22/1/2013
La Libia de Gaddafi era la democracia más próspera de África
x Garikai
Chengu
La
democracia no consiste solo en elecciones y partidos políticos. La democracia
real tiene mucho que ver con la igualdad de oportunidades
Al
contrario de la extendida creencia, Libia, a la que los medios de información
occidentales describían como “La dictadura militar de Gaddafi”, era en realidad
uno los Estados más democráticos del mundo.
En 1977 el
pueblo libio proclamó la Jamahiriya o “gobierno de las masas populares por
ellas mismas y para ellas mismas”. La Jamahiriya era una forma superior de
democracia directa con el “Pueblo como Presidente”. Se disolvieron y abolieron las
instituciones tradicionales de gobierno y el poder pasó al pueblo directamente
a través de varios comités y congresos.
El Estado
nación de Libia fue dividido entre varias pequeñas comunidades que eran
esencialmente “mini Estados autónomos”. Estos Estados autónomos ejercían el control
sobre sus distritos y podían decidir sobre toda una gama de asuntos, entre
otros, cómo repartir los beneficios del petróleo y los fondos presupuestarios.
Entre estos Estados semiautónomos, los tres principales órganos de la
democracia Libia eran los Comités locales, los Congresos del Pueblo
y los Comités Ejecutivos Revolucionarios.
En 2009,
Gaddafi invitó al New York Times a pasar dos días en Libia conociendo la
democracia directa de la nación. Incluso el New York Times, que siempre había
sido muy crítico con el Coronel Gaddafi admitió que la intención en Libia era
que “todo el mundo tomara parte en todas las decisiones… Cientos de miles de
personas toman parte en las reuniones de los comités locales para debatir los
temas y votar sobre todo, desde tratados internacionales a la construcción de
escuelas”. El propósito de las reuniones de estos comités era construir
una amplia base de consenso nacional.
Los
Congresos Populares estaban un paso por encima de los Comités Locales. Los
representantes elegidos en los 800 comités locales de todo el país se reunían
varias veces al año en los Congresos Populares, en Sirte, ciudad natal de
Gaddafi, para aprobar las leyes basadas en los acuerdos tomados por la gente en
las reuniones populares. Estos congresos contaban con poder legislativo para
redactar nuevas leyes, formular las líneas económicas y las política públicas y
ratificar tratados y acuerdos.
Todos los
libios podían tomar parte en las reuniones de los comités locales y a veces se
criticaba al Coronel Gaddafi. De hecho, en muchas ocasiones se rechazaban sus
propuestas con el voto popular y quedaba aprobada la contraria como propuesta
legislativa.
En
numerosas ocasiones, por ejemplo, Gaddafi propuso la abolición de la pena
capital y la iniciativa de la escolarización en el hogar en vez de en la escuela
tradicional. Sin embargo, los congresos populares deseaban mantener la pena de
muerte y la escuela clásica, por lo que en última instancia prevaleció la
voluntad expresada y votada en los Congresos Populares. De manera similar, en
2009, el Coronel Gaddafi presentó una propuesta que esencialmente trataba de
abolir el gobierno central completamente y dar todo el dinero procedente del
petróleo directamente a cada familia. Los Congresos Populares también
rechazaron esta idea.
Un paso
por delante de los Congresos Populares estaban los Consejos Revolucionarios
Ejecutivos. Estos Consejos Revolucionarios eran elegidos por los Congresos
Populares y tenían a su cargo la implementación de las políticas propuestas por
la gente. Los Consejos Revolucionarios eran
de la sola responsabilidad de las personas comunes que podían cambiarlos o
convocarlos en cualquier momento. Como consecuencia, las decisiones tomadas por
los Congresos Populares e implementadas por los Consejos Ejecutivos
Revolucionarios reflejaban fielmente la voluntad soberana de todo el pueblo, no
meramente la de cualquiera de las clases, facción, tribu o individuo en
particular.
El sistema
de democracia directa de Libia utilizaba la palabra “elevación” en lugar de
“elección” y evitaba las campañas políticas que son una característica de los
partidos políticos tradicionales que solo favorecen a la burguesía adinerada y
acomodada.
Al
contrario que en Occidente, los libios no votaban una vez cada cuatro años para
elegir al Presidente y a los parlamentarios locales para que tomen todas las
decisiones por sí mismos. El común de los libios tomaba decisiones
relacionadas con política exterior, Doméstica y Económica por sí mismos.
Algunos
comentaristas occidentales han señalado legítimamente que el único sistema de Jamahiriya
ciertamente tiene ciertos inconvenientes, entre otros los relacionados con la
asistencia, iniciativa, expresarse con claridad e insuficiente supervisión. No
obstante está claro que Libia conceptualiza la soberanía y la democracia de una
forma diferente y progresiva.
La
democracia no es solo cosa de elecciones o partidos políticos. La democracia
real es también cosa de derechos humanos. Durante los bombardeos de la OTAN sobre
Libia, los medios occidentales olvidaron convenientemente mencionar que Naciones
Unidas acababa de preparar un voluminoso dossier elogiando los logros
conseguidos por Gaddafi en derechos humanos. El informe de Naciones
Unidas elogiaba a Libia por la mejora de la protección legal” de los
ciudadanos, haciendo una “prioridad” de los derechos humanos, mejorando los
derechos de la mujer, las oportunidades educativas y el acceso a la vivienda. Durante
la era Gaddafi la vivienda era considerada uno de los derechos humanos. En
consecuencia no existía virtualmente nadie sin hogar ni libios viviendo bajo
los puentes. ¿Cuántas viviendas y puentes fueron destruidos por la
OTAN?
Uno de los
logros de Gaddafi que el Consejo de los Derechos Humanos de Naciones Unidas más
elogió fue el avance en los derechos humanos de la mujer. Al contrario que muchas naciones del mundo árabe, las mujeres en Libia tenían
derecho a la educación, tenían empleo, derecho al divorcio, propiedades a su
nombre y unos ingresos vitalicios. Cuando Gaddafi llegó al poder en
1969, eran muy pocas las mujeres que iban a la Universidad. Hoy día más de la
mitad de los estudiantes universitarios son mujeres. Una de las primeras leyes
que se aprobaron en 1970 fue la de igual salario por igual trabajo, unos años
después fue aprobada en Estados Unidos una ley similar. De hecho las madres trabajadoras
libias disfrutan de una serie de ventajas que incluyen bonos en efectivo por
los niños que tengan, guarderías gratuitas, centros de salud gratuitos y
jubilación a los 55 años.
La
democracia no es meramente una cuestión de celebrar elecciones simplemente para
elegir qué representantes de la élite económico-social deben gobernar a las
masas. La auténtica democracia trata sobre la democratización de la economía y
de darle el poder económico a la mayoría.
El hecho
es que Occidente ha demostrado que el libre mercado irrestricto y las
elecciones genuinamente libres sencillamente no pueden coexistir. La
codicia organizada siempre derrota a la democracia desorganizada. ¿Cómo pueden
coexistir capitalismo y democracia si el primero concentra la riqueza y el
poder en las manos de unos cuantos y la segunda busca repartir el poder y la
riqueza entre muchos? La Yamahiriya de Gaddafi, sin embargo trató de extender
el poder económico entre los muchos oprimidos y no solo entre los pocos
privilegiados.
Antes de
que tomara el poder el Coronel, el Rey Idris había dejado en manos de Estándar
Oil la redacción de las leyes del petróleo de Libia. Gaddafi acabó con esa
situación. El dinero procedente de la venta del petróleo se empezó a depositar
directamente en la cuenta corriente de cada uno los ciudadanos libios.
¿Continuarán Exxon Mobil y British Petroleum la misma práctica en la nueva
Libia democratizada mediante los bombardeos de la OTAN?
La
democracia no consiste solo en elecciones y partidos políticos. La democracia
real tiene mucho que ver con la igualdad de oportunidades mediante la educación
y el derecho a la vida mediante el acceso a la sanidad. Por tanto, ¿no es una
ironía que Estados Unidos bombardearan Libia para democratizarla,
supuestamente, mientras en Estados Unidos la educación se está convirtiendo en
un privilegio y no en un derecho y en última instancia en una sentencia de
débito. Si un niño brillante y con talento de la nación más rica del mundo no
puede permitirse ir a una buena escuela, la sociedad le está fallando a ese
niño. De hecho, la educación es un pasaporte a la libertad para todos los
jóvenes de todo el mundo. La nación que obliga a pagar para conseguir ese
pasaporte es libre solo para los ricos, no para los pobres.
Con
Gaddafi, la educación era un derecho humano y como tal era gratis para todo el
mundo. Si un libio no podía encontrar trabajo después de graduarse el estado
le pagaba el salario medio de la profesión que había estudiado.
Millones
de norteamericanos ven también cómo la sanidad se está convirtiendo igualmente
en un privilegio y no en un derecho. Un reciente estudio de la Escuela de
Medina de Harvard estima que la falta de seguro sanitario causa 44.789
muertes anuales en Estados Unidos que podrían haberse evitado. Cuando
gobernaba Gaddafi la sanidad era un derecho humano y era por tanto gratuita
para todos los libios. Así pues, con respecto a sanidad, educación, justicia
social y económica, ¿está Estados Unidos en posición de exportar democracia a
Libia o deberían haber tomado una hoja del libro de Libia?
Mohamar el
Gaddafi heredó una de las naciones más pobres de África. Sin embargo, para
cuando fue asesinado Libia era incuestionablemente la nación más próspera de
África. Libia contaba con el mayor PIB por persona, la esperanza de vida más
alta de África y vivían menos personas por debajo del nivel de la pobreza que
en Holanda. Los libios no solo disfrutaban de
sanidad y educación universal gratuitas, sino que además disfrutaban de
electricidad gratuita y préstamos sin interés. El precio del petróleo
era de unos 0,14 dólares el litro y 40 lonchas de pan costaban exactamente 0,14
dólares. En consecuencia, las Naciones Unidas designaron a Libia en el
puesto 53 más alto del mundo en desarrollo humano.
La
diferencia fundamental entre los sistemas democráticos de Occidente y la
democracia directa de la Jamahiriya, consiste en que en Libia a los ciudadanos
se les ha dado la oportunidad de contribuir directamente al proceso de toma de
decisiones, no meramente a través de representantes. Por lo tanto todos los
libios tenían el derecho a exponer sus puntos de vista directamente de viva voz
– no en un parlamento a través de unos cientos de políticos profesionales –,
sino en cientos de comités a los que asistían decenas de miles de ciudadanos
comunes. Muy lejos de ser una dictadura militar, Libia era con Gaddafi la
democracia más próspera de África.
*Garikai
Chengu es miembro del Instituto Du Bois para Investigaciones Africanas de la
Universidad de Harvard.
Brave New World. Traducción: Enrique Prudencio, para Zona Izquierda
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