La Geopolítica regional actual
Rafael Amador O.*
Cómo ha cambiado la influencia geopolítica de EU en la región
Aún cuando todavía no se había consolidado la independencia de Estados Unidos del Reino Unido, el primero, ya en 1823, proclamaba la “Doctrina Monroe” como punta de lanza del proyecto expansionista que comenzaría precisamente en nuestra región de Latinoamérica. El mensaje era claro, le advertía principalmente a España que no actuara frente a las independencias que recién habían adquirido los países hispanoamericanos (España ni siquiera debía actuar, ni aún apoyado por el Ejercito de La Santa Alianza que, ese mismo año, había restablecido precisamente el absolutismo en su territorio). Este mensaje fue captado en toda su dimensión por el Libertador Simón Bolívar, quien ante la que el considero una amenaza expansionista no perdió más tiempo y organizó de inmediato el “Congreso de Panamá” en 1826, para proponer la unión de los países hispanoparlantes y, de esa manera, enfrentar el reto de contener la inminente expansión de EU.
Como todos sabemos, aunque difícil, la tarea no era imposible. Centroamérica y la Gran Colombia llegaban al Congreso como federaciones de Estados, quienes junto con Los Estados Unidos Mexicanos y Perú hicieron posible la firma de lo que se denomino “Tratado de Unión Liga y Confederación Perpetua entre las Repúblicas concurrentes Colombia, Centroamérica, México y Perú”. Argentina había decidido no asistir y Brasil y Chile tampoco enviaron representantes. (Con anterioridad al Congreso, La Gran Colombia había estado muy activa diplomáticamente firmando también Tratados de Unión, Liga y Confederación perpetua con casi todos los Estados de Suramérica, México y Centroamérica)
El principal objetivo del Tratado establecía que los Estados defenderían defensiva y, si fuera necesario, ofensivamente la Soberanía e Independencia de todos y cada uno de los Estados Confederados de Hispanoamérica, contra todo intento de dominación extranjera, lo que significaba que los Estados miembros de la nueva Confederación actuarían unidos ante una amenaza a su soberanía, viniese de donde viniese.
Sin embargo, el sueño de Bolívar de una América Latina unida no pudo cristalizarse, pues el Tratado firmado no llegó ni a ratificarse ni a entrar en vigor por diferentes razones que ponían de manifiesto los intereses internos y externos que se oponían a dicho tratado.
Ya para cuando EU lleva a cabo la invasión y anexión de los territorios mexicanos, las confederaciones hispanoamericanas (Centroamérica, La Gran Colombia y Las Provincias Unidas) ya se habían fragmentado y la única vía que encuentran nuestros países para tratar de unirse es convocar a lo que se denominó “El Congreso de Lima”, celebrado entre diciembre de 1847 y marzo de 1848, donde no sólo se abordó el expansionismo de EU, sino también las intenciones de España de reconquistar algunos territorios de la costa oeste de Suramérica. Ahí mismo, se retomó la idea de Bolívar de unificar fuerzas que defendieran la soberanía de los Estados hispanoamericanos pero, a pesar de todo, la propuesta no prosperó.
Entre septiembre de 1856 y junio de 1857 y ante nuevos actos expansionistas de parte de EU (principalmente la proclamación del filibustero Walker como presidente de Nicaragua), se llevó a cabo otro Congreso en la ciudad de Santiago de Chile con el propósito, una vez más, de concretizar la aspiración de Bolívar en una “Unión de Repúblicas Americanas”. El Tratado tampoco fue ratificado por ninguno de los participantes. Hubo, así mismo, un segundo Congreso en Lima, entre noviembre de 1864 y marzo de 1865, con el fin de tratar el constante expansionismo e intervencionismo de EU, España y Francia. El cónclave nuevamente intentó crear una institución latinoamericana de unión y defensa de la soberanía, esfuerzo que tampoco prosperó.
Ya para 1890, Estados Unidos ensayaron una nueva forma de influencia política sobre toda Latinoamérica con fines de expansionismo comercial y económico; consiguiendo así unir a todos los países latinoamericanos a través de lo que se llamó “Unión Internacional de las Republicas Americanas”, a lo que eufemísticamente se le llamó “Panamericanismo”. La Sede de dicha institución era Washington y su Secretario General era nada menos que el propio Secretario de Estados Unidos, quien ejercía el cargo por diez años y de manera Ex-Officio. Esta Organización panamericana se convertiría posteriormente en la actual Organización de Estados Americanos (OEA). La Zona de influencia geopolítica estaba garantizada a través de las doctrinas subsiguientes a la Monroe que fueron conocidas como doctrinas de la política del “Big Stick” (versión de la “Diplomacia de las cañoneras”) y “Corolario Roosevelt”, todas juntas como expresión del “Destino Manifiesto”.
Lo que siguió después es bastante conocido; a la par que aumentaba su total dominio en términos políticos, comerciales y económicos a través del método de las intervenciones militares, Estados Unidos comenzaba su acelerado proceso como potencia mundial emergente.
Con el fin de la segunda Guerra Mundial y en el marco de la Guerra Fría, nacieron la Organización de Estados Americanos (OEA) y el Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca (TIAR) conocido como “Tratado de Río”, ambos hechos a la medida de los intereses regionales geopolíticos de EU.
Un hecho histórico comenzó a cambiar el rumbo de la geopolítica estadounidense en la región y fue la Revolución cubana la que inició este proceso. Le seguirían la Guatemala de Árbenz, el Perú de Velazco Alvarado, Chile de Allende, Nicaragua Sandinista, entre otros países, cuyos gobiernos luchaban y estaban por la soberanía y la justicia social, así como también otros sectores sociales que, en diferentes países, llevaron a cabo luchas armadas revolucionarias.
Estados Unidos no se quedó mirando y movió sus fichas para instaurar dictaduras militares en casi todos los países latinoamericanos.
Con la caída del bloque socialista en 1989, y la desmembración de la URSS en 1991, todo indicaba que la posición de hegemón de los EU se vería fortalecida: en el escenario solo quedaba la revolución cubana.
A comienzos del nuevo siglo y concretamente en el 2004, la geopolítica regional da otro giro cuando se forma la “Alternativa Bolivariana de las Américas” (ALBA), que se constituye con el concurso de Venezuela y Cuba, misma a la que se fueron agregando Bolivia, Nicaragua, Honduras y Ecuador (además de los países caribeños de Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y Las Granadinas).
Esta Alianza se opuso, en primer lugar, al proyecto regional de” libre comercio” de EU que se conoció como “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA); y ejerció tanta presión política que el mencionado proyecto de libre comercio se consideró enterrado después de la Cumbre de Mar de Plata en el 2005.
La Alternativa Bolivariana se opone a la forma tradicional de hacer política de EU y principalmente de sus políticas de comercio desigual, de presiones y amenazas, incluyendo formas de desestabilización a los gobiernos, lo que ha incluido golpes de Estado en Honduras y Venezuela y e intentos de golpes en Bolivia y Ecuador.
Desde el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), los países del ALBA (aún con pocos miembros) han cambiado la correlación política que antes favorecía a Estados Unidos y, hoy por hoy, la OEA ya no es la OEA desde la cual se expulsa o se castiga a miembros que no están en armonía con las políticas de Washington, debido a que no sólo están los países del ALBA, sino también Argentina, Brasil, Uruguay, Perú y, hasta hace poco tiempo, Paraguay (sin mencionar muchos Estados caribeños).
Por otro lado, han surgido dos organizaciones nuevas: la Unión de Naciones del Sur (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), las cuales tratan de encarnar las aspiraciones e intereses planteados por Bolívar cerca de dos siglos atrás y que se consideran como una potencial alternativa a lo única opción política que había: la OEA. Además, las Naciones sudamericanas cuentan con el Consejo de Defensa del Sur (CDS), organismo que tiene mucho potencial integrador en el área de seguridad latinoamericana y caribeña.
En la actualidad, los Estados latinoamericanos y caribeños se siguen integrando a través de diferentes mecanismos (políticos, económicos y comerciales) y algunos de ellos juegan un rol importante como potencias económicas y política a nivel regional, lo que los ubica en una situación promisoria en términos políticos y económicos. Y todo apunta a que haya cada vez más conciencia y necesidad de formar esa gran Patria Latinoamericana y caribeña soberana, libre, solidaria, antiimperialista y con vocación de integración.
Los retos y riesgos (tanto internos como externos) de formar una Unión o Gran patria siguen siendo grandes y el Faro que iluminará e ilumina ya ese sueño es el Gran Libertador. No hay duda de que Latinoamérica y el Caribe están pasando por una revolución y que el concepto de “patio trasero” ha cambiado mucho y que la geopolítica y alineamientos políticos han cambiado positivamente para nuestros países.
*Rafael Amador O.
Mater en Relaciones Internacionales
Docente Investigador del Centro Regional de Estudios Universitarios (CREI)
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