Lo Táctico y
lo estratégico en nuestra disputa con Colombia
Manuel S. Espinoza Jarquín
Hace 6 años atrás, cuando examinábamos la estrategia de Colombia
sobre nuestro espacio marítimo en un
curso sobre Seguridad y Defensa Nacional, a muchos nos sorprendían las pretensiones colombianas de dejarnos
completamente sin salida al mar Caribe, y con apenas unas cuantas millas de
costa a lo largo de toda la Costa Atlántica nicaragüense.
Nos sorprendía es esa desproporcionalidad de las ambiciones de
Colombia que rompía con toda lógica en torno a los privilegios y derechos que el
Derecho Internacional del Mar proporciona a todos los estados
ribereños, es decir con costas de mar.
Desde luego, la estrategia nicaragüense debe estar encaminada a asegurar nuestra soberana posesión marítima fronteriza y aquellas
que, por injusticia histórica, falta de patriotismo y de visión estratégica, le fueron entregadas a
Colombia por un gobierno ilegal, en tiempos de ocupación de nuestro territorio
por tropas estadounidenses; en el período de la llamada Restauración Conservadora (1910-1928).
Esa fue una de las primeras razones que motivó al
gobierno de Reconstrucción Nacional, durante la revolución sandinista, a
denunciar como nulo el Tratado Bárcenas Meneses Esguerra, porque no solo
lesionaba lo que, histórica y geográficamente, nos pertenecía, sino también porque
permitía a Colombia impedirnos salir al Mar Caribe.
A partir de los años 80 y en los últimos 12 años, en
el caso del diferendo territorial marítimo, Nicaragua ha seguido una política
de nación integrando a una serie de especialistas en el tema, quienes habían servido
a los gobiernos anteriores, mismos que con sus apreciaciones profesionales, más
lo que dictan las normas y leyes del derecho internacional, permitían construir
una estrategia a favor de nuestro país.
Y aunque la razón sobre plataforma continental y la
geografía asiste a Nicaragua, los fallos que emite la Haya, en su carácter
equitativo o salomónico, han afectado y
seguirán afectando la configuración del territorio
nacional y, por ende, nuestra economía nacional. Por eso, desde ya hay que
continuar con una política de nación, en función de cómo podrá ejercer
Nicaragua su derecho soberano sobre esa enorme cantidad de mar territorial, que
nos pertenece por derecho y que, sin
duda ganaremos, pero que nuestra economía, sobre todo en materia de
presupuesto militar, impide el patrullaje efectivo de nuestra fuerza naval.
Lo anterior es apenas el primer reto. Existen otros
que, de alguna manera, se han manifestado, pero no se han ventilado a mayor
profundidad. Sin embargo, tras el fallo de la Haya, la nación los debe
considerar como una amenaza latente o inminente. Me refiero a si Colombia, con
el fallo a nuestro favor, en el marco de delimitación de fronteras marítimas
(nuestra estrategia real), dejará de pensar estratégicamente no solo en nuestro
territorio marítimo, sino también en nuestro territorio en la Costa Atlántica.
Cuando el ejército captura equipos militares
sofisticados, la opinión pública se divide en aquellos que piensan que dichos equipos
son parte del narcotráfico, los que estiman que se trata de contras rearmados (como en los 80s) y unos pocos que opinan que, de alguna manera, Colombia tiene mucho
que ver con ello.
Pero cuando piensas no solo contra la corriente, sino en materia de seguridad nacional, toda posibilidad tiene cabida. Al conversar con este último grupo, que opina sobre los posibles planes de Colombia, apoya sus teorías basándose en la captura de un espía colombiano. Pero esta noticia, según el mismo grupo, sólo es una cáscara de banano para despistarnos sobre sus futuras pretensiones geopolíticas hacia nuestro territorio.
El uso de la cocaína que proviene de
Colombia (como medio económico y de penetración), así como la conformación de
redes de narcotraficantes, puedan dar lugar a una narco guerrilla dentro de
nuestro territorio, sobre todo en la Costa Atlántica; región que, por su exigua capacidad económica y el grado autonomía del que goza la misma, genera la
posibilidad, mayor o menor, de sobornar a sus líderes indígenas y la de no sólo la revertir el triunfo en la Haya, sino hasta la de la división territorial
de todo el país en dos o tres partes.
Para muchos, esta lógica puede ser síntoma de esquizofrenia,
para otros una realidad. Empero, la única verdad en las relaciones entre estados es
su conflicto. Y la diferencia de pensar de
forma táctica o estratégica marca sus victorias y derrotas históricas.
Msc.
Manuel S. Espinoza Jarquín
Presidente
Ejecutivo del Centro Regional de Estudios Internacionales (CREI)


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