CHANGMARÍN: “EL LEÓN DE LOS LEONES”
Por Olmedo Beluche
Carlos Francisco Changmarín, “Chico” para sus amigos y compañeros de
lucha, nació cuando la República aún era niña, niña, aunque ya mancillada por la
bota imperialista, por allá por 1922. Oriundo del pueblito de Los
Leones, en la provincia de Veraguas. De manera que la larga y fructífera vida de
Changmarín acompañó al proceso de maduración de Panamá en momentos cruciales de
su historia. Su compromiso político e intelectual, su creación literaria,
artística y folclórica irrumpió con fuerza al mediodía del siglo XX, junto a una
pléyade de panameños y panameñas que forjaron esa historia y que hoy conocemos
como la aguerrida Generación de 1947.
La
Generación del 47, fue gran movimiento juvenil y estudiantil que ese año alcanzó
el primer gran triunfo antiimperialista del pueblo panameño, la derrota del
Tratado de Bases Filós-Hines, impuesto por Estados Unidos y aprobado por el
gobierno oligárquico, para extender la presencia de bases militares por todo el
territorio nacional, más allá de las fronteras de la Zona del Canal. Movimiento
juvenil que nació con la huelga estudiantil de 1943, en gran medida inspirado
por el triunfo antifascista en Stalingrado, la primera derrota del ejército
alemán en la Segunda Guerra Mundial, que impulsó a la acción política a millones
de jóvenes en todo el mundo. Movimiento juvenil y estudiantil que produjo la
heroica Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y el Frente Patriótico de la
Juventud.
La
historia panameña de ese período no puede escribirse sin mencionar a los jóvenes
de entonces que marcaron el un hito en la historia nacional: Rubén D. Sousa,
Diamantina Calzadilla y David Acosta, que áun viven, y los ya fallecidos, Jorge
Illueca, Carlos I. Zúñiga, Carlos Calzadilla, Joaquín Beleño, Ramón H. Jurado,
Jilma Noriega, Federico Velásquez, Jorge Turner, Manuel Solís Palma, Secundino
Torres Gudiño y tanto otros. Entre ellos estaba el joven maestro egresado de la
Normal de Santiago, Carlos F. Changmarín.
No
es casual que ese año (1943) se inicie la carrera literaria de
Carlos F. Changmarín, obteniendo una mención honorífica en el Concurso
Literario “Ricardo Miró”. A esta época pertenecen sus poemas Romance de la
Niña Perdida y Punto e llanto. Al igual que los grandes
escritores panameños de esta generación (como Joaquín Beleño, Ramón H. Jurado)
su obra oscila entre el costumbrismo que describe la naturaleza y la vida del
“Panamá Profundo”, y el gran tema central de nuestra literatura
que es la tragedia nacional producida por la presencia colonial del imperialismo
yanqui en el canal.
En
parte por ello, al momento de su muerte, el 6 de Diciembre de 2012, los medios
de comunicación de la burguesía, no pudiendo ignorar al hombre cuyas décimas el
pueblo panameño canta, muchas veces sin saber a quién pertenecen, el único
adjetivo con que atinaban para describir a Changmarín era el de “nacionalista”.
Adjetivo ambiguo, por cuanto no describe con precisión que el “nacionalismo” de
Changmarín era de corte antiimperialista, claramente vinculado al movimiento
obrero, política e ideológicamente comunista sin duda alguna, y por ende,
también internacionalista.
Por
ello sus versos resuenan erizando la piel, recordando la gran gesta
protagonizada por la siguiente generación en 1964: “Recuerda el “Nueve de
Enero”,/ patria, cuando tu bandera/ violada fue por la fiera/ aquí, bajo el
propio alero./ Ascanio, mártir primero, sobre su tierra natal,/ como flor
primaveral/ sajada por la tormenta,/ cayó en la noche violenta…/
QUE SE VAYAN DEL CANAL! … Lo supo esa noche el mundo,/ Panamá se
defendía…/ La sangre a la mar teñía/ de patriotismo profundo./ Y el yanqui,
pirata inmundo/ por su locura mortal,/ pataleaba en el final/ de su sistema
inhumano,/ al gritar el mundo hermano:/ QUE SE VAYAN DEL CANAL!”.
Sí,
comunista comprometido hasta el final de sus días. Fundador del Partido del
Pueblo (comunista), junto a Rubén D. Sousa, su coetáneo, y otros y otras ya
fallecidos, del cual por veinte años fue director de su periódico. Miembro de la
dirección política. Comunista en una época en que serlo tenía sus costos
personales. El ostracismo social era la condena, y así lo describió muy bien
Julio Yao, en el acto de despedida realizado en el Paraninfo de la Universidad
de Panamá, al contar que conoció a Changmarín en Santiago de Veraguas, cuando
todo el mundo murmuraba a sus espaldas a su paso por las calles del pueblo (como
quien dice: “ahí va el comunista”). Pero al jovencito Julio Yao le pareció que
no debía ser mala persona alguien que dictaba clases de dibujo en la Normal.
Su
compromiso político con la clase obrera quedó forjado en versos como: “es el
pobre quien se faja/ pero vive en la pobreza./ Dice el rico en su viveza, que es
rico, porque trabaja” (El Cuento del rico, 1992). O cuando dice:
“Así la televisión,/ y la prensa, con audacia,/ sirviendo a la plutocracia,/
mienten miserablemente,/ y a las engañadas gentes/ HABLAN DE DEMOCRACIA”
(Hablan de democracia, 1992). También: “Hay poetas y escritores/ que
naciendo en la pobreza,/ rinde culto a la riqueza/ de sus propios opresores./
Cepillos, aduladores,/ que el bien pintan por el mal;/ niegan que el arte es
social;/ les gusta el abstraccionismo, y frente al imperialismo/ tienen mente
colonial” (Yo le canto a la alegría).
Comunista en la época del macartismo, que conducía directamente a la
cárcel. Él mismo nos contó una vez cómo, luego de un viaje a la China de Mao, a
inicios de lo años 50, bajo el régimen dictatorial del general Remón Cantera,
fue arrestado durante varios años en La Modelo, de dónde sólo pudo salir
“gracias a que mataron a Remón”.
Hablando de China, es importante no olvidar de que el padre de Chico
fue un comerciante chino, Carlos Chang, y su madre una humilde campesina,
Faustina Marín. Corresponderá a algún biógrafo posterior descubrir
las influencias que pudiera tener la cultura china en su obra. De su familia
materna sin duda heredó su vínculo con el campesinado pobre de Veraguas.
Campesinado al que no sólo le cantó, sino que también ayudó a organizarse en las
Ligas Campesinas durante el ascenso de las luchas por la tierra entre los años
50 y 60, en particular en la región de Soná.
Changmarín, pudiendo hacerlo, nunca emigró de su tierra natal, en un
tiempo en que decenas de miles de interioranos marcharon a la ciudad de Panamá
para incorporarse como la nueva clase obrera de la industrialización sustitutiva
del período “desarrollista”. Permaneció en Santiago, dirigiendo personalmente el
equipo militante del Partido del Pueblo en la provincia, en su casa de El
Manguito, donde recibía afablemente a quien quisiera visitarle. Ese vínculo
raizal con el interior le permitió ser uno de los primeros, junto a Ramón H.
Jurado, en rescatar la figura histórica del General Victoriano Lorenzo, “El
Cholo Guerrillero”, en una época en que era vilipendiado por la oligarquía
panameña a la que derrotó en la Guerra de los Mil Días (1899-1902). A Victoriano
le dedicó dos obras referenciales: El Cholito que llegó a General
(1978) y El guerrillero transparente (1982).
La
vida ejemplar de Changmarín prueba a las presentes y futuras generaciones de
revolucionarios panameños que ser militante no está reñido, sino por el
contrario, requiere y se complementa con una disciplinada formación intelectual
y una sensibilidad estética. Su legado es tan grande y variado que por eso se la
ha llamado “El León de Los Leones”: obras literarias y políticas, militante ante
todo, fue poeta, novelista, autor de literatura infantil, folclorista, en
especial autor de décimas, ensayista, periodista, etc. A la invasión
norteamericana de 1989, le dedicó un libro: Noche Buena Mala
(1995). Ganador múltiples veces del Premio Ricardo Miró: Punto e
Llanto (1942); Poemas Corporales (1954);
Faragual (1957); Cañizo (1961); El guerrillero
transparente, en 1981.
Los
niños le leen: Versos de Machachita, Las Tonadas y los
cuentos de la Cigarra, La Muñeca de Tusa y Las
Gracias y desgracias de Chico Perico. Como a los grandes
autores, el pueblo les canta sus canciones, tal es el caso del, por muchos años,
casi un himno nacional Tío Caimán. Es autor de un conocido
Cumpleaños Panameño, típico, que no es el creado por Rogelio Sinán
(“De la vela, la luz…”), sino el que dice: “Qué bonita está la mesa,
llena de amor y paz, qué bonito cumpleaños, Qué vivas cien años más, Qué seas
feliz…, Qué vivas cien años más!”, que hoy nos lo han recordado las
profesoras Anais Morán y Mirna González.
Su
vínculo con “el partido de los comunistas panameños” no nos impide reivindicar
su herencia política y cultural desde otras trincheras, en las que muchas veces
nos vimos confrontados políticamente. Es conocido el debate a lo interno de la
izquierda panameña sobre la relación del Partido del Pueblo y el régimen militar
de Omar Torrijos, en especial en la fase populista que se abrió a partir de
1972. Pero llegará el día en que otra generación, seguramente más objetiva que
la nuestra, por la distancia que pondrá el tiempo, pondere adecuadamente esa
época trascendente de nuestra historia. Sea como fuere, la figura
de Changmarín trasciende cualquier límite y es ya un faro que ilumina para todos
(menos la oligarquía y el imperialismo) desde las costas de este
Istmo.
Personalmente, y junto a la militancia del Movimiento Popular
Unificado (MPU), recordamos con especial cariño su mano amistosa y sus
orientaciones cruciales a fines de 2005 e inicios de 2006, que coadyuvaron a la
creación de la Fuerza Política Alternativa, un primer intento de crear un gran
frente político de la izquierda panameña. Movimiento que recibió su nombre del
propio Changmarín en un documento memorable que sirvió de base a aquel acuerdo
(Acerca de crear una fuerza política alternativa, fechado en
octubre de 2005). Allí, entre otras cosas, de plena vigencia aún,
decía:
“La crisis
estratégica de la sociedad panameña expresa que ya el país no puede seguir
manejándose políticamente mediante el predominio de los partidos oligárquicos. A
esto se agrega la evidente falta de una real conciencia revolucionaria de las
masas, en general. Ante lo cual el pueblo no puede seguir disperso y solamente
rumiando aspectos puramente coyunturales. Se requiere la construcción de una
fuerza política alternativa, de manera que la lucha popular de los diversos
sectores: obreros, campesinos, indígenas, profesionales, intelectuales, pequeños
propietarios, femeninos y juveniles, cada cuatro años, no se vean empujados a
votar por éste o aquel partido, que directa o indirectamente reflejan los
intereses oligárquicos, de la derecha y del imperialismo; o simplemente
abstenerse de votar. Es menester (y ya tenemos al respecto un gran retraso)
trabajar sobre la base de construir, paso a paso, una fuerza alternativa,
popular, participativa, nacional, solidaria y pro-paz, que pueda acceder a los
espacios parciales y formalmente totales del poder político en Panamá, con el
fin de establecer una verdadera democracia nacional, participativa y popular.
Esto implica un serio sentido de amplitud, realismo y una mentalidad no sectaria
de la política y de la necesaria unidad”.
Bajo los criterios de
este ensayo se creó, en 2006, la Fuerza Política Alternativa y, en 2007, el
Partido Alternativa Popular. Pero la dirección del Partido del Pueblo no
compartió esas ideas y Changmarín, como militante disciplinado que era, no nos
pudo acompañar en la dirección de estas experiencias políticas, creándose un
déficit que limitó los éxitos de dichas propuestas.
Hay mucho por lo cual
mantener en el recuerdo a Carlos Francisco Changmarín, pero por sobre todas
ellas, recordemos al militante comunista, comprometido con el movimiento obrero
y campesino, que nunca se vendió y que gustaba decir: “Me quieren comprar el
canto/ en la tienda del patrón/ al saber que soy un peón/ y que vivo entre
quebrantos;/ mas no hay dinero tanto/ que compre mi alma sencilla,/ que si al
parecer no brilla/ tiene su luz que la enciende,/ porque el cantor no se vende/
ni se entrega, ni se humilla”.
¡Hasta el socialismo,
siempre, compañero Changmarín!
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