LUIZ CARLOS PRESTES
EN UN LIBRO DE ANITA LEOCÁDIA PRESTES
Por Miguel
Urbano Rodrigues
Este libro de Anita Lecoadia Prestes es antes que todo
un fascinante viaje por la Historia de Brasil durante más de tres décadas.
Luiz Carlos Prestes -O combate por um
partido revolucionário (1958-1990)[1] permite al lector, de la primera a la última página,
acompañar el recorrido y las luchas de un hombre que dejó marcas inapagables en
el caminar de su pueblo.
La autora escribe como historiadora. Hija[2] de Luis Carlos Prestes, no
hay en su libro un solo parágrafo sobre la relación familiar con el
revolucionario que fue secretario general del Partido Comunista Brasileño
durante casi cuarenta años.
Anita Prestes dedico años al estudio de una
documentación en parte inédita u olvidada y divulga los resultados de su
investigación.
Al ofrecer a los lectores una versión historiográfica
enraizada en hechos desmonta “falsificaciones y deformaciones existentes sobre
Prestes y los comunistas, difundidas por la historia oficial producida por
intelectuales comprometidos con los dueños del poder”.
La obra no es ostensiblemente apologética. Pero Anita
presenta de Prestes, a través de sus actitudes y opciones políticas, un retrato
que encamina a los lectores para la conclusión de que fue un revolucionario que
casi no cometió errores.
Acontece que, por humanos, no hay revolucionarios
perfectos, y Prestes no fue la excepción.
La primera parte del libro abarca el periodo que va de
la Declaración de Marzo de 1958, que definió la revolución brasileña como
democrática y nacional, al golpe de estado de 1964. La segunda parte incide
sobre acontecimientos comprendidos entre el golpe militar fascistizante y la amnistía
de 1979. La tercera parte ilumina la lucha permanente de Prestes contra el
reformismo y en defensa de un partido comunista revolucionario.
El golpe agravó las divergencias existentes en la
izquierda brasileña, destacadamente en el PCB, afectado por la escisión que diera
origen a la formación del PCdo B, hoy una organización socialdemócrata
integrada en el sistema, pero inicialmente maoista.
En aquellos años, dos partidos comunistas de
prestigio, el chino y el cubano, apoyaban a las fuerzas que en América Latina
preconizaban la lucha armada para la toma del poder.
Luiz Carlos Prestes consideraba que en Brasil no
estaban reunidas condiciones mínimas para el asalto al poder a través de la
lucha armada y privilegiaba la intensificación de la lucha de masas en el
combate a la dictadura. Más la mayoría del Comité Central, distanciada de su
posición, insistía en una táctica inseparable de las viejas ilusiones de que en
la burguesía nacional los sectores “progresistas” eran antimperialistas y que en
el ejército los oficiales nacionalistas
acabarían por entrar en choque con el núcleo duro de la dictadura.
Viví en Brasil, como militante del PCB, los años
terribles del Acto Institucional Número 5, que instituyó el terror
fascistizante en el país.
Participe entonces en el cuarteto –Jarbas Holanda,
Milton Coelho da Graca, Rodolfo Konder y yo- que dirigió el semanario Fato Novo, citado por Anita. El director
era Paulo , un profesor liberal progresista jubilado, pero el periódico fue
creado para defender posiciones contradictorias del partido. Su línea editorial
era tan ambigua que me separé cuando elogió al presidente Medici y al general
Albuquerque Lima y criticó al Papa y a Jean Paul Sartre por haber asumido
posición contra la dictadura brasileña.
Pronunciándose contra las tesis presentadas en la Conferencia
Extraordinaria Estatal de Sao Paulo, Prestes discrepo de la línea capituladora
en ascenso y acusó a los comunistas de Sao Paulo ( y de otros estados) de
colocarse “a la cola de la burguesía, abandonando en la práctica la lucha por
el progreso y la emancipación nacional”. Esos y otros dirigentes al defender la
ilusión de la conquista del “poder local” estaban en la práctica transformando
“el partido Comunista en exclusivamente o principalmente, electorero”.
El VI Congreso, realizado en rigurosa clandestinidad
en 1967, reflejó las profundas divisiones abiertas en el Partido. Las tesis mantenían
la orientación política anterior, sustentando que “la actual etapa de la
revolución brasileña es (...) antimperialista y antifeudal”.
La posición de Prestes era difícil. En La Habana, la
Conferencia Tricontinental, en el año anterior, habia estimulado tendencias que en el PCB preconizaban la lucha
armada, bajo las formas de la guerrilla urbana y de la guerrilla rural.
Prestes hizo concesiones a las tendencias reformistas.
Su objetivo -escribe Anita- era mantener la unidad “y derrotar las posiciones
izquierdistas, más peligrosas en aquel momento, pues podrían llevar a la
pulverización de la organización”.
Para el secretario general del PCB la derrota de la
dictadura solo sería posible “a través de la acción de masas, lo que exige de
los comunistas no hacer nada que los separe de las masas”.
La facción de la llamada “corriente revolucionaria”
liderada por Carlos Marighella, no tardó en desconocer la disciplina
partidaria, optando por una estrategia incompatible con las decisiones del
Congreso.
Los disidentes, además, se dividieron cuando
Marighella negó la necesidad del partido y fundó con Câmara Ferreira la Acción
Libertadora Nacional –ALN.
Tres ex-dirigentes del PCB, Mario Alves, Apolonio de
Carvalho y Jacob Gorender crearon entonces el Partido Comunista Brasileño
Revolucionario –PCBR.
Anita cita los hechos, pero no acompaña la lucha de
esas organizaciones, limitándose a recordar que fueron todas aniquiladas rápidamente
por el ejército y por las policías, incluyendo el PCdoB.
Transcurrido medio siglo, es posible recordar sin
pasión aquella época dramática y concluir que no había después del AI-5
estrategia alguna valida para la toma del poder. Conocí algunos de los comunistas
que rompieron con el PCB. La influencia de Mao, de Fidel, del Che, de Fannon,
era identificable en las posiciones defendidas por los dirigentes de las
diferentes organizaciones que optaron por la lucha armada. Casi todos, sobre
todo Marighella, merecen mi respeto. Discorde de ellos y de su romanticismo
revolucionario, más vivieron y murieron como revolucionarios, coherentes con su
ideario de comunistas
El exilio y el regreso
La riqueza documental del libro de Anita Leocadia
dificulta síntesis clarificadoras sobre las diferentes fases de la lucha de
Prestes en ella iluminadas.
En 1971, la dirección del Partido, frente a la
intensificación de la represión y la detención de los aparatos clandestinos,
decidió que Prestes debía salir de Brasil. En breve algunos de los más
destacados miembros del Comité Central dejaron también el país.
El órgano central del Partido, La Voz Operária pasó, a partir de 1976, a ser editado en París, bajo
la responsabilidad de un núcleo de dirigentes que defendían tesis reformistas,
incompatibles con las posiciones del secretario general.
Prestes, exiliado en Moscú, con otros camaradas,
acompañaba con mucha dificultad, por la escasez de contactos y falta de
información de confianza, los acontecimientos de Brasil.
Anita recuerda que, oponiéndose a las tendencias de
conciliación con la “democracia burguesa” y los militares, defendió tenazmente
el combate contra la dictadura, teniendo por objetivo el advenimiento de un
“nuevo tipo de democracia” avanzada que fuese “una forma de transición a un
poder de carácter revolucionario”.
Denunció insistentemente la escalada fascista y
terrorista del gobierno de Geisel (calificado en Portugal por Mario Soares de
“general humanísimo”). Pero no fue escuchado y su aislamiento se profundizó
Rencontré a Luiz Carlos Prestes en Moscú, en Junio de
1979. Estábamos ambos en tratamiento ocupando cuartos vecinos en un hospital de
la capital soviética. Tuve así la oportunidad de mantener con él durante
semanas largas conversaciones de las que guardo un recuerdo inolvidable.
Recuerdo que, lo escuché evocar episodios de la
Columna Prestes, del golpe de los generales después de la renuncia de Janio
Quadros, y sobretodo comentar las escisiones del PCB y la desviación de derecha
del Partido. Insistí repetidamente para que iniciase la escritura de Memorias porque las luchas de su vida se
habían tornado páginas de la historia contemporánea de Brasil.
Pocos meses después, alcanzado por la Amnistía,
Prestes regresaba a Brasil.
Encontró un partido irreconocible, con un Comité
Central controlado por una mayoría en ruptura con la tradición revolucionaria
del Partido y con los principios y valores del marxismo-leninismo.
La Carta a los
Comunistas, divulgada por el secretario general, de Marzo de 1980,
desencadenó un choque frontal.
“Un partido
comunista –afirmaba en ella- no puede en nombre de una supuesta democracia
abstracta y por encima de las clases, abdicar de su papel revolucionario y
asumir la posición de freno de los movimientos populares, de aval de un pacto
con la burguesía”
El deslizamiento a la derecha del CC no me sorprendió.
Al agravar la opción revisionista, los dirigentes que regresaban de Europa
Occidental estaban contaminados por el eurocomunismo que florecía en los
partidos francés, español e italiano.
Lo mismo ocurría con destacados intelectuales del
Partido. En encuentros con Leandro Konder y Carlos Nelson Coutinho, al pasar
por Lisboa de regreso a Brasil, presentí que iban a contribuir a aumentar la
confusión en el debate ideológico. Tales pensadores tuvieron el merito de
difundir en Brasil lo mejor de Gramsci y Lukács, pero, permaneciendo marxistas,
habían absorbido una dosis preocupante de eurocomunismo, destacadamente del
italiano que estaba empujando al PCI para su destrucción.
Volví a encontrar a Prestes tres veces en Lisboa. En
la primera, él concedió una extensa entrevista a “O diario” que yo entonces dirigía.
Y participó de un mitin grandioso en la Plaza de Toros, con Álvaro Cunhal y
Rodney Arismendi, del Partido Comunista de Uruguay.
En la última, él ya había roto con el Partido, y
regresaba de una gira por Europa en que fue recibido por Podgorny, Marchais y
Berlinger.
Fue gratificante volver a ver al camarada y amigo,
pero también doloroso porque el rencuentro fue marcado por la omisión de temas
que yo no quería abordar para no herirle y por la admiración que me inspiraba.
Su salida del Partido fue en mi opinión un error
político. Era dentro del PCB y no fuera de él que, en mi opinión, debía
conducir la lucha contra los “renovadores” (palabra que años después sería
utilizada por los ex-comunistas portugueses) de la Comisión Ejecutiva del CC
que imponían su voluntad al Partido. Entregado a esa gente, el PCB, cayó en una
situación que viejos militantes definieron como de “orfandad”.
Dando tumbos, bajo la dirección de Roberto Freire –hoy
dirigente de un partido integrado en el sistema capitalista- el PCB siguió el
rumbo italiano, que sepulto al PCI.
Desgarró el Programa, renunció a los símbolos y al marxismo y acabó por cambiar
de nombre.
Fui testigo de esa agonía al volver al Brasil en 1989
para acompañar las primeras elecciones presidenciales post dictadura. Me dolió
verificar que Prestes apoyaba la candidatura de Leonel Brizola. El caudillo
gaucho, aventurero populista, era entonces una sombra del político que en 1961 liderara
la resistencia al golpe de la troika fascistizante de Odilio Deniz, Sylvio Heck
y Grun Moss. Lo conocí en Lisboa donde cultivó una relación política de
intimidad con Mario Soares, el principal responsable de la contrarrevolución
portuguesa.
Ningún revolucionario –repito- es perfecto.
No volví a ver a Prestes. Pero en una visita breve por
Brasil, cuando él alcanzaba ya los 90 años, hablamos por teléfono. Yo estaba en
Sao Paulo y me invito a visitarle en Rio. No fue posible.
Me identifico con Anita cuando ella, en la conclusión
de su importante libro, escribe:
“El legado de
Luiz Carlos Prestes, una vez apropiado por las nuevas
generaciones, representa una amenaza para las clases dominantes. Esa es la
razón oficial porque la Historia oficial y los medios de comunicación se
esfuerzan por mantener silencio respecto de él, hoy cuando forzados a recordar,
tratan de distorsionar sus ideas y de calumniar su actuación”
Hoy su trayectoria de gran revolucionario y su lucha
merecen en todo el mundo la admiración de los auténticos comunistas.
No vivió lo suficiente para acompañar la resurrección
–es la palabra- como organización revolucionaria marxista-leninista del PCB, el
Partido del que fué secretario general.
Vila Nova de Gaia, Outubro de 2012
Traducción: Jazmin Padilla
[2] Anita Leocadia Prestes nasceu na prisão da
Gestapo de Barnimstrasse na Alemanha nazi, onde sua mãe, Olga Benario Prestes,
extraditada do Brasil de Vargas, fora internada, grávida e depois transferida
para um campo de extermínio onde morreu.
Es profesora de Historia Comparada en un curso de post
graduacion, de la Universiad Federal de
Rio de Janeiro.
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