LA ESPERANZA NO MUERE
Miguel Urbano Rodrigues
Adolfo Casais Montero escribió al final de los años 50 que “era difícil ser portugués”. Expresó una realidad.
Humberto Delgado estaba refugiado en la Embajada de Brasil y en aquella época la imagen del fascismo era horrorosa en los medios intelectuales brasileños.
Conocí en el exilio esa situación. Los amigos preguntaban cómo podía el pueblo portugués soportar hace décadas una dictadura tan obscurantista como la de Salazar. Nuestras explicaciones sobre la supervivencia del régimen no convencían.
Transcurrido medio siglo, la situación en Portugal me hace recordar el desahogo de Casais Monteiro en un contexto histórico muy diferente.
La crisis del capitalismo irrumpió en los EEUU y se extendió por el mundo. Pero en Portugal sus efectos se insertan en un cuadro que por sus facetas humillantes es difícil de comprender y explicar.
Cada mañana cuando abro el computador y tomo conocimiento de las últimas noticias y en la noche al acompañar los noticieros de la televisión y escuchar los resúmenes de las declaraciones de ministros y diputados de los partidos de la burguesía y los discursos del Primer Ministro, soy tocado por la extraña sensación de asistir a una farsa intemporal en un país inimaginable.
Temo que no exista precedente para una situación como la de Portugal en este año sombrío del 2012.
Sé que los trabajadores irlandeses, griegos y españoles, entre otros, sufren duramente las consecuencias de políticas impuestas por el gran capital internacional en nombre de una “austeridad” que empobrece más a los de abajo en tanto enriquece a los de arriba.
¿Qué es lo que diferencia entonces el caso portugués de los demás?
Aquí el lenguaje, el comportamiento, el arrogante exhibicionismo de los responsables del trágico agravamiento de la crisis son irrepetibles, al exigir “sacrificios” a los explotados y ofrecer prebendas a los explotadores. Todo en nombre del «interés nacional, de la salvación de la Patria». El discurso es semejante al del fascismo.
No creo que Salazar haya reunido en cualquiera de sus gobiernos un manojo de ministros y secretarios de Estado comparable al gabinete formado por Passos Coelho. Con la peculiaridad del Partido Socialista, cómplice del binomio que desgobierna el país, participar conscientemente de la tragedia social y económica en desarrollo.
Politólogos, profesores de discurso pomposo (algunos graduados en universidades de fantasía), periodistas de pretensa sabiduría analizan en múltiples e insoportables mesas redondas la crisis y, con rarísimas excepciones, alineados o no con el gobierno, destilan anticomunismo, identifican en el presidente Obama un gran humanista y justifican las guerras imperialistas.
La política de “austeridad”, la sumisión servil al diktat de la troika, el robo a los salarios, la supresión de los subsidios de navidad y de vacaciones, el aumento de impuestos sobre el trabajo, los despidos sumarios configuran ya el funcionamiento de mecanismos de una dictadura de facto de la burguesía, pero el coro de los epígonos habla con orgullo farisaico de “nuestra democracia”.
El engranaje que ostenta las insignias del Poder es servido por un equipo de pesadilla.
El Primer Ministro merece figurar en el Guinnes. Impresiona por la vastedad de ignorancia, por la vacuidad intelectual.
Extrañamente, habla como si fuese detentor del saber universal. Casi diariamente elogia su política neoliberal ortodoxa, afirma que el pueblo lo comprende, pero es recibido con manifestaciones de protesta en las ciudades y pueblos que visita.
Lo conocí en 1991. Yo era entonces secretario de la Comisión de Relaciones Extranjeros de la Asamblea de la República, él un joven diputado que lideraba la Juventud del PSD.
Recuerdo que cuando pedía la palabra arrojaba tanta bobería que, por decoro, le pedía que abreviase sus arengas.
El ministro Relvas ganó notoriedad por talentos que recuerdan los de villanos de tragedias shakesperianas. El ministro de Economía escribió libros surrealistas y «concrecionistas» que comienzan ahora a correr de mano en mano como obras de contornos extraterrestres. Son apenas tres figuras de un panel gobernante impar en la Europa comunitaria.
Es esa gente que, enarbolando el estandarte de la democracia, garantiza que “los portugueses” apoyen la dictadura de clase que los refunde en la miseria.
Desapruebo las analogías en política. Pero éste gobierno, por lo absurdo, por la crueldad social, por el exhibicionismo ridículo, por la sumisión al capital me hace recordar actitudes del subsahariano emperador Bokassa, en la República Centro Africana.
Es tan evidente el repudio popular por la estrategia de Passos y sus chicos que hasta Pacheco Peneira –el más inteligente y culto de los ex dirigentes de la derecha- sintió la necesidad de escribir un artículo (Publico, 28 de Julio del 2012) cuestionando al sistema –Y pregunta”¿Cómo debemos cruzarnos con los acreedores? De alpargatas, trabajando 10 horas por un salario de miseria”. El mismo responde que en breve el pueblo decidirá, “porque estas cosas una vez maduras, no escogen ni día, ni hora”.
La Historia de Portugal recuerda que la esperanza no muere en el pueblo. Cuando la opresión alcanza un nivel insoportable, las masas se levantan y se asumen como sujeto de la ruptura.
Fue así en 1383 cuando Castilla invadió Portugal, en la guerra de la Restauración en 1640, y el 25 de Abril de 1974.
Los actuales enemigos del pueblo, Passos y Compañía, instrumentos del capital y del imperialismo, caerán en el polvo de la Historia.
Vila Nova de Gaia, 1 de Agosto de 2012.
Traducción: Jazmín Padilla.
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