La clase obrera panameña y las elecciones
Por Olmedo Beluche
En 1847, cuando redactaron El Manifiesto Comunista, Carlos Marx y Federico
Engels señalaron que el proceso de formación de la conciencia de la clase
trabajadora pasa por una serie de etapas. Al principio, cuando el trabajador
carece de conciencia de clase, no comprende bien la causa de sus penurias en la
sociedad capitalista, no comprende la naturaleza de la explotación a la que es
sometido y, muchas veces, atribuye a otros trabajadores (con quienes compite) o
a las máquinas, sus bajos salarios y sus malas condiciones de empleo (o
desempleo).
Pero los trabajadores adquieren en el proceso un primer
nivel de conciencia ("Conciencia en sí",
le llaman), cuando descubren que es la clase capitalista (los patrones) la que
extrae riqueza de su trabajo y que, junto a sus compañeros, constituye una
clase explotada por el capital. Este primer nivel de la conciencia de los
trabajadores se materializa en la formación de los sindicatos para luchar juntos, como clase, por la
defensa y mejora de sus condiciones de trabajo.
En la lucha sindical los trabajadores van descubriendo
que cada conquista laboral que logran (por ejemplo aumentos salariales) es
efímera porque el capital, que controla todos los resortes de la sociedad,
anula o arranca estas conquistas por otras vías, como la subida incesante de
los precios o la imposición de leyes antiobreras. Entonces es cuando la
conciencia obrera está en condiciones de alcanzar el siguiente nivel, el más
elevado ("Conciencia para sí", le llamaron Marx y
Engels) porque cae en cuenta que su situación no resolverá mientras los
capitalistas detenten el poder político. Es cuando la clase trabajadora
descubre que, para cambiar sus miserias, debe organizarse en partido
político de clase y
proponerse tomar el poder, desplazando a los capitalistas de él, para organizar
la sociedad en función de los intereses de la mayoría, que es la propia clase
trabajadora.
En Europa y Estados Unidos, durante el
siglo XIX, los trabajadores lucharon paralelamente por derechos laborales (como
las 8 horas de trabajo) y por los derechos políticos, como el voto universal
(masculino, primero, y femenino, después) y el derecho a organizar partidos
obreros. La lucha del "Cartismo" en Inglaterra, por el derecho al
voto para los trabajadores; en Alemania por la legalización del Partido
Socialdemócrata; contra la esclavitud en EE UU, prueban que muchas de los
derechos democráticos básicos aceptados hoy día fueron conquistados e impuestos
por la clase obrera y no dádivas de los empresarios. Por eso es falso
identificar democracia con capitalismo.
Al margen de que ha habido distintos tipos de partidos
obreros, unos revolucionarios, por cuanto postulan la necesidad de una
revolución social para cambiar la sociedad; y otros reformistas, porque
postulan transformaciones paulatinas en el marco legal, la mayoría han sido conscientes
de aprovechar los procesos electorales, en los que está a la orden del día el
quién y para qué debe gobernar, como una forma de ayudar a la formación de la
conciencia de la clase trabajadora.
Un poco de historia
En Panamá ambos procesos de organización y
conciencia tienen una larga tradición. Los primeros sindicatos llegaron de la
mano de la modernización de la zona de tránsito en el siglo XIX, con la
construcción del ferrocarril. La primera huelga en el Istmo data de 1857.
Luis Navas (El movimiento obrero de Panamá, 1880-1914 (1979)), señala que para fines del siglo
XIX ya existían sindicatos en las plantaciones bananeras al igual que durante
la construcción del canal por Estados Unidos, produciéndose varias huelgas. La
Revolución Rusa de 1917 tuvo repercusiones en Panamá y bajo su influjo surgió
el primer partido clasista (El Grupo Comunista) y la primera central sindical
(Sindicato General de Trabajadores), dirigidos ambos por Blásquez de Pedro, obrero español emigrado al Istmo, quien también
fue dirigente de la Huelga Inquilinaria
de 1925.
En los años 30, dirigentes sindicales como Cristóbal
Segundo y Domingo H. Turner fundaron el Partido Comunista. Por otro lado,
Demetrio Porras junto a Diógenes De la Rosa fundaron el Partido Socialista,
llegando el primero a ser electo diputado en 1932, 1940 y 1945. El
Partido Comunista cambió su nombre a Partido del Pueblo en los años 40,
participando menos de procesos electorales y si en la organización de sindicatos
clasistas, con líderes como Marta
Matamoros y Ángel Gómez. Incluso
las luchas estudiantiles de los años 40, que permitieron el surgimiento de la Federación de Estudiantes de Panamá
(FEP) maduraron hasta conformar un partido político: el Frente Patriótico de la Juventud.
En los años 60, los partidos que se reclamaban de la
clase trabajadora eran varios, dirigiendo las importantes huelgas de este
periodo de la naciente clase obrera industrial y las luchas por la soberanía
(como el 9 de Enero de 1964). Aunque
sólo lograron registro electoral el Partido
Socialista, dirigido por Carlos I.
Zúñiga (abogado del sindicato bananero) y Fabián Echevers; y el partido Vanguardia
de Acción Nacional (VAN) de Jorge
Turner. Bajo el régimen militar, en las elecciones presidenciales de 1984,
participaron varios partidos clasistas: el Partido Socialista de los
Trabajadores (PST), que postuló al dirigente campesino Ricardo Barría; el
Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) que postuló al Dr. José Renán
Esquivel; y el Partido del Pueblo, que postuló al abogado laboralista Carlos
Del Cid. Incluso Carlos I. Zúñiga constituyó un partido socialdemócrata, el PAPO.
La oligarquía panameña y sus leyes
antidemocráticas
La burguesía panameña siempre ha sido consciente
del peligro que representa para sus intereses que los trabajadores se organicen
en sus propios partidos y se postulen para ser gobierno, por ello ha procurado
mantener Códigos Electorales que, con diversas trampas, procuran impedir el
registro legal de los partidos de la clase trabajadora para mantener el
monopolio exclusivo del poder político. Por ello, aunque en Panamá desde hace
cien años existen partidos o movimientos políticos obreristas, no han podido
participar de la mayoría de los procesos electorales. En muchas ocasiones la
táctica de la burguesía ha sido impedir el registro legal de estos partidos,
para luego proponerles a los líderes populares y sindicales postularles en sus
partidos patronales, de modo que canaliza sus votos y les aplican el "abrazo
del oso" cooptando o comprando a muchos dirigentes a la vez que los
neutralizan.
Esa estrategia de absorción de dirigentes sindicales
fue aplicada en la década del 30 por la fracción liberal de Francisco Arias Paredes; en la
Constituyente de 1945; en las elecciones del 48 con los dirigentes
estudiantiles; en los años 60 por liberales y arnulfistas; y más recientemente
por el PRD y otros partidos controlados por los empresarios que se han nutrido
del prestigio de dirigentes populares para luego usarlos a su favor, comprarlos
y "quemarlos".
El Código Electoral panameño nunca fue tan
antidemocrático como el actual, nacido de las cenizas de la invasión
norteamericana de 1989, fue redactado para imponer un régimen bipartidista,
PRD-Panameñismo, que ahora está en crisis. Por eso, para impedir que surjan partidos obreros o
de capas medias que cuestionen el control oligárquico sobre los órganos del
Estado, exige la cifra de adherentes más alta de América Latina: 4% de firmas
(equivalentes hoy a 64,000). Firmas que van asociadas a un sistema corrupto y
clientelista, en el que los partidos empresariales han asociado las firmas y el
voto a "regalos" (en efectivo o especie). Por lo tanto, a los
partidos ideológicos que carecen de dinero para entrar en ese juego y que
rechazan la corrupción les resulta imposible inscribirse. Por ello, cada año
hay menos partidos políticos legales y menos candidatos, para que
"gobiernen los políticos de siempre".
Ni hablemos de otras reglas corruptas del
Código Electoral panameño, como: las campañas millonarias, las donaciones
secretas, las reglas injustas que favorecen a los partidos inscritos contra los
nuevos (como la imposibilidad de inscribir con libros móviles o sólo 4 meses
del año con libros estacionarios, etc.). El objetivo es claro: la burguesía
teme que su control político pueda ser cuestionado por un sistema
verdaderamente democrático.
La crisis del régimen oligárquico panameño
y las posibilidades del movimiento popular en 2014
Pero el tiempo no pasa en vano. Veintitrés
años de régimen oligárquico disfrazado de "democrático", han
producido un desgaste y un descontento creciente en la población, que ve cómo
su voto no sirve para nada, porque la sucesión de gobiernos y partidos no
cambia nada. Cuatro lustros de aplicación de planes neoliberales contra los
trabajadores, que nos han llevado a niveles de pobreza y explotación extremos;
veinte años de corrupción descarada y rampante; están produciendo una crisis
política creciente, que incluye no sólo el desencanto de los sectores
populares, sino crecientes contradicciones entre la clase dominante.
Parte de ese descontento y esos vientos de cambio ha
sido que, en los últimos 5 años, han surgido dos intentos por constituir
partidos electorales de la clase trabajadora y los sectores populares: el
primero, que no pudo vencer los obstáculos del Código Electoral (Alternativa Popular, PAP, que alcanzó 5000 adherentes
y fue ilegalizado en 2011); el segundo en un proceso de inscripción todavía
abierto, pero en el que ha tropezado con los mismos obstáculos sin seguridad
que los vaya a superar (el Frente Amplio por la Democracia, FAD, que lleva 19
mil adherentes).
En 2012, también hubo un cambio en la legislación que
permite inscribir candidaturas por libre postulación a la Presidencia, que
requieren menos firmas (1% ó 16 mil adherentes), dando otra opción posible para
los sectores populares y obreros. Al margen de si el objetivo del gobierno de
Martinelli al aceptar esta reglamentación es dividir el voto opositor, los
segmentos más concientes de la clase trabajadora tienen el derecho y el deber
de explorar también este camino para usar las elecciones de 2014 como una
tribuna que ayude a la maduración de la conciencia de clase para sí. Ya no
basta pregonar la abstención o el voto nulo o blanco en las elecciones. Hay una
ventana para postular dirigentes de la clase trabajadora de carne y hueso.
Los retos del movimiento obrero y popular
frente a las elecciones: unidad e independencia política
Sin embargo, que exista la posibilidad no
quiere decir que haya la garantía absoluta de que será aprovechada para avanzar
en un referente político de la clase trabajadora. Hay dos obstáculos que se
ciernen contra esa posibilidad: 1. La falta unidad de los sectores populares;
2. La trampa que sigue tendiendo la burguesía para absorber a los dirigentes
que intentan postularse, neutralizando las propuestas clasistas, ya sea
trayéndolos a sus partidos o lanzando a sus agentes bajo el ropaje de
"independientes".
1. La falta de unidad se debe al
vanguardismo y al personalismo por el cual algunos creen que "tienen la
gente" y que hacer unidad con otros es "regalarle mi base" o
"mi capital político". Esa es una forma de pensar errada, porque en
Panamá cada sector político de la izquierda, cada sector sindical, cada
dirigente político o social, tiene ya su propio espacio, su propio nicho de
trabajo y no necesita de nadie para construirlo. Por el contrario, la unidad
real a la que hay que aspirar, ayudaría a sumar esfuerzos y complementaría las
fortalezas de cada uno, contra un Código Electoral que se ha demostrado difícil
de vencer para cada uno de los sujetos populares por separado. La unidad,
además, ampliaría el espectro social de apoyo dando seguridad de capacidad de
gobierno a los indecisos.
La experiencia venezolana tiene mucho que decirnos al
respecto: sólo cuando surgió un líder que supo cobijar unitariamente el amplio
espectro de la izquierda de ese país, Hugo Chávez, dando a cada uno el espacio
que le correspondía bajo un proyecto nacional unitario, pudo despegar el
Proceso Revolucionario Bolivariano. ¿Qué organización o dirigente será capaz de
asumir ese reto en Panamá?
2. El otro problema, el de la independencia política,
es programático. Ser candidato por la libre postulación, tampoco es garantía de
nada. No basta proclamarse "independiente", hay que serlo sosteniendo
un programa de transformaciones sociales y políticas, como mínimo,
antineoliberales y antioligárquicas. Pactar con mal llamados sectores de la
"burguesía patriótica" o una "coalición opositora"
encabezada por la burguesía, es caer nuevamente en la trampa del régimen
político, porque es entregar el poder a otro sector de la clase dominante que
no cambiará nada para la clase trabajadora.
¿Cómo superar la división actual para
aprovechar las elecciones de 2014?
La salida ideal, y tal vez la única, es
que salga de un Gran Acuerdo Político Sindical y Popular para lanzar una
alternativa política en 2014. Un acuerdo que puede y debe surgir de las
organizaciones sindicales y los movimientos sociales e indígenas. Así como el
12 de enero de 2013 pudo surgir un acuerdo nacional de organizaciones para la
lucha social, es posible un acuerdo político para enfrentar juntos las elecciones
de 2014, con una propuesta política clasista, que hace 30 años no tenemos.
Panamá, 13 de enero de 2013
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