la base de
falsos argumentos, despreciando a la Organización de Naciones Unidas.
Yo había llegado a la
convicción de que la dirección baasista, estuvo pensando hasta último momento,
que la guerra podría evitarse mediante la negociación. Ellos estaban dispuestos
a hacer concesiones de todo tipo, incluso privilegiando a las empresas
estadounidenses en la explotación del petróleo. Este razonamiento no tuvo en
cuenta sin embargo, la decisión imperialista-sionista, de que podían ocuparlo
todo, adueñarse de sus riquezas para crear una “democracia liberal
constitucional”, con un gobierno aliado. Ello incidió en que no se prepararan
adecuadamente para enfrentar la invasión y que las tropas yanquis avanzaran
fácilmente y ocuparan Bagdad y el resto del país.
El día 9 de abril, presencié
posiblemente el último combate en Bagdad, cuando una columna de tanques y
vehículos blindados estadounidense liquidó un emplazamiento artillero iraquí,
ubicado a unos 600 metros de la embajada cubana en el campus de la Universidad.
Por primera vez pude ver en esa ocasión, un avión sin piloto, de los llamados
drones, al parecer con misión de observación y dirección del fuego, volando en
círculos durante más de dos horas sobre la zona, a una altura aproximada de 500
metros sobre nosotros, donde siempre se mantuvo ondeando la bandera de la
estrella solitaria.
Diez años después de iniciada
la agresión a Iraq, guerra que a la larga perdieron al costo según estimados de
9 mil muertos y cerca de 30 mil heridos y mutilados entre sus tropas y que
significó el peor desastre de la política exterior de EE.UU. después de la
guerra de Viet Nam, se está estimulando un conflicto armado entre los iraquíes
chiitas y sunnitas, con la manipulación de grupos extremistas y terroristas,
como extensión a lo que ya viene ocurriendo en los últimos dos años en Siria, y
con la proyección de que este tipo de enfrentamientos se extienda por buena
parte de la región del Cercano o Medio Oriente.
Lamentablemente, las religiones
surgidas según el relato bíblico, a partir del mandato dado por Yavé (Jehová o
Dios), a Abraham, están siendo utilizadas inescrupulosamente para dividir y
enfrentar a los pueblos de la región en guerras que cada vez toman un carácter
más sectario, para lo cual están dando su apoyo a grupos fanáticos salafistas y
jihadistas, los cuales entrenan y arman en coordinación con las petromonarquías
del Golfo y sus aliados de la OTAN.
Los intereses de las grandes
potencias colonialistas e imperialistas, persiguen el objetivo de que estos
pueblos se destruyan y desangren internamente, si se ven imposibilitados de
dominarlos y poseer sus recursos. La nueva teoría de la “destrucción positiva”,
persigue que después de crear la división y el caos, sin exponer fuerzas
militares propias, les sea más fácil controlarlos y establecer incluso nuevas
fronteras como ya hicieron al final de la Primera Guerra Mundial.
Sus ambiciones de dominación
mundial, no tienen para nada en cuenta los principios pacíficos que se supone
sirven de base a sus propias religiones.
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