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viernes, 23 de noviembre de 2012

Lo Táctico y lo estratégico en nuestra disputa con Colombia



  
Lo Táctico y lo estratégico en nuestra disputa con Colombia
Manuel S. Espinoza  Jarquín


Hace 6 años atrás, cuando examinábamos la estrategia de Colombia sobre  nuestro espacio marítimo en un curso sobre Seguridad y Defensa Nacional, a muchos nos sorprendían las  pretensiones colombianas de dejarnos completamente sin salida al mar Caribe, y con apenas unas cuantas millas de costa a lo largo de toda la Costa Atlántica nicaragüense.


Nos sorprendía es esa desproporcionalidad de las ambiciones de Colombia que rompía con toda lógica en torno a los privilegios y derechos que el Derecho Internacional del Mar proporciona a todos los estados ribereños, es decir con costas de mar.


Desde luego, la estrategia nicaragüense debe estar  encaminada a asegurar nuestra soberana posesión marítima fronteriza y aquellas que, por injusticia histórica, falta de patriotismo y  de visión estratégica, le fueron entregadas a Colombia por un gobierno ilegal, en tiempos de ocupación de nuestro territorio por tropas estadounidenses; en el período de la llamada Restauración Conservadora (1910-1928).


Esa fue una de las primeras razones que motivó al gobierno de Reconstrucción Nacional, durante la revolución sandinista, a denunciar como nulo el Tratado Bárcenas Meneses Esguerra, porque no solo lesionaba lo que, histórica y geográficamente, nos pertenecía, sino también porque permitía a Colombia impedirnos salir al Mar Caribe.

A partir de los años 80 y en los últimos 12 años, en el caso del diferendo territorial marítimo, Nicaragua ha seguido una política de nación integrando a una serie de especialistas en el tema, quienes habían servido a los gobiernos anteriores, mismos que con sus apreciaciones profesionales, más lo que dictan las normas y leyes del derecho internacional, permitían construir una estrategia a favor de nuestro país.


Y aunque la razón sobre plataforma continental y la geografía asiste a Nicaragua, los fallos que emite la Haya, en su carácter equitativo o salomónico,  han afectado y seguirán afectando la configuración del territorio nacional y, por ende, nuestra economía nacional. Por eso, desde ya hay que continuar con una política de nación, en función de cómo podrá ejercer Nicaragua su derecho soberano sobre esa enorme cantidad de mar territorial, que nos pertenece por  derecho y que, sin duda ganaremos, pero que nuestra economía, sobre todo en materia de presupuesto militar, impide el patrullaje efectivo de nuestra fuerza naval.


Lo anterior es apenas el primer reto. Existen otros que, de alguna manera, se han manifestado, pero no se han ventilado a mayor profundidad. Sin embargo, tras el fallo de la Haya, la nación los debe considerar como una amenaza latente o inminente. Me refiero a si Colombia, con el fallo a nuestro favor, en el marco de delimitación de fronteras marítimas (nuestra estrategia real), dejará de pensar estratégicamente no solo en nuestro territorio marítimo, sino también en nuestro territorio en la Costa Atlántica.


Cuando el ejército captura equipos militares sofisticados, la opinión pública se divide en aquellos que piensan que dichos equipos son parte del narcotráfico, los que estiman que se trata de contras rearmados (como en los 80s) y unos pocos que opinan que, de alguna manera, Colombia tiene mucho que ver con ello. 

Pero cuando piensas no solo contra la corriente, sino en materia de seguridad nacional, toda posibilidad tiene cabida. Al conversar con este último grupo, que opina sobre los posibles planes de Colombia, apoya sus teorías basándose en la captura de un espía colombiano. Pero esta noticia, según el mismo grupo, sólo es una cáscara de banano para despistarnos sobre sus 
futuras pretensiones geopolíticas hacia nuestro territorio. 


El uso de la cocaína que proviene de Colombia (como medio económico y de penetración), así como la conformación de redes de narcotraficantes, puedan dar lugar a una narco guerrilla dentro de nuestro territorio, sobre todo en la Costa Atlántica; región que, por su exigua capacidad económica y el grado autonomía del que goza la misma, genera la posibilidad, mayor o menor, de sobornar a sus líderes indígenas y la de no sólo la revertir el triunfo en la Haya, sino hasta la de la división territorial de todo el país en dos o tres partes.


Para muchos, esta lógica puede ser síntoma de esquizofrenia, para otros una realidad. Empero, la única verdad en las relaciones entre estados es su conflicto. Y la diferencia de pensar  de forma táctica o estratégica marca sus victorias y derrotas históricas.


Msc. Manuel S. Espinoza  Jarquín
Presidente Ejecutivo del Centro Regional de Estudios Internacionales (CREI)
 

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