Red Voltaire| Berlín (Alemania)
En 2009, muchos se sorprendieron con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama, que fuera de sus consignas «Change» y «Yes, we can» no había aportado gran cosa en ese campo. Tres años más tarde, los logros del presidente Obama en materia de paz no sobrepasan las de Bush padre, Bill Clinton y Bush Jr. El presidente Obama no ha puesto fin a ninguna de las guerras desatadas por George W, Bush. Por el contrario, tuvimos la brutal intervención de la OTAN en Libia, sin hablar del campo de prisioneros de la base naval estadounidense de Guantánamo, que no ha sido cerrado, y de la ocupación de Afganistán e Irak.
Este año, en momentos en que el Premio Nobel de la Paz es otorgado a una institución supranacional como la Unión Europea, tenemos que empezar a interrogarnos seriamente sobre el valor de los criterios que se aplican para la nominación y el otorgamiento de dicho premio.
El Premio Nobel de la Paz correspondiente a 2012 ha sido concedido a la Unión Europea por su contribución de 60 años al mantenimiento de la paz en Europa. La difusión de la noticia causó numerosas muestras de escepticismo e incluso reacciones airadas.
Es indudable que las dos grandes guerras que devastaron Europa durante la primera mitad del siglo XX dejaron huellas en las mentes. También es cierto que Europa no ha conocido desde entonces otros conflictos de aquella envergadura y que se ha establecido en el continente una especie de reconciliación entre los Estados. Pero es imposible que el Comité Nobel no sepa que la base de la paz europea es de arena –basta con recordar el derrumbe del bloque del Este, que ha sido causa de nuevas guerras en Europa.
La actividad guerrerista en los Balcanes
Hoy se sabe con toda certeza que ciertos países europeos contribuyeron, en los años 1990, a la destrucción de la República de Yugoslavia. Dos autores, Mira Beham y Jorg Becker, han analizado, en su obra de investigación Operación Balkan, la influencia de Occidente en la destrucción de Yugoslavia, así como la manipulación de los medios de prensa orquestada desde el extranjero. Está demostrado que Occidente contribuyó a provocar la secesión de las diferentes repúblicas que formaban parte de Yugoslavia y que esos países utilizaron las dificultades económicas de las regiones yugoslavas, retirando créditos y aumentado las tasas de interés, para enemistarlas entre sí. Los resultados son harto conocidos.
La guerra de agresión contra el resto de Yugoslavia, dirigida por Estados Unidos y con la activa participación de varios Estados europeos –como Alemania– constituyó una violación del derecho internacional y fue por lo tanto ilegal. Fue además una demostración de lo que la Unión Europea y sus países miembros son nuevamente capaces de hacer, a pesar de su promesa de no comenzar nunca más una guerra.
El caso austriaco, rechazo de la voluntad democrática
Fue en el año 2000 cuando la Unión Europea mostró su verdadero rostro. Ante la formación en Austria, como resultado de elecciones democráticas, de una coalición entre el partido burgués OVP y el FPO de Jorg Haider con vista a la formación de un gobierno, la Unión Europea impuso sanciones al país, pisoteando así los derechos democráticos de la población austriaca. El supuesto «modelo de paz de la UE» no tolera la existencia en un Estado miembro de la Unión Europea de un gobierno que critique a esa entidad. Un «Consejo de Sabios» tuvo que decidir entonces si podían mantenerse las sanciones o si había que levantarlas. Y sólo fueron levantadas después de que Jorg Haider se vio obligado a dimitir. La Unión Europea rompía así fríamente con el derecho democrático. Pero eso no es todo.
Guerras de agresión violatorias del derecho internacional
¿Especialidad de la UE?
Casi todos los países de la Unión Europea están participando en la guerra de Afganistán, que ha durado ya 11 años. Tienen por lo tanto una vívida experiencia de lo que es una guerra, particularmente brutal y violatoria del derecho internacional. Al cabo de 11 años de ocupación por parte de estadounidenses y europeos, la población afgana está viviendo una pesadilla. Lo que comenzó con la violación del derecho internacional –con el pretexto de expulsar a los talibanes– se ha convertido en una guerra contra la población, guerra cuyo final no se vislumbra.
La agresión perpetrada en 2003 contra Irak, invocando un pretexto totalmente fabricado y absurdo, violando el derecho internacional y con la participación de países miembros de la Unión Europea en la «coalición de voluntarios», esencialmente Inglaterra, Polonia, Italia, España, etc., no ha terminado aún y sigue causando miles de víctimas inocentes. Mientras tanto, británicos y estadounidenses se han apoderado de las reservas de petróleo.
En 2011, la guerra contra Libia, desatada con el pretexto de socorrer a la población, estuvo motivada en realidad por la voluntad de imponer un cambio de régimen para deshacerse de un dirigente molesto y de apropiarse de las riquezas naturales del país. A la cabeza de esa agresión se hallaban, junto a Estados Unidos, varios países de la Unión Europea, específicamente Francia, Inglaterra e Italia. La mitad de los Estados europeos miembros de la OTAN, igualmente miembros de la Unión Europea, participaron en esa agresión disfrazada.
¿Y qué está sucediendo ahora en Siria? Si sólo hubiese dependido de la Unión Europea, y si China y Rusia no se hubiesen opuesto a ella, hoy tendríamos allí otra guerra de agresión, también con la participación de la UE. En el caso sirio, Alemania ha desempeñado un papel poco glorioso, junto a Francia e Inglaterra.
¿Dónde está entonces el compromiso de la Unión Europa a favor de la paz que supuestamente justifica que se le otorgue del Premio Nobel de la Paz? ¿No será que el Comité del Premio Nobel también obedece a las razones de orden político del poder? Los pueblos de todos los países de la Unión Europea se oponían a las acciones militares de esos países. Los sondeos indicaban un índice de oposición que se sitúa entre el 80 y el 90%. Por lo tanto, si lo que se quiere es fortalecer la paz, son los pueblos quienes tienen una importancia primordial.
Alemania en un papel dirigente
Pero ¿con qué objetivo?
La publicación estadounidense Foreign Affairs, órgano del think tank denominado Council on Foreign Relations, altamente valorado en Estados Unidos, estima que una germanización de Europa permitiría a ese continente salir de la crisis. Alemania obtendría así en la Unión Europea un papel dirigente acorde con las ambiciones de Angela Merkel, ávida de poder. La Alemania que se arroga un papel de dirigente de la Unión Europea es portadora del proyecto de formación de una Federación Europea y de un fortalecimiento del centralismo.
Resulta reveladora la siguiente citación: «Si nosotros, los europeos continentales, queremos alcanzar la unidad y actuar de conjunto, y de ello depende nuestro futuro, tenemos que responder entonces a dos necesidades: renunciar a toda voluntad de dominación de un pueblo sobre otro así como renunciar a toda voluntad de independencia absoluta fuera del orden europeo. Ser el abanderado, sin querer ser el amo de Europa. Esa debe ser la voluntad de Alemania. Pero ser el abanderado de una nueva Europa que debe ocupar su lugar entre las nuevas potencias mundiales y conservar el rango que merece tanto por su desarrollo histórico como por su poderío cultural y económico.» Son palabras de Richard Riedl, presidente del consejo de administración de la compañía Donau Chemie AG, perteneciente al grupo IG Farben, y datan de 1944.
Resulta cada vez más evidente que Alemania está asumiendo un lugar predominante en la Unión Europea. Y si Alemania llegara a convertirse en el abanderado de la UE, eso sería de mal augurio para Suiza, a la luz de las declaraciones belicistas destinadas a intimidar a este pequeño pero próspero país.
Suiza, garante de la paz
Si lo que se busca es otorgar el Premio Nobel de la Paz a un Estado, habría que dárselo a Suiza. ¿Qué otro país puede afirmar que no ha estado implicado en guerras desde hace más de 150 años? ¿Y haber contribuido en tan alto grado a favor de la paz y de la ayuda humanitaria a restañar las heridas de los pueblos de otros países, como lo ha hecho Suiza a través de sus organizaciones, como la Cruz Roja? A pesar de ello, cuando consultamos la lista de laureados con ese premio, podemos sentirnos felices de no aparecer en ella.
La selección de este año lo confirma.
Fuente
Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Horizons et débats
http://www.voltairenet.org/article176450.html
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